¿Somos
los humanos la única especie tecnológica
que ha existido en el universo?
¿con que frecuencia en la historia del cosmos la vida ha evolucionado a
estados técnicamente avanzados? ¿cuántas civilizaciones extra terrestre hay en
las profundidades del espacio? O, por el contrario... ¿estamos solos?
Filósofos
y científicos han venido argumentando por cientos de años acerca de la
existencia de vida en otros mundos. Pero, es solo en la mitad de la ultima
centuria cuando la investigación empezó a revelar algo remarcable. A medida que
nuevos planetas se han ido agregando a
la lista de los ya conocidos se ha hecho mas claro que los humanos no somos los
únicos en el espacio sideral, a menos que el universo este en contra de la vida y la inteligencia. A
pesar de que la pregunta por la existencia de la vida en otros mundos permanece
abierta e indecisa, es posible decir que lo más probable es que haya habido
vida antes que nosotros. Y que, en algunos de ellos, haya habido una vida capaz
de pensar, razonar e, incluso, crear sus propios proyectos de civilización.
Aquí hay una nueva gran historia que contar, una que nos pone de vuelta en la
vida del planeta.
Y,
sin embargo, la pregunta permanece... si es probable que las civilizaciones
extra terrestre existen o han existido... ¿por qué todavía no tenemos ninguna
evidencia de su existencia, ya sea a través de medios directos o indirectos? ¿porqué las estrella guardan silencio? ¿será que la inteligencia
tecnológica sea el Gran Filtro?
Frank
Drake es uno de aquellos científicos que mas ha ayudado a definir la ciencia
moderna acerca de las civilizaciones extra terrestre. Siguiendo la idea de que
una serie de preguntas bien planteadas aclara el camino hacia la reunión de datos que
puedan proporcionar respuestas, Drake delinea un programa de
investigación con preguntas bien especificas... si queremos saber cuantas
civilizaciones extraterrestres existen en la Galaxia necesitamos saber cuantos
planetas hay y para ello tenemos que averiguar con cuantas estrellas contamos.
El paso siguiente es determinar la
fracción de planetas en la zona
habitable, aquella en donde el surgimiento de la vida es posible, para luego
calcular en cuantos de ellos ha sido posible el surgimiento y duración de una
inteligencia tecnológica capaz de enviar signos radiales.
Sabemos
según las observaciones del telescopio
Kepler que deben haber en el universo, por lo menos, diez billones de trillones
de planetas en la zona habitable. El
gran tamaño de estos números es suficiente para pensar en la probabilidad de que nosotros
no somos realmente la única especie que la naturaleza haya creado capaz de
construir una civilización. Pero, solo porque la probabilidad de que no somos la
única civilización en la historia cósmica es baja (10-22) no constituye prueba
de que civilizaciones extra terrestre hayan existido antes que nosotros. No hay
duda acerca de la existencia de vida en otros planetas después del
descubrimiento de moléculas necesarias para su formación en el polvo cósmico. El
desarrollo de inteligencia, sin embargo, es otra cosa. Como hace ya un tiempo
el biólogo alemán Ernst Mayr noto que al mirar la historia solo una, entre
cincuenta billones de especies que han existido en este planeta, ha logrado el
tipo de inteligencia necesaria para crear una civilización. Y solo una entre
veinte o mas civilizaciones que han surgido en los últimos diez mil años ha
alcanzado el nivel tecnológico que les permita recibir o enviar señales al
espacio.
A
partir de estas declaraciones, dice el astrónomo Adam Frank, es posible estimar
cuales son las probabilidades biotécnicas en el universo. La probabilidad de
que una especie desarrolle inteligencia es de una en cincuenta billones. De que
esta cree una civilización con alta tecnología es de una en veinte. Para estar
en el lado seguro, dice Frank, digamos 1 en 100 (10-2). Si juntamos todo esto
el valor de la probabilidad biotécnica es alrededor de una en mil trillones
(10-15). En la galaxia hay solo cien billones de estrellas, lo que significa
que estamos solos.
Pero,
estar solos en la galaxia y ser la única civilización que el universo haya producido
son dos cosas bien diferentes, especialmente si tomamos en cuenta que hay un gran contraste entre “una en mil
trillones” y “una en diez billones de trillones”. Luego, si corremos los
modelos matemáticos, nos quedamos con la existencia de diez millones de civilizaciones altamente tecnológicas a
través del espacio y el tiempo. Diez millones de diferentes civilizaciones que
perduran o, por el contrario, colapsan bajo el peso de sus propias elecciones.
La conclusión, teoréticamente hablando, es que no somos los primeros en
experimentar con la construcción de una civilización y que muchas otras ya han
existido antes que nosotros.
