Sunday, July 26, 2020

El Poeta ladrón


Se
Robo
El Poeta ladrón
Las letras
Del alfabeto
Para
Crear palabras
De
Odio-Amor
Egoismo-Solidaridad
Fealdad-Belleza
Para
Inscribirlas
En
El
Diccionario
De
La vida.

Nieves

Sunday, July 19, 2020

La maldad humana


“El hombre produce el mal como la abeja produce la miel”, le escribe el escritor William Golden a su Editor, idea que ya había  inspirado su best seller  “El Señor de las Moscas” cuya premisa es la de que cuando a los seres humanos se les deja solos se comportan como bestias.

 El lado obscuro del ser humano siempre ha ejercido una enorme atracción, como en este caso, y es uno de los secretos del éxito literario y tema recurrente en el pensamiento occidental.

¿Es nuestra inclinación como seres humanos hacia el bien o hacia el mal? Teólogos, filósofos y lideres religiosos le han dado vueltas a esta cuestión por siglos y siglos y todavía hoy, después de todo este tiempo, seguimos argumentando.

Desde hace un tiempo un profesor de sociología  social le ha venido haciendo a sus alumnos la misma pregunta... Imaginemos, dice, que un avión de pasajeros  al hacer un aterrizaje de emergencia se rompe en tres partes. A medida que la cabina empieza a llenarse de humo la gente se da cuenta que tienen que salir rápidamente de ahí ¿Qué pasa durante el escape?

Supongamos los dos siguientes escenarios... En el Planeta A, los pasajeros le preguntan a sus vecinos si están bien. Los que necesitan asistencia son ayudados y hasta arriesgan sus vidas para salvar a quienes ni siquiera conocen. En el Planeta B, cada uno se defiende a si mismo. El pánico se apodera de todos y los viejos, los niños y los incapacitados son apartados del camino y dejados a su propia suerte.

¿En que planeta vivimos? Aproximadamente el 97%  elige el Planeta B. No importa a quien se le pregunte. De derecha a izquierda, de ricos a pobres la gran mayoría responde en la misma forma. Es la creencia de que en el fondo todos somos egoístas, agresivos y fácil de caer en el pánico y que la civilización no es nada mas que un delgado barniz que se descascara con la menor provocación. Diferentes versiones de esta creencia la podemos encontrar desde el inicio del pensamiento occidental comenzando con Tucidides y siguiendo con Agustín, Macchiavello, Hobbes, Lutero, Bentham, Nietzsche, Freud y muchos otros.

De todos ellos el que mayor influencia ha ejercido es Thomas Hobbes. Según el, la vida humana en estado natural era solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta. La razón es porque los humanos se guían por el miedo al otro y a la muerte lo que obliga a la incesante persecución del poder para mitigar sus miedos. El resultado es la guerra de todos en contra de todos. La única forma de domesticar la anarquía y establecer la paz es renunciar a nuestra libertad y colocarnos en las manos de un soberano solitario al que le llama Leviatán. Esta es la racionalidad filosófica básica que los directores, jefes de policía, dictadores, gobernantes y lideres políticos repiten incansablemente.

En contra de Hobbes se coloca Jean-Jacques Rousseau... El ser humano, dice, es naturalmente bueno y son las instituciones sociales las que lo corrompen. El primer hombre que cerco un pedazo de tierra  y dijo esto es mío es lo que inicia la cadena de crímenes, asesinatos y guerras, olvidando que los frutos de la tierra pertenecen a todos y la tierra a nadie. Es este mensaje el que repiten los anarquistas, los activistas sociales, los socialistas y los comunistas.  Y, sin embargo, es el mensaje de Hobbes el que ha predominado.

¿Es el ser humano, en realidad, innatamente malvado?

