Friday, January 10, 2014

El mono en el cubiculo



                                         
 ¿Hay alguien que realmente no haya sentido en algún momento de su vida una cierta sensación de encierro, de constreñimiento y sofocación  que le hace  soñar  con espacios ilimitados y mundos diferentes… con abrir la puerta y salir?

Mr Seaman, uno de los paciente del “Hospital St. Vincent”, nos contaba, en una ardiente   y húmeda tarde de verano, que en la década de los 70 un equipo de científicos aisló varios chimpancés, cada uno en piezas separadas, a los que se les enseño a comunicarse por medio de botones marcados con símbolos…  si querían un plátano apretaban un botón marcado con el dibujo de un plátano el que inmediatamente caía por un tubo. De esta manera ellos podían satisfacer también otras necesidades, como la obtención de agua, cambios de luz, de  temperatura e incluso afecto físico. Cuando el mono apretaba el botón adecuado, uno de los investigadores entraba a la pieza, lo abrazaba y jugaba con el por algún tiempo antes de irse nuevamente. En este experimento, el mundo entero del chimpancé quedaba reducido solo a lo que ellos podían conseguir a través de los botones, a los factores de costo y a lo que los investigadores tenían en mente. En total, había doce botones.

El propósito de esta investigación, nos contaba Mr. Seaman, era  el de averiguar si el animal era capaz de notar los cambios de símbolos en los botones y leer correctamente su nuevo ordenamiento. Así, el plátano que caía al apretar el segundo botón, ahora caía al apretar el quinto. La habilidad inmediata del mono para actuar de acuerdo con esta nueva situación fue considerada por los expertos como una nueva revelación científica, indicando que estos animales eran capaces de entender y usar abstracciones y que podían iniciar el mismo tipo de procesos mentales asociativos y simbólicos que los humanos.

Pero, como dice Mr. Seaman, también es posible extraer otras interpretaciones diferentes. El experimento, por ejemplo, nos puede indicar que el chimpancé en el laboratorio sufrió una acelerada versión de la historia humana y que, como cualquier otro animal limitado, hará lo que sea necesario para sobrevivir y tratar de obtener lo mejor de una mala situación que escapa a su control. Cuando un animal con sistema nervioso de cierta complejidad es trasladado de su mundo natural a uno artificial, en donde su habilidad para sobrevivir se hace irrelevante, empezara a depender de quien controla el nuevo ambiente y usara su inteligencia para aprender aquello que sea necesario para ajustarse al sistema. Se concentrara, e incluso se convertirá en un adicto, de aquellas pocas experiencias que les son disponibles. Sus deseos y esperanzas físicas y mentales se reducirán exclusivamente solo a aquello que puedan obtener. A diferencia del chimpancé,  agrega Mr. Seaman, nosotros, los animales humanos, no fuimos capturados y encarcelados en una pieza o jaula zoológica… pero, después de muchas generaciones, nuestra especie ha sufrido una suerte similar.

Esta alucinante analogía, probablemente producto de una de las erráticas lecturas de Mr. Seaman  esta, según creemos, lejos de ser exacta… Y, sin embargo, a pesar de su romanticismo un tanto rousseaniano y de su exageración extrema nos provee, diríamos, con una cierta perspectiva provechosa. Nosotros también experimentamos un trasplante del medio natural, complejo y tridimensional en el que evolucionamos y que nos exigía el uso regular de nuestra musculatura y de todos nuestros sentidos. En contraste, ahora inter-actuamos mayormente con productos comerciales manufacturados tales como libros, papeles, televisión y pantallas, los que están constituidos típicamente solo por dos dimensiones y no requieren mas de dos sentidos y unos pocos músculos para su uso. En realidad, funcionamos en contextos tan diferentes de nuestro medio evolutivo, como el mono en el cubiculo. Al igual que el, es la cultura humana, mas bien que la naturaleza, la que nos provee con las limitadas elecciones que típicamente se nos dan en nuestra vida diaria. Si comparamos el medio ambiente natural con el que hoy nos toca vivir encontramos que en aquel teníamos que estar constantemente alerta a cada cambio y detalle de las actividades y reacciones de los otros seres vivos y el medio cercano a nosotros y toda la inter-acción que éramos capaces de experimentar a través de nuestros cinco sentidos era vital para nuestra sobrevivencia. Solo que esos talentos invaluables en aquella situación, talentos que hacían la diferencia entre la vida o la muerte, son totalmente inservibles, e incluso contra-productivos, en nuestra vida moderna. Si hoy pudiéramos identificar 56 diferentes variedades de copos de nieve o distinguir trescientos diferentes modelos de sueños con sus significados o los diferentes tonos de amarillo de la rosa salvaje, de poco nos serviría para mejorar nuestra situación en la competencia económica. Lo que nos queda, en cambio, es auto-recrearnos para encajar en la civilización tecnológica contemporánea. Re-diseñar nuestra personalidad con aquellas cualidades que puedan transarse en el mercado… pensamiento rápido, agresividad, competitividad, manipulación, encanto personal. Son estas las que nos permitirán triunfar y obtener algún grado de satisfacción en nuestra monótona vida de trabajo y consumo.

¿Seria ir demasiado lejos al comparar los cubículos experimentales del chimpancé con las oficinas de las corporaciones o el estado moderno? Quienes diseñaron tales ambientes de trabajo sabían lo que estaban haciendo. La eliminación de estímulos sensoriales definitivamente aumenta la atención en el trabajo que necesitamos  llevar a cabo con la exclusión de todo lo otro. Con el ambito de experiencias drásticamente reducido en las oficinas conteporaneas, los estímulos que quedan –trabajo mental, manejo de papeles- estas permanecen mas tiempo y adquieren una importancia que no tendrían en un ambiente mas complejo, rico y estimulante. Si el trabajador adquiere cierto interés en lo que hace, es mayormente porque eso es lo que hay disponible para llamar su atención. Además, no olvidemos, el empleado no tiene decisión en lo que se le presenta para llamar su atención. Eso esta determinado por otros.

Nuestro mundo moderno, de cubículos comerciales y gigantescos edificios de departamentos, de alguna manera nos hacen recordar las pequeñas piezas en las que los chimpancés del experimento tuvieron que vivir, especialmente cuando nos sentimos restringidos, confinados y deprimidos. Pero, lo toleramos porque nos continúa proporcionando plátanos y, de vez en cuando, un abrazo. Evidentemente nos gusta  mantener los plátanos, la seguridad y comodidad… solo que también nos gustaría abrir la puerta y salir.

Nieves y Miro  Fuenzalida
Ottawa, Septiembre 29 de undosmildos.

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