Sunday, July 5, 2020

La soledad de la Tierra


¿Somos los humanos la única especie tecnológica  que ha existido en el universo?  ¿con que frecuencia en la historia del cosmos la vida ha evolucionado a estados técnicamente avanzados? ¿cuántas civilizaciones extra terrestre hay en las profundidades del espacio? O, por el contrario... ¿estamos solos?

Filósofos y científicos han venido argumentando por cientos de años acerca de la existencia de vida en otros mundos. Pero, es solo en la mitad de la ultima centuria cuando la investigación empezó a revelar algo remarcable. A medida que nuevos planetas  se han ido agregando a la lista de los ya conocidos se ha hecho mas claro que los humanos no somos los únicos en el espacio sideral, a menos que el universo este  en contra de la vida y la inteligencia. A pesar de que la pregunta por la existencia de la vida en otros mundos permanece abierta e indecisa, es posible decir que lo más probable es que haya habido vida antes que nosotros. Y que, en algunos de ellos, haya habido una vida capaz de pensar, razonar e, incluso, crear sus propios proyectos de civilización. Aquí hay una nueva gran historia que contar, una que nos pone de vuelta en la vida del planeta.

Y, sin embargo, la pregunta permanece... si es probable que las civilizaciones extra terrestre existen o han existido... ¿por qué todavía no tenemos ninguna evidencia de su existencia, ya sea a través de medios directos o indirectos? ¿porqué  las estrella guardan  silencio? ¿será que la inteligencia tecnológica sea el Gran Filtro?

Frank Drake es uno de aquellos científicos que mas ha ayudado a definir la ciencia moderna acerca de las civilizaciones extra terrestre. Siguiendo la idea de que una serie de preguntas bien planteadas  aclara el camino hacia la reunión de datos que puedan  proporcionar  respuestas, Drake delinea un programa de investigación con preguntas bien especificas... si queremos saber cuantas civilizaciones extraterrestres existen en la Galaxia necesitamos saber cuantos planetas hay y para ello tenemos que averiguar con cuantas estrellas contamos. El paso siguiente es  determinar la fracción de planetas  en la zona habitable, aquella en donde el surgimiento de la vida es posible, para luego calcular en cuantos de ellos ha sido posible el surgimiento y duración de una inteligencia tecnológica capaz de enviar signos radiales.

Sabemos según  las observaciones del telescopio Kepler que deben haber en el universo, por lo menos, diez billones de trillones de planetas en la zona habitable.  El gran tamaño de estos números es suficiente  para pensar en la probabilidad de que nosotros no somos realmente la única especie que la naturaleza haya creado capaz de construir una civilización. Pero, solo porque la probabilidad de que no somos la única civilización en la historia cósmica es baja (10-22) no constituye prueba de que civilizaciones extra terrestre hayan existido antes que nosotros. No hay duda acerca de la existencia de vida en otros planetas después del descubrimiento de moléculas necesarias para su formación en el polvo cósmico. El desarrollo de inteligencia, sin embargo, es otra cosa. Como hace ya un tiempo el biólogo alemán Ernst Mayr noto que al mirar la historia solo una, entre cincuenta billones de especies que han existido en este planeta, ha logrado el tipo de inteligencia necesaria para crear una civilización. Y solo una entre veinte o mas civilizaciones que han surgido en los últimos diez mil años ha alcanzado el nivel tecnológico que les permita recibir o enviar señales al espacio. 

A partir de estas declaraciones, dice el astrónomo Adam Frank, es posible estimar cuales son las probabilidades biotécnicas en el universo. La probabilidad de que una especie desarrolle inteligencia es de una en cincuenta billones. De que esta cree una civilización con alta tecnología es de una en veinte. Para estar en el lado seguro, dice Frank, digamos 1 en 100 (10-2). Si juntamos todo esto el valor de la probabilidad biotécnica es alrededor de una en mil trillones (10-15). En la galaxia hay solo cien billones de estrellas, lo que significa que estamos solos.

Pero, estar solos en la galaxia y ser la única civilización que el universo haya producido son dos cosas bien diferentes, especialmente si tomamos en cuenta  que hay un gran contraste entre “una en mil trillones” y “una en diez billones de trillones”. Luego, si corremos los modelos matemáticos, nos quedamos con la existencia  de diez millones  de civilizaciones altamente tecnológicas a través del espacio y el tiempo. Diez millones de diferentes civilizaciones que perduran o, por el contrario, colapsan bajo el peso de sus propias elecciones. La conclusión, teoréticamente hablando, es que no somos los primeros en experimentar con la construcción de una civilización y que muchas otras ya han existido antes que nosotros.