De todas las especies que existen o han existido solo el animal humano ha conquistado el planeta... ¿por qué? En realidad no porque  somos los mas fuertes, los mas inteligentes o los mas astutos.  La razón, dice el investigador y  escritor holandés Rutger Bregman en su libro “Humankind”, podemos buscarla en la domesticación del animal. Según las investigaciones del zoólogo Dmitri Belyaev y su ayudante Lyudmila Trut, que se iniciaron en la universidad de Moscú en 1958, indican que es posible transformar un depredador feroz como un zorro salvaje, en una mascota amigable. De generación en generación los fueron seleccionando de acuerdo a su amistosidad. En 1964 después de la cuarta generación literalmente los zorros rogaban por atención. En 1978 Dmitri, en el Congreso de Genética realizado en Moscú, da a conocer que los cambios tienen que ver con las hormonas. Mientras mas amigables los zorros se volvían menos hormonas del estrés producían  y mas serotonina, la hormona de la “felicidad”, junto con oxitocina, “la hormona del amor”. Al terminar su exposición curiosamente agrega... Y la teoría, por supuesto, también puede aplicarse a los seres humanos.

Según Dmitri los humanos somos simios domesticados. Por decenas de miles de años los humanos mas amigables tuvieron  mas descendientes. Y es esta amistosidad la que hizo posible la sociabilidad. Si los humanos construyen museos en tanto que el Neanderthal, a pesar de su mayor dimensión craneana, termina en el museo es debido al aprendizaje social, la habilidad de aprender de los otros, cooperar y trabajar juntos. Es la domesticación de la agresividad y el egoísmo. Es aquí, según el avance de las ciencias y la antropología, donde radica la ventaja humana, mas que la fuerza o la dimensión craneana. Si la lucha y la competencia son un factor en la evolución de la vida, la cooperación social, sin embargo, es mucho mas critica.

Luego, si estamos programados hacia la amistad y sociabilidad, mas que hacia el egoísmo... ¿de donde viene, entonces, nuestro lado obscuro?

De acuerdo con los biólogos la oxitocina juega un papel clave en el parto y la lactancia y es instrumental en el romance. Pero, la hormona no solo aumenta el afecto por los amigos, sino también puede intensificar la aversión a los extraños. La oxitocina no alimenta la fraternidad universal, sino que coloca los sentimientos de “mi gente primero”, como en la versión de Trump... “EU primero”. Tal vez Hobbes tenia razón, después de todo. Nuestra prehistoria fue, en realidad, el estado de “la guerra de todos en contra de todos”. No intra-grupo, sino extra- grupo. Las investigaciones arqueológicas parecen indicar que así fue... ¿cuan violento fueron, en realidad, los primeros humanos?

La antropología moderna puede ofrecernos una buena pista. Cuando examinamos sociedades nomaditas, sin contaminación con el mundo “civilizado”, el antropólogo Douglas Fry, basado en una lista de tribus representativas, concluye  que los cazadores-recolectores nómades evitan la violencia  (Science 2013). Los nomaditas prefieren discutir sus diferencias o simplemente trasladarse a otro valle. Pero, si esto no es muy convincente, la mejor evidencia se puede encontrar en las excavaciones arqueológicas. Si nuestro estado natural fue la guerra de todos en contra de todos... ¿por que en los miles de pinturas de las cavernas no encontramos ninguna representación de ellas? ¿cuánta evidencia arqueológica hay de guerras antes de la invención de la agricultura y de la vida en sociedades sedentarias? La respuesta es casi ninguna después del análisis de tres mil esqueletos de Homo sapiens provenientes de cuatrocientos diferentes sitios, según los científicos que los examinaron. 

Si este es el caso... ¿cuándo las guerras, las masacres, las torturas, la limpieza étnica,  el comercio de esclavos, el imperialismo, la explotación y jerarquía clasista y todo el resto de las crueldades humanas empezaron a ser parte sistemática en la sociedad?

