Sunday, September 26, 2021

El desbotonarse de una nube

 

 

Se

Desbotono

Una nube

Del

Cielo

Y

Su sollozo

Se

Convirtió

En

Lluvia.

Yo

No

Tenia

Mi paraguas

Azul.

 

Nieves.

Sunday, September 19, 2021

Que aburrimiento

 

¿Quién no ha sufrido el encuentro del aburrimiento en medio de un largo discurso, en la monotonía de una clase, en la cadencia repetitiva del sermón dominical o en la lentitud de una conversación? El aburrimiento es cosa seria y una de la emociones mas comunes de la vida humana. Según algunas estimaciones una de cada cuatro personas sufrirá aburrimiento crónico, razón suficiente para no ignorarlo.  

 

La monotonía, la predictibilidad, las tareas repetitivas y el confinamiento son sus causas mas visibles. Cualquier situación carente de estímulos o cualquier actividad que se mantenga igual por mucho tiempo puede ser aburrida.

 

Según la psicología las emociones cumplen un papel adaptativo al ayudar a las criaturas hacer frente a los problemas de supervivencia que el entorno les plantea. Así, por ejemplo, el disgusto es una respuesta evolutiva  que  ayuda a mantener a los animales y humanos libre de sustancias peligrosas. El aburrimiento emerge como un derivado de esta emoción primaria de disgusto. Sirve la misma función adaptativa. Si la repugnancia protege a los humanos de la infección, el aburrimiento puede protegernos de situaciones sociales “infecciosas” y facilitar relaciones sociales fomentando el rechazo beneficioso de situaciones “toxicas”. Si la sicología tiene razón, entonces el aburrimiento, al igual que el disgusto, es bueno para la salud mental. Ambas emociones son respuestas evolutivas que protegen de “enfermedad o daño”. Las emociones, sean primarias o secundarias, parecen estar diseñadas para asistir a los humanos y otras creaturas a navegar y mantener la vida.   

 

El simple aburrimiento generalmente no hace noticia, pero si ha sido el tema recurrente en el arte plástico y la literatura. “Madame Bovary” de Flaubert, “Aburrimiento” de Alberto Moravia, “Hedda Gabler” de Ibsen,” El Cartero Siempre Llama dos Veces” de James Caín, “The Shining” de Stephen King, la pintura “Melancolía” de Edvard Munch, “Soledad” de  Frederick Leighton, “Mujeres Planchando” de Edgar Degas o “Nighthawks” y “Rooms by the Sea” de Edward Hooper, entre muchas otras obras que han surgido en diferentes periodos históricos, sugieren que hay una atemporalidad en la aparición del simple aburrimiento y no solo una emoción que caracteriza nuestros tiempos pandémicos.

 

El infinito y el curso temporal y espacial son los recursos típicos de su representación. Visualmente los signos mas familiares son ojos que miran al infinito  o los codos descansando en la mesa y los brazos y manos sosteniendo la cabeza. Si alguien se hunde lentamente en esta postura mientras estamos hablando, lo mas probable es que lo estemos aburriendo. Aquí podríamos decir, entonces, que esta es una emoción social de leve disgusto producida por una circunstancia inevitable y predecible. Pero esta, como en todas las definiciones, no es toda la historia.

 

El aburrimiento, según los neurólogos, puede actualmente atribuirse también a la falta del neurotransmisor dopamina que es el sistema de recompensa del cerebro cuya química se ha relacionado con la alegría y la excitación. El déficit de la dopamina obviamente haría  mas difícil experimentar estos estado emocionales.  Si esto es así, se puede argumentar entonces que los individuos propensos al aburrimiento pueden tener un nivel naturalmente mas bajo de dopamina y, por lo tanto, requieren un mayor sentido de la novedad para estimular el cerebro y hacer que la dopamina fluya otra vez. En otras palabras, necesitan una constante estimulación. Para ellos, en lugar de ser una emoción benéfica, como nota el académico canadiense Peter Toohey, el aburrimiento crónico, a diferencia del  transitorio,  puede transformarse en un problema permanente capaz de llevar  a la depresión, la ansiedad, la hostilidad o a sentimientos de ira de los que el sujeto necesita escapar a través de drogas, alcohol, la búsqueda constante de nuevas  sensaciones, la drogomanía, que es la necesidad de estar viajando constantemente, o cualquier otra actividad riesgosa. Las investigaciones, sin embargo, sugieren que el  aburrimiento crónico no es un agente causativo de conductas problemáticas o patológicas, sino el efecto del imbalance dopamínico  que causa también  las otras afecciones. El aburrimiento en si mismo no causa nada.

 

La mayor parte del tiempo, el simple aburrimiento viene y se va... ¿pero, que pasa cuando el aburrimiento se vuelve prolongado e inevitable?

