Sunday, January 28, 2018

La ultima realidad... por ahora.


El  2010 el detector Atlas  indico la existencia de la partícula sub atómica, popularmente conocida como la partícula de Dios  que, según  el físico Higgs ha  teorizado, impartiría  masa a las otras partículas  y que hasta hoy  no se había logrado detectar. Si es posible probar  sin ninguna duda su existencia la física quántica habría  encontrado, finalmente, la última partícula

La imagen jerárquica de la naturaleza siempre ha sido parte de toda metafísica que se considere realista. Ella contiene la presunción de que hay una última realidad fundamental de la que toda otra entidad contingente deriva. Toda macro entidad, según va la historia, es el resultado de la infinita combinación de partículas elementales. Newton especulaba en la Optica que las partículas mas pequeñas de materia se cohesionaban para formar otras mas grandes  que a su vez componían partículas aun mas grandes hasta llegar a los cuerpos de magnitud sensible. Es esta visión del mundo material la que aun encontramos en cualquier  texto de introducción científica. En uno de ellos leemos que la materia, según parece, consiste solamente de dos tipos de partículas elementales… quarks y leptons. Estos son  los ladrillos fundamentales y últimos del edificio cósmico. 

 ¿Se podría decir que la física contemporánea todavía  apunta a un mundo constituido a partir de simples partículas? Según Jonathan Schaffer (Universidad de Massachusetts) la mayor parte de los científicos han venido argumentando que  próximamente habrá  una microfísica completa basada en el postulado de la existencia de partículas últimamente indivisibles. Decir que es completa es equivalente a decir que será capaz de relatar una historia causal total en donde las posibilidades de cada evento microfísico han sido fijadas por condiciones microfísicas antecedentes.  El premio Nóbel Steven Weinberg dice que si la historia es de alguna indicación habrá una teoría final. En el siglo XX, agrega, hemos visto una convergencia de todas las explicaciones similar a la convergencia de las flechas hacia el polo norte. Kim y Lewis piensan igualmente que la física actual ha avanzado inmensamente en la corrección y finalización del inventario de las propiedades y relaciones  fundamentales que ocurren en el mundo y razonablemente podemos esperar que la física futura completara el trabajo… ¿No hemos escuchado  este tipo de especulaciones muchas veces en la historia de la ciencia? En 1894 Albert Michelson decía que la mayoría de los grandes principios han sido ya firmemente establecidos y los próximos avances se concentraran mayormente en la aplicación rigorosa de ellos. Max Born, después de ver la ecuación de Dirac, expresaba que la física, tal como la conocemos, se acabara en seis meses. Y no hace mucho, en 1979 en una de sus lecturas, el celebrado físico Stephen Hawking predijo que la física teorética se completaría al final de la centuria. ¿No será que la creencia en una microfísica completa basada en una teoría de partículas es solo un artículo de fe?  Después de anunciarse tantas veces la llegada de una teoría final un poco de escepticismo no estaría de más.

La historia de la ciencia es la historia de la búsqueda de estructuras cada vez mas profundas. De los elementos pasamos a los  átomos y de los átomos al electrón, protón y neutron, las partículas sub atómicas, para pasar  a los hadrons construidos a su vez  de quarks  que son compuestos de preons o, como algunos afirman, los quarks son  realmente strings ¿Son estos los últimos átomos, indivisibles en el sentido de los antiguos griegos? La historia muestra que cada vez que profundizamos nuestra comprensión del Universo volvemos a encontrar micro constituyente aun más pequeños, niveles más finos de materia. Como dice Brian Greene (“The Elegant Universe”)  siempre existe la posibilidad de  que los strings no sean más que otra  tela en la cebolla cósmica. Según R. W. Sperry, la aproximación reduccionista que supone explicar el todo en términos de sus partes guía a una regresión infinita en donde eventualmente  todo puede ser explicado esencialmente en términos de  nada.

 Sin lugar a dudas, la micro física se ha hecho más profunda y más  exacta.   Pero, por ahora, es bien difícil decir si algún día podrá dejar su estado de incompletitud y su visión no deja de tener sus rivales  ¿Porque pensar que su progreso tiene una secuencia de convergencia finita? ¿Por qué no progreso indefinido? ¿Cuál es la evidencia de que el mundo actual tiene un nivel fundamental? ¿Es posible pensar en una realidad carente de nivel o fundamento ultimo? 
 
