A finales del siglo la industria
cultural del movimiento“New Age” y “Neo
Pagano” hace sentir su presencia en el mundo de los libros, la prensa y el
Internet. Prácticas medicinales holisticas, terapias de hierbas, curación psíquica, masajes, meditación, yoga, ayunos, el futuro de acuerdo al
Tarot, I Ching y viajes astrales prometen una vida más espiritual, pacifica, tolerante
y saludable. La mezcla a medio digerir de
creencias espirituales de diferentes culturas como el Budismo Tibetano,
Hinduismo, Taoismo, Practicas Indígenas,
Astrología, Teosofía o Hermetismo se ofrece como el camino a estados superiores
de conciencia y transformación social que en el futuro próximo inaugurara una
era de verdadera conciencia espiritual. Lo que una vez solo encontrábamos en
los rincones polvorientos de librerías
de ocultismo hoy día se encuentra
disponible en versión popular en kioscos
de diarios, súper mercados y en la punta de nuestros dedos. A comienzos de
siglo el movimiento alcanza su cima y la
industria del “New Age”, solo en Estados
Unidos, tenía ya un valor de 10 a 14
billones de dólares.
Una creencia bastante común
dentro del movimiento “New Age” es la de que el camino a estados
superiores de conciencia requiere la liberación de la mente. Algunos vestigios de esta idea los
encontramos en las filosofías orientales, especialmente en el Budismo, pero su
atracción en occidente, pensamos, tiene
más que ver con la revolución sicodélica de los 60s que con ninguna otra cosa. “Abre tu mente y
deja que el yo desaparezca”. “Sintonízate con el ritmo del Universo y tu cuerpo lo
seguirá”. La idea clave en toda esta narrativa, hasta hoy, es la de la pérdida del ego, su disolución en beneficio de una realidad más amplia. El
ego, dicen, es una ilusión poderosa que
existe en nosotros y crea la apariencia de separación con el todo. Un fantasma
que controla nuestra vida y que impide el conocimiento de nuestra verdadera
naturaleza. Y para confirmarlo les gusta citar al monje tibetano Sogyal Rimpoche…“Dos
personas han estado viviendo contigo toda tu vida. Una es tu ego, charlatán,
exigente, histérico, calculador, egoísta. La otra es tu ser espiritual oculto a
cuya sabiduría raramente le haces caso o escuchas”. Cuando transcendemos la ilusión
del ego y dejamos atrás el narcisismo accedemos a los aspectos más altos de
nosotros mismos y empezamos a vivir de acuerdo con la conciencia cósmica. Según Richard
Bucke, un psicólogo canadiense de mediados del siglo XIX, el término conciencia cósmica indica la interconexión y presencia viva del
Universo opuesta a la idea de materia inerte. La experiencia de la conciencia cósmica, dice Deepak Chopra,
uno de los mas populares exponentes del “New Age”, revela que uno no es cuerpo y alma, que solo se dan
en el ambito del cambio, sino un espíritu o naturaleza eterna que trasciende el
espacio y el tiempo. Y para “The Arcanum”, una publicación que sigue la
tradición hermética, la conciencia cósmica es un estado superior de iluminación que esta más allá del yo y la
auto conciencia.
En otras palabras, si el ego no
existe tenemos que aprender a desprendernos
de su ilusión para
vivir de acuerdo a nuestra verdadera naturaleza. Si el ego es real,
entonces tenemos que dejarlo atrás en el
camino al alumbramiento. En ambos casos
el ego es un estorbo del cual hay que desprenderse.
Para Descartes el asunto
es bien diferente. Cuando el sometió a la duda sistemática a todo lo que existe se quedo solo con una realidad, una sola verdad
de la que era imposible dudar… la duda misma. Este es el límite último de
toda posible duda ¿Por qué? Porque puedo dudar de la existencia de esta
computadora, pero no puedo dudar de que dudo de su existencia. Aquí la duda se
tropieza consigo misma y se aniquila. Dicho de otra manera, la duda es posible
a cambio de no tocarse a si misma. Entonces,
la cosa es esta… dudