Sunday, July 29, 2018

Ideologia ahora.


La palabra ideología no tiene muy buena reputación.  Cuando la semiótica mostro que la creencia de que los  signos lingüísticos apuntaban a cosas reales  no era tan evidente,  abrió la puerta para cuestionar, entre muchas otras cosas,  la noción de ideología que domino el ámbito teórico durante la mayor parte del siglo XX.

Según la semiótica  el mundo real no es percibido en forma  directa. La percepción siempre esta mediada por un sistema de significantes, o  palabras,  que son  creadas o construidas por nosotros para representarnos el mundo.  Luego, si el poder de la representación es  el que configura la realidad,  la distinción entre verdad y falsedad empieza a hacer agua… ¿Por qué? Porque hay efectos de la verdad producidos por diferentes sistemas significativos o discursos, pero no hay estándares externos a ellos para  evaluar  lo que afirman. La verdad se valida solo en referencia al discurso particular al que pertenece. Fuera de el no hay una perspectiva  absoluta desde la cual se pueda determinar sus errores.

Ahora, si aceptamos esto, tendremos que tirar por la borda la famosa  autonomía del individuo. Si este es producido por sistemas significativos que le  asignan una identidad particular sin su voluntad … ¿como podríamos hablar de falsa conciencia si la independencia del sujeto es ilusoria? ¿Si no hay  sujeto fuera del circuito lingüístico?

El modernismo, al elevar el núcleo de la subjetividad por encima del flujo material de los eventos, hace posible la creencia de que la historia de la especie humana y el individuo son guiados  hacia un fin  ultimo por una conciencia o  una razón dialéctica que trasciende las circunstancias concretas de la historia.  Es esta narrativa teleológica la que ofrecía los estándares  con que juzgar la verdad o falsedad histórica. El escepticismo critico  contemporáneo hace difícil, si no imposible, mantener esta narrativa. Sin ella…  ¿como se podría distinguir entre ideología y ciencia histórica?

La falta de interés del posmodernismo en hablar de “ideología”  es porque el concepto implica  una oposición binaria entre modos de pensamiento falso y verdadero.  No hay ninguna  posibilidad, dice Rorty, de identificar una conciencia distorsionada,  porque la distorsión  presupone un medio de representación  entre nosotros y el objeto en cuestión que produce una apariencia que no corresponde a la realidad del objeto.  La única manera en que no haya  distorsión es que no exista  referente fuera de la representación. Solo en este caso no habría nada que distorsionar… ¿No encontramos aquí nuevamente la sombra de Kant? Según el, nuestra incapacidad para percibir la “cosa en si misma” es una condición eterna e inevitable y  la pretensión de que podemos percibirla es la definición misma de la superstición.

Cuando la imagen, la representación adquiere dominio total sobre el objeto, dice Guy Debord, estamos en el mundo del espectáculo,  el momento en que la realidad tangible es reemplazada por una selección de imágenes que existen por encima de ella y que pasan a ser lo tangible por excelencia. El valor de cambio sobrepasa el valor de uso. El espectáculo es capital a tal grado de acumulación que se vuelve  imagen. La cosa en si misma es obscurecida  por la forma de su apariencia. Pero la cosa en si misma, en este caso, somos nosotros mismos. Trabajo,  actividad y vida humana en si misma  es ocultada y dominada por su forma simbólica.

 No mas ideología solo simulacra, dice Jean Baudrillard.  Cuando escribió que la guerra del Golfo no había tenido lugar lo que indicaba era que la guerra había sido transformada en una imagen que la gente, fuera de la zona de combate, tenia dificultades en concebirla como completamente real. Para muchos la guerra compartía la misma categoría ontológica que un juego de video. Los medios culturales, dice, han reducido todo a imágenes superficiales sin referencia a lo real…   la guerra, las elecciones presidenciales, la "vida real" en televisión empiezan como eventos periodísticos sin tener, actualmente, sustancia real. El dominio del simulacrum en la cultura post-moderna es el indicio de la perdida de lo real. Ya no tenemos la habilidad para distinguir entre este y sus imágenes.  

