Nacemos
dentro de historias trastornadas... fantasías delirantes que se derraman en las
calles. Somos singularidades nomaditas... relámpagos de intensidad desatados en
los cosmos, desbordados con la libertad de vagabundear y explorar. La vida nomadica
es musical, compuesta de ritmos y
flujos, velocidades diferenciales, refranes y tartamudeos que se dispersan en
todas direcciones, desparramandose en el paisaje, haciendose indistinguible del
medio. Debido a esta condicion, nosotros los momades siempre corremos el riezgo
de rodar en la redundancia y ser absorbidos dentro de un hoyo negro o de
resbalar dentro de una fantasia sin salida por temor de perderse asi mismo en
la jornada... de convertirse en algo irreconocible. Contacto con el exterior es
crucial. El dar una mano cuando los senderos se cruzan... un pacto que siempre
se basa en alianzas profanas y enlaces en contra natura. Caminamos con Pan
entre nosotros. Nuestras resonancias formando bandas, hordas y emjambres.
Uniendonos por un minuto, un dia, un año, una vida entera. Pero siempre en
movimiento, paseando, vagando, escapando y creando. Todo a diferentes
velocidades... es siempre una cuestion de velocidad. Nuestros bordes siempre
borrosos y escualidos cuando entramos en el mar del quantum con su materia
inestable, flujos de intensidades fugitivas y particulas totalmente insanas.
Nuestras huellas emergiendo de la sopa pre-biótica... un cuerpo sin órganos... un mito antes del
tiempo. Si alguna vez te has embarcado en un viaje triptaminico es el momento
cuando el cosmos se desgrana... el descosimiento de la trama de la realidad.
Ariel.
Junio
/ 2001.
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