Sunday, August 30, 2020

El cínico


Una de las preocupaciones de la elite gobernante es el “incremento del cinismo político a través del mundo”... ¿Qué hay en el cinismo que tanto temor despierta en el poder? ¿será porque la palabra evoca desesperanza y negativismo, la antítesis de las normas hegemónicas del pensamiento positivo, del optimismo y de la realización de los propios sueños? ¿el temor de que eventualmente podemos dejar de participar en las elecciones que solo legitiman el poder, los privilegios y la plutocracia?

Convencionalmente  el cinismo con “c” minúscula, se define como la “actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica  y deshonesta algo que merece desaprobación general”. Este es el sentido en que la gente usa el termino, y no sin razón, para referirse a la corrupción galopante de la elite política y económica, pero que, en verdad, contiene solo una vaga e incierta relación con el Cinismo griego. En la tradición filosófica, según se dice, la doctrina Cínica, con C mayuscula, fue fundada por Antistene y Diógenes en el siglo IV AC y se caracteriza por el rechazo de los convencionalismos sociales y de la moral comúnmente  admitida. La palabra deriva del griego kyon, que significa perro, y originalmente designaba a un grupo de filósofos que se enorgullecían de actuar como perros y ladrarle a las locuras de la época. Famosos por desafiar todos los códigos de decencia y ferozmente opuestos a cualquier forma de abstracción teórica u organización  institucional logro sobrevivir en los márgenes de la Academia y del Liceo como un solitario movimiento critico. Comentaristas de la época lo miraron con una mezcla de admiración y desdén. Se cuenta que Epictetus y el emperador Julián trataron de salvarlo del oprobio y elevarlo al estatus de filosofía universal, pero la estrategia fallo porque el Cinismo se ubicaba fuera de los valores del Cristianismo Medioeval y de la moral Contra Reformista. En el siglo XVII el Cinismo adquirió la reputación de un paria moral y religioso. En el siglo XIX ya había perdido, no solo su moral, sino también su credibilidad filosófica. Hegel, en su historia de la filosofía, le dio el golpe final... “No hay nada particular en los Cínicos, ellos poseen bien poca filosofía y no hay nada que puedan aportar a un sistema científico”. Refiriéndose a Antistenes dice que “sus principios son simples y el contenido de sus enseñanzas se queda en lo general  y superficial y no hay nada mas que decir de el”. Y es así como la escuela Cínica queda fuera de la historia de la filosofía. Pero, no por mucho tiempo. El Cinismo, que por 800 años vago por las calles y senderos de la antigua Grecia y el imperio Romano, agitando la protesta política y desafiando la convención, vuelve a resurgir con un nuevo vigor en los momentos cruciales de la historia moderna de la filosofía.

En los años 80s el filosofo alemán Peter Sloterdijk y el francés Michel Foucault, cada uno por su cuenta, volcaron la mirada al Cinismo Griego como modelo para hacer un nuevo tipo de filosofía. Según Sloterdijk el Cinismo antiguo es el ultimo estadio del Siglo de las Luces y la solución a las fallas del modernismo. Hay una clara división, dice, entre el Cinismo Griego y el cinismo contemporáneo. Solo reviviendo el antiguo Cinismo podemos combatir el cinismo omnipresente de hoy día. Foucault  en su ultimo curso en el Colegio de Francia dedica cinco de sus nueve lecturas al análisis del Cinismo y designa a Diógenes como el símbolo del intelectual comprometido. Al igual que Sloterdijk, también cree que la filosofía Cínica nos puede capacitar para llevar a cabo la misión critica que heredamos de la Ilustración.

¿Qué tiene que ver el Cinismo con la Ilustración, la Modernidad y Nosotros?

