Sunday, August 30, 2020

El cínico


Una de las preocupaciones de la elite gobernante es el “incremento del cinismo político a través del mundo”... ¿Qué hay en el cinismo que tanto temor despierta en el poder? ¿será porque la palabra evoca desesperanza y negativismo, la antítesis de las normas hegemónicas del pensamiento positivo, del optimismo y de la realización de los propios sueños? ¿el temor de que eventualmente podemos dejar de participar en las elecciones que solo legitiman el poder, los privilegios y la plutocracia?

Convencionalmente  el cinismo con “c” minúscula, se define como la “actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica  y deshonesta algo que merece desaprobación general”. Este es el sentido en que la gente usa el termino, y no sin razón, para referirse a la corrupción galopante de la elite política y económica, pero que, en verdad, contiene solo una vaga e incierta relación con el Cinismo griego. En la tradición filosófica, según se dice, la doctrina Cínica, con C mayuscula, fue fundada por Antistene y Diógenes en el siglo IV AC y se caracteriza por el rechazo de los convencionalismos sociales y de la moral comúnmente  admitida. La palabra deriva del griego kyon, que significa perro, y originalmente designaba a un grupo de filósofos que se enorgullecían de actuar como perros y ladrarle a las locuras de la época. Famosos por desafiar todos los códigos de decencia y ferozmente opuestos a cualquier forma de abstracción teórica u organización  institucional logro sobrevivir en los márgenes de la Academia y del Liceo como un solitario movimiento critico. Comentaristas de la época lo miraron con una mezcla de admiración y desdén. Se cuenta que Epictetus y el emperador Julián trataron de salvarlo del oprobio y elevarlo al estatus de filosofía universal, pero la estrategia fallo porque el Cinismo se ubicaba fuera de los valores del Cristianismo Medioeval y de la moral Contra Reformista. En el siglo XVII el Cinismo adquirió la reputación de un paria moral y religioso. En el siglo XIX ya había perdido, no solo su moral, sino también su credibilidad filosófica. Hegel, en su historia de la filosofía, le dio el golpe final... “No hay nada particular en los Cínicos, ellos poseen bien poca filosofía y no hay nada que puedan aportar a un sistema científico”. Refiriéndose a Antistenes dice que “sus principios son simples y el contenido de sus enseñanzas se queda en lo general  y superficial y no hay nada mas que decir de el”. Y es así como la escuela Cínica queda fuera de la historia de la filosofía. Pero, no por mucho tiempo. El Cinismo, que por 800 años vago por las calles y senderos de la antigua Grecia y el imperio Romano, agitando la protesta política y desafiando la convención, vuelve a resurgir con un nuevo vigor en los momentos cruciales de la historia moderna de la filosofía.

En los años 80s el filosofo alemán Peter Sloterdijk y el francés Michel Foucault, cada uno por su cuenta, volcaron la mirada al Cinismo Griego como modelo para hacer un nuevo tipo de filosofía. Según Sloterdijk el Cinismo antiguo es el ultimo estadio del Siglo de las Luces y la solución a las fallas del modernismo. Hay una clara división, dice, entre el Cinismo Griego y el cinismo contemporáneo. Solo reviviendo el antiguo Cinismo podemos combatir el cinismo omnipresente de hoy día. Foucault  en su ultimo curso en el Colegio de Francia dedica cinco de sus nueve lecturas al análisis del Cinismo y designa a Diógenes como el símbolo del intelectual comprometido. Al igual que Sloterdijk, también cree que la filosofía Cínica nos puede capacitar para llevar a cabo la misión critica que heredamos de la Ilustración.

¿Qué tiene que ver el Cinismo con la Ilustración, la Modernidad y Nosotros?

La Ilustración es un termino bastante flexible, sujeto a una variedad de interpretaciones que designa un periodo particular de la historia del Occidente al inaugurar nuevos principios, valores e ideas que enfatizan la razón, la libertad y el individualismo por sobre la tradición que posteriormente se transforman en el núcleo del proyecto modernista. El ejercicio de la razón como instrumento primario en la persecución de la libertad y la justicia social, sin embargo, no ha logrado ninguno de estos fines hasta el momento. En 1947, después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, Adorno y Horkheimer desvelan la inextricable unión entre la Ilustración y la dominación, desafiando con ello la creencia de que uno puede liberarse a si mismo de la dominación y los prejuicios a través del ejercicio de la razón. La terrible paradoja, dicen, es que la Ilustración, en lugar de liberar al humano del miedo y en su lugar establecer su soberanía, ha traído, por el contrario, un inmenso desastre. Lejos de crear un mundo mejor ha sometido al sujeto a nuevas relaciones de poder y dominación. El modernismo, bajo la presión de las estructuras socioeconómicas capitalistas, ha pervertido la razón convirtiéndola en razón instrumental que, al dominar la naturaleza y al ser humano, esta llevando al mundo hacia su total destrucción.

