Susan Neiman con razón dice que Nietzsche no estaba solo cuando
afirmo que concebir a la naturaleza como si esta fuera un signo de la bondad y
providencia de Dios era una mentira indecente, deshonesta y cobarde para
cualquier conciencia sensitiva. En el desmantelamiento del argumento del Gran
Diseño se encontraba en la compañía de Hume, Voltaire y Pierre Bayle... ¿Es el
mundo prueba de la sabiduría y magnificencia del Creador? ¿O, no será que los hechos sugieren el trabajo de una deidad
infantil practicando la creación de mundos y produciendo modelos que luego
tiene que deshechar? ¿O una divinidad ya demasiado vieja que ha empezado a
perder su genio?
Uno de los hechos
que implora atención, dice Neiman, es sin lugar a dudas la existencia de
la irracionalidad en el centro mismo de lo Real. La interminable sucesión de crímenes,
sacrificios y desgracias que la historia recolecta reclaman su lugar en el
orden de las cosas. Su mera existencia desestabiliza la esencia divina. Pierre
Bayle, en su diccionario histórico y critico publicado en 1697, remodela la formulación
clásica del problema del Mal, conocida
ya desde Lactantius y Epicuro..."Dios desea eliminar el Mal y no puede. O él puede o no quiere
hacerlo. O él no quiere y no puede. O él quiere y puede. Si él quiere y no
puede, el es débil, lo que no puede ser afirmado de Dios. Si él puede y no
quiere, entonces, él es envidioso, lo
que es contrario a la naturaleza de Dios. Si él no quiere y no puede, él es
envidioso y débil y, por tanto, no puede ser Dios. Pero, si él quiere y puede,
la única posibilidad que concuerda con la naturaleza de Dios, de donde,
entonces, proviene el Mal? ... Con lo que aquí nos encontramos es con la
existencia de tres proposiciones que no pueden co-existir simultáneamente. El
Mal existe. Dios es benevolente. Dios es omnipotente. No importa como las
ordenemos, movamos o doblemos es imposible mantenerlas unidas. Una de ellas
tiene que desaparecer y al hacerlo nos quedamos con una u otra forma de herencia.
Los argumentos
tradicionales que intentan comprender el problema del Mal abandonan la
benevolencia divina, reemplazándola por el terror implícito de las
religiones ortodoxas. Dios ha permitido el pecado para que su sabiduría brille
en medio del desorden que la maldad humana produce. La doctrina agustiniana del
regalo divino del libre albedrío es la salida teórica que permite atar los
cabos sueltos. La conexión entre el Mal moral y el Mal natural, para San Agustín,
era clara. Castigo infinito por culpa infinita. No es Dios el causante del Mal
moral. El Mal físico, empezando con Adán, es el castigo divino al Mal moral, castigo
que necesariamente fluye de la justicia divina. Dios no desea el Mal Moral,
pero tiene que permitirlo porque es condicion necesaria para la existencia del
libre albedrio. Para que exista la libertad verdadera, tiene que existir la
libertad para errar. Y errar ha sido nuestra historia.
La respuesta de
Bayle fue simple y directa. Dios, gracias a su capacidad omniciente,
sabia que el primer pecado humano seria contagioso y que produciria constante e
interminablemente todo tipo de crímenes imaginables y que su respuesta seria,
en consecuencia, el preparar cualquier variedad concebible de desgracias para la
especie humana en esta vida como plagas,
guerras, hambrunas, dolor, crueldad y desastres y, mas encima de todo esto, un infierno en el que un
numero indefinido de seres humanos serán atormentados eternamente... Según
Bayle, un donador bondadoso no ofrece regalos que causaran la desgracia a
quienes los reciben. Por cientos de años este argumento del Mal natural como
castigo por nuestros pecados fue aceptado sin reclamo y aun hoy persiste en
nuestras conciencias como reliquia pre-moderna.
Para Nietzsche,
el Mal es sufrimiento sin sentido. El dolor que tiene significado es mas fácil
de soportar. Si tiene sentido, entonces también tiene causa y consecuencia.
Inventamos el pecado y la redención porque preferimos el masoquismo al sin
sentido. Si nos culpamos a nosotros por el sufrimiento es para darle sentido a
la vida. No queremos aceptar el hecho de que el animal humano no tiene propósito.
