Sunday, June 28, 2015

Las raices del viento.


Plantamos
las raices
del
viento
en
el bosque azul
para
que
nadie ni nada
lo encerrara
en
una botella trasparente.
Seguira
libre
jugando
entre
                                                                        los arboles.

Nieves

Tuesday, June 23, 2015

EEUU y la licencia para matar.


El presidente Obama al llegar a la Casa Blanca justifico la  continuacion de la guerra de Afganistán como una guerra justa frente a la cual su país no tuvo elección… ¿De donde le viene esta creencia?

La  idea de la “guerra justa”, cuya definición depende simpre de alguna  interpretación  supuestamente   legitima, se presenta bajo el ropaje de la legalidad que presume la existencia de actos absolutamente condenables que dan   licencia para matar inocentes. Según  Laurie Calhoun  la noción misma de “guerra justa” es contradictoria y racionalmente insostenible al asumir absolutismo, por un lado y relativismo por el otro. Cada fuerza combatiente comprometida en una lucha mortal mantiene que su acción es correcta, que el enemigo esta equivocado y que su causa finalmente triunfara.  Invariablemente el adversario es la encarnación del mal que busca nuestra destrucción y  viola los estándares de la moralidad y el derecho al que todos los individuos, por el mero hecho de ser humanos, están sujetos. La obligación de la fuerza combatiente es defender o restaurar estos estándares.   

 Si existen dictados morales  aplicables por igual a todos los seres humanos, mas allá de las convenciones sociales,  es solo porque creemos  en el absolutismo. Quien crea que los principios morales son artefactos culturales carentes de validez objetiva o absoluta se comporta como el gitanillo que cuando el cura le pregunto porque no se ha aprendido los diez mandamientos le responde… “padre, yo me los iba ha aprender,  pero escuche un run run de que los iban a cambiar”. Para el relativista no hay una verdad moral singular porque estas son relativas a un contexto o marco social que la gente decide aceptar, cambiar o rechazar. La cuestión es esta… ¿Hay principios morales que nos indiquen que hay actos condenables independientes de su contexto?  Según el absolutismo hay por lo menos un principio aplicable  en todo momento  y en todo lugar. La prohibición del homicidio, que es  una de las prácticas más antiguas en la historia humana, dicen, es  el mejor candidato para presentarse como tal principio moral absoluto. Si la prohibición de asesinar gente inocente no se aplica en todas partes y a todos los individuos, entonces, algunos seres humanos actúan inmoralmente. Si se mantiene la alternativa relativista,  la moralidad termina con ser no mas que un sueno gratuito y una utopía inalcanzable. Es solo dentro de un marco absolutista desde donde es posible hablar de crímenes de guerra y “guerras justas”, porque el asesinato es absolutamente condenable y las guerras injustas involucran asesinatos.

