En una novela del escritor de ciencia ficción Robert Heinlein hay una escena bastante
curiosa… “Hoag informo a Randall y su esposa que en el curso de su visita a
este universo el ha descubierto una o dos imperfecciones que intenta corregir en las próximas horas.
Randall y su esposa no habían notado nada. En su viaje a Nueva York, les ordena
Hoag, no deben abrir las ventanas del auto bajo ninguna circunstancia.
Emprendieron el viaje sin que nada excepcional ocurriera hasta que presenciaron
un accidente en el camino. Al comienzo lo ignoraron y continuaron su camino.
Pero cuando vieron una patrulla policial su sentido del deber prevaleció y se
detuvieron a reportar el accidente. Randall le pidió a su esposa que bajara la
ventana un poco. Ella accedió. Pero, al hacerlo, un grito se les ahogo en la
garganta. Al otro lado de la venta abierta no había sol, policía, ni carretera.
Nada... Nada, a excepción de una neblina gris e
informe pulsando lentamente como si tuviera vida. No pudieron ver la
ciudad a través de ella, no porque la neblina fuera demasiado densa, sino,
porque allí solo había el vacío. Ni sonido, ni movimiento provenían de esa masa
gris. La niebla empezó a fundirse con el marco de la ventana y lentamente se
deslizo al interior del auto. Randall
grito… “cierra la ventana!”. Ella trato de obedecer, pero sus manos se
enredaron nerviosamente. El la alcanzo a través de ella y la cerro para luego
hundirse pesadamente en su asiento. La escena cuotidiana volvió a ser
restaurada. A través del vidrio volvieron a ver al policía, al transito
callejero y a la ciudad en el horizonte. Cynthia puso su mano en su brazo.
“Maneja Teddy”. “Espera un momento”, dice el tensamente y se volvió a la
ventana. Cuidadosamente empiezo a bajarla, solamente un poco, menos de un par
de centímetros. Fue suficiente. El flujo gris e informe estaba allí afuera
nuevamente. A través del vidrio era posible ver el transito callejero y la luz
del sol. A través de la apertura… nada”.
¿No es esta “niebla gris e informe”
que irrumpe amenazadoramente en el borde que separa lo interior de lo exterior aquello que no ha podido ser reducido al orden
significativo, lo que se ubica mas allá del mundo mental? Si pudiéramos mirar
directamente el noumenon, la cosa en si, lo mas seguro es que nos llevaríamos
el susto de nuestra vida. Según los filósofos pos Kantianos la noción misma de
mundo no es simplemente la del universo o la de
todo lo que existe. Mundo es, más bien, una cierta categoría histórica,
una comprensión previa de lo que este ya significa, el reconocimiento de la pre
existencia, a lo menos históricamente, de una estructura que determina como el
mundo se nos abre, de un aparato conceptual que ya tiene que estar ahí para
decir lo que decimos y ver lo que vemos. En otras palabras, una ventana que nos permite
ver las cosas como cosas. La cuestión entonces ya no es, como dice el dicho,
ver para creer, sino creer para ver.
Visto desde otro ángulo esta “niebla gris e informe” muy bien podría ser
también la imagen del Apeiron de Anaximandro, el autor de uno de los fragmentos
filosóficos más antiguos y enigmáticos de la historia occidental… “De donde las
cosas tienen su origen, hacia allá tienen que perecer también, según la necesidad,
pues tienen que pagar pena y ser juzgadas por sus injusticias, de acuerdo con
el orden del tiempo”. Este origen es lo indefinido, lo indeterminado, lo
infinito. Un principio sin definición,
forma ni límite del cual todas las cosas
salen y al que todas vuelven. Este es el fundamento y la ultima realidad. Las sustancias individuales son
solo burbujas que se disuelven en el
tiempo al igual que los suspiros. El filosofo francés Levinas afirma abiertamente
que el mundo en si mismo, es decir en ultima instancia, es impersonal y anónimo
y no esta inherentemente compuesto de
seres específicos. Un elemento singular
informe desde donde las cosas de nuestra vida emergen, “una existencia sin existentes,
lo impersonal par excellence”. Y el físico David Bohm en “Wholeness and the
Implicate Order” dice que la realidad tangible de nuestra vida diaria es algo
así como una ilusión, semejante a la de la imagen holográfica. Subyacente a esta realidad,
según el, existe un orden mas profundo, un nivel de la realidad más vasto y
primario que da nacimiento a todos los objetos y apariencias de nuestro mundo físico.
En esta visión ultra holistica del cosmos todas las cosas conectan con todas las otras cosas formando una
totalidad indivisible en donde en principio cada elemento individual contiene
información acerca de cada otro elemento del universo. En breve, “El mundo en
un grano de arena”… El Apeiron, al parecer, goza de buena salud después de todos estos
siglos.
Si creemos que podemos reducir la
realidad a un solo nivel o estrato negamos que haya una pluralidad de cosas en
si mismas, autónomas unas de otras… ¿Cierto? Si todo es uno desde el punto de
vista del logos, como decían los presocráticos, entonces la pluralidad de cosas que experimentamos es
solo producto de los sentidos humanos y
la doxa. La nieve y los choclos ya no poseen un poder secreto yaciendo en sus
profundidades. Las pobres cosas, en esta
visión, desnudas de todo poder se quedan finalmente sin ser. Decir que todas
las cosas reflejan todas las otras o que
cada parte necesariamente contiene los trazos del todo… ¿no es esto olvidar que un
melón y un paraguas son dos cosas muy diferentes? Si todo es reflejo de todo entonces la misma
cosa muy bien podría ser una carreta, un
molino o un chimpancé. Es cierto que hay una conspiración entre las cosas. Pero,
no todas las cosas están en la misma conspiración.