 

En el “Internacional Journal of Epidemiology” los sicólogos Annie Britton y Martin Shipley mantienen que es posible que mientras mas aburrido uno este, mas probable que muera a una edad mas temprana. En 1985 mas de 7 500 funcionarios civiles llenaron un cuestionario que preguntaba si el trabajo del mes anterior les había aburrido. Al determinar cuantos de los encuestados habían muerto en Abril del 2009, descubrieron que los que informaron que los se habían aburrido mas tenían 2,5 veces mas probabilidades de morir de un problema cardiaco que aquellos que no habían informado haber estado aburridos. Lo que los sicólogos concluyeron, sin embargo, es que el aburrimiento en si mismo no era la causa, sino que parte de un cuadro general de mala salud. Menos mal, porque de lo contrario estaríamos cayendo como moscas.

 

Diferente del simple aburrimiento es el aburrimiento existencial, ese que “infecta” la existencia misma de una persona y que puede ser pensado como una enfermedad filosófica. No es fácil de caracterizar y frecuentemente se identifica con nombres como la melancolía, la depresión, el mal de vivir, tristeza, tedio, nausea existencialista o desespero espiritual y es el que ocupa la mayoría de los escritos acerca del aburrimiento. La verdad de las cosas es que este termino es una mescla categórica que es mas intelectual que experiencial, una condición que al parecer es mas leída, tematizada  y discutida de lo que realmente se experimenta. El tópico es extenso y muchísimos volúmenes se han dedicado a este tema. Uno de estos, bien popular en los 50’s y 60’s, es la novela existencialista “La Nausea”.

 

Antoine Roquentin, el alter ego del filosofo J. P. Sartre  en este relato, representa el aburrimiento existencial, no como “la desesperación en la beneficencia del Creador, sino como la desesperación en la beneficencia del universo”. Si a Dios o al universo no le importa, entonces ¿qué sentido tiene la vida? El taciturno Roquentin, que vive solo, nunca habla con alguien y que lleva una vida de silencio monástico, llega a comprender durante el trascurso del relato que la existencia es accidental, contingente y que no hay ninguna conexión necesaria entre el individuo y el mundo. El universo es completamente indiferente hacia uno y lo que que el llama “nausea” es una fuerte sensación de disgusto cuando descubre que la vida es contingente y que no hay ninguna posibilidad de describirla como necesaria. Al igual que el ángel de la pintura de Durer, Roquentin entra en un estado de melancolía... “Existo, eso es todo. Y eso es tan vago, tan metafísico que me avergüenzo de ello”. Originalmente, según sus biógrafos, Sartre había elegido el termino “Melancolía” como titulo de la novela para indicar su conexión con los trabajos de Albrecht Durer que seguía la tradición clásica de la melancolía. Cuando la novela fue aceptada por Gallimard, “La Nausea” reemplazo a “La Melancolía”.

 

La denominación de la nausea como aburrimiento existencial  no es de Sartre. Su base, como ya se sabia, es fisiológica. El aburrimiento tiene una relación cercana con el disgusto y el disgusto fácilmente puede producir nausea. Como signo del aburrimiento la nausea aparece  en una variedad de inesperados contextos, desde el mundo antiguo hasta hoy. El aburrimiento existencial, que aparece en muchas otras novelas, pareciera haber intelectualizado esta respuesta emocional básica y, al hacerlo, haber disfrazado sus orígenes.

 

Una de los episodios  tempranos de Roquentin fue el  descubrimiento de que “no tengo derecho a existir” o, como en otra pagina dice “ soy libre: ya no hay absolutamente ninguna razón para vivir”. Pero, si este fuera el caso no quedarían muchas victimas del aburrimiento existencial. Lo cierto es que la conexión entre aburrimiento y suicidio aparece mas fuerte en los textos literarios y en la imaginación de los filósofos existencialistas que en la vida real. Las victimas del aburrimiento existencial, a diferencia del simple aburrimiento, pueden hablar mucho acerca del suicidio, pero solo se matan a si mismos en el papel. No hay ninguna relación clara entre suicidio y aburrimiento y no tiene nada que ver con la existencia del aburrimiento libresco. No hay dolor que produzca la muerte debido a la percepción intelectual del sin sentido trascendente de la vida. El suicidio es producto de un dolor sicológico insoportable y trágico y no un símbolo del aburrimiento.

 

Según Toohey el aburrimiento existencial es un concepto mas que una emoción o sentimiento. Es un termino construido en base a la unión del aburrimiento, la depresión, el sentido de superfluidad, el hartazgo, el asco, la indiferencia, la apatía y los sentimientos de atrapamiento. Cuando parte o todas esta condiciones se mezclan, terminamos con la falsa emoción de aburrimiento. En el fondo, este es mas bien  un termino que enmascara una constelación de diferentes desordenes.