La Ilustración es un termino bastante flexible, sujeto a una variedad de interpretaciones que designa un periodo particular de la historia del Occidente al inaugurar nuevos principios, valores e ideas que enfatizan la razón, la libertad y el individualismo por sobre la tradición que posteriormente se transforman en el núcleo del proyecto modernista. El ejercicio de la razón como instrumento primario en la persecución de la libertad y la justicia social, sin embargo, no ha logrado ninguno de estos fines hasta el momento. En 1947, después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, Adorno y Horkheimer desvelan la inextricable unión entre la Ilustración y la dominación, desafiando con ello la creencia de que uno puede liberarse a si mismo de la dominación y los prejuicios a través del ejercicio de la razón. La terrible paradoja, dicen, es que la Ilustración, en lugar de liberar al humano del miedo y en su lugar establecer su soberanía, ha traído, por el contrario, un inmenso desastre. Lejos de crear un mundo mejor ha sometido al sujeto a nuevas relaciones de poder y dominación. El modernismo, bajo la presión de las estructuras socioeconómicas capitalistas, ha pervertido la razón convirtiéndola en razón instrumental que, al dominar la naturaleza y al ser humano, esta llevando al mundo hacia su total destrucción.

Horkheimer y Adorno, incapaces de proveer una solución a las dificultades del Modernismo, y sin ninguna intención de abandonar la función critica de la reflexión, optan por la critica negativa que denuncia la crueldad existente a la base de la sociedad, critica que termina, finalmente, en un pesimismo sin salida. Es con esta problemática no resuelta con la que termina  la ultima centuria. 

Es a esta altura de la historia es cuando Sloterdijk y Foucault traen el Cinismo de vuelta a la escena como una posible apertura para continuar con la tradición de la filosofía emancipadora. Según ellos el Cinismo podría capacitar al individuo para crearse a si mismo como agente de sus acciones sin referencia a normas universales abstractas, como en Habermas, o sin caer en la noción de una impotente subjetividad  totalmente sobre determinada por el Estado o las Corporaciones, como cree el posmodernismo.   

Según Sloterdijk el cínico contemporáneo se caracteriza por el oportunismo pragmático, la carencia total de nuevos ideales y la ausencia del deseo para construir una nueva moral. Su única orientación es la auto preservación y el auto avance. La critica tradicional del abuso del poder o la venalidad del Estado es impotente frente a este cinismo que la ha absorbido y neutralizado. El antídoto es el retorno al antiguo Cinismo con su retorica satírica, sus gestos grotescos que rompen las reglas que gobiernan la conversación intelectual y su decisión de vivir en harmonía con la doctrina que predican. El Cínico Diógenes, con su compromiso a rechazar las necesidades superfluas y con sus actos de insubordinación física que se burlan de la producción de cuerpos dóciles, intenta mantener una cierta independencia subjetiva de la determinación de las estructuras normativas sociales, al igual que Odiseo, el primer Cínico según Sloterdijk, que burla a las sirenas al atarse a si mismo al mástil de la nave para no caer presa de sus encantos. En el reino del “mas allá del Bien y del Mal”, mas allá de la moral convencional y la mentalidad de la horda, la sátira de los Cínicos interrumpe el orden social y hace caso omiso de las prohibiciones.

A diferencia de Adorno y Horkheimer, que desean liberar al sujeto de la prisión de la razón instrumental, Foucault prefiere hablar de un nuevo tipo de subjetividad que no retorna a una identidad perdida, sino que busca producir algo que aun no existe. Y es en la filosofía griega socrática donde encuentra formas de critica que evitan los efectos normalizantes que los discursos contemporáneos producen y que abren la posibilidad de una libertad positiva. Sócrates es el ejemplo primario del “coraje de la verdad” con su rigurosa dedicación a modelar la vida de acuerdo con los propios principios. Pero, dice Foucault, son los cínicos los que en realidad se transforman en la avant-garde de la filosofía antigua. Ellos no solo arriesgan sus vidas diciendo la verdad, como Sócrates, sino que corporizan la verdad a través de sus practicas ascéticas y resistencias físicas. Sócrates lleva una vida simple. Diógenes va mas allá. Persigue la pobreza viviendo en una tina, mendiga su comida y hace uso de una rica y variada gama de impertinencias, insultos, gestos obscenos y banalidad escandalosa. Es esta renuncia  a todos los deberes y expectativas sociales y esta desafiante  indiferencia a las normas sociales lo que funciona en los Cínicos como critica política. Dionisio es un militante al servicio de la humanidad, no solo a través del  ejemplo de su vida y los consejos que pueda dar, sino porque lucha, muerde y ataca. Su misión no es la búsqueda de la calma y la felicidad interior como en Sócrates, los estoicos o el budismo, sino que, nada menos, su misión es la de cambiar el mundo.

