¿No es irónico que la crítica de la sociedad de masas
iniciada por la Escuela de Frankfur se
haya transformado en una de las fuerzas del consumismo en las últimas décadas? “No Logo” de Naomi
Klein, uno de los títulos mas populares dentro del movimiento anti neoliberal,
no se ha convertido en la practica en un
rechazo del consumo, sino que la reiteración de la critica de la sociedad de masas se
recicla en una basta literatura de consumo. Si hay alguna duda solo miremos algunos
titulo en el mercado norteamericano… “Fast Food Nation”, “Adbuster”,”Culture
Jam”, “Luxury Fever”, etc. Cada uno de ellos es un “Best Seller”que podemos comprar
en el mercado del barrio junto con la
Coca Cola.
El crecimiento económico es un factor positivo en la promoción
de la felicidad humana. Mientras mayor riqueza haya mayor habilidad tenemos para satisfacer
nuestras necesidades y deseos, aliviar
el sufrimiento y las enfermedades y llevar a cabo nuestros proyectos. Pero, esto no significa que más y más sea
mejor. Según algunos estudios económicos
cuando el GDP alcanza 10 mil dólares per capita, un mayor crecimiento no genera
una mayor ganancia en la felicidad promedio. Los países desarrollados que han
pasado ese nivel en lugar de mostrar un
nuevo incremento de felicidad sufren una declinación. El crecimiento deja de producir mejoramientos y
paradójicamente aumenta el desempleo, la diferencia entre pobres y ricos, la inseguridad laboral, las horas de trabajo y la
deteriorizacion del ambiente ¿Qué es lo que pasa aquí?… ¿Cómo las sociedades
que han logrado producir tanta riqueza fracasan en asegurar, en una medida
apreciable, el mejoramiento social? ¿No será
que se prefiere gastar el dinero en el consumo de mercancías? Si esto no
nos produce mayor felicidad… ¿por que lo hacemos? Es a esta obsesión compulsiva
a adquirir más y más mercancías sabiendo que nos llevara a hacer sacrificios
irracionales a lo que llamamos
consumerismo.
La
identificación entre sociedad de consumo
y sociedad de masas revela una
sociedad de conformistas compulsivos
sujetos a la permanente manipulación de las Corporaciones y la publicidad. El
hecho obvio es que la mayoría de los adolescentes exigen usar ropas y estilos
de vida idénticos a todos los otros. Lo
que quieren es ser aceptados. Sin embargo, la idea de que el consumismo es
motivado por el deseo conformista no es del todo tan evidente. Una buena porción
de la población adulta, por ejemplo,
gasta el dinero en mercaderías que confieren distinción, que les
permiten sentirse superiores, mejor informados o diferentes y distintos a la
horda. El negocio de la publicidad ha
descubierto hace ya mucho tiempo que es el disconforme y no el conformista el
que motiva el consumo. Es el nombre comercial del producto el que diferencia a
la mercancía, el que los separa de los otros. La gente busca una marca
comercial determinada por la distinción única que confiere.
La reacción en contra del consumismo tiene una vieja
tradición que se presenta como la crítica de lo que los otros compran. Donde
mas obviamente se ve es en el puritanismo religioso. El mundo material es
pecaminoso y corrupto. El verdadero sujeto religioso solo encuentra felicidad en lo espiritual. Si la crítica del
consumismo se hubiese reducido solo a
esta visión puritana nunca hubiera logrado credibilidad en la izquierda. Es solo
con los escritos de Marx que esta la
adopta como arma en contra del orden económico. Según el filosofo alemán el
capitalismo sufre de crisis periódicas de sobre producción. El interés del
capitalista es bajar los costos de producción introduciendo técnicas de
producción masiva para aumentar la cantidad de mercancías y disminuir la fuerza laboral. Estas dos estrategias, dice, son
contradictorias… la producción masiva aumenta el suministro de mercancías. Pero,
al mismo tiempo, reduce la capacidad adquisitiva del trabajador produciendo una
disminución en la demanda que termina con una sobre producción de mercancías que
el capitalista no puede vender. El resultado es una crisis de sobre producción
generalizada, una recesión que lleva a la
destrucción de la sobre producción con el fin de reajustar el sistema y
permitir que un nuevo ciclo de producción empiece.
Después de la segunda guerra mundial los países
industrializados, a pesar de experimentar un crecimiento in interrumpido, han
logrado disminuir los efectos de las crisis cíclicas negando las predicciones
de Marx. La respuesta que empieza a adquirir popularidad en los 60s para
explicar esta contradicción fue la idea de que la publicidad se introduce para
intentar resolver el problema de la sobreproducción.
