Sunday, April 26, 2020

Tiempos crueles



A las amenazas existenciales a la vida económica, a la estabilidad del clima y a la democracia ahora tenemos que agregar el bicho que, de pronto, empieza a multiplicarse y a crecer en medio del silencio de nuestros órganos que, según algunos,  pone a prueba el futuro de la especie humana. La muerte nos rodea y el tejido se deshilacha. Una maldición de Dios, dicen los evangelistas judeo cristianos. La venganza de la Madre Naturaleza, dicen los ecologistas.

Los sentimientos apocalípticos se introducen fácilmente en los análisis de los comentadores sociales. Estamos al borde de la Depresión Económica mas profunda de los últimos 100 años. Los trabajos desaparecerán, los sistemas de salud sufrirán una crisis desbastadora y los ahorros desaparecerán.

Lo cierto es que la Pandemia ha expuesto a la luz del día el orden global neoliberal  competitivo. Hoy día la idea mas peligrosa seria la de volver a creer que todo lo que necesitamos es volver a la normalidad de antes. Un antes que, obviamente, ya era una catástrofe. Un sistema al servicio de la multiplicación del dinero privado que depreda el desarrollo de la vida, la naturaleza y las organizaciones civiles  y que necesita ser eliminado radicalmente. El problema es que las promesas milenarias de renovación, mas allá del dolor y del caos, no son del todo convincentes. No sabemos como llegar allí desde aquí. Pareciera que es mas fácil imaginar mas devastación ecológica, mas nacionalismos totalitarios, mas vigilancia electrónica y mas control corporativo. Es como si hubiéramos perdido el sentido histórico de nuestro ultimo objetivo, suponiendo que alguna vez lo hemos tenido

¿No es el caso de que siempre hemos vivido con el presentimiento de que estamos a punto de llegar a una encrucijada?... la crisis, el quiebre, el colapso de las estructuras a la vuelta de la esquina. Una esquina bien grande, eso si. El derrumbe total del capitalismo, sin embargo, no viene y, de alguna manera, siempre se las arregla para continuar existiendo. Y ahora, de pronto, pensamos que esta vez realmente esta ocurriendo, justo ahí, al frente de nuestros narices. Cientos de caminos se nos abren. Algunos nos llevan directamente a una sociedad infernal, otros al mismo lugar en que estábamos y, unos pocos, a ese bello mundo con el que nos atrevemos a soñar.

En el 2019 cinco millones de niños murieron de hambre, 162 millones de mal nutridos, un millón de suicidios, setenta mil muertes debido a sobre dosis, solo en EU... ¿porque los gobiernos  no declaran estados de emergencia frente a estas calamidades? y ¿por qué, en lugar de sonar la alarma frente a la destrucción nuclear o ecológica, eligen magnificar esos peligros? El punto no es que el Covid-19 no sea malo y que las medidas tomadas sean exageradas. El punto es que si implementamos cambios tan radicales en contra del virus... ¿porque no implementamos  también cambios para esas otras condiciones que amenazan la existencia misma de la humanidad? 

La respuesta no es un misterio. Frente al hambre mundial, la adicción, el suicidio o el colapso ecológico se requiere el cambio total de nuestra forma de vida, empezando con el cambio radical de las estructuras económicas actuales, cosa que las elites dirigentes y las instituciones y medios informativos que les sirven no están dispuestos a permitir. La pandemia es, en cambio, una crisis a la que se puede responder sin modificar el statu quo. Esta es, como dice el escritor Charles Eisenstein, una crisis frente a la cual el control funciona... cuarentena, aislamiento, distancia social, bloqueos, lavado de manos, control de movimientos, disciplina corporal. Covid-19 es una amenaza que los gobiernos creen saber como enfrentar. La mayoría de los otros desafíos que hoy encaramos no responden a la fuerza. Los antibióticos y las cirugías no son capaces de contener las enfermedades autoinmunitivas, la adicción o la obesidad. Los rifles automáticos, los tanques y los misiles con los que se arman los ejércitos  son inservibles para eliminar el odio o la pobreza y la policía y las cáceles son  incapaces de eliminar el crimen. Este nuevo virus, en cambio, recuerda esos días cuando las enfermedades infecciosas cedían frente a la higiene y la medicina moderna y la naturaleza sucumbía a la conquista tecnológica. La dominación y el control funcionan cuando la causa de nuestros males viene de afuera, cuando es producido por lo Otro.  