 Las investigaciones arqueológicas indican que las cosas empezaron a cambiar al fin de la ultima edad de hielo, aproximadamente 15 000 años atrás. El cambio de clima trajo tierras fértiles transformando el área entre el rio Nilo y el Tigris en la tierra de la leche y la miel. La abundancia de alimentos dio la posibilidad de quedarse en el lugar. Se construyeron chozas y templos, se formaron pueblos y aldeas y la población creció. Pero, junto con ello, también crecieron las posesiones. Y con la practica de la propiedad y la herencia, las desigualdades también aumentaron. Lo interesante es que al final de la edad del hielo las primeras guerra estallan. Las excavaciones arqueológicas indican que es en esta época cuando aparecen las fortificaciones militares, las legiones de esqueletos con trazas de lesiones violentas y las pinturas de las cavernas representando arqueros. 
 
¿Como se llego a esto? Porque, como la historia indica, ahora se tienen pertenencias por las cuales luchar y acumular, empezando con la tierra y porque la vida sedentaria hace desconfiar mas de los extraños. Los nómades recolectores de alimento se cruzaban  con otras gentes todo el tiempo, sin mayores problemas. Los aldeanos, en cambio, se enfocaban en su propia comunidad y posesiones. Una nueva época comienzo en la historia humana. Es el inicio del egoísmo y la opresión de la mayoría por la minoría. Los lideres se transforman en comandantes y generales y los jefes en reyes. Las aldeas, las ciudades y los países mas poderosos dominan y explotan a los mas débiles. Es el fin de los días de la libertad, la igualdad y la fraternidad y su reemplazo por los poderes jerárquicos basados en la concentración del poder economico. Las tribus que rehusaron inclinarse frente al déspota  fueron eliminadas. En la cúspide el rey, en la base los esclavos. En la cúspide los jefes ejecutivos de corporaciones, en la base los trabajadores con sueldo mínimo... ¿como mantienen su poder? Con los aparatos ideológicos y las fuerzas represivas del ejercito y la policía.

No es que la sociedad en general corrompa al ser humano, como decía Rousseau. El problema es la sociedad jerárquica basada en la posesión y concentración del poder que desencadenan las guerras de conquista y dominación. 

La vida nómade ha quedado en el pasado y no podemos y no queremos volver a ella. La población mundial ya ha crecido demasiado y acumulado conocimientos y tecnologías que convierten en obsoleta la vida primitiva. Lo que nos queda es reinventar la sociedad.

Nieves y Miro Fuenzalida.

Ottawa, Julio del 2020.

Sunday, July 12, 2020

El ombligo del Buda



Sembre
Una margarita
Amarilla
En
El ombligo
Del
Buda.
El mio
No
Tiene
Tierra.

Nieves.

Sunday, July 5, 2020

La soledad de la Tierra


¿Somos los humanos la única especie tecnológica  que ha existido en el universo?  ¿con que frecuencia en la historia del cosmos la vida ha evolucionado a estados técnicamente avanzados? ¿cuántas civilizaciones extra terrestre hay en las profundidades del espacio? O, por el contrario... ¿estamos solos?

Filósofos y científicos han venido argumentando por cientos de años acerca de la existencia de vida en otros mundos. Pero, es solo en la mitad de la ultima centuria cuando la investigación empezó a revelar algo remarcable. A medida que nuevos planetas  se han ido agregando a la lista de los ya conocidos se ha hecho mas claro que los humanos no somos los únicos en el espacio sideral, a menos que el universo este  en contra de la vida y la inteligencia. A pesar de que la pregunta por la existencia de la vida en otros mundos permanece abierta e indecisa, es posible decir que lo más probable es que haya habido vida antes que nosotros. Y que, en algunos de ellos, haya habido una vida capaz de pensar, razonar e, incluso, crear sus propios proyectos de civilización. Aquí hay una nueva gran historia que contar, una que nos pone de vuelta en la vida del planeta.

Y, sin embargo, la pregunta permanece... si es probable que las civilizaciones extra terrestre existen o han existido... ¿por qué todavía no tenemos ninguna evidencia de su existencia, ya sea a través de medios directos o indirectos? ¿porqué  las estrella guardan  silencio? ¿será que la inteligencia tecnológica sea el Gran Filtro?

