Un crudo día de invierno,
manejando ligeramente sobre el limite de velocidad a lo largo de la 401 en dirección a Toronto... hipnotizados por los
blancos campos monocromáticos que se extienden a lo largo de la carretera
salpicados con espejismos invernales... nuestro juicio se torna nebuloso por
los llamados de los letreros luminosos que prometen bebidas refrescantes,
descanso calido y comida de casa. La
salida de la autopista nos conduce a una serie de repeticiones. Estamos tan
inmersos en el habito que ni siquiera podemos reconocer lo que nos rodea
(alguna vez hemos sido capaces de hacerlo?) Vivimos en la somnolencia de la seducción...
hipnóticamente reaccionando a las señales sociales... riendo y llorando cuando
se nos dice... creando la mundanalidad del momento... cuidadosamente inmersos
en nuestras preocupaciones narcisistas. Y, sin embargo… no estamos satisfechos,
queremos mas, deseamos otras cosas… estamos aburridos! Pero, hasta cuando nos
encontramos en el medio de la conformidad, hasta cuando cumplimos con nuestro
deber, fallamos en reconocer la naturaleza excepcional del momento. Porque,
incluso, hasta el tedio de esperar en la cola de un kiosco de "comida
chatarra" en el hielo norteño contiene un movimiento deterritorializante.
A veces, un pensamiento nos
golpea como un dardo surgido de la nada... mientras esperamos en cola para
gastar nuestro dinero ganado con sudor en un trozo de carne roja y
caliente, química e industrialmente aliñada,
misteriosamente procesada, envuelta en trigo genéticamente modificado
disfrazado de pan, aderezado con algún tipo de salsa secreta protegida por el
derecho de autor y servida por un ejercito de adolescentes uniformados, usando
equipos portables de comunicación y ganando un salario mínimo. La
artificialidad del momento es fuera de serie y, a pesar de todo, la
experimentamos como profundamente mundanal... instintivamente subconsciente... como
las contracciones peristálticas de nuestros músculos estomacales regurgitando
la basta cantidad de alcohol consumido en una de esas noches canadienses tan
brutalmente frías.
Como es que pasamos de la producción
industrial al consumerismo compulsivo? Hay un cambio cualitativo en esta transición
cuyos efectos descentralizan la totalidad del campo social. La primera revolución
industrial fue impulsada por la producción y estuvo relacionada con cuestiones
de eficiencia organizativa (organización de materia prima, de poder laboral, de
maquinaria, etc.) ¿Cual es la organización laboral más rentable? ¿Como
aceleramos la producción? ¿Como aumentamos la ganancia? La línea de ensamblaje industrial surgió como
respuesta. El ensamblaje de un producto se divide interminablemente en
micro-operaciones y el trabajador se transforma en un autómata ejecutando
repetitivamente la misma tarea carente de habilidad... apretar un tornillo una
y otra vez. Esta logica tecnocratica entiende el producto final solo como un
medio para hacer más dinero.
Los años de post-guerra vieron la
invasión masiva de televisiones, autos, computadoras y artefactos para el hogar
junto con autopistas guiándonos a los suburbios. El nuevo motor que ahora
impulsa la segunda revolución industrial ya no es el poder organizativo, sino,
el consumo. Al transformarse en la portada encantada de la reproducción socioeconómica,
la mercancía se torna en un sitio de control social. Una red completa de información
y comunicación se establece para manejar, vigilar, regular y crear
pseudo-necesidades. Las nuevas relaciones de dominación que surgen de esta configuración
se expresan a si mismas, mas fuertemente, a través de la mercantilización de la
vida diaria y del ocio. La vida entera de uno es invadida por el flujo del
capital. Donde una vez existió una
clara división entre trabajo y ocio, hoy no quedan ni siquiera trazos de tal separación.
