Thursday, July 25, 2013

La Gitana






 Emergí de senderos y ríos subterráneos a la sonora conmoción  de la esquina de la calle 16 y La Misión en San Francisco. El aire ligeramente impregnado con el olor del día. Marcas territoriales yacen por todas partes... miembros de pandillas latinas holgazaneando en las esquinas, buscavidas y traficantes, cristianos re-nacidos cantándoles a convertidos potenciales, limosneros y borrachos, zombis y prostitutas. No hay necesidad de letreros fluorescentes. Apretón de manos, contraseñas, miradas y susurros, baladronadas asimilándose a los flujos del vecindario, cambios y transacciones de corrientes  silenciosas guiándolo a uno mas allá de la esquina hacia el interior de las calles, callejuelas  y pasadizos. Camino frente a la Taquería y el rasgueo de una melancólica guitarra se abre paso hacia mí para luego disiparse en  las luces del tráfico.  Una temblorosa mano se extiende pidiendo limosna, tatúes danzan en la piel perforada de un apresurado "skateborder" y el aroma de java me seduce a entrar  al café.  En el trasfondo suena St. German "Tourist"  mientras las páginas de un libro pasan delante de mis ojos, desencadenando una tormenta de ideas a través de mi mente. Las pulsaciones cafeinicas dirigen mis piernas vacilantes hacia la calle frente a una casa victoriana refaccionada que nunca había notado antes… Mi mente todavía sigue adherida a un  pensamiento. La figura de una gitana surge en el umbral... un gesto tientan mis manos… cruzando más allá del umbral y al otro lado de la mesa que sostiene una bola de cristal, las líneas que cubren las palmas de mis manos empiezan a vagabundear  mas allá de los confines de mi vida. Los susurros y lamentos que se escapan de esta gitana desconocida recorren las trayectorias grabadas en las grietas de las junturas que llamamos "yo". Ella habla de las diferentes líneas que componen y cruzan el basto vagabundeo de una vida. Las abruptas incisiones que claramente separan el trabajo de la familia, la infancia de la vejez,  la universidad del ejercito… rígidos segmentos que nos cortan en pequeños paquetes manteniendo una clara diferencia interna o ritmos desviándose en todas direcciones… la línea convencional que va de la escuela al matrimonio, la paternidad y la jubilación… la mayoría quedarían satisfechos con una lectura de las líneas mayores, pero la quiromancia es un arte y esta gitana es una prestidigitadora de los mas etéreos fantasmas. Se soba sus manos y un jirón de humo gira en torno… transparente y traslucido…  una nube neblinosa. Su voz se eleva y baja mientras señala las grietas microscópicas y las fisuras que se desvían y que luego  se entrelazan incesantemente con los rígidos segmentos de la línea de la vida. Los pequeños desvíos propulsados por atracciones y repulsiones subterráneas... dirigidos por una locura desconocida que merodea en los umbrales de lo que somos… haciéndolo a uno tartamudear y brincar a un ritmo diferente. Son flujos que oblicuamente estimulan nuevos senderos… el impulso que empuja a la tímida secretaria a perforarse  la lengua con un aro, la fuerza que lleva al burócrata  a la extravagancia del fin de semana… La pasión de un fetichista de zapatos a abrir una zapatería… los pequeños secretos ilimitados que yacen más allá de lo visible. Ella respira hondo y veo sus ojos voraces por primera vez... un vislumbre es todo lo que logro, en tanto el ventarrón apresura su vuelo. El sonido de una voz es todo lo que alcanza a mis oídos después de un momento. Su eco hace irrumpir una tercera y ultima línea... una línea que es la opuesta a la del destino. Las tortuosas dimensiones contenidas por la línea de ruptura son imprevisibles. La abrupta velocidad de su alejamiento de las otras dos líneas lo transporta a uno más allá del umbral de lo absoluto. Ya no podemos hablar más de esta línea, ya que debe ser construida y experimentada en el momento. Mis vagabundeos ya nunca más serán iguales, aunque camine estas calles otra vez. Me dirijo hacia una destinación desconocida mientras el flujo de la calle captura mis pasos una vez más y me impulsa hacia la vereda solo para pasar otra Taquería en la esquina de otra calle.

Ariel
2001

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