Si hay algo para lo que el ser humano es bueno es para luchar en contra de un enemigo que pone a prueba la validez de las tecnologías, sistemas sociales y visión del mundo. De ahí que frecuentemente los gobiernos conciban el peligro como  enemigo... el terrorismo, el trafico de drogas, las enfermedades. Y ahora, cosa que no es rara,  el Covid-19 llama a las armas, a reorganizar la sociedad porque, como dice Emmanuel Macron, “estamos en guerra”. Doctores, enfermeras, ambulancias, bomberos y empleados de súper mercados y del transporte  son los que están al frente de la batalla y los héroes del momento. Y, al igual que en la guerra, todas las actividades y los lugares donde pretendemos ir son clasificados de acuerdo a lo que es permitido o prohibido bajo estricta vigilancia policial... ¿qué otra cosa, si no la amenaza a la vida, como en tiempos de guerra, es la que merece control total? Por supuesto que tenemos que protegernos y tomar todas las medidas posibles, pero, al mismo tiempo... ¿no podríamos también usar esta pesadilla para examinar todo el sistema?

El Covid-19 eventualmente desaparecerá, pero, cuando lo haga... ¿todavía estaremos dispuestos a entregar la decisión final sobre nuestros cuerpos a las autoridades y a mantener todos los servicios de vigilancia y control que hoy se han impuesto? Probablemente muchos de los controles en efecto se van a relajar en unos pocos meses. Pero, no es imposible imaginar que algunos de estos cambios momentáneos puedan transformarse en algo permanente si consideramos que la reinfección siempre es posible. En este escenario el virus no es solo una amenaza a la vida personal y colectiva, sino también a las instituciones democráticas... o lo poco que queda de ellas.

Desde tiempos inmemoriales las sociedades han identificado  el progreso con el aumento del control sobre el mundo... la conquista del fuego, la domesticación de animales, el dominio de las fuerzas naturales y el ordenamiento de la sociedad de acuerdo a la ley y la razón. Y la revolución científica y la tecnología a la que dio origen le dio un nuevo impulso  al dominio del mundo natural  y a las ciencias sociales  que ahora empiezan  a usar los mismos medios y métodos para diseñar la sociedad perfecta. Por eso no es de extrañar que los administradores sociales reciban con beneplácito la oportunidad para afianzar su control en beneficio, como ellos dicen, del bien común.  Un bien común bien poco común.

¿Sera que la perfección del control es el resultado final de la fantasía del yo independiente que se inicio con el modernismo y que se exacerba en el neoliberalismo, como algunos analistas proclaman? Esta es la narrativa del individuo autosuficiente viviendo en un mundo lleno de Otros, en un medio cercado de agentes genéticos, sociales y económicos, compitiendo unos con otros, en donde el sujeto tiene que protegerse y dominar para prosperar.

Ciertamente esta no es la única forma de ver a los seres humanos. Cuando los entendemos como  seres relacionales, interdependientes, podemos ver que uno rebalsa en los otros y los otros rebalsan en uno. Es el instante en que ya no buscamos al enemigo como la solución de cada problema, sino buscamos por los imbalances en nuestras relaciones. Cada encrucijada nos enfrenta con profundas elecciones. Volver al mundo de antes es volver nuevamente a la exclusión, a la desesperanza, a la obscena desigualdad y destrucción natural.

En medio del actual farrago de noticias falsas, rumores, narrativas políticas, teorías de la conspiración y estrategias de contención contradictorias nos quedamos al final de cuentas  sin saber exactamente que esta pasando. Y este no saber lo llenamos con opiniones. La cosa es que cuando tenemos opiniones siempre bloqueamos algo para mantener nuestros puntos de vista.  


Nieves y Miro Fuenzalida.

Sunday, April 19, 2020

Papeles escritos


Somos,
Tu
Y
Yo,
Papeles escritos
Con
El lápiz
Azul
De
La vida
Que
La goma
Gris
Del
Tiempo
Borrara.