Obviamente, como dice Foucault, el oficio de los Cínicos no es un modelo para todos los seres humanos. El coraje y la resistencia que requiere solo se encuentran en un pequeño y selecto grupo de individuos.

Cuando Alejandro el Grande, en el famoso encuentro con Diógenes, le ofrece cualquier cosa que quiera, como el diablo tentando a Fausto, Diógenes simplemente le pide que se mueva porque le esta tapando la luz del sol. Alejandro es el Rey del mundo, de los hombres y de la política. Para ejercer su monarquía necesita un ejercito, una guardia personal, aliados y una armadura. Diógenes no necesita nada para ejercer su soberanía. De pie frente a Alejandro no necesita ejercito, corte, aliados, en breve, ninguna  cosa. La monarquía de Alejandro es frágil y precaria porque depende de otras cosas. La de Diógenes es inquebrantable e irrevocable porque no necesita nada para ejercerla.

La atracción  de Diógenes esta en el hecho de que el es una interesante figura para discutir el rol del intelectual en nuestra era. Obviamente el Cinismo no es la solución a todos nuestros problemas y esta muy lejos de ser un sustituto de la política. Es solo un suplemento, pero tiene la virtud de revivir la fuerza de la critica. En la era de los memes cibernéticos que se instalan en la mente de las masas lo que los Cínicos ofrecen es el compromiso a vivir diferentemente como base para pensar diferentemente.


Nieves y Miro Fuenzalida

Sunday, August 23, 2020

La cuchara



                                 Revuelvo mi imaginacion

con la cuchara de la fantasia.

Nieves.

Sunday, August 16, 2020

Democracia... ¿donde?


 Según el lugar común, democracia es el gobierno del pueblo... ¿pero, donde gobierna? ¿dónde ejerce su democracia? ¿y quien es este pueblo? Por todos lados escuchamos el grito de que la democracia esta en crisis y que estamos a punto de perderla. La significancia y practica de este ideal, sin embargo, es bien elusivo. EU promueve golpes de Estado para remover dignatarios electoralmente elegidos e invade naciones en nombre de la democracia y Corea del Norte, por su parte, se llama a si misma “Republica Popular Democrática”. En la vida diaria la democracia es algo que raramente encontramos. No en el trabajo, no en la escuela, ni siquiera en las elecciones nacionales. La verdad es que la democracia no existe y nunca ha existido.

En la raíz misma de la democracia encontramos una serie de elementos contradictorios y paradójicos compuestos de una mezcla de individualismo y colectivismo, igualitarismo y jerarquismo, autonomismo y restriccionismo. Dualidades que requieren un cuidadoso e imposible equilibrio entre libertad e igualdad, conflicto y consenso, inclusión y exclusión, coerción y elección, espontaneidad y estructura, conocimiento académico y la opinión de las masas, lo local y lo global.

En 1989 el mundo libre se declara triunfante y el capitalismo, un sistema económico inherentemente desigual, se transforma en el sinónimo de la democracia y la libertad. La inauguración de esta nueva democracia trajo la desregulación de los mercados y la formulación de políticas transnacionales que aumentaron la desigualdad y socavaron el sistema de bienestar que había sido una conquista democrática. El concepto de igualdad, que había ocupado un lugar central en el espectro político, desaparece del discurso social. La libertad queda reducida a la libertad de competir en la economía sin la intromisión del gobierno para salir adelante o caer en la pobreza. En buenas cuentas, ser libre para ser desigual.

El ideal de la libertad, la igualdad y la fraternidad se reforzaron mutuamente durante la Revolución Francesa  trayendo el fin de la aristocracia  y, desde entonces, la posibilidad de la nivelación de clases entro en la imaginación popular. Pero no por mucho tiempo. Hoy día solo la libertad  tiene valor, en tanto que la igualdad y la fraternidad quedan de lado.

El problema con este enfoque  es que pierde de vista el hecho de que la libertad  no es un estado de independencia. Por el contrario, es un estado interdependiente, uno en el que nuestras necesidades únicas solo puedan ser satisfechas por la sociedad en la que se vive. La tensión, por tanto, entre libertad e igualdad es real. El exceso de una pone en peligro o elimina la otra. La autentica libertad requiere igualdad política. La igualdad política requiere igualdad social. Y la igualdad social requiere igualitarismo económico. Para ser libre la gente necesita acceso a vivienda, educación, atención medica y trabajo, además de los derechos políticos. Si planteamos las cosas de esta manera, la igualdad y la libertad se ajustan mutuamente. Lo que hoy tenemos, en cambio, es la libertad vacía y la igualdad de la exclusión que sirven para cubrir las  disparidades sociales y económicas. El libre mercado en si mismo es el dominio de la desigualdad. El dominio de ganadores y perdedores. Y los ganadores y perdedores son el resultado natural de la democracia mercantilizada.