El posmodernismo, de alguna manera,  tiene razón. Es cierto que el sujeto humano esta objetificado, que las imágenes realmente determinan la realidad y que el mercado global va a permanecer como el único poder, a lo menos,  por  el próximo futuro.   Esto, por muy erróneo que  parezca,  es un recuento objetivo y  exacto de una real situación material de la que hoy somos parte.

¿Como llegamos a esto?  Para entender este relativismo materialista y el poder determinante de la representación en nuestra época  tendríamos que tomar en cuenta las  condiciones históricas concretas que han permitido su surgimiento. Lo que el postmodernismo, dice David Hawkes,  especialmente ignora es la influencia del dinero en la conciencia contemporánea. El dinero  es el sistema de representación por excelencia  que logra un poder determinante en teoría y en la vida práctica.  La autonomía de la representación  que es el tema de  la filosofía actual es, como diría un viejo marxista, parte del mismo proceso del poder global que hoy tiene el dinero.  

El imperio del dinero es parte de un fenómeno mas general que podría caracterizarse como “dictadura de la representación”.  Hoy día es bastante obvio que la vida económica de cada uno esta determinada  por un intrincado ramaje de dinero puramente simbólico. Lo que es menos aparente es que  nuestra vida sicológica y cultural también esta determinada en la misma forma. Son las Corporaciones las que  no solo patrocinan todas las esferas de la cultura, incluyendo  la investigación científica y los estudios académicos, sino que también, a través del  consumo de  marcas comerciales  particulares, juegan un papel central en la formación de la personalidad.

El personaje de la novela “Money”, de Martin Amis, describa a un sujeto post moderno incapaz de distinguir entre el mundo real  y el mundo representado por los medios  de comunicación. El único valor que  puede apreciar es la riqueza material  y la gratificación sensual. Su yo no es mas que un nexo de impulsos y deseos físicos que satisface a través del dinero… ¿No es esta la descripción del perfecto consumidor?  Hedonista, materialista, vacuo. Insaciable consumidor de mercancías, alcohol y mujeres, no importa en que orden se presenten. Es como si el dinero hubiese entrado en su ser, expulsando toda posible  personalidad, para remodelarlo de acuerdo con  sus propios requerimientos. Lo inquietante de la novela  es la sugerencia de que el futuro  va a pertenecer a este tipo de individuos.  Hoy estamos en el futuro.

Los que no se han olvidado de  Marx  podrán recordar que el decía  que el dinero,  “es la esencia enajenada de la existencia y del trabajo  del ser humano y es esta esencia extraña que el adora, lo que lo domina”.  Lo que realmente vendemos por dinero no es nuestro trabajo, sino nuestro tiempo, nuestra vida.  Originalmente el dinero era el símbolo que mediaba entre varios objetos, actuando como un denominador común para facilitar el cambio. Pero, ahora es claro que  este mediador se ha transformado en un verdadero Dios, en el poder real que domina sobre nosotros. Los objetos, separados de este mediador,  han perdido su valor. El objeto solo tiene valor en tanto representa al mediador… Y es a esta  incapacidad de  no poder  reconocer la función  puramente mediadora de la representación, a la insistencia en creer que ella es una esfera autónoma,  al error de  confundir la apariencia con la cosa en si misma,  a lo que Marx llamaba ideología.

Hasta la mitad del siglo pasado todo el dinero del mundo, a lo menos teóricamente, podía ser convertido en oro. El dinero era un signo, pero un signo que tenia un referente material  ultimo. En el posmodernismo el dinero se ha transformado en un signo inconvertible, autónomo y  autogenerado. Un significante sin significado.  En la economía global el dinero se ha ido alejando cada vez mas de su base material, haciéndose cada vez mas abstracto. En su inicio  el dinero  tomaba su forma  de metales preciosos, para luego pasar al billete de banco, las figuras en el monitor de la computadora, el crédito, el interés y  la “confianza de los investores”. Pequeñas fluctuaciones  en la relación entre las varias formas que el dinero adopta tiene profundas efectos en la vida material de los seres humanos a través de todo el  mundo.