Frank Drake es uno de aquellos científicos que mas ha ayudado a definir la ciencia moderna acerca de las civilizaciones extra terrestre. Siguiendo la idea de que una serie de preguntas bien planteadas  aclara el camino hacia la reunión de datos que puedan  proporcionar  respuestas, Drake delinea un programa de investigación con preguntas bien especificas... si queremos saber cuantas civilizaciones extraterrestres existen en la Galaxia necesitamos saber cuantos planetas hay y para ello tenemos que averiguar con cuantas estrellas contamos. El paso siguiente es  determinar la fracción de planetas  en la zona habitable, aquella en donde el surgimiento de la vida es posible, para luego calcular en cuantos de ellos ha sido posible el surgimiento y duración de una inteligencia tecnológica capaz de enviar signos radiales.

Sabemos según  las observaciones del telescopio Kepler que deben haber en el universo, por lo menos, diez billones de trillones de planetas en la zona habitable.  El gran tamaño de estos números es suficiente  para pensar en la probabilidad de que nosotros no somos realmente la única especie que la naturaleza haya creado capaz de construir una civilización. Pero, solo porque la probabilidad de que no somos la única civilización en la historia cósmica es baja (10-22) no constituye prueba de que civilizaciones extra terrestre hayan existido antes que nosotros. No hay duda acerca de la existencia de vida en otros planetas después del descubrimiento de moléculas necesarias para su formación en el polvo cósmico. El desarrollo de inteligencia, sin embargo, es otra cosa. Como hace ya un tiempo el biólogo alemán Ernst Mayr noto que al mirar la historia solo una, entre cincuenta billones de especies que han existido en este planeta, ha logrado el tipo de inteligencia necesaria para crear una civilización. Y solo una entre veinte o mas civilizaciones que han surgido en los últimos diez mil años ha alcanzado el nivel tecnológico que les permita recibir o enviar señales al espacio. 

A partir de estas declaraciones, dice el astrónomo Adam Frank, es posible estimar cuales son las probabilidades biotécnicas en el universo. La probabilidad de que una especie desarrolle inteligencia es de una en cincuenta billones. De que esta cree una civilización con alta tecnología es de una en veinte. Para estar en el lado seguro, dice Frank, digamos 1 en 100 (10-2). Si juntamos todo esto el valor de la probabilidad biotécnica es alrededor de una en mil trillones (10-15). En la galaxia hay solo cien billones de estrellas, lo que significa que estamos solos.

Pero, estar solos en la galaxia y ser la única civilización que el universo haya producido son dos cosas bien diferentes, especialmente si tomamos en cuenta  que hay un gran contraste entre “una en mil trillones” y “una en diez billones de trillones”. Luego, si corremos los modelos matemáticos, nos quedamos con la existencia  de diez millones  de civilizaciones altamente tecnológicas a través del espacio y el tiempo. Diez millones de diferentes civilizaciones que perduran o, por el contrario, colapsan bajo el peso de sus propias elecciones. La conclusión, teoréticamente hablando, es que no somos los primeros en experimentar con la construcción de una civilización y que muchas otras ya han existido antes que nosotros.

La cosa, entonces, es esta... si no estamos solos ¿dónde están los otros? ¿por qué nunca hemos recibido una señal de su existencia?

Tal vez la razón sea que el universo no crea versiones sostenibles de civilizaciones como la nuestra. Tal vez cada civilización con alta tecnología haya sido solo un destello en la noche, iluminando el espacio por algunos siglos para luego volver a la obscuridad. Y, tal vez, lo que hoy vivimos explique el Gran Silencio del cosmos.

Manteniéndonos dentro de las leyes planetarias, dice Frank, podemos preguntarnos con que frecuencia las exo civilizaciones desencadenan  cambios climáticos fatales en sus planetas. Dado su pequeño numero no es difícil imaginar que mil civilizaciones ya han seguido su curso.