¿Qué ha pasado con la búsqueda filosófica de un modelo de las cosas
consideradas como objetos autónomos y no solo como fenómenos humanamente
accesibles o meros reflejos del todo?
La noción de holismo adquirió un carácter prominente en la cultura del
siglo XX, una idea revolucionaria llena
de promesas que favorece los contextos y las relaciones por sobre la tendencia del sentido común y de las
nociones metafísicas de sustancia y esencia a dividir el mundo en una
serie de trozos independientes. Con toda razón el paradigma del holismo domina
hoy día nuestro pensamiento porque la riqueza
de sus análisis ha sido tremendamente útil al
proveer valiosos modelos
innovativos de investigación y transformación de la conciencia política.
Y, sin embargo, a pesar del descrédito y abandono de la idea de sustancia o
esencia, los objetos continúan haciendo
sentir pesadamente su presencia y
rehúsan ser reducidos a meros fenómenos.
Si todo es reflejo de todo entonces la misma cosa muy bien podría ser una carreta, una puerta o
un chimpancé.
El granero que se divisa a lo
lejos en la granja experimental se nos aparece a nosotros como una atractiva
imagen para ser fotografiada, bien diferente
a la imagen del empleado que se afana en reparar sus puertas, a la del par de
perros que corren a su alrededor, a la de las ratas que se cuelan por sus
intersticios, a la de los gusanos que se alimentan de su madera o a la de las palomas que se paran en su
techo. Aquí tenemos múltiples apariencias y el granero siempre puede sorprender
a cualquiera de los seres que lo
observan o ser descrito en formas totalmente nuevas sin agotar con ello toda su
historia. El granero es mucho más de
cómo se aparece a nosotros y también mucho más de cómo se le aparece a la multiplicidad
de las diferentes criaturas con las que
entra en relacion. Ninguno encuentra el
ser del granero “en vivo y en directo”. El
granero, en realidad, es más que todas sus apariencias puestas juntas porque
puede poseer cualidades que ningún observador actual esta equipado para
detectar. Pero, en un sentido mas profundo, el granero no es igual a todas las posibles apariencias que
pueda generar porque estas no son más que apariencias para otras entidades. El
granero es, si apretamos las cosas, algo
y ese algo no tiene carácter fenomenal ni tampoco es reflejo de un “infinito oculto e
indivisible”. Después de todo el granero no es lo mismo que un granizo, una
lila, un libro, una bicicleta, un gato, un café latté o un claro de luna. Lo que se oculta en cada
uno de estos casos es algo completamente diferente. En cada uno de ellos hay una fuerza real que
hace sentir su diferencia y peso en el mundo. Cada uno de ellos es un objeto,
no una mera apariencia, cuyo ser siempre se nos escapa. Cada uno de ellos tiene
“un no se que”. Todas las propiedades que definen el granero, por ejemplo, son
relacionales lo que significa que no hay como determinar su ser fuera de estas
relaciones. Pero ello no es razón para privilegiar exclusivamente la relacion.
Si no hay percepción que pueda lograr
actualizar el ser del granero es porque
el granero, en sentido absoluto, es
irreemplazable. Y es por eso que
tenemos problemas en agotar su realidad.
Lo que encontramos permanentemente es una multitud de objetos, algo así
como una capa subterránea de innumerables rocas, castillos, trasatlánticos,
cámaras de comercio, elefantes, sinfonías, artes marciales, revoluciones, bosques,
células cerebrales, hormigas, manzanas, tormentas, virus y circos que, como tales, además de tener un impacto en la realidad, exceden nuestro conocimiento y ocultan su ser.
El problema con este recuento,
sin embargo, es que si abandonamos los
fenómenos en favor de un mundo lleno de incontables objetos reales… ¿no corremos el riesgo de volver a un
realismo ingenuo pre kantiano, a un
naturalismo científico o, peor aun, a un
esencialismo clásico? El objeto que se ubica detrás de todas nuestras
percepciones recuerda lo que la filosofía clásica llama sustancia. El realismo
tradicional uso la sustancia solo en relacion con cierta clase de objetos de
acuerdo a criterios bastante diferentes entre uno y otro filósofo. A diferencia de este reduccionismo clásico de lo que se trata aquí,
en cambio, es de ver toda realidad como compuesta de objetos que poseen la misma dignidad. Todo lo
que hay en el mundo debe ser considerado en sus propios términos. Cada cosa,
dice el filosofo Graham Harman, ya sea un merengue de limón, una banda de rocks o un grano de arena permanece
como una unidad sustancial mas allá de
su relacion e impacto con otros y
ninguna de ellas puede ser considerada
como una ultima realidad de la cual
todas las otras son construidas. No hay última materia, solo
formas autónomas ejerciendo su poder en todo lo que se aproxime a ellas. Cada objeto
o sustancia es una cosa real considerada
aparte de cualquiera de sus relaciones con otras cosas. Y una filosofía del
objeto es la que trata de ver a este aparte de toda percepción y relacion
causal.
¿Pero, y este es un gran pero, como esto podría ser posible cuando las filosofías
pos kantianas han demostrado ampliamente
que solo tenemos acceso a la correlación
entre objeto y sujeto y nunca al objeto en si mismo? ¿Como, si el ser del
objeto es independiente de la percepción y la relacion causal, los objetos
pueden inter actuar? ¿Y como los
diferentes elementos que componen el objeto se relacionan entre si? Estas son algunas
de las dificultades que una ontología
del objeto enfrenta y este es el
proyecto de cualquier filosofía contemporánea
que trate de ir más allá del postmodernismo.
Nieves y Miro Fuenzalida.
Ottawa, Abril 2013
No comments:
Post a Comment