Lo curioso en todo esto es que también  la lingüística y la semiología describen el signo como arbitrario y su  significado  como puramente relacional. La comparación no es arbitraria. Si nos fijamos,  la historia del dinero y la historia del lenguaje aparecen como elementos de una historia mas general de la significación que contiene una lógica de desarrollo que determina cada una de sus partes.  Shell and Goux muestran una separación histórica  progresiva  entre el signo y el referente con una creciente autonomía  y poder determinante de la significación. En nuestra era las imágenes de diversos tipos han logrado el poder de constituir la realidad misma lo que representa la culminación o fin del proceso.

Y lo mismo que el dinero, que se ha hecho mas abstracto  y menos material,  ocurre con  las cosas que la gente compra con el. Por miles de años lo que se compraba eran medios de subsistencia.  Esto empieza a cambiar con el nacimiento del mercado global en el siglo XVI que hizo posible imaginar casi todo como una mercancía. A mediados de los 80s  en el siglo pasado los empresarios desarrollaron la idea de que el éxito corporativo  se encontraba  primariamente en la producción de “brands” mas que en la producción de cosas. Con el triunfo total del mercado las mercancías mas valiosas ya no son cosas. Son imágenes y marcas. No compramos ropa, alimentos o autos solamente por su valor de uso, sino por su significancia simbólica que es lo que determina su consumo. Y  es el consumo lo que dicta los cambios de la moneda, los bonos y las acciones que tienen una profunda influencia en la vida de la población mundial.  El ámbito simbólico, el mundo de la representación determina literalmente lo que ocurre en el mundo material.

El triunfo total del mercado, la mercantilización ilimitada de la realidad, fetichiza los productos de la labor humana dándoles poder absoluto sobre la vida de sus productores. El triunfo de la mercancía, dice Debord, hace la noción de falsa conciencia obsoleta. Lo que hoy tenemos es la materialización de la ideología.  La sociedad se ha vuelto lo que la ideología ya era.


Nieves y Miro.

Sunday, July 15, 2018

La bomba.


¿Qué es lo que hace que el genocidio judío llevado a cabo por los nazis  haya adquirido   proporciones bíblicas, que se haya transformado en un caso especial en la historia de la humanidad... en el Mal Diabólico encarnado en un uniforme nazi? ¿será debido a su magnitud y racionalidad, al hecho de que la Solución Final fue un proceso industrial y burocrático? Aun así es extraño. Después de todo la mayoría de los humanos obtienen su carne diaria a través de un proceso similar y nadie encuentra esto lo suficientemente horripilante como para invocar explicaciones bíblicas... ¿Por que el asesinato masivo en las cámaras de gases es mucho peor que el bombardeo de los Estados Unidos en  poblaciones civiles, el holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki o el asesinato dirigido de Obama?  ¿cuál es la diferencia? Se podría decir que las cámaras de gases fueron el resultado de una guerra total en donde todos los constreñimiento morales pierden su fuerza, como la historia muestra... ¿podría esto volver otra vez?   

Es bien sabido que el lugar  en donde se erigían las torres gemelas  en Nueva York lleva el nombre de “Ground Zero”. Pero, lo que es menos sabido es que “Ground Zero”, nombre elegido por Robert Oppenheimer, evoca a Trinity, en New Mexico, que fue el lugar preciso  en donde el 16 de Julio de 1945 la explosión de la primera  bomba atómica  ocurrió y que mas tarde  destruyo a Hiroshima y Nagasaki.  El uso del mismo nombre sugiere que el ataque del 11 de Septiembre se compara con el ataque nuclear  a las dos ciudades japonesas.... ¿no es esto lo que Osama bin Laden exactamente imagino? En una entrevista periodística de 1998 bin Laden explica que el llamado  a los musulmanes a matar a los Americanos cuando y donde la oportunidad se presente, sean combatientes o civiles,  es un deber... los Americanos, dice, lo empezaron y la represalia y castigo sigue el principio de reciprocidad, especialmente cuando mujeres y niños son atacados. A través de la historia Estados Unidos no ha diferenciado entre la población civil y los militares o entre hombres y mujeres o adultos y niños. Los que arrojaron la bomba atómica y usaron las armas de destrucción masiva  en Japón fueron  norte americanos ¿Pueden las bombas diferenciar entre militares y mujeres, niños y ancianos?