Nieves

Sunday, April 5, 2020

El virus entre nosotros


Las fuerzas microscópicas de la naturaleza nos confinan a nuestras casas y departamentos, nos obligan a interactuar a dos metros de distancia y nos recuerdan que las secreciones, el aliento, el olor y la tos que somos es la materia que constituye nuestra ultima realidad, a pesar de todas nuestras fantasías.  

De la biopolitica a la psicopolítica... y de vuelta a la biopolitica. Según una orden publicada en el siglo XVII, en algún lugar de Europa, se cierra la ciudad, se separan los distritos, se ordena estar dentro de las casas y se prohíbe dejar la ciudad bajo pena de muerte. Las regulaciones que se implantan penetran hasta los mas pequeños detalles de la vida diaria a través de la mediación de una completa jerarquía que asegura el perfecto funcionamiento del poder. En contra de la plaga el proyecto disciplinario  pone en juego el biopoder medico y político que eventualmente reemplaza el poder soberano. Hoy nadie podría negar que este modelo de separación social y exclusión que hoy vivimos es un despliegue biopolitico. En breve, un poder que es articulado en la producción, manejo y administración de la vida.

Como nota Esposito la política y la medicina han estado ligadas, por lo menos durante  las ultimas tres centurias, lo que ha producido, inevitablemente,  la transformación de ambas. Por un lado, esto ha guiado a un proceso de medicalización de la política que se muestra cada vez mas en su tendencia a “curar” a los ciudadanos por riesgos que la misma política, en muchas ocasiones, es responsable por enfatizarlos. Por otro lado, también podemos ver la politización de la medicina, con misiones de control social que no le pertenecen, lo que explica las evaluaciones extremadamente heterogéneas que los virólogos están haciendo en la naturaleza y gravedad del covid-19.

Desde un punto de vista legal los decretos de emergencia aplicados a casos como este le permite al poder política establecer estados de excepción que a la larga  socaba el balance de poder en favor del ejecutivo. Según Agamben en las democracias liberales modernas la suspensión temporal de la ley se transforma eventualmente en una condición generalizada, en un paradigma de seguridad que deviene en la técnica normal de gobierno. Las frenéticas, irracionales y completamente injustificadas medidas de emergencia para detener una supuesta epidemia debido al covid-19  muestran  la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como modelo a seguir. Las razones de salud y seguridad publica dan lugar a una verdadera militarización de  municipios, regiones y países. El covid-19 esta siendo usado como una “excepción” que permite una extraordinaria expansión del poder gubernamental para imponer extraordinarias restricciones a la libertad que disuelven los vínculos  sociales e imponen un régimen de soledad  y control policial que recuerda las negras experiencias de nuestro pasado. La infección causa solo moderados síntomas, una especie de influenza, en el 80 o 90% de los casos. En el 10 al 15% de los casos puede desarrollarse una neumonía con consecuencias benignas en su mayoría. Y, solo un 4% requiere cuidados intensivos. Si esta es la situación... ¿por qué las autoridades y los medios de información hacen lo posible para propagar el pánico?    

La preocupación de Agamben es la regularización de la excepción.  En uno de sus recientes  escritos expresa que mas triste que las implícitas limitaciones de la libertad es la degeneración de las relaciones humanas que esto pueda generar. El otro humano, cualquiera que este sea, incluso los que amamos tenemos que mantenerlos a distancia,  no tocarlos, ni siquiera acercarnos a ellos. De pronto nuestros semejantes han sido abolidos.

Pero... ¿esta seria la única manera de expresar el amor? Abrazar, besar o apegarme a mis semejantes no es la única manera de manifestar nuestros sentimientos. En estos momentos, mas que nunca, desplegamos el amor manteniendo a ella o a el a distancia. Hoy día la sociabilidad, como dice Sergio Benvenuto, es evitar la sociedad... ¿no es aquí donde cierto marco ideológico, de izquierda o derecha, se derrumba? ¿no es este el fracaso de entender lo que esta pasando en la molecularidad de nuestras relaciones? Boris Johnson le dice a los británicos... “prepárense a perder a quienes aman antes de que les llegue su tiempo”. El mensaje obvio fue “prepárense a perder a sus viejos”. Y Donald Trump estaba dispuesto a eliminar las restricciones para salvar la economía.