La pregunta... para que existo?… no tiene respuesta. Detrás de cada gran
destino humano siempre resuena, cada vez más fuerte, el mismo refrán..."en
vano". Lo que el ideal ascético nos ofrece, cuyo ejemplo mas cercano es el
cristianismo, no es la eliminación del sufrimiento y la miseria humana, sino
una respuesta a la desesperada pregunta... sufrir, sufrir para que? El ideal ascético
le ofrece al ser humano un sentido, una interpretación que le permite llenar el
vacío. Si el Mal Natural que nos aflige es el resultado del Mal Moral que
cometemos, entonces, nuestro sufrimiento y miseria es inteligible. El Mal no es
dado, sino creado. El asceta crea un mundo ideal para oponerlo al mundo real.
Los valores se invierten y a la luz del más allá el mundo real es despreciado,
estropeando así el único mundo que tenemos. Para Nietzsche, los que condenan
este mundo solo reflejan su propia impotencia. El pensamiento nietzscheano
radicaliza el intento moderno de aumentar nuestra responsabilidad por el mundo.
De acuerdo con él, el ser humano es responsable no solo por la existencia del
Mal, sino también, por la existencia misma del concepto del Mal. Las concepciones teológicas
condicionan nuestra existencia. Para el cristiano, la vida se justifica
solamente a la luz del otro mundo. Adquiere significado cuando el fin de la
existencia lleva al cielo o al infierno.
Nietzsche no quiere nada de esto. Lo que
requerimos, dice, es una contra teología. La intención no es probar que esta va
a ser más verdadera o más profunda, sino más productiva. Afirmar que la
historia posee un objetivo final es tan fácil como afirmar que no lo posee.
Esta forma de pensar requiere ser abandonada y reemplazada por la franca admisión
de que no hay nada mas fundamental que la invención y experimentación con múltiples
estilos y perspectivas para encontrar aquellas ficciones que sean mas creativas
y vitalmente afirmativas. La perdida de certidumbre en los fundamentos
trascendentales que sustentan los valores no ha
afectado, como contrariamente se afirmaba, la confianza en instancias
particulares de ellos. La quema de brujas en la plaza publica,
ampliamente aceptada cuando se pensaba en la existencia de fundamentos sólidos, hoy día es
mayoritariamente condenada, independientemente de si los principios son
trascendentales o no.
Freud mantiene,
como nota Neiman, una cercana afinidad con Nietzsche. Solo que rechaza lo que podría
denominarse las trazas utópicas que aun marcan su pensamiento. La crítica
nietzscheana a la moral cristiana contiene la promesa de una posible transformación,
del optimismo de imaginar la transvaluacion de los valores. El realismo psicológico
de Freud, en cambio, nos confronta con la profundidad e inescapabilidad de la
ambivalencia psicológica que yace en el fondo del inconsciente. Esta
ambivalencia, en el psicoanálisis, no es solo un término vago general que
expresa algún tipo de conflicto, sino una noción que posee un sentido mucho mas
preciso. Es el reconocimiento de la existencia de una oposición o contradicción
en el centro mismo de nuestra vida
mental, en donde la afirmación y negación son simultáneas e inseparables. Esta oposición,
porque es inconsciente, nunca logramos resolverla o controlarla
completamente. Si el Mal se caracteriza por la violación de las
prohibiciones morales, del dictado de la conciencia moral, entonces, la tentación
del Mal es inerradicable. Una ética de la honestidad exige que reconozcamos
esto como una característica constitutiva de nuestra vida psíquica. A
diferencia de los que creen que existe una respuesta racional adecuada al
estado natural del ser humano, Freud insiste que no podemos contener o
controlar completa y racionalmente la ambivalencia. Esta no es el resultado de
una caída o un acto del libre albedrio. El poder de la ambivalencia psíquica es
universal por lo que es irracional culpar al ser humano por su existencia.
El psicoanálisis
nos muestra que los deseos criminales son constitutivos y permanentes y la función
que la conciencia juega en la renuncia de los instintos y la represión de la
agresividad es vital para el desarrollo de la civilización. La desaparición de
la conciencia, como la historia muestra,
siempre es una posibilidad peligrosa que amenaza a la civilización con
explosiones de agresión y destrucción ilimitada. La crítica de Nietzsche
a la moral es desde la perspectiva de una moral más alta. Para Freud, en cambio,
la idea de una moral mas alta es una ilusión peligrosa porque nos invita a
pensar que podemos cambiar lo que no puede ser alterado. Nuestra vida psíquica
esta marcada por la permanente lucha instintiva inconsciente que la configura.