 

El simple aburrimiento, ese estado emocional de desinterés y tedio que se experimenta cuando uno no tiene nada que hacer en particular, tiene una larga tradición y sus raíces se hunden en la sicología humana. Esta es una emoción que se ha sentido en todos los periodos de la historia y que se ha acentuado en los periodos modernos con el aumento del aislamiento, la perdida de tradiciones, la prevalencia de trabajos repetitivos y la perdida del sentido de comunidad que hoy se han acentuado. Un estado normal, parte de la experiencia humana e increíblemente común.

 

Como sabemos desde tiempos inmemoriales, la mejor respuesta al aburrimiento es estar constantemente ocupados en algo que atraiga nuestro interés.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


Sunday, September 12, 2021

La lluvia

La lluvia

 Devolvio

El verde

Al 

Pasto agonizante,

Al

Arbol de hojas depresivas,

A los

Petalos con angustia

Y

A

Mi mente

Envuelta

En

Brumas.

 

Nieves.


Sunday, September 5, 2021

La vida en el mito

 

Vivimos de ilusiones y fantasías y no podemos evitarlo. Y, a pesar de toda el agua que ha corrido bajo los puentes, no hemos podido crear una aceptable. Es curioso que entre todos los animales que merodean en este extraño planeta los humanos somos los únicos  que necesitan encontrarle un sentido a la vida, una razón para vivir. No soportamos la existencia si creemos que ella no contiene un significado oculto, un valor trascendente, un punto omega final, como decía el padre Pierre Teilhard de Chardin. Vivimos de mitos y  matamos y morimos por mitos. Esto es mejor y mas laudable, al parecer, que el  vilipendiado nihilismo metafísico que no debemos mirar con buenos ojos.

 

Desde que nacemos nos encontramos agobiados de problemas  y llenos de ansiedades por el dolor, las presiones del ambiente, el peligro del hambre, las enfermedades y, como si esto no fuera poco, la muerte que nos acecha a cada instante.

 

¿Tiene todo esto algún sentido? Según el mito bíblico, fuente original de la cultura occidental, esto es debido a el pecado original cometido por nuestras padres que nos costo la expulsión del Paraíso. No muy lejos, en el continente hindú, la doctrina del Karma contiene el mismo mito según el cual nacemos con una herencia, un carácter impuesto y una tarea asignada, gentileza del samsara, el ciclo de nacimiento, miseria y muerte que se repite infinitamente. Buenas o malas acciones en la vida anterior determinan el futuro del individuo. Al centro de ambos se ofrece, nada menos, que el camino a la salvación.

 

A lo largo de la historia los mitos se repiten uno tras otro y algunos de ellos han sido bastante letales.

 

El manuscrito azteca Códice Florentino, por ejemplo, presenta la horrible  imagen de una forma de vida completamente ajena a la mente moderna. Según la antropóloga australiana Inga Clendinnen, los aztecas eran notorios por la matanza a gran escala de humanos en sacrificios rituales que se realizaban en su mayor parte al aire libre, en los templos del vecindario y en las calles. El pueblo participaba en el cuidado y preparación de las víctimas y después de muertas, en el elaborado procesamiento de los cuerpos... el desmembramiento y reparto de cabezas y miembros, carne, huesos y pieles desolladas. En ocasiones los guerreros llevaban calabazas de sangre humana o vestían las pieles chorreantes de sus cautivos para ser recibidos ceremoniosamente  en las viviendas. La carne de sus victimas hervía en las ollas de la cocina. Los huesos de los muslos humanos, rapados y secos, se colocaban en los patio de las casas.

 

Y todo esto en un pueblo notable por su política ordenada y el respeto por la belleza. Para los habitantes de Tenochtitlan, la capital del imperio, esta era la expresión de lo que significaba ser humano. El mito del caos y violencia subyacente en el mundo era lo que amenazaba permanentemente el orden y la belleza. La violencia del estado solo reflejaba la violencia de los dioses y el cosmos. Incapaces de exorcizar la violencia interna, los aztecas la santificaron. “La matanza ritual encarnaba el salvajismo que es parte de cualquier tipo de paz entre los humanos”.  

 

Para la mente contemporánea la crueldad de estas practicas  proviene de su barbarismo. Pero, si pensamos otra vez... ¿no será que estas practicas aztecas develan algo que nuestro mundo encubre? Después de todo, civilización y barbarismo no son, en realidad, dos tipos de sociedades diferentes. Ambas se entrelazan cada vez que los seres humanos se unen.

 

La experiencia sugiere que, en lugar de renunciar a la violencia y las masacres y construir una paz duradera, los humanos nos hemos habituado a ella.