La
cosa, entonces, es esta... si no estamos solos ¿dónde están los otros? ¿por qué
nunca hemos recibido una señal de su existencia?
Tal
vez la razón sea que el universo no crea versiones sostenibles de
civilizaciones como la nuestra. Tal vez cada civilización con alta tecnología
haya sido solo un destello en la noche, iluminando el espacio por algunos
siglos para luego volver a la obscuridad. Y, tal vez, lo que hoy vivimos
explique el Gran Silencio del cosmos.
Manteniéndonos
dentro de las leyes planetarias, dice Frank, podemos preguntarnos con que
frecuencia las exo civilizaciones desencadenan cambios climáticos fatales en sus planetas. Dado
su pequeño numero no es difícil imaginar que mil civilizaciones ya han seguido
su curso.
Todo
el proceso de construir una civilización tecno, que es la que nos interesa
aquí, es realmente un ejercicio de recolección intensa de la energía del
planeta que necesariamente tiene un impacto. De acuerdo a la Segunda Ley de la
Termodinámica la energía no puede convertirse perfectamente en trabajo útil.
Siempre hay una perdida. Así, cualquier uso de energía intensiva va a producir residuo.
Y a medida que el desperdicio aumente, en la misma medida empieza a retroalimentar
los sistemas planetarios. El CO2 proveniente de la energía fosilizada, por
ejemplo, es el residuo que deja nuestra civilización. Este residuo puede tomar
diferentes formas, pero todas ellas necesariamente afectan el planeta. Se podría
decir que una civilización inmensamente mas avanzada que la nuestra podría encontrar la manera de evitar la
Segunda Ley. No de acuerdo a los físicos. La Segunda Ley es parte de la estructura
del universo. Escapar a ella es muy poco probable.
Una
civilización embarcada en un proyecto tecnológico tiene un limitado numero de
fuentes energéticas. Las leyes de la física, la química y la evolución
planetaria indican que los recursos disponibles para tal proyecto son la
combustión, el agua, el viento y las mareas,
la geotérmica, la solar y la nuclear. Las condiciones especificas de cada planeta
determinan últimamente la mezcla de energía
disponible para cada civilización. A partir de ella es posible calcular
el impacto planetario de su uso. Ya sabemos cual es el impacto de una
civilización basada en la combustión de la energía fósil, como la nuestra. Pero...
¿cual será el impacto de otras fuentes de energía? Según el Instituto Max
Planck de Alemania todas estas otras fuentes alternativas, sin excepción,
tienen un costo planetaria, aunque menor que la combustión. La física y la
química proporcionan una profunda
comprensión de las fuentes energéticas que
hace mas fácil calcular su costo en
otros planetas y con la ayuda de las computadoras modernas ahora es posible
correr decenas de miles de modelos.
¿Y
que dicen los modelos? Que hay tres distintas trayectorias... La primera es la
extinción. A medida que la civilización usa con mas intensidad sus recursos
aleja al planeta de su estado inicial causando el colapso de la civilización.
La segunda es la del “aterrizaje suave”. Cuando el planeta se vuelve
mortalmente hostil debido al empuje energético la civilización cambia de una
energía de alto impacto a una de mas bajo. Eventualmente la civilización logra
un cierto equilibrio con el planeta. Y la ultima trayectoria es la del colapso y
la completa extinción.
El
promedio de vida de una civilización altamente tecnológica, según los modelos,
es de alrededor de 200 años y esta podría ser la razón del silencio de las
estrellas. La implicación, si esto es así, es que civilizaciones como la
nuestra no funcionan bien a escala planetaria y, eventualmente, desaparecen.
Es
cierto que los modelos matemáticos y la realidad son dos cosas bien diferentes.
El primero es una simplificación, algo así como un esqueleto sin carne ni piel.
Pero el esqueleto, como argumenta Frank, nos dice un montón de cosas acerca del
animal. En la misma forma los modelos matemáticos permiten ir mas allá de la
ficción. Apoyándose en las leyes de los
planetas, ellos capturan aspectos claves
de la realidad. En lugar de ser una mera opinión, el modelo muestra como el
universo podría comportarse y las restricciones realistas que ellos
imprimen en sus historias les dan un
valor científico basado en el reino de lo posible.
¿Por
que preguntarnos por la vida extra terrestre si ya tenemos bastantes problemas
aquí que requieren nuestra atención? Uno podría decir porque es parte de las “Grandes
Preguntas”, especialmente aquellas que se refieren a nuestro futuro ecológico, que
se ve bastante obscuro. Nos permitiría ver lo que viene y con esa visión
profundizar nuestra comprensión de las
elecciones que encaramos. La perspectiva astrobiológica nos obligaría a dejar
de ver a civilizaciones como la nuestra como algo separado del mundo que les
dio a luz.
Nieves
y Miro Fuenzalida.
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