Esta noción de la “guerra justa” tiene una larga historia que se extiende desde la antigua Babilonia, a China, Grecia, Roma hasta el presente. Su mayor requisito,  articulado por  los pensadores medievales y redefinidos por los protocolos militares modernos, es que la guerra debe ser justificada y las muertes que ella provoca solo pueden ser  aceptables  bajo el cumplimiento de ciertas condiciones. La mayor parte de los teoricos contemporáneos defensores de la “guerra justa” concuerdan en que esta debe ser públicamente declarada, que razonablemente tenga posibilidades de ser ganada, que  la causa que la provoca debe ser suficientemente grave, debe  ser el ultimo recurso, ser llevada a cabo por una causa justa, ser declarada por una autoridad legitima, los no combatientes no deben estar sujetos a ataque, los prisioneros deben ser tratados como no combatientes… Construida de esta manera, no es sorprendente que esta teoría haya persistido por tanto tiempo y que en cada conflicto militar sea reclamada por ambos lados. Lógicamente, sin embargo, significa que, a lo menos, la mitad de estas condiciones son meras racionalizaciones para encubrir el recurso a la violencia de una guerra injusta. Ambos lados no pueden tener razón al mismo tiempo. Pero los líderes políticos siguen desplegando la retórica de la guerra justa  una y otra vez porque saben muy bien que juega un papel importantísimo en la motivación de los ciudadanos y combatientes para matar. Incluso los filósofos de la guerra, los  pensadores religiosos y las masas populares presumen que a veces la guerra es justa.  La doctrina del doble efecto, por ejemplo, ha venido sosteniendo por cientos de anos  que las malas consecuencias, como la muerte de ninos, mujeres y ancianos es aceptable durante la guerra si se producen sin intención. El cuestionamiento de este vasto consenso se construye como una posición  irrealista y peligrosa para la Patria, a pesar del obvio argumento pacifista de que la violencia alimenta la violencia. La vocación militar es la defensa a través de la destrucción y la magnitud  destructiva de la tecnología bélica contemporánea difícilmente puede sostener el argumento de la auto defensa. Una cosa es evitar el atentado en contra de la propia vida y otra muy distinta volar a tierras  lejanas para bombardear y destruir sus ciudades porque el líder dice que de allí viene el peligro.
La cuestión  más difícil con que los defensores de la guerra justa se topan es con lo que  los filósofos llaman “paradojas metaéticas” que surgen al presuponer la existencia de un marco moral absolutista. Si miramos detenidamente los requisitos que definen la guerra justa  descubriremos, muy pronto que cada uno de ellos implica relativismo porque su contenido lo determina, en cada instancia,  el  individuo que ocupa el poder ¿Cuantas veces, por ejemplo, el significado de victoria ha sido modificado, primero por Bush y ahora por Obama,  en la guerra de Irak y Afganistán?  Lo que significa “éxito”, el prospecto razonable de ganar la guerra, es una función relativa a la interpretación del líder  que, en ultima instancia,  depende de que y cuanto esta dispuesto a sacrificar.  La noción de “último recurso” indica que no se debe entrar en guerra ligeramente, que todos los esfuerzos posibles deben emplearse para evitarla.  Dado el hecho de que siempre es posible agregar una nueva acción diplomática en el ambito político uno podría decir  que el último recurso nunca se cumple. Por tanto… ¿quien decide cual es el último recurso? No hay líder que no afirme que su guerra es justa y que se declara en nombre de la autodefensa. Solo recordemos las razones que dieron, George Bush (“El Estado de Kuwait debe ser restaurado o ninguna Nación estará segura...”), Saddam Hussein (“Los derechos del pueblo de Irak serán recuperados uno por uno…”) o Hitler (“Es el judío el que lucha por dominar otras naciones y no hay nación que pueda remover su mano de la garganta, excepto por la espada”).  ¿Quien decide que la causa de la guerra es justa? En la práctica, las naciones entran en guerra cada vez que   el líder, un mero ser humano, decide que el deber obliga. “Yo, como cualquier jefe de Estado”, dice Obama, “me reservo el derecho para actuar unilateralmente si es necesario, para defender mi nación.” Es solo la prerrogativa de su poder y autoridad la que le permite transformar en un verdadero infierno la vida de comunidades enteras en  nombre de lo que el decide que  es justo.  Es obvio que todos reclaman, en ambos lados de cualquier conflicto, el bien en contra del mal, lo justo en contra de lo injusto. El problema es que la afirmación universal de esta tesis,  como dice Laurie Calhoun, solo revela su total vacuidad.
Siempre la guerra culmina con la muerte de inocentes. La doctrina de la guerra justa presupone que algunos actos son absolutamente condenables, pero,  al mismo tiempo, acepta  la muerte de inocentes con la mera enunciación del decreto de un ser humano investido con una autoridad circunstancial. La muerte de un soldado se construye como autodefensa… ¿Qué pasa con la muerte de niños y mujeres que, sin culpa propia, se encuentran atrapados en medio de la lucha? El asesinato intencional e, incluso el asesinato accidental, es considerado homicidio en la sociedad civil. Pero no para los que presentan sus acciones bélicas como guerra justa. El ataque al escondite de supuestos terroristas en la vecindad de niños es legítimo y el asesinato de inocentes es “daño colateral”. El acto de matar  según los defensores de la  guerra justa es permitido o no dependiendo del contexto y no de una cualidad intrínseca del acto mismo de matar.  En ambos casos la muerte razonablemente se puede predecir. En uno el culpable es moralmente responsable. En el otro, si los soldados actúan bajo ordenes, no lo son. La ultima autoridad de donde emanan estas órdenes es el “commander in chief”. Dicho de otra manera, un ser humano elegido como líder por el electorado o auto designado determina cuando el asesinato es o no permitido. Es esto lo que hace a la  noción de guerra justa inherentemente paradójica. Mantiene principios morales absolutos mientras en la práctica sostiene el relativismo moral al indicar que hay circunstancias en que la más abominable carnicería de inocentes es aceptable. Es decir, depende del contexto, que es, justamente, lo que el relativismo proclama.  Si el relativismo es cierto la guerra no tiene fundamento moral para declararse  en contra de una nación cuyo líder no comparte los mismos principios morales de quienes lo atacan.  La victoria militar no indica que la verdad haya sido restaurada. Solo indica que los que ganaron son más fuertes que los que perdieron.