La creencia alternativa de un descendimiento infinito tiene un largo pasado. La encontramos en Leibniz y, también, en Blaize Pascal que  creia que cada partícula de materia  contenía un micro universo con la tierra, el sol y los planetas en miniatura y  cada partícula de este micro universo contenía a su vez  otro micro universo  y así ad infinitum. En esta imagen de mundos dentro de mundos no hay un nivel fundamental, una ultima realidad  y ello no impide, según Pascal, la posibilidad de una teoría física completa aplicable a cada nivel a condición de que la misma dinámica se aplique a  cada uno de ellos. En 1877 la repite W. S. Jevons... desciende tanto como quieras, dice, en la subdivisión de la materia y nunca encontraras un punto absoluto. El método científico nos conduce a la concepción inevitable de la existencia de una serie interminable de órdenes sucesivos de cantidades infinitamente más pequeñas. David Bohm  postula la profundidad inagotable de las propiedades y cualidades de la materia y el premio Nóbel, Hans Dehmelt, la regresión infinita en  la estructura sub electrónica. El físico Howard Georgi sugiere que una teoría  quántica efectiva podría formularse como una torre infinita que crece hacia abajo en pequeñas distancias arbitrarias sin fin.  

Si no hay evidencia de la existencia de una partícula fundamental, dice Jonathan Schaffer, tal vez una mejor práctica seria postular un discurso abierto a todas las posibilidades existentes y estar conscientes que el adoptar una sola hipótesis de trabajo puede llevar a una perspectiva distorsionada. Si consideramos cuan firme es  aun la idea del último fundamento en la metafísica contemporánea, el  tratar la idea del descenso infinito como una hipótesis de trabajo seria una saludable alternativa. La diferencia más sobresaliente del descenso infinito es que no hay un nivel especial. La democracia operando al nivel ontológico. Mesons, moléculas, mentes, ríos o montanas son, en todo sentido, ontológicamente iguales. Desde que no hay un locus privilegiado de poder causal y  desde el momento en que este tiene que estar en alguna parte, esta en todas partes. La idea de un descenso infinito da curso a una metafísica igualitaria  que nos permite ver a la naturaleza de otra manera. Todas las entidades existentes son compuestos determinados por eventos que infinitamente los presiden. Podemos vernos a nosotros mismos como organismos compuestos y dependientes de ciertas células que a su vez están compuestas y dependen de ciertas moléculas que están compuestas y dependen de ciertos átomos construidos por partículas subatómicas que se componen de quarks y leptons  sin saber si hay un punto final en esta cadena. Desde esta perspectiva, es obvio que nuestra existencia  en ningún sentido es menos real si hay  o no hay más partículas por debajo de los leptons.

¿Es la mascara  el rostro  del enigma? ¿Y el enigma, la experiencia de la perplejidad? El anhelo del filósofo siempre ha sido separar lo claro de lo oscuro, la luz de la sombra, el ser de la apariencia. Pero… ¿es su ingenio  suficiente  para tratar con las apariencias  que constantemente lo engañan…? ¿Es la apariencia, la mascara? ¿Y la mascara, la apariencia?  ¿Y detrás de una y otra… solo  encontramos  la nada?


Nieves y Miro  Fuenzalida.

Sunday, January 21, 2018

Sunday, January 14, 2018

Para que vivir?


¿Por qué nos tomamos la molestia de vivir? La pregunta pueda que tenga algún valor para los poetas, gurúes, místicos, chamanes, teólogos y algunos filósofos, pero no para gente con sentido práctico, ocupados en resolver lo que se puede resolver. La mayoría se las arregla con articular alguna simple regla de oro como “vivir el momento”, “la vida es una ruleta”, “cosecha lo que siembras”, “como se vive se muere” ¿Para que mas? ¿Y…  sin embargo, por que, a pesar de este pragmatismo, la pregunta porfiadamente permanece y, en los momentos menos inesperados, surge en nuestra mente sabiendo que quizás no haya respuesta y que la falta de respuesta sea parte de la vida?

Los filósofos dicen que los seres humanos solo planteamos problemas que podemos resolver. Si poseemos el aparato conceptual para plantear la pregunta, entonces tenemos también, a lo menos en principio, los medios para determinar una respuesta. Las preguntas, en realidad, nunca se plantean en el vacío. Siempre surgen en contextos históricos que ofrecen un número limitado de direcciones en donde buscar una posible solución.