Ya no trabajamos por alimento y techo, sino para el fin de semana. Marcados como blancos por las firmas de
estudio de mercados, los publicistas, los encuestadores, los medios de comunicación
de masas y el telemercado, la vida diaria se transforma en un nuevo terreno a
colonizar y explotar, para obtener ganancias. El hiper-capitalismo es el
proceso de colonializacion interna de los colonizadores. Somos bombardeados
interminablemente por imágenes chillonas, manipuladas y distorsionadas, golpeándonos
a una velocidad pasmosa... mesmerizandonos, hipnotizándonos, seduciéndonos en
nuestros sillones... pasivamente consumiendo ilusiones... babeando fascinados
con las imágenes bizarras, los senos de silicón y los héroes de celuloide incitándonos
a "ser como Mike" -- usando las zapatillas que Mike Jordan usa,
nosotros también , de alguna manera, nos fundimos con su imagen participando de
sus excesos. Habitamos un mundo de fantasía ideal más bien que una existencia
vivida, consumiendo fama, heroísmo, amor y guerra a través de las imágenes con
las que el imperio de las corporaciones multinacionales nos alimenta ¿Para que
salvar el mundo cuando podemos observar que Rambo puede hacerlo y, al mismo tiempo,
también podemos echar un vistazo al partido de fútbol, a CNN y a los Simpson?
Si no se ve en TV, nunca sucedió.
La brillantez diabólica de los
ingenieros del mercado es su habilidad de vender individualidad al consumidor diciéndonos
que somos auténticos revolucionarios, estrellas de cine esperando a ser
descubiertas, atletas con el potencial de ser campeones del mundo, exploradores
y aventureros extremos. Cualquier gusto verdaderamente subversivo es
inmediatamente reterritorializado dentro del capital y re-vendido como
"rebelde choro", ofreciéndonos como la única alternativa subversiva
el "consumo como rebelión”. La no-conformidad pre-embasada es
confeccionada por nuestro apetito por lo "cool" que suprime nuestro desafío
anti-autoritario. Continuamente compramos gestos desafiantes inscritos en
lo que usamos, manejamos, comemos y bebemos. Existimos consumiendo imágenes que
alimentan nuestra perversa fantasía. Saqueando los bancos de la memoria
cultural, la fachada de la individualidad se nos re-vende como un enjambre de símbolos,
logos y nombres genéricos, uniéndonos y dividiéndonos en un tribalismo
consumerista de clanes, hordas y bandas. Atractivos temas comerciales guían
nuestra vida diaria como una invocación religiosa..."Just do it". En
la sociedad del capitalismo tardío, la identidad es configurada cada vez más
por los modelos de compra y las marcas de fábrica. Nos hemos transformado en
cazadores cartesianos de gangas... compro, luego soy. El ser se equipara al
consumo de una "imagen". El sujeto del capitalismo tardío es un
sujeto consumidor... navegando en un intercambio de precios... Suspendido en
signos, símbolos, iconos y fantasías... chupando información a través de una
paja amarilla mientras sueña con llegar
a ser "cool"... un rebelde extravagante subyugado por el espectáculo.
Los tentáculos seductivos que
alimentan el mundo hiper-real del espectáculo nos aprisionan a través de
los medios de comunicación publicitarios, la cultura popular, la información
digital y los avisos luminosos... ellos están por todas partes, mutando y
creciendo en nuestros sueños y deseos. Estamos siendo asimilados. El enemigo
esta adentro. Y sin embargo, no podemos rendirnos. Debemos asumir el aspecto
revolucionario del momento y entrar en el vacío de la excepcionalidad al transformarnos
en el momento excesivo. El rebalsamiento del momento se escapa y se disuelve a través
de la variedad de válvulas, eslabones, hoyos negros y líneas de fuga. Debemos
asumir el hecho de que podemos ser sobrecogidos por lo Real en cualquier momento,
incluso cuando esperamos en la cola del McDonal, simplemente porque estos
momentos están llenos de trizaduras. El flujo puede ser quebrado en el sitio
mismo del intercambio... el escape es un acto de transformación… un acto de producción…
Just do it!
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