Ahora, si la democracia es el gobierno del pueblo... ¿quien es este pueblo? ¿quien cuenta como tal y quien queda afuera? La inclusión y la exclusión es una de las tensiones constantes de la democracia. No hay momento, incluso en periodos de relativa calma, en que el conflicto entre la promesa de inclusión universal y la limitación inevitable deje de existir. Y esto es porque el pueblo es una abstracción, una entidad que esta facultada para gobernar, pero que no existe de manera real. Y sin embargo, para tener democracia necesitamos saber quien es el pueblo. Quienes somos nosotros. Y para ello se requieren bordes. Esta es la razón de que cada comunidad democrática, pequeña o grande, luche para definirse a si misma y definir sus limites. El auto gobierno es una continua negociación acerca de quien  pertenece y quien no. El limite del pueblo constantemente se expande y contrae. Pero, esta expansión y contracción, nunca es completamente independiente de los intereses económicos. La Declaración de los Derechos Humanos y del Ciudadano de 1789, por ejemplo, expone la tensión entre la abstracción del universalismo democrático, por una parte  y el particularismo de los derechos limitados y excluyentes  del Ciudadano, por otra. En la practica, lo que vemos por todas parte es la destitución, la persecución y hasta el asesinato de minorías raciales y étnicas, de inmigrantes, de mujeres, de homosexuales y de minorías religiosas en los llamados países democráticos. Mientras hablan con el lenguaje de la inclusión y los derechos humanos, en el hecho practican la militarización de los bordes y la exclusión hasta limites extremos. En lugar de la visión de la solidaridad internacional y multirracial nos encontramos con la visión truncada y racista de la democracia  Europea y estadounidense. En buenas cuentas, la dominación le permitió al amo blanco el dominio a esclavizar a la gente. Hoy día, la exclusión le permite la explotación. Y la explotación le facilita el lucro. Como dice el autor y activista social Astra Taylor, desde el colonialismo a los debates contemporáneos de la inmigración, las crueles exclusiones típicamente sirven propósitos económicos.  

Las demandas  por una democracia mas profunda, mas sustantiva o real se vuelven a escuchar otra vez a través del mundo. En las protestas populares, desde la primavera árabe a las de Chile, Francia o EU el rechazo a las jerarquías políticas y su reemplazo por decisiones horizontales es el mismo. La creencia implícita es que la democracia es un verbo, un continuo proceso y no un producto acabado. El clamor es el deseo de la gente a tomar decisiones por ellas mismas, sin delegarlas a representativos. La idea es que  todos sean incluidos en las decisiones a tomar, sin distinción de clase, raza o genero. El objetivo es la unanimidad. Como lo explicaban los participantes de “Occupy Wall Street”, el consenso es un proceso de pensamiento creativo. Cuando votamos, decían, decidimos entre dos alternativas. Con consenso, tomamos un problema, escuchamos la variedad de entusiasmos, ideas e inquietudes al respecto y sintetizamos una propuesta que se adapte mejor a la visión de todos.

Desgraciadamente suficiente historia ha pasado, desde la primavera árabe, para darnos cuenta  que los movimientos de protesta eventualmente se derrumban. El sistema basado en el consenso como cura a las limitaciones de la democracia dominante, en la practica, resulta en un proceso inherentemente inestable. Muchos de los movimientos que adoptaron una igualdad radical no pudieron sostenerse por mucho tiempo al no poder definir un curso de acción efectivo. Eventualmente los grupos mas organizados y con voces mas fuertes hegemonizan el movimiento en detrimento de los verdaderos intereses democráticos  del movimiento. La primavera Egipcia, por ejemplo, fue hegemonizada por la Hermandad y sabemos como termino la revolución. No seria raro que los actuales movimientos pierdan impulso, que no logren establecer un curso de acción eficaz o que se desintegran por conflictos internos.

