¿Cómo
alguien puede asustarse de algo que sabe que no existe? Mas aun... ¿Por que nos
sentimos atraídos por el horror cuando
sentirnos horrorizados es tan desagradable? El horror
ha sido un genero importante por miles de años apareciendo en la literatura,
el folklor, la pintura, el teatro, el cine...
digamos, tanto en la cultura
popular como en la refinada. Es mas
antiguo que el gótico y la ciencia ficción, lo que sugiere que es parte de nuestra respuesta al mundo. Escabroso, nauseabundo,
espantoso, aterrador, repulsivo, indecible, sin nombre, repugnante... ¿no es
esto significativo?
Al
igual que las novelas de suspenso o misterio la novela de horror tiene la capacidad
de suscitar cierto afecto. La sensación de suspenso, misterio y horror es
lo que le da el nombre a este tipo de arte. Correlacionar el horror con la presencia de
monstruos permite distinguirlo del terror. Pero, según Noel Carrol, este no es
un criterio suficiente. Los monstruos, por ejemplo, se encuentran en todo tipo
de historias... en los mitos, los cuentos de hadas o las odiseas. Lo que
distingue la historia de horror de todas ellas es la actitud de los caracteres
frente al monstruo que se percibe como una entidad anormal, una alteración en el orden natural. El
monstruo en las otras historias es parte del mobiliario del universo.
Chewbaca, la criatura que aparece en “Star Wars”, es uno mas entre los otros
personajes, al igual que el ciclope de la Odisea de Homero, un monstruo mas en
el mundo de Ulises. Grifos, quimeras, el
hombre de las nieves, basiliscos, dragones o sátiros pueden ser creaturas fastidiosas y temibles
en el mundo mitológico, pero no antinaturales y pueden ser acomodadas dentro de
la cosmología metafísica que ellos producen. Los monstruos del horror, en
cambio, rompen las normas de las propiedades ontológicas según
los caracteres de la historia. Un carácter extraordinario en un mundo
habitual. En los cuentos de hadas los monstruos son creaturas ordinarias en un
mundo extraordinario.
Sabemos
que estamos frente a una historia de horror por la respuesta afectiva que los
caracteres despliegan frente al monstruo. Este es uno de esos géneros en que la
respuesta emotiva de la audiencia corre paralela a la de los personajes de la obra. En la película
“Night of the Living Dead” cuando
la joven mujer se ve rodeada de zombis, grita y se encoje para evitar cualquier
contacto con la carne contaminada. Estos
monstruos son impuros y amenazantes. Ella ejemplifica para nosotros la forma de
cómo reaccionar al monstruo en la ficción. Entre las reacciones apropiadas al monstruo se
cuentan estremecimientos, nausea, contracciones,
parálisis, gritos, revulsión y disgusto. Todas reacciones viscerales. Nuestra
respuesta se supone que refleja la de los caracteres... “Cuando el Conde Drácula
se inclino sobre mi y sus manos me tocaron, no pude reprimir un estremecimiento.
Pudo haber sido su aliento, pero un sentimiento horrible de nausea se apodero
de mi que no pude ocultar”. Es esta sensación de nausea la que estructura
nuestra recepción emocional. Sus dientes sobre salientes los vemos con
estremecimiento, como algo que uno no quisiera tocar o ser tocado. Físicamente repulsivo. Evaluamos al monstruo como un ser horripilante, aunque
sabemos que es una ficción. Es este
paralelo emocional lo que es clave para la caracterización del genero. En otros, por
ejemplo, no se espera que la respuesta repita el estado emocional de los
personajes. En Otelo no sentimos celos y cuando Chaplin
se cae nos reímos a pesar de que para el
personaje la experiencia es lo opuesto a la risa. En el horror, en cambio, las
emociones de los caracteres y la audiencia se sincronizan. Y es esta
sincronización la que permite formular, en lugar de una mera introspección, una
descripción objetiva de las emociones del arte del horror.
El tipo de objeto que aparece en el arte de horror es un
pensamiento que no nos compromete a creer en su existencia. En la “Tercera
Meditación” de Descartes hay una distinción entre realidad objetiva y
realidad formal. La realidad objetiva de un ser es la idea de la cosa sin
comprometernos a su existencia. Podemos pensar en una sirena sin creer que la
sirena existe. Un ser que tiene una
realidad formal, en cambio, existe. Su
idea es provocada por algo que esta ahí
afuera en el mundo. El objeto del arte de horror, digamos el conde Drácula, tiene
una realidad objetiva según esta distinción.
Gran parte de estos monstruos son
contradictorios en el sentido de estar vivos y muertos... fantasmas, zombis,
vampiros, momias, etc. Cercanos a estos monstruos están las entidades que combinan lo animado e inanimado... las casas
embrujadas, robot, fuerzas escalofriantes, etc. Otros combinan especies
diferentes... hombre lobo, insectos humanoides, etc. y en ciertas historias de Stephen King y Lovecraft
los monstruos biológicos son gelatinosos y sin forma.