La contradicción capitalista se resuelve transformando al ciudadano en
consumidor. La salida al exceso de mercancías es inducir a la gente a desear más
y más, a crear la compulsión a comprar. Como la industria produce mercancías
estandarizadas, la psicología del consumismo trata de crear una masa social homogénea
con características mentales y sociales
similares. El consumismo es concebido como un sistema conformista rígido que no
admite desviación de la norma. Las necesidades de consumo, dice Baudrillard, no
son dictadas por el individuo, sino por los requerimientos funcionales del
sistema productivo.
Este es el punto de contacto entre la crítica del consumo y
el rechazo a la cultura de masas. Si el sistema no tolera excepciones y su
existencia depende de la uniformidad, entonces, cualquier acto que no se ajuste
a ella pasa a tener el estatus de una trasgresión
políticamente subversiva. El consumidor
tiene el poder de desestabilizar la maquinaria rehusando comprar donde la industria publicitaria dice.
La rebelión
anticonsumerista, dice J. Heath, el rechazo a la conformidad masiva y a ser parte
de la maquinaria comercial es una fuente de considerable distinción. Las
sociedades capitalistas son
individualistas y ser “rebelde” se transforma en una nueva categoría social,
desde los Hippies y Beatnes de los 60s a los Punk y Ghothic de los 80s y los
Primitivos Modernos con tatuajes, aros y argollas perforando la piel. La
actitud implícita es la de rechazo a los valores dominantes…“a diferencia del
resto yo no soy engañado por el sistema”. Si el mensaje de la critica de la
sociedad de masa dice que la mayoría
somos tornillos de la maquinaria comercial, victimas inconcientes manipuladas
para servir las necesidades del mercado… ¿Quién querría, entonces, ser parte de
la sociedad de masas? A medida que la crítica
adquiere mayor credibilidad, mayor es el número que quiere distinguirse oponiéndose a la conformidad. La
oposición a los valores mayoritarios de la población es una marca diferencial.
El problema es que no todos pueden ser diferentes
al mismo tiempo. Si todos se unen al anticonsumismo este se transforma en el
nuevo consumismo. El rebelde tiene entonces
que inventar un nuevo anticonsumismo para restablecer la distinción. El
rostro del che Guevara fue en un tiempo un símbolo rebelde con un claro mensaje
revolucionario. Hoy día vemos su rostro en poleras que podemos comprar en
cualquier tienda junto a otras con las figuras de los Rolling Stone o los Hip Hop. El símbolo se hace común y pierde el filo transgresivo que una vez
tuvo. Desde el momento que la critica de la sociedad de masas ve a toda la
cultura como un sistema de represión y conformismo el estilo rebelde es
prácticamente infinito. El exceso transgresivo pierde su valor transformativo, pasa
a ser un elemento mercantil más y se convierte en parte del sistema.
La crítica del
consumismo insiste en tratar el consumo y la producción como si fueran procesos
independientes. Hace algún tiempo se inicio una campaña que ha atraído atención mundial y que busca
instituir un día en que nada se compre. Lo que se ignora aquí es que de una u otra manera mi ingreso se gastara.
Si no lo gasto lo deposito en el banco y otro lo gastara. La única manera de reducir el consumo es reduciendo mi contribución a la
producción. Igualmente, los que defienden el
consumo argumentando que crea trabajo para otros y que la disminución del gasto crea desempleo no
consideran el hecho que la reducción de gastos
no disminuye la demanda de trabajo. El aparato
bancario continuara circulando el dinero. La única manera de reducir el consumo
es trabajar menos y reducir mis ingresos. En este caso reduzco la demanda de
trabajo y creo desempleo. Solo que es mi propio trabajo el que disminuye, no el
de los otros.
La ilusión de la
rebelión anticonsumista es creer que sus
consecuencias pueden tener efectos notables en las instituciones políticas y económicas.
El cambio de la conciencia consumerista se ve como una estrategia más profunda
y efectiva comparada con el intento de controlar
o cambiar la maquinaria desde fuera. Después de más de cuatro décadas en existencia esta estrategia no se ha
mostrado muy efectiva. Lo paradójico es que esta forma especifica de resistencia
aumenta los efectos a los que inicialmente
la critica se dirigió generando, por el contrario, un ciclo de
transgresiones competitivas que hace mas
difícil avanzar una agenda política progresiva
en la determinación estructural de las instituciones sociales. La crítica
de la sociedad de masas no es lo mismo
que la critica del consumismo. Esta última no es la búsqueda de la
conformidad y no es el producto de la manufacturación
de deseos. Es, más bien, producto del
consumo competitivo, de la búsqueda por sobresalir y querer ubicarse por encima
de la masa. Al final del día el crecimiento económico pareciera a adquirir el carácter de una carrera armamentista más
que de un sistema de producción que expande su capacidad para satisfacer las necesidades
vitales de la especie humana.
Nieves y Miro Fuenzalida
Ottawa, Septiembre
2007.
No comments:
Post a Comment