No hay solución final y sus consecuencias solo pueden ser moduladas dentro de
un rango limitado.
¿Es esta una
doctrina pesimista o un realismo psicológico que intenta disuadirnos de las
ilusiones acerca de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser? Según
Freud, una ética de la honestidad exige la consideración de los
diferentes factores que condicionan la responsabilidad humana. El hecho de que
no seamos responsables por nuestra herencia instintiva no niega la posibilidad
de una concepción positiva de la libertad y responsabilidad humana. ..."Si
intento clasificar los impulsos que están presentes en mi de acuerdo a estándares
sociales del Bien o del Mal, debo asumir la responsabilidad de ambos; y si en
mi defensa, yo digo que lo que es desconocido, inconsciente y reprimido no es
mi yo, entonces yo no debiera basar mi posición en el psicoanálisis"..."La
experiencia demuestra que, a pesar de todo, asumo la responsabilidad, que de
alguna manera siento la compulsión a hacerlo" Freud reconoce que hay
condiciones patológicas en las que el individuo sufre el sentido de culpa sobre
el cual no tiene control. Pero, al mismo tiempo, insiste en que hay un lugar
propio para la conciencia, el sentido de culpa y la responsabilidad. La regresión
y la barbarie son siempre una amenaza presente. Pero no significa que debemos
resignarnos impotentemente a ellos. Lo que queda es buscar permanentemente las
formas que fortalezcan las funciones del ego racional que permiten mitigar las consecuencias
destructivas de nuestros impulsos agresivos.
Hoy día, el
lugar común es afirmar que la distinción entre el Bien y el Mal es histórica.
Para el teólogo clásico ambas instancias estaban incluidas en la noción del
Mal. Para el modernismo, en cambio, estos son dos tipos de eventos
completamente diferentes. Maremotos, inundaciones y terremotos son el tipo de fenómenos
que las compañías de seguros llaman "desastres naturales", de los que
estamos libres de responsabilidad y que se ubican en las márgenes del
significado. En contraste, los campos de exterminación y tortura humana masiva del siglo XX representan todo lo que
el Mal puede significar en el presente. Filósofos, políticos y teoricos en
general se sienten hoy día más confortables hablando de violaciones a los
derechos humanos y de injusticias sociales que del problema del Mal. Pareciera
como si el fin de la teodicea hubiese dejado de lado el lenguaje del Mal en el
discurso ético y moral contemporáneo. La teodicea, entendida como la búsqueda
de una justificación del sufrimiento, se ha venido haciendo cada vez mas
irrelevante en nuestra vida diaria por la imposibilidad de justificar el Mal
y el sufrimiento inútil o por el maniqueísmo
vulgar característico de nuestra cultura popular en donde el Mal pasa a
representar aquello que odiamos y
despreciamos, por lo que necesita ser violentamente extirpado. Solo los grupos más
fanáticos e ideológicos emplean el lenguaje del Mal para identificar a aquellos
que quieren destruir.
Y, a pesar de lo
dicho, el problema del Mal continúa ¿No
es la creciente ansiedad contemporánea un índice de nuestra incapacidad para
prevenir o anticipar la explosión de nuevas formas del Mal? ¿Como podemos
obtener alguna comprensión, algún entendimiento conceptual de los horrores del
siglo XX y de los nuevos que empiezan a surgir en esta centuria? ¿Y que
queremos decir cuando designamos a algo como paradigma del Mal? Una de las
tentaciones más frecuentes es la de reificar el Mal, de pensar que este es una
peculiaridad ontológica fija de la conducta humana. Si lo hacemos fracasamos en apreciar
su dinámica. Siempre existirá el Mal humano. Como dice Freud, este es
inerradicable… Cierto. Pero solo en el sentido de que Mal siempre será algo
nuevo y concreto que requiere ser combatido y vencido. Nada es fijo y estático
en la condicion humana. Siempre habrá rupturas y nuevas orientaciones en el curso
de la historia. Una teoría del Mal, en el sentido de una comprensión compleja y
final, es imposible ya que no podemos anticipar sus vicisitudes. En palabras de
Levinas, el Mal es un exceso que resiste comprensión total.
Y, sin embargo, a
pesar de ello, no podemos renunciar al deseo de saber, de entender nuestra
propia crueldad para vivir con la ilusión de que, algún día, podremos disminuirla.
Nieves y Miro
Fuenzalida.
Ottawa, Marzo
2005.
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