Italia hizo una elección diferente... Cuarentena y parálisis económica para proteger a sus viejos y viejas, Agamben entre ellos... ¿no hay algo hermoso en esta vigorosa defensa de los que no tenemos una larga vida por delante? 

Como dice Jean-Luc Nancy... “Debemos tener cuidado de no golpear el objetivo errado”. Lo cierto es que toda la civilización esta en cuestión, no hay lugar a dudas. En realidad, lo que esta ocurriendo, como todos podemos ver, es la descomposición de los servicios públicos y la economía, mas bien que la toma totalitaria del poder. No hay un titiritero tirando los hilos. Este es el resultado de fuerzas independientes.  El mero hecho de que los sistemas económicos no puedan suspender su frenética actividad por unas pocas semanas sin dar señales visibles de colapso los expone por lo que son... un virus planetario mortal. Con lo que nos enfrentamos es con la elección de una supuesta economía “saludable” y nuestra propia salud física. Irónicamente esta elección ha estado frente a nosotros desde hace harto tiempo.

 Si este virus cae en la categoría de un evento, lo que es difícil de negar, entonces debe poseer también alguna virtud. Los eventos no hay que confundirlos con los hechos. A diferencia de estos, ellos poseen una fuerza, una propiedad, es decir, algo hacen, producen transformaciones y generan futuros que antes no eran posibles. Todas las plagas, como la historia muestra, cambian la sociedad y la cultura, transformando alguna tendencias y acelerando otras y cambian la consciencia con consecuencias que no se ven por años. Lo que sabemos, sin embargo, es que en algún momento la pandemia terminara. Lo que no sabemos es que tipo de ser humano seremos en ese momento. 

Tratando de responder a esta cuestión, el filosofo marxista Zizek dice que  la pandemia causada por el coronavirus es un ataque al sistema capitalista mundial, un signo de que no podemos seguir por el mismo camino que hemos transitado hasta ahora. Necesitamos un cambio radical que traiga una sociedad alternativa, una sociedad que este mas allá de la nación-estado capaz de que actualizar la cooperación mundial.  Son las catástrofes cósmicas, la amenaza global como un asteroide o un virus matando a la humanidad, las que dan  paso a la solidaridad mundial, dejando aparte nuestras mezquinas diferencias. Lo triste de todo esto es que necesitamos una catástrofe de esta magnitud para obligarnos a repensar las características básicas de la sociedad en que vivimos.

¿No será que este optimismo es algo prematuro? Si miramos  el pasado humano también es posible otro escenario. Según Byung-Chul Han el virus no puede reemplazar a la razón. Después de la pandemia, el capitalismo continuara con su pujanza.  Es cierto que la conmoción es un momento propicio que permite establecer nuevos sistemas de gobierno. El neoliberalismo, por ejemplo, fue precedido de crisis que causaron conmociones. Pero, el virus no vencerá al capitalismo y no podemos dejar la revolución en sus manos. Somos los humanos dotados de razón los que tenemos que repensar  y restringir radicalmente el capitalismo destructivo.

En tiempos de colapso,  el capitalismo solo tiene dinero mágico, primero para los bancos y las grandes Corporaciones, la elite rica que hoy gobierna el mundo y luego, lo que queda, va a nosotros. Cuando el circulo de beneficios se expande, no es porque el capitalismo, de pronto, se haya vuelto mas solidario, sino porque necesita mantener su fuerza de trabajo. Una vez terminada la crisis tratara por todos los medios posibles de recuperar las riquezas perdida. El capitalismo es un sistema económico amoral impulsado solo por la acumulación del lucro. Y no hay virus que lo haga cambiar.

El virus, de repente, nos hace sentir que todos estamos siendo arrastrados por algo arrollador que silenciosamente crece en los pliegues de nuestros cuerpos mas allá de nuestra voluntad. Cada uno de nosotros esta bajo la amenaza de  este ataque, lo que nos hace participantes de una tragedia común.  Y, curiosamente, es en estas situaciones cuando ser libre es hacer lo que se debe hacer. La libertad encarnada en el trabajo y dedicación de los miles y miles de hombres y mujeres a través del mundo que diariamente arriesgan sus vidas para impedir que la infección se expanda sin limites.


Nieves y Miro Fuenzalida