¿Por
qué nos sentimos horrorizados por seres
y eventos que sabemos no existen? ¿Por que lo que no es tiene un
efecto en lo que es? Según Carrol, si consideramos la cuestión del disgusto en
relación al genero de horror, la emoción no requiere la creencia en la
existencia del objeto. El contenido de un pensamiento puede generar emociones
genuinas. El pensamiento de un ser repugnante como un zombi es algo que
podemos imaginar sin creer que
existe. En este sentido el pensamiento y
la creencia son separables. Si aceptamos que el contenido de un pensamiento
puede ser aterrorizante, entonces también podemos decir que el temor que el
Conde Drácula suscita en los lectores y la audiencia es genuino porque el contenido de un
pensamiento engendrado por un autor también puede mover
emocionalmente.
¿Por
que alguien quisiera ser horrorizado? Si el horror contiene algo repulsivo...
¿por qué es atractivo, como lo atestigua la longevidad y popularidad del
genero? Las analogías religiosas como la
de Lovecraft o psicoanalíticas son interesantes
pero no lo suficientemente generales. No todos los objetos de horror inspiran sentimientos de temor y admiración y no todos
son objeto de represión como indica el sicoanálisis.
Tal
vez, la explicación sea mas simple. En gran parte el genero de horror en la
cultura actual es narrativo. Según
Carrol la gratificación en este genero no viene del monstruo como tal, sino de la
completa estructura narrativa que enmarca la presentación del monstruo. Esto no significa que el
monstruo sea irrelevante o que el
interés y placer en el genero pudieran ser satisfechos con cualquiera otra narrativa. El monstruo es
un ingrediente funcional en las historias de horror y no toda narrativa
funciona exactamente como la narrativa del horror. En estas, con frecuencia,
las historias se centran en probar, descubrir y confirmar la existencia de algo
que es imposible, algo que desafía los esquemas conceptuales vigentes. Es parte de la historia, en contra
de la creencia cuotidiana acerca de la naturaleza de las cosas, que tales
monstruos existen. Lo que la audiencia
espera de la historia es si su existencia será confirmada. Y cuando se confirma la audiencia quiere
saber acerca de su naturaleza, su identidad, su origen, sus propósitos, sus
poderes y debilidades y como seria posible confrontarlo. En gran medida la historia se mantiene por la curiosidad. En
otras palabras, la atracción del monstruo radica en su inexplicabilidad que impulsa al lector o espectador a participar
en el proceso de desvelamiento, descubrimiento, explicación y confirmación. Todas las narrativas contienen el deseo de
conocer, de saber, a lo menos, el resultado de la interacción de fuerzas que componen la trama de la historia. La
ficción de horror es una variación especial de la narrativa. En el centro de
ella hay algo que en principio se da como incognoscible, algo que no puede,
dada la estructura del esquema conceptual, existir y no puede tener las propiedades
que tiene como lo vemos en la novela “Los Parásitos de la Mente” de Colin
Wilson... “Fue una locura frustrante. Poseíamos el gran secreto; le habíamos
advertido al mundo . Y, sin embargo, en un sentido fundamental, seguíamos tan
ignorantes como siempre ¿Quiénes son estas criatura? ¿De donde vienen? ¿Cuáles
son sus objetivos? ¿Son ellas realmente inteligentes o son tan carentes de
inteligencia como los gusanos en el queso?” Por supuesto el lector quiere
conocer estas respuestas y continua leyendo
hasta el fin de la trama.
Hay
una relación funcional, dice Carrol, entre los seres que caracterizan el genero
de horror y el placer e interés que la ficción
mantiene. El placer deriva del develamiento del ser que, por definición,
es imposible y desconocido. El disgusto
y horror que tales seres engendran es el precio que pagamos por el placer del
conocimiento. No es que busquemos el disgusto, sino el disgusto es un acompañante
predecible en el descubrimiento de lo
desconocido. Las creaturas horribles
contribuyen a mantener el interés en el develamiento de la trama en un grado bien importante porque su anomalía fija nuestra atención y estimula nuestro
apetito cognitivo en algo que es inconcebible. La paradoja del horror es que
los monstruos generan respuestas
ambivalentes. Son inquietantes, repulsivos y asquerosos, al violar las
categorías culturales que definen el mundo. Pero, al mismo tiempo, también son objeto de fascinación. Horror y fascinación no están relacionados
por definición. No todo lo que fascina horroriza, ni todo lo que horroriza
fascina. Pero, en el contexto de la ficción de horror hay una fuerte
correlación entre uno y otro porque ellos convergen en un objeto que es una
violación conceptual.
¿No
será que la resurgencia del ciclo de horror que hoy vemos se deba al hecho de
que articula la ansiedad contemporánea acerca de la estabilidad de las
categorías culturales en el momento en que el orden internacional que surgió
después de la segunda guerra mundial pareciera entrar en su etapa final de
desintegración? Cuando la “Pax Americana” empieza a debilitarse la
inestabilidad captura la imaginación de tal manera que ahora todo aparece como
riesgo. El “American Dream” se sustituye
por el “American Nightmare”.
Nieves
y Miro Fuenzalida.
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