Todo el proceso de construir una civilización tecno, que es la que nos interesa aquí, es realmente un ejercicio de recolección intensa de la energía del planeta que necesariamente tiene un impacto. De acuerdo a la Segunda Ley de la Termodinámica la energía no puede convertirse perfectamente en trabajo útil. Siempre hay una perdida. Así, cualquier uso de energía intensiva va a producir residuo. Y a medida que el desperdicio aumente,  en la misma medida empieza a retroalimentar los sistemas planetarios. El CO2 proveniente de la energía fosilizada, por ejemplo, es el residuo que deja nuestra civilización. Este residuo puede tomar diferentes formas, pero todas ellas necesariamente afectan el planeta. Se podría decir que una civilización inmensamente mas avanzada que la nuestra  podría encontrar la manera de evitar la Segunda Ley. No de acuerdo a los físicos. La Segunda Ley es parte de la estructura del universo. Escapar a ella es muy poco probable.

Una civilización embarcada en un proyecto tecnológico tiene un limitado numero de fuentes energéticas. Las leyes de la física, la química y la evolución planetaria indican que los recursos disponibles para tal proyecto son la combustión, el agua, el viento y las  mareas, la geotérmica, la solar y la nuclear. Las condiciones especificas de cada planeta determinan últimamente la mezcla de energía  disponible para cada civilización. A partir de ella es posible calcular el impacto planetario de su uso. Ya sabemos cual es el impacto de una civilización basada en la combustión de la energía fósil, como la nuestra. Pero... ¿cual será el impacto de otras fuentes de energía? Según el Instituto Max Planck de Alemania todas estas otras fuentes alternativas, sin excepción, tienen un costo planetaria, aunque menor que la combustión. La física y la química  proporcionan una profunda comprensión de las fuentes energéticas  que hace mas  fácil calcular su costo en otros planetas y con la ayuda de las computadoras modernas ahora es posible correr decenas de miles de modelos.

¿Y que dicen los modelos? Que hay tres distintas trayectorias... La primera es la extinción. A medida que la civilización usa con mas intensidad sus recursos aleja al planeta de su estado inicial causando el colapso de la civilización. La segunda es la del “aterrizaje suave”. Cuando el planeta se vuelve mortalmente hostil debido al empuje energético la civilización cambia de una energía de alto impacto a una de mas bajo. Eventualmente la civilización logra un cierto equilibrio con el planeta. Y la ultima trayectoria es la del colapso y la completa extinción.

El promedio de vida de una civilización altamente tecnológica, según los modelos, es de alrededor de 200 años y esta podría ser la razón del silencio de las estrellas. La implicación, si esto es así, es que civilizaciones como la nuestra no funcionan bien a escala planetaria y, eventualmente, desaparecen.

Es cierto que los modelos matemáticos y la realidad son dos cosas bien diferentes. El primero es una simplificación, algo así como un esqueleto sin carne ni piel. Pero el esqueleto, como argumenta Frank, nos dice un montón de cosas acerca del animal. En la misma forma los modelos matemáticos permiten ir mas allá de la ficción. Apoyándose en las leyes  de los planetas,  ellos capturan aspectos claves de la realidad. En lugar de ser una mera opinión, el modelo muestra como el universo podría comportarse y las restricciones realistas que ellos imprimen  en sus historias les dan un valor científico basado en el reino de lo posible.    

¿Por que preguntarnos por la vida extra terrestre si ya tenemos bastantes problemas aquí que requieren nuestra atención? Uno podría decir porque es parte de las “Grandes Preguntas”, especialmente aquellas que se refieren a nuestro futuro ecológico, que se ve bastante obscuro. Nos permitiría ver lo que viene y con esa visión profundizar  nuestra comprensión de las elecciones que encaramos. La perspectiva astrobiológica nos obligaría a dejar de ver a civilizaciones como la nuestra como algo separado del mundo que les dio a luz.  


Nieves y Miro Fuenzalida.