En los márgenes de tu conciencia residen fuerzas
que amenazan engullirse al yo. Ellas desafían
toda explicación e interpretación. El organismo se cubre de su vigilia y, sin
embargo, no puede existir sin su mirada. El sujeto, la sociedad y el universo
son una isla. Don Juan lo llama Tonal y cuenta nada menos que por la totalidad de uno mismo...
El juicio de Dios que estratifica el mundo y lo subyuga a la rigidez de la significación.
Las olas que se rompen en sus costas y distorsionan
sus imágenes, en cambio, surgen de las profundidades de un mar tan inmenso que
la mente es incapaz de sondear su expansión. Todo lo que podemos hacer es
presenciar su enormidad con temor reverente y adornarlo con la traición de un
nombre... Nagual. Es, también, todas las cosas, pero bajo condiciones tan diferentes que ya no podemos
hablar de organismos, sujetos, individualidades... La experimentación abunda y
el mar ha devenido en un flujo de intensidad con continuos y conexiones
afectivas que saltan a través de umbrales donde no hay sueños o fantasías para
ser interpretadas, ni imágenes infantiles para ser recordadas o palabras para
ser reconocidas. Hay solo colores, sonidos y velocidades que cruzan el yo que
revolotea y persiste como una oscura neblina amarilla... sumergido en un mar de
devenires... Al margen, el hechicero nace mientras camina sobre una luminosa
fibra de tensión… “Cambiar nuestra idea del mundo es el punto critico del
hechicero”.
Ariel
08/00.
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