 En los últimos años los movimientos espontáneos han pasado a dominar la comprensión de cómo los cambios sociales ocurren, en tanto que la estrategia organizativa a largo plazo y el trabajo de como institucionalizar las victorias se han atenuado. La adherencia a las estructuras políticas esta en declive  y la insurrección democrática, en ascenso. La izquierda anarquista  invoca la “voluntad popular” y la atracción innata del ser humano para el bien común y la derecha invoca la “mano invisible” del mercado. Para ambos la democracia es desestructurada o algo  emergente, siempre en peligro de ser aplastada por el estado. La idea es que si se deja a las personas a su suerte ellas son capaces de auto organizarse.

Pero, esta es la cosa... la idea de organización popular tiene sus raíces en la tradición sindicalista y la política laboral, en tanto que  la idea del activismo empieza a circular en los 60s. El activista puede que resista mas y sea mejor para movilizar marchas, bloqueos ilegales y ocupación de lugares públicos que, ciertamente, son vitales para la democracia y la moral de las masas. Pero, la desobediencia civil puede encubrir el hecho de que la izquierda no es lo suficientemente fuerte o estratégica para transformar las expresiones de descontento en una fuerza capaz de empujar las estructura políticas y económicas en una dirección mas democrática. Como la historia de la lucha de clases muestra las expresiones espontaneas de descontento solo pueden expandirse y ganar terreno con el lento, duro y tedioso trabajo de la organización.

La democracia participativa en la sociedad en general no es posible en la realidad si no se reconocen  o confrontan los conflictos de intereses económicos. Si esperamos por unanimidad, estos nunca serán resueltos. El problema mas profundo no es que los conflictos sean malos o buenos o si el consenso sea una fantasía, sino que lo que esta en juego es quien pierde o gana en cualquier situación dada.

La historia de la democracia es la historia de la opresión, la explotación, la  desposesión, la dominación y el abuso. Pero, también es la historia de la cooperación, la solidaridad, la emancipación y la justicia. Es la historia de la promesa del auto gobierno del pueblo, promesa que nunca logra cumplirse completamente porque sus implicaciones y alcances siempre están cambiando. Puede que no exista y que nunca vaya a existir, pero eso no significa que no intentemos hacer avances hacia ella o preservar los actuales progresos que las masas hasta hoy han logrado.


Nieves y Miro Fuenzalida.

Sunday, August 9, 2020

La fuga del Miercoles


El Jueves
de
hoy
me
susurro
que
el Miércoles
se
habia fugado
de
la semana.
Queria
ser
Lunes.

Nieves.

Sunday, August 2, 2020

No hay lucha de clases... O hay?


De acuerdo al concepto teórico de Marx la lucha de clases  es la tensión o antagonismo que existe en la sociedad debido a la competencia de los intereses socioeconómicos entre los individuos de diferentes grupos... ¿Esta tensión o antagonismo ha desaparecido hoy día o desaparecerá en algún momento?

El fin de la lucha de clases, como algunos proclaman, es un mito bien conveniente... “sociedad sin clases” decía John Major. “La lucha de clases se acabo” repetía Tony Blair. Marx esta muerto y enterrado, proclama el neoliberalismo. Hoy vivimos en la sociedad sin clases, repiten los políticos. Todos somos productores y consumidores, dicen las Corporaciones... ¿No es esta la visión que la elite financiera  trata de vender en el mercado ideológico? La prolongada crisis de la economía global y el desempleo masivo, las deudas estratosféricas  y la estagnación de los salarios  alrededor del mundo, agravados con la pandemia, trae de vuelta la critica de Marx... “el sistema es inherentemente injusto y auto destructivo”.  El sistema inevitablemente empobrecerá a las masas  en tanto que la riqueza mundial se concentrara  en unas pocas  manos  que causara crisis económicas y agudización de los conflictos entre ricos y pobres. La acumulación de la riqueza en un polo será al mismo tiempo la acumulación de miseria, agonía, esclavitud, ignorancia, brutalidad y degradación mental en el otro...  ¿Alguien podría negar que esto no esta ocurriendo? Entre 1983 y 2010, el 74% de las ganancias en EEUU fue al 5% , mientras el 60% sufrió una disminución en sus ganancias. Una situación que  se repite a través del mundo.