 

De entre todos los animales, el humano es el único que le da  valor a  la vida matando y muriendo en la persecución de sueños sin sentido. El mito moderno  de la “nueva humanidad” es la ultima manifestación  de esta obscura tendencia. El siglo XX ha visto los peores episodios de matanzas masivas con el fin de rehacer la especie humana... “el  hombre nuevo”, “la raza superior” y, con el mismo impulso, podemos ahora  agregar “el cambio de régimen”, siendo Afganistán el ultimo ejemplo de esta trágica cadena. Indudablemente la geopolítica juega un papel importante, pero algún tipo de pensamiento mágico pareciera ser mas importante. Con la invasión de naciones acerca de las cuales nada saben las elites dirigentes del occidente, el auto denominado “mundo civilizado”, creen avanzar un futuro que, según dicen, esta prefigurado en ellos mismos. Los resultados son estados fracasados, zonas de anarquía, tiranías, tortura, destrucción y, la historia de siempre, el sacrificio masiva de hombres, mujeres y niños. Los aztecas, incapaces de exorcizar la violencia interna que todos llevamos, la santificaron. El hombre moderno la instrumentaliza en nombre de los derechos humanos.  

 

A pesar de que el conocimiento crece de manera acelerada, lo irónico es que  la ética y la política se encuentran con los mismos dilemas recurrentes. La tortura y las masacres retornan con distintos nombres, bajo el amparo de nuevos mitos.

Dirigentes políticos, pensadores sociales y lideres religiosos insisten en que la violencia es inhumana. Todos ellos dicen que quieren poner fin a las masacres de los humanos por otros humanos. Y, sin embargo, muchos de ellos están dispuestos a matar en gran escala en nombre de un supuesto futuro en el cual nadie muere de violencia.  

 

En la sobria visión estoica de Freud los obstáculos en la realización humana se encuentran no solo en el mundo que nos rodea, sino que también dentro de nosotros albergamos impulsos que sabotean nuestra propia realización. Herederos de la fe cristiana en el libre albedrio los humanistas creen que los seres humanos son o podrán ser algún día libres para elegir sus vidas. Lo que olvidan es que el yo que hace la elección no ha sido el mismo elegido. Lo que gobierna, por debajo de lo que imaginamos que son nuestras elecciones, es la voluntad inconsciente, el funcionamiento secreto de la mente que ignora la lógica y es indiferente al bien y el mal. Esta división mental es el precio que pagamos por ser humanos y se debe, en gran parte, a la represión de los instintos y deseos que no podemos evitar porque ese es el costo de toda civilización. Si esta requiere represión,  también requiere mitos. No arquetipos eternos almacenados en una bodega cósmica, sino, como lo vemos a través del tiempo, mitos  fluidos, efímeros y trasmisibles a millones de seres humanos. Fantasías que surgen a través de procesos no conscientes y que sobreviven en tanto sean promulgadas por quienes las aceptan.

 

El instinto de muerte, que actúa en toda criatura viviente, se esfuerza en arruinarla y reducirla a su condición original de materia orgánica. La consciencia humana de la finitud, de la muerte final a la que estamos irremediablemente condenados, es la raíz de nuestros miedos y angustia existencial, de nuestro temor y ansiedad  que marcan nuestro ser en el mundo y que intentamos trascender  a través de una variedad de diseños imaginativos que le dan un objetivo a la vida.   

 

Las ilusiones son el contenido de los mitos y su función es satisfacer la necesidad por el sentido de la existencia. Pueden ser bastante útiles, incluso indispensables. Pero eso no las hace verdaderas. Lo irónico es que la aspiración a una vida sin mitos es en si misma materia de mitos... ¿Como, entonces, el hombre actual podría vivir sin mitos modernos? ¿seria posible encontrar lo real, desnudo de toda ficción, crudo, antes de ser cocinado? ¿es la ciencia el camino que pueda guiarnos al conocimiento de la realidad que existe fuera de nosotros? ¿no será esta pretensión el mito de todos los mitos? Puede que no elijamos nuestras ficciones, por lo menos no conscientemente. Pero, nuestras vidas, de una u otra manera, siempre van a girar en torno a ficciones y símbolos, aunque tengamos la sospecha de que ellos no corresponden con los hechos. La ciencia y los mitos, por supuesto, no son lo mismo. Sus métodos y las necesidades a las que sirven son diferentes. Pero ambos son similares en ser artefactos simbólicos que los humanos erigimos como refugio en un mundo que no conocemos. Mas allá de ellos, mas allá de la ciencia y los mitos, mas allá de los bordes de la mente los arboles verdean y el sol brilla en las aguas del estero.

 

Cuando finalmente tomamos conciencia de que el mundo no tiene significado nos sentimos liberados. Saber que no hay nada sustancial en el pudiera parecer que le quitamos todo valor. Pero, visto desde una perspectiva inusual, esta nada sustancial es nuestra posesión mas preciada porque nos abre un mundo que existe mas allá de nosotros.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.