Horkheimer y Adorno, incapaces de proveer una solución a las dificultades del Modernismo, y sin ninguna intención de abandonar la función critica de la reflexión, optan por la critica negativa que denuncia la crueldad existente a la base de la sociedad, critica que termina, finalmente, en un pesimismo sin salida. Es con esta problemática no resuelta con la que termina  la ultima centuria. 

Es a esta altura de la historia es cuando Sloterdijk y Foucault traen el Cinismo de vuelta a la escena como una posible apertura para continuar con la tradición de la filosofía emancipadora. Según ellos el Cinismo podría capacitar al individuo para crearse a si mismo como agente de sus acciones sin referencia a normas universales abstractas, como en Habermas, o sin caer en la noción de una impotente subjetividad  totalmente sobre determinada por el Estado o las Corporaciones, como cree el posmodernismo.   

Según Sloterdijk el cínico contemporáneo se caracteriza por el oportunismo pragmático, la carencia total de nuevos ideales y la ausencia del deseo para construir una nueva moral. Su única orientación es la auto preservación y el auto avance. La critica tradicional del abuso del poder o la venalidad del Estado es impotente frente a este cinismo que la ha absorbido y neutralizado. El antídoto es el retorno al antiguo Cinismo con su retorica satírica, sus gestos grotescos que rompen las reglas que gobiernan la conversación intelectual y su decisión de vivir en harmonía con la doctrina que predican. El Cínico Diógenes, con su compromiso a rechazar las necesidades superfluas y con sus actos de insubordinación física que se burlan de la producción de cuerpos dóciles, intenta mantener una cierta independencia subjetiva de la determinación de las estructuras normativas sociales, al igual que Odiseo, el primer Cínico según Sloterdijk, que burla a las sirenas al atarse a si mismo al mástil de la nave para no caer presa de sus encantos. En el reino del “mas allá del Bien y del Mal”, mas allá de la moral convencional y la mentalidad de la horda, la sátira de los Cínicos interrumpe el orden social y hace caso omiso de las prohibiciones.

A diferencia de Adorno y Horkheimer, que desean liberar al sujeto de la prisión de la razón instrumental, Foucault prefiere hablar de un nuevo tipo de subjetividad que no retorna a una identidad perdida, sino que busca producir algo que aun no existe. Y es en la filosofía griega socrática donde encuentra formas de critica que evitan los efectos normalizantes que los discursos contemporáneos producen y que abren la posibilidad de una libertad positiva. Sócrates es el ejemplo primario del “coraje de la verdad” con su rigurosa dedicación a modelar la vida de acuerdo con los propios principios. Pero, dice Foucault, son los cínicos los que en realidad se transforman en la avant-garde de la filosofía antigua. Ellos no solo arriesgan sus vidas diciendo la verdad, como Sócrates, sino que corporizan la verdad a través de sus practicas ascéticas y resistencias físicas. Sócrates lleva una vida simple. Diógenes va mas allá. Persigue la pobreza viviendo en una tina, mendiga su comida y hace uso de una rica y variada gama de impertinencias, insultos, gestos obscenos y banalidad escandalosa. Es esta renuncia  a todos los deberes y expectativas sociales y esta desafiante  indiferencia a las normas sociales lo que funciona en los Cínicos como critica política. Dionisio es un militante al servicio de la humanidad, no solo a través del  ejemplo de su vida y los consejos que pueda dar, sino porque lucha, muerde y ataca. Su misión no es la búsqueda de la calma y la felicidad interior como en Sócrates, los estoicos o el budismo, sino que, nada menos, su misión es la de cambiar el mundo.

Obviamente, como dice Foucault, el oficio de los Cínicos no es un modelo para todos los seres humanos. El coraje y la resistencia que requiere solo se encuentran en un pequeño y selecto grupo de individuos.

Cuando Alejandro el Grande, en el famoso encuentro con Diógenes, le ofrece cualquier cosa que quiera, como el diablo tentando a Fausto, Diógenes simplemente le pide que se mueva porque le esta tapando la luz del sol. Alejandro es el Rey del mundo, de los hombres y de la política. Para ejercer su monarquía necesita un ejercito, una guardia personal, aliados y una armadura. Diógenes no necesita nada para ejercer su soberanía. De pie frente a Alejandro no necesita ejercito, corte, aliados, en breve, ninguna  cosa. La monarquía de Alejandro es frágil y precaria porque depende de otras cosas. La de Diógenes es inquebrantable e irrevocable porque no necesita nada para ejercerla.

La atracción  de Diógenes esta en el hecho de que el es una interesante figura para discutir el rol del intelectual en nuestra era. Obviamente el Cinismo no es la solución a todos nuestros problemas y esta muy lejos de ser un sustituto de la política. Es solo un suplemento, pero tiene la virtud de revivir la fuerza de la critica. En la era de los memes cibernéticos que se instalan en la mente de las masas lo que los Cínicos ofrecen es el compromiso a vivir diferentemente como base para pensar diferentemente.


Nieves y Miro Fuenzalida

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