Durante gran parte de la historia humana la respuesta al sentido de la vida ha estado enmarcada por textos sagrados que revelan  los misterios de la vida  y porque Dios nos creo ¿Y que nos dicen ellos?  Si nos referimos a la tradición que sigue los textos bíblicos judeo cristianos, por ejemplo,  lo que el Génesis  dice es  que Dios creo al hombre  en el sexto día para dominar la Tierra y “crecer  y multiplicarse” (Génesis 1:28) ¿Esto seria todo? Si seguimos leyendo, nos enteramos luego de que Dios coloco al hombre y la mujer en el Jardín del Edén para cuidarlo. Según la interpretación contemporánea eso significaría que el ser humano es el guardián del planeta. Lo que no se nos dice es  ¿por que  la naturaleza necesita  un cuidador y de que manera esto podría darle un significado ultimo a nuestras vidas?

Con frecuencia el sacerdote dice que estamos aquí para “cumplir la voluntad de Dios”. Si así fuera nuestras vidas tendrían un propósito para el ser que nos creo, pero no un propósito para nosotros. Pensemos… ¿Que es mejor, tener un papel predeterminado en el universo o ser libres para crear nosotros mismos nuestro papel en el? Una mejor respuesta la encontramos en la palabra de Cristo, aunque no muy alumbradora… “He venido para que ellos puedan tener vida y puedan tenerla plenamente” (Evangelio, Juan 10:10) ¿Quien no estaría de acuerdo con esto? Para saberlo no necesitamos a Dios. Si esta es la única vida que tenemos, dicen los ateístas, obviamente debemos vivirla al máximo ¿Quién diría lo contrario?

Una vida vivida plenamente, según los creyentes, es la que sigue las enseñanzas de los textos sagrados  ¿Cual de ellas? ¿Todas  o solo algunas? “Cuando un hombre injuria a su padre y a su madre debe ser condenado a muerte” (Leviticus 20:9) A excepción de algunos fundamentalistas, la mayoría de los creyentes no va a seguir esta norma. Solo siguen las enseñanzas del texto sagrado si ellas promueven una mejor vida para todos. Las enseñanzas demasiado inconfortables simplemente se ignoran. El problema con esta aproximación, para decir lo menos, es que cuando elegimos los textos sagrados de acuerdo a nuestras propias normas estos dejan de tener autoridad. Los creyentes mas críticos están de acuerdo en que vivir una vida plena o una vida en servicio de Dios no es un propósito suficiente o adecuado para darle sentido a nuestras vidas. Para ellos la vida tiene que tener otro sentido y la existencia de Dios lo prueba, de lo contrario no nos hubiera creado. Solo que no sabemos cual es. Es la fe la que nos llama a confiar en Dios y sus propósitos. Solo El sabe para que nos creo. Es decir,  los creyentes no tienen mejor idea de cual es el sentido último de la vida que los ateos.

La mayor parte de la humanidad todavía sostiene la creencia de que si la vida tiene algún significado o propósito es solo porque hay un Creador. Sin el, sostienen, nada tendría sentido. No habría propósito, valor o fin. Todo seria solo un accidente insignificante. Y este es, justamente, el camino que un grupo de filósofos, partiendo con Nietzsche, adoptaron. Removieron el mundo súper natural y el ambito teórico que ellos liberaron no ha sido tan sombrío como se había anunciado. O, a lo menos, no peor que el anterior. Obviamente el descubrimiento de que no hay Dios, de que no hay fuera de nosotros una fuente donde el propósito de la existencia y la moralidad residen, creó, por supuesto, una crisis de significado en la vida humana. Según Sartre esta crisis se debió a la creencia teológica de que tenemos una especie de naturaleza esencial que determina lo que somos. Cuando reconocemos que la esencia o naturaleza humana es una construcción histórica concluimos que sin ellas el único camino que queda es el nihilismo ¿Cierto? No necesariamente. Muy bien puede ocurrir que la fuente del significado se encuentre  en otra parte. De que haya significado, pero no uno predeterminado desde fuera. Y de que el propósito de nuestra  vida sea nuestra responsabilidad, cosa que no nos gusta mucho porque preferiríamos pasarle el bulto al destino, las circunstancias o al gran diseño.

Si  poseemos el poder de determinar el propósito de nuestras vidas  podemos decir con cierto optimismo que  poseemos un mayor potencial para vivir  plenamente comparado con un artefacto cuya esencia esta predeterminada por su creador. Este poder es lo que distingue a un “ser para si” de un “ser en si”.  El ser para si puede tomar control de su existencia y usar su pensamiento conciente para dirigirla, en tanto que el ser en si puede ser solo lo que es ¿Hay alguna razón para pensar que un propósito divino o natural seria superior a uno elegido por la propia persona?