Según el presidente Obama “la fuerza puede ser justificada sobre bases humanitarias, como en los Balcanes”. En el fondo, la retórica de la defensa de los más altos principios morales, democráticos o humanitarios le proporciona a EEUU la justificación para motivar a sus soldados y desplegar una interpretación positiva de su misión que, irónicamente, ha desatado una violencia destructiva que hoy no puede controlar o detener.  El castigo o “daño colateral” sufrido por  los habitantes de un país gobernado por criminales  es imposible defender moral o racionalmente. El único camino racional y moral es resolver los conflictos internacionales a través de las negociaciones facilitadas por partidos neutrales y los lideres acusados de crímenes en contra de la humanidad juzgados en tribunales internacionales… ¿El sueño del pibe? Ciertamente. Nuestra predilección humana por la violencia en la resolución de nuestros conflictos  permanecerá con nosotros, nos guste o no, por largo tiempo.

Thursday, June 18, 2015

La seducción



El viento huracanado
que venia
entremedio
de
los arboles
del
bosque
se detuvo.
Una suave sonrisa
de
un arbol
lo sedujo.

Nieves



Friday, June 12, 2015

Arte y Belleza

 Arte y Belleza.

Hace algunos años atrás un congresal estadounidense, George Dondero, escribió que el arte moderno es feo y distorsionado porque “no glorifica la belleza de nuestro país, nuestra gente animosa y sonriente y nuestro progreso material. El arte que no embellece nuestro país en términos simples que todos puedan entender produce insatisfacción”. No muy diferente del realismo socialista. El critico soviético Nedoshivin escribía en 1950 que “entre todas las bellezas materiales de la vida, el primer lugar debería estar ocupado por la imágenes de nuestros grandes lideres. En la sublime belleza de nuestros líderes se da la coincidencia de la belleza y la verdad que debe expresar el arte del realismo socialista”. En otras palabras, el arte que no esta al servicio de un ideal político o moral partidista es solo entretenimiento o arte decadente. Esta idea del arte dirigido hoy día  esta bastante desprestigiada y  solo sobrevive  en Corea del Norte. Pero, la  idea del arte como representación ideológica, sea pintura o literatura, todavía es bien común. El mensaje es que  toda verdadera obra de arte es una obra moral y la belleza es su símbolo. Según un crítico las cosas se percibirán como feas hasta que se descubra su belleza.

 Esta forma de ver la obra artística tiene una larga tradición en occidente. Aristóteles decía que un objeto es estéticamente bueno o hermoso si es simétrico, ordenado y definido. Estas son las cualidades que han servido  de base al juicio estético y su popularidad la encontramos en que la presencia o ausencia de ellas sirve fácilmente de criterio formal para establecer la objetividad estética. Para  San Agustín y Santo Tomas un objeto es bello si exhibe unidad  y proporción, idea que encontramos repetidamente hasta el siglo XX  en la noción de “unidad orgánica” de G. E. Moore.   A pesar de esta persistencia, sin embargo, Hume y Kant, en el siglo XVIII, empiezan a abrir una brecha al  enfocarse, no en el objeto estético mismo, sino en el receptor.  Para el primero un objeto es hermoso solamente si provoca sentimientos estéticos en sujetos apropiadamente competentes, “jueces verdaderos”, que el define como serenos de mente, gusto delicado, versados  en la comparación de objetos, libres de prejuicios y poseedores de buen sentido. El enfoque de Kant es ligeramente diferente al poner el énfasis en aquello que es común, universal, a todos los  juicios estéticos. Esto es posible determinar, dice,  porque todos tenemos el mismo “sentido común” para reconocer la belleza y el juicio estético no es meramente una cuestión de sentimiento, sino una de libre juego entre la comprensión y la imaginación. Si todos tenemos las mismas facultades para entender el mundo,  entonces, todos deberíamos juzgar similarmente, a lo menos, en relacion a los juicios estéticos. Ambos inauguraron el camino hacia el recuento subjetivo de la belleza estética. Para transitarlo hubo que esperar la llegada siglo XX.     

