Thursday, September 12, 2013

Eco




Permíteme contarte una historia, o mejor dicho un cuento de un nómada vagabundo que llego a los bordes de una aldea cuyos habitantes estaban compuestos de ecos. Lo que el nómada vio fueron cuerpos sonoros resonando infinitamente entre ellos. Susurrantes quejidos que en la noche  se volvían risas tan pronto como rebotaban en el solitario precipicio. Sonidos alimentándose de sonidos. Caminares tartamudos a través de las avenidas de los parques.  Aglomeración de sonidos quejumbrosos transformándose en bandas, hordas, furias y enjambres...  apoderándose del silencio de la noche con sus gritos escalofriantes... gemidos de staccatos perforantes embrujando las profundidades del alma. Con cada paso, el zumbido de las abejas proustianas  se recogían   en  su  mente  para  jugar con los ecos de su pensamiento... Un pensamiento tan distante que sus contornos malamente podían ser  repetidos. A través de ritmos cascadiantes, el pensamiento emergió simbióticamente  del  zumbido que sacudía  el polvo de su cara. Una cara gastada por el tiempo... cuyas arrugas se erguían como monumentos. Esos ojos, que habían vislumbrado millones de espectáculos permanecieron silenciosos. Un pensamiento se descolgaba del tiempo...  en tanto un eco nacía.

Ariel.

Jul/01

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