La descripción naturalista del Universo llega a una conclusión similar. El Universo no es el resultado de un diseño inteligente, sino de fuerzas naturales que no proporcionan ninguna respuesta de porque estamos aquí o de cual seria el significado de todo esto. Diez billones de años después del “Big Bang” se forman el sol y, luego, aparece la primera forma de vida unicelular seguida por la aparición de plantas y animales,  entre ellos, 600 000 años atrás, el Homo Sapiens. La historia es corroborada por la evidencia de ciencias tan dispares como la cosmología, la física teorética, la astronomía, la biología y la bioquímica.  Puede que haya un propósito en esta historia, pero nada de lo que sabemos lo sugiere y mucho menos de que el ser humano tenga alguna relevancia en ella. Si consideramos que la selección natural tiene lugar al nivel del gene, más bien que al nivel del organismo o la especie, significa que el individuo, incluyendo el ser humano, es una “maquina de supervivencia” construida de acuerdo a instrucciones codificadas en el ADN para asegurar la sobre vivencia del gene y no la del organismo. Desde la perspectiva de la biología la vida de un individuo no es de importancia primaria. Lo que importa es que los genes que transportan los seres vivos, incluyendo los humanos, se transmitan y sobrevivan. Esto no significa que los genes posean un propósito en el sentido de que ellos tengan algo así como un fin. Ellos simplemente sobreviven si tienen efectos positivos en el organismo y el ambiente.  Y esta sobre vivencia, que pudiera dar la ilusión de que ha sido diseñada o dada de antemano, es producto de la evolución orgánica.  La conclusión de esta historia no es muy reconfortante. Estamos aquí para  que  nuestros genes se repliquen  y  la vida humana, igual que toda otra vida,  no tiene propósito o fin heredado desde arriba.  Así, lo único que nos queda, después de todo, es vivir sin finalidad o inventar una.  

 ¿De donde venimos? ¿Adonde vamos? La vida, decía Kierkegaard, solo puede ser entendida desde su origen, pero debe ser vivida mirando el futuro. El conocimiento del origen no revela el significado de nuestra existencia porque no hay razón de porque el pasado tenga que informarnos acerca del futuro. Pensar lo contrario seria caer en la “falacia genética”. Si la historia natural muestra que la vida no tiene un propósito dado no significa que no pueda tenerlo ¿Nos basta, por ejemplo, con comer, beber, ganar dinero, comprar cosas, ver la televisión, tener orgasmos, reproducirnos   y dormir? Tal vez, especialmente los que nada tienen  ¿Pero, no es el caso que en algún momento también sentimos, como individuos, el deseo de que podríamos vivir  más allá de esto, de que nuestras acciones podrían estar   orientadas hacia un fin mas alto? ¿De que el propósito de nuestra vida estaría en lograr un gol futuro? Las circunstancias nos colocan, a veces, en una encrucijada que nos obliga a tomar una decisión, a elegir un fin, a crear un proyecto. Es la consecución de estas metas la que, se dice, llena nuestras vidas y le da sentido. No sin razón este es un tema constante de  la literatura, el cine y la cultura popular.

La paradoja de todo esto es que si logramos el fin, si alcanzamos la meta de nuestros sueños, si cumplimos nuestra misión  ¿que pasa después? Cuando luego de una vida logramos cumplir nuestra ambición solemos decir “Ahora puedo morir en paz”.  Pero, como no nos morimos, a lo menos por ahora ¿Qué hacemos mientras tanto? ¿Inventar otro gol? ¿Crear una meta inalcanzable, como en el Mito de Sísifo? Si así lo hacemos, diría Kierkegaard, estaríamos evitando confrontar la falla fundamental de ligar el sentido de la vida al logro de un gol. Para algunos como nosotros que vivimos bastante felices sin una meta, sin atar la vida a un gol o propósito último, sin creer en un sentido trascendente, la vida se nos aparece, mas bien, como una cuestión de estilo, como un estado de cosas deseables  que nos gusta mantener y promover.

Descubrir que somos los autores de nuestra historia al inventar el sentido de la vida y usar nuestra capacidad para crear nuestros propios propósitos nos da una tremenda sensación de libertad, poder y responsabilidad. El problema es que esta capacidad no esta libre de riesgos. Si hay alguna duda solo miremos el pasado. Lo que allí vemos no es muy brillante. No por casualidad la llamamos la etapa de la barbarie.  Y si damos vuelta la mirada hacia el futuro empezamos a tener la sospecha de que este, gracias a nuestro inmenso poder letal, se torna cada vez más sombrío. Y no tendría porque ser así.

Nieves y Miro Fuenzalida.





Sunday, January 7, 2018

La cordillera del Sur.



Lejos,

alla en el Sur,

escucho

al

viento huracanado

que

esconde en

sus

arrugas

de

tiempo
la alegria

de

su ayer.


Nieves.