Los trabajadores buscan mejores condiciones... ¿pero, la lograran dentro del sistema? Según el economista norte americano Richard Wolff “la diferencia  de ingresos esta provocando un nivel de tensión nunca visto durante  mi existencia”. Y es esta diferencia  la que Marx predijo y la que trae la lucha de clases de vuelta. La ferocidad de esta lucha  la podemos ver hoy día mismo en las calles de Francia, Grecia y Chile, en las factorías chinas y en la disfuncionalidad del sistema político norteamericano. La tensión es la misma, no importa la fuerza  política en el poder, sea la izquierda o la derecha, socialistas o neoliberales, democráticos o autoritarios.

El concepto de clase es tan importante que su definición determina  como se entiende y lleva a cabo la acción social. Su debate teórico es una cuestión practica, tanto para los activistas como para los teóricos. Lejos de ser inofensivo es, por el contrario, un concepto peculiarmente explosivo y peligroso. A pesar de todos los intentos que el neoliberalismo ha hecho para negarlo, muchos miembros del mundo corporativo reconocen las clases y la lucha de clases a tal punto que Warren Buffet, uno de los ejecutivos mas ricos del mundo, orgullosamente proclama que “hay lucha de clases y es mi clase, la clase de los ricos, la que esta ganando” .

El espectro de la lucha de clases de alguna manera también se introduce en la academia y círculos políticos, aunque estos evitan el análisis marxista tradicional y  mayormente  usan el lenguaje de clases para referirse a estilos de vida, ingresos económicos o categorías ocupacionales, desconociendo las relaciones de poder y dominación basadas en las instituciones económicas capitalistas. Para ellos, las clases en sentido marxista ya no existen y en su lugar encontramos una proliferación de pequeños dueños de propiedades, negocios, acciones y dinero en los fondos de pensiones. La lucha por los derechos civiles y la acción afirmativa de grupos de mujeres y minorías raciales y culturales ha reemplazado las luchas basadas en posiciones de clase. Si esta tiene todavía algún sentido para ellos es uno separado radicalmente de la teoría marxista. La idea de que la contradicción básica es entre capitalistas y proletarios, según Francis Fukuyama, ha sido resuelta en los países de economía avanzada lo que hace a la teoría marxista obsoleta.

Un pequeño grupo de teóricos agrupados en torno al Marxismo Analítico y al Pos-estructuralismo todavía hablan de clases en sentido marxista, aunque manteniendo una actitud critica hacia su tradición que, al  final, termina destruyendo el principio central de la teoría marxista de clases, creando en su lugar alternativas que en la practica lo empobrecen. Los pecados capitales del marxismo según esta critica son el fundacionalismo, el reduccionismo, el materialismo, el economismo, el estructuralismo, el objetivismo, el universalismo, el teleologismo, el eurocentrismo y el esencialismo. Otros Pos-marxistas (David Harvey, Daniel Bensaid, Leo Panitch) critican la idea de que la contradicción capital-trabajo sea la contradicción central y la mas poderosa escisión social y que la clase trabajadora, como agencia de las transformaciones socialistas, necesita ser problematizada. Lazzarato, del grupo autonomista de Italia, sostiene una posición similar. Lo que todos ellos comparten es el escepticismo acerca del poder de la clase proletaria para guiar la lucha anticapitalista.

Es curioso este escepticismo justamente en el momento en que hay una guerra de clases al interior de cada país y entre países en la forma de medidas de austeridad, ataque a los salarios, al estándar de vida, a los derechos democráticos de las masas, al asalto imperialista a las regiones mas débiles del mundo, al control completo de la clase capitalista sobre los medios de producción y subsistencia y de sujeción  de la clase trabajadora a niveles de total explotación a escala mundial. Según Raju Das, profesor de economía política radical de la Universidad York en Toronto, lo que en algún momento fue un instrumento teórico para entender el mundo social de una manera rigurosa y para su posible transformación a través de un proyecto político ha sido sometido  a un continuo ataque intelectual, velado o abierto. El consenso, desde el colapso de la Unión Soviética, es que los filos del marxismo se han mellado y su legado intelectual es mas o menos inservible.

Este ataque a la teoría de clases es, en el fondo, un ataque a la clase trabajadora.