 El modernismo fue el movimiento artístico que empezó a separar  al arte de su fusión con las instituciones religiosas y políticas, del modelo mimético  y de la idea de que todo buen arte es categóricamente bello y la belleza el símbolo moral, que Hume y Kant retuvieron. El gesto mas vivido  del abuso de la belleza  es cuando Duchamp en 1919 le pinta mostachos a la Mona Lisa en una tarjeta postal. Las interpretaciones de lo que trato de significar han originado interminables discusiones, pero lo que es importante rescatar de este gesto es que   produjo  un profundo cambio en la actitud hacia el arte.  Como muchos críticos han notado una brecha se abrió definitivamente entre arte y belleza. Si concentramos la atención en las artes plásticas, por ejemplo, tendríamos que decir que el arte del siglo XX es feo, pero es feo no porque seamos incapaces de ver su belleza, sino porque su intención es diferente. Es la afirmación de que algo puede ser buen arte sin ser bello. Esta ha sido una de las clarificaciones conceptuales de la filosofía del arte que se debe exclusivamente a los artistas modernistas. El mensaje que enviaron es que la belleza es un modo entre muchos otros (disgusto, horror, sexualidad, pasión, depresión, etc.)  a través de los cuales el pensamiento artístico se presenta a la sensibilidad humana. Todos ellos  explican la relevancia del arte en la existencia humana y espacio para todos ellos tenemos  que dejar si queremos apreciar adecuadamente al arte.

¿Que es lo que queremos como consumidores de objetos estéticos? ¿Podemos establecer algún tipo de medida  que nos permita afirmar que  uno de estos objetos  es mejor que otro? Si a nivel colectivo esto es posible,  en el  individual no funciona. Si  alguien prefiere un  objeto estético particular  porque es más apropiado para sus propósitos, porque satisface mejor sus intereses… ¿quien es uno para decirle que ella ha elegido el objeto errado? La sugerencia de que otros objetos diferentes podrían darle mayor satisfacción es, tal vez, lo que más podríamos ofrecer.  Suponer que un conjunto singular de propiedades, capaces de producir la experiencia estética mas profunda, puedan ser identificadas es una pura especulación a priori. Nadie ha encontrado la formula estética correcta. Cierto… pero la transición al subjetivismo no significa, como trataron de mostrar Hume y Kant,  que todos los juicios estéticos son igualmente validos. Si así fuera… ¿Por qué el artista trataría de producir algo tan efímero y caprichoso?  El problema, entonces, es ¿Cómo separar una explicación correcta de una incorrecta? ¿Qué es lo que podemos esperar de la interpretación de un buen crítico? Que nos ayude a develar el significado de la obra poetica, literaria, plástica o cinematográfica. Y desde el momento en que nos encontramos con una pluralidad  de interpretaciones posibles  tendemos a quedarnos con la que se nos explica la colección de los diferentes aspectos de la obra en particular en la forma mas  profunda, simple, comprehensiva y coherente que sea posible  ¿Pero, cual es el objetivo de ofrecer tal explicación? ¿Es un mero ejercicio intelectual, la satisfacción de que un pequeño misterio ha sido resuelto? Como receptores uno podría responder que un buen crítico es el que nos ofrece una interpretación que nos permite realzar nuestra  experiencia estética. Es un instrumento más que le ayuda a uno a entender porque un autor determinado  dispone los diferentes elementos de  la obra en la forma en que lo hace. Si el crítico de arte  nos entrega una interpretación de un trabajo artístico particular podemos evaluar su cualidad de acuerdo al espacio que nos abre para tener la mejor experiencia y comprensión estética posible. En este sentido, la existencia de una pluralidad de interpretaciones, no solo es legítima, sino valiosa  porque revive continuamente  la experiencia.


Lo que el artista haga es cosa suya. Y sus motivaciones solo le pertenecen a ella o a el. Sin lugar a dudas existe un vasto espectrum de razones que impulsan a un artista en particular a crear lo que crea. Pero, los que tratan de mirar la escena artística mas allá del ambito de su propia obra pueden notar, como dice David Fenner, dos cambios. El desplazamiento de la belleza que ocupo un lugar  esencial en  el arte hasta  el Pos Impresionismo y la apertura al subjetivismo que desafía el objetivismo formalista con su énfasis en la simetría y el orden. Son estas dos tendencias las que, probablemente, explican  el sentimiento anti realista  del ultimo. Si la producción de la belleza no fue el objetivo del arte del siglo XX… ¿Cuál fue su intención?  Desafiar los ideales académicos de la época en lo que contaba como creación, apreciación y significado del arte.  Si la belleza no es el objetivo, porque es relativa al sujeto, entonces, cualquier otro objetivo (emocional, comunicativo, cognitivo o sensual) será igualmente tan subjetivo como la belleza. Y es la conciencia de este hecho lo que inicia la marcha hacia un mayor relativismo e individualismo de las comunidades de pintores, escritores, poetas y teoricos.