La cosa, entonces, es esta... si no estamos solos ¿dónde están los otros? ¿por qué nunca hemos recibido una señal de su existencia?

Tal vez la razón sea que el universo no crea versiones sostenibles de civilizaciones como la nuestra. Tal vez cada civilización con alta tecnología haya sido solo un destello en la noche, iluminando el espacio por algunos siglos para luego volver a la obscuridad. Y, tal vez, lo que hoy vivimos explique el Gran Silencio del cosmos.

Manteniéndonos dentro de las leyes planetarias, dice Frank, podemos preguntarnos con que frecuencia las exo civilizaciones desencadenan  cambios climáticos fatales en sus planetas. Dado su pequeño numero no es difícil imaginar que mil civilizaciones ya han seguido su curso.

Todo el proceso de construir una civilización tecno, que es la que nos interesa aquí, es realmente un ejercicio de recolección intensa de la energía del planeta que necesariamente tiene un impacto. De acuerdo a la Segunda Ley de la Termodinámica la energía no puede convertirse perfectamente en trabajo útil. Siempre hay una perdida. Así, cualquier uso de energía intensiva va a producir residuo. Y a medida que el desperdicio aumente,  en la misma medida empieza a retroalimentar los sistemas planetarios. El CO2 proveniente de la energía fosilizada, por ejemplo, es el residuo que deja nuestra civilización. Este residuo puede tomar diferentes formas, pero todas ellas necesariamente afectan el planeta. Se podría decir que una civilización inmensamente mas avanzada que la nuestra  podría encontrar la manera de evitar la Segunda Ley. No de acuerdo a los físicos. La Segunda Ley es parte de la estructura del universo. Escapar a ella es muy poco probable.

Una civilización embarcada en un proyecto tecnológico tiene un limitado numero de fuentes energéticas. Las leyes de la física, la química y la evolución planetaria indican que los recursos disponibles para tal proyecto son la combustión, el agua, el viento y las  mareas, la geotérmica, la solar y la nuclear. Las condiciones especificas de cada planeta determinan últimamente la mezcla de energía  disponible para cada civilización. A partir de ella es posible calcular el impacto planetario de su uso. Ya sabemos cual es el impacto de una civilización basada en la combustión de la energía fósil, como la nuestra. Pero... ¿cual será el impacto de otras fuentes de energía? Según el Instituto Max Planck de Alemania todas estas otras fuentes alternativas, sin excepción, tienen un costo planetaria, aunque menor que la combustión. La física y la química  proporcionan una profunda comprensión de las fuentes energéticas  que hace mas  fácil calcular su costo en otros planetas y con la ayuda de las computadoras modernas ahora es posible correr decenas de miles de modelos.

¿Y que dicen los modelos? Que hay tres distintas trayectorias... La primera es la extinción. A medida que la civilización usa con mas intensidad sus recursos aleja al planeta de su estado inicial causando el colapso de la civilización. La segunda es la del “aterrizaje suave”. Cuando el planeta se vuelve mortalmente hostil debido al empuje energético la civilización cambia de una energía de alto impacto a una de mas bajo. Eventualmente la civilización logra un cierto equilibrio con el planeta. Y la ultima trayectoria es la del colapso y la completa extinción.

El promedio de vida de una civilización altamente tecnológica, según los modelos, es de alrededor de 200 años y esta podría ser la razón del silencio de las estrellas. La implicación, si esto es así, es que civilizaciones como la nuestra no funcionan bien a escala planetaria y, eventualmente, desaparecen.

Es cierto que los modelos matemáticos y la realidad son dos cosas bien diferentes. El primero es una simplificación, algo así como un esqueleto sin carne ni piel. Pero el esqueleto, como argumenta Frank, nos dice un montón de cosas acerca del animal. En la misma forma los modelos matemáticos permiten ir mas allá de la ficción. Apoyándose en las leyes  de los planetas,  ellos capturan aspectos claves de la realidad. En lugar de ser una mera opinión, el modelo muestra como el universo podría comportarse y las restricciones realistas que ellos imprimen  en sus historias les dan un valor científico basado en el reino de lo posible.    

¿Por que preguntarnos por la vida extra terrestre si ya tenemos bastantes problemas aquí que requieren nuestra atención? Uno podría decir porque es parte de las “Grandes Preguntas”, especialmente aquellas que se refieren a nuestro futuro ecológico, que se ve bastante obscuro. Nos permitiría ver lo que viene y con esa visión profundizar  nuestra comprensión de las elecciones que encaramos. La perspectiva astrobiológica nos obligaría a dejar de ver a civilizaciones como la nuestra como algo separado del mundo que les dio a luz.  


Nieves y Miro Fuenzalida.

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