Obviamente hay otros grupos y segmentos sociales aparte de las clases, pero esta es la determinación primaria de cosas como la comodidad material o la capacidad económica para llevar una vida sin privaciones esenciales y sin discriminación racial o de genero. No todas las sociedades son iguales y difieren según el lugar y el tiempo, según su desarrollo económico y cultural y según su historia política. Pero, la base explicadora común a todas ellas es que poseen un sistema de clases que puede ser objeto de un análisis objetivo que revela la explotación de clases como característica clave de todas estas sociedades. Esta centralidad de las clases, dice Marx, no significa exclusividad, ya que dentro de la totalidad social ellas interceptan a nivel concreto con todas las otras identidades. Las relaciones no clasistas (raza, etnicidad, genero, etc.) necesitan ser consideradas seriamente porque la explotación clasista de razas y géneros es la que causa mas sufrimiento.

Las clases, como nota Raju Das, tienen mucho que ver con el poder, no el poder del que habla Foucault, que ciertamente existe, sino el poder en sentido material, digamos, aquel que se da en la esfera del intercambio, la producción y la distribución y, sobre todo, en el manejo de los asuntos comunes de la sociedad, incluyendo el ejercicio de los mecanismos represivos. La clase capitalista tiene poder sobre la propiedad, la forma en que ella es usada en los lugares de trabajo y en la  sociedad en general. La clase trabajadora no tiene poder o uno muy reducido en todas estas áreas. Hablar de clases, entonces, es hablar acerca de la unidad de las relaciones de los procesos económicos y del poder político a nivel de grupos mayoritarios. En sentido marxista la clase es primariamente una relación enraizada en la producción, el intercambio y las relaciones de propiedad y no una posición del sujeto. Lo que el análisis de clase muestra es como los mecanismos mas generales que configuran la vida de grupos específicos de individuos los definen de acuerdo a sus relaciones de propiedad y producción y como estos mecanismos benefician a una clase mucho mejor que a otra. En todas las sociedades de clase, no importa la forma que adopten, el hecho concreto es que el control efectivo sobre los medios de producción esta en las manos de una minoría que controla el excedente social.  

Lo que distingue al capitalismo de los otros sistemas, por ejemplo, es la relación empleador/empleado que implica un intercambio de salarios o sueldos por la capacidad del empleado para trabajar por un cierto periodo de tiempo de acuerdo a los fines especificados por el empleador. En todos los lugares de trabajo (industrias, oficinas, tiendas) una minoría de propietarios, juntas directivas y altos ejecutivos ejercen un poder casi absoluto para decidir que, como, donde producir y que hacer con los ingresos producidos por los empleados que, finalmente, son los que tienen que vivir con los resultados de esas decisiones. Y es esto, que esta a la raíz del capitalismo, lo que lo hace profundamente  antidemocrático.  

La teoría marxista de clases es, de acuerdo a su mejor tradición, economía desde el punto de vista del antagonismo de clases. La economía política sin la teoría de clases puede sufrir los peligros del objetivismo que habla acerca de necesidades históricas sin considerar los antagonismo de clase, en tanto que una teoría de clases sin la economía política puede sufrir de los peligros del sociologismo, politicismo, voluntarismo y, ciertamente, reformismo.

El objetivo de la lucha proletaria no es solo el incremento de salarios o algún tipo de mejoramiento de las condiciones de vida en el capitalismo, sino la lucha en contra de la existencia misma de las relaciones de clase capitalistas que obliga a  los trabajadores a que luchen por pequeñas migajas que a regañadientes se les otorga hoy y se les quita mañana. El objetivo de la revolución es la de crear una situación en donde la clase trabajadora no tenga que rogarle a la clase capitalista por el mejoramiento de sus condiciones de vida, que no tenga que depender de la clase de magnates que en este momento monopoliza todas las ventajas sociales y que, en el proceso, crea miseria, opresión, degradación y explotación en todo el mundo. Es la lucha en contra de las causas que amenazan la existencia misma de la humanidad. La revolución es la respuesta a la incompetencia de la clase empresarial para asegurar la existencia  de las mayorías y la sobrevivencia de la humanidad.

Uno no promueve la lucha de clases o elije participar en ella. La lucha de clases simplemente es. En una forma u otra todos estamos involucrados en ella. Lo que si podemos elegir es en que lado de la lucha  nos vamos a ubicar.


Nieves y Miro Fuenzalida.