Es curioso que el principio de reciprocidad al que alude bin Laden recuerde un capitulo de  “Las Estructuras Elementales del Parentesco” del antropólogo francés Claude Levi-Strauss que esta dedicado justamente  a esta idea. La relación, comenta  el  filosofo francés Jean Pierre Dupuy, se confirma si consideramos lo que bin Laden dijo en una entrevista de televisión un mes después del ataque a las torres... “si matar a aquellos que matan a nuestros hijos es terrorismo, entonces deja que la historia sea testigo de que somos terroristas”. El periodista luego le pregunta... “Lo que usted esta diciendo es que esto es un tipo de tratamiento reciproco... ellos matan a nuestros inocentes,  nosotros matamos los suyos”...  a lo que bin Laden responde... “así es”   ¿No es esta la lógica del mal, la violencia y el resentimiento? ¿La lógica que puso en marcha el Occidente cuando abandono el principio de la “guerra justa”? En otras palabras,  el principio de la discriminación, que requiere que la lucha se limite a los combatientes y deje fuera del combate a niños, mujeres y ancianos y el principio de proporcionalidad, que requiere que el grado de violencia no exceda el objetivo político y estratégico que se persigue. Todo esto desaparece junto a  Hiroshima.

La conjunción de los campos de exterminación masiva en Auschwitz y la quemazón nuclear  masiva de los japoneses en Hiroshima y Nagasaki  es el momento en que la destrucción de la humanidad a escala industrial entra en el reino de las posibilidades por primera vez. Sin disminuir el triste privilegio y singularidad del holocausto judío de  encarnar el ultimo horror moral, el deber histórico obliga, sin embargo, a unirlo con el holocausto asiático, a pesar de la convención que proclama que este último fue un mal necesario clásico.  Los filósofos  llaman a esta justificación  “argumento consecuencial”... cuando el problema es de suprema importancia  las normas deontológicas, el respeto al imperativo absoluto, debe ceder al calculo de las consecuencias. Auschwitz no fue necesario, Hiroshima si. Y ahí radica la diferencia, dicen sus autores... ¿Cierto? No realmente... quienes ganan la batalla ven su victoria como justificación del curso de acción que ellos tomaron. Lo que algunos llaman “suerte moral”... el juicio moral acerca de una decisión incierta depende de que ocurra después de que la acción haya tomado lugar. McNamara, el secretario de defensa de Kennedy,  que previamente  sirvió como consejero en la guerra del Pacifico,  ilustra este predicamento con meridiana claridad en el documental “The Fog of War”... “ Si hubiésemos perdido todos hubiésemos sido procesados como criminales de guerra”.  El “argumento consecuencial”, en el caso de Hiroshima, es la excusa mas execrable que uno pueda imaginar. El ataque atómico a la población civil una vez ocurrido  transforma lo impensable en algo real e inevitablemente invita a mas atrocidades.  Ahora, por primera vez,  la humanidad es capaz de destruirse a si misma y nada puede eliminar este poder negativo ...  no un des armamento general, no la desnuclearización del mundo. Podemos eliminar todo esto... lo que no podemos  eliminar es el conocimiento de cómo producir la bomba. Esta puede ser recreada en unos pocos meses. Una vez abierto los candados del Apocalipsis este queda inscrito en el futuro y nuestra mejor opción es posponerlo.  La pregunta, por tanto,  de si la bomba atómica es un medio al servicio de un fin racional y moral es obsoleta. La bomba, como nota Dupuy, excede  todo posible fin. La cuestión de si el fin justifica los medios se vuelve, en este caso, completamente obsoleta.

Se podría argumentar que la disuasión  nuclear, la amenaza de destrucción mutua entre dos poderes  nucleares,  ha salvado a la humanidad  hasta ahora. Según la hipótesis  desde el momento en que cada lado es disuadido de lanzar un primer ataque no hay necesidad de prevenir tal ataque atacando primero. La balanza del terror  evita la destrucción mutua.  La prueba esta en que durante mas de medio siglo tal catástrofe no ha ocurrido.  Según McNamara lo que en realidad ha prevenido la aniquilación nuclear no ha sido la disuasión, sino la suerte.  Entre veinticinco y treinta veces  durante la guerra fría, dice, la humanidad estuvo a un hinche del colapso total. Para que la doctrina opere la disuasión nuclear tiene que ser absolutamente efectiva. 

La lógica que  opera hoy día no es menos insana que la de la guerra fría... para prevenir el primer ataque  es mejor atacar primero. En el actual régimen nuclear las naciones son vulnerables e invulnerables. Ellas pueden ser destruidas por el ataque de otra nación pero, al mismo, tiempo antes de morir ellas pueden aniquilar al enemigo,  no importa cuan poderoso el primer ataque haya sido.

La política de prevención  tiene por objeto  asegurar que una acción no deseada sea relegada al reino ontológico de las potencias  no actualizadas... que lo posible se haga imposible.  La catástrofe, sin embargo, retiene su verdad en el sentido de que pudo haber ocurrido, como McNamara recuerda. En la dialéctica del destino y el accidente,  que forma el núcleo de la disuasión existencial, el apocalipsis nuclear es algo  necesario y, al mismo tiempo, improbable. La casualidad y el destino se funden y  se convierten en uno. Lo que nos queda al final es un inmenso juego de riesgo y peligro. Jugamos con fuego... si nos acercamos demasiado quedamos convertidos en cenizas. Si nos alejamos demasiado corremos el riesgo de olvidar el peligro nuclear. Desde el momento en que el Apocalipsis  es nuestro destino necesitamos mantenernos alejados de el. Según Dupuy el mal asociado con la disuasión nuclear en su forma existencial es un mal desconectado de cualquier intención humana. Es por esta razón que la existencia  del armamento  nuclear es algo que debemos temer por sobre todas las cosas... La bomba se uso porque existía. Podemos usarla otra vez porque existe.

El filosofo alemán Gunther Anders, primer marido de Hannah Arendt, visito Hiroshima y Nagasaki en 1958. Después de muchas conversaciones con los sobrevivientes de la catástrofe escribió en su diario que ellos, a diferencia de los judíos, estaban resueltos a no hablar de aquellos que fueron culpables, no decir que el evento había sido causado por seres humanos, no alimentar ningún resentimiento  a pesar de que ellos fueron las victimas del mayor crimen que uno pueda imaginar... ¿cómo se puede comprender esto?  Ellos constantemente hablaban de la catástrofe como si hubiese sido un terremoto... ¿no es esto extraño? En el mismo momento, dice Gunther, en que el mundo  se vuelve apocalíptico debido a nuestra propia culpa, presenta la imagen de un paraíso habitado por criminales sin malicia y victimas sin odio. No guerra en la historia ha estado desprovista de odio como la guerra del crimen tele-dirigido. Esta ausencia de odio será la mas inhumana ausencia de odio que haya existido. Ausencia de odio y ausencia de escrúpulos serán lo mismo.

 El futuro que Gunther predijo ya esta aquí... una nueva carrera de armas teledirigidas desde una confortable oficina a miles de kilómetros de distancia que inaugura  una nueva era de súper inestabilidad con el riesgo de un final catastrófico en la forma de guerra nuclear.


Nieves y Miro Fuenzalida.

Sunday, July 8, 2018

La sarten de hollin de la noche.


Compro
Un kilo
De
Sueño
Lo pondre
A
Freir
En
La sarten
De
Hollin
De
La noche
Entremedio
De
Insomnios
Que
No me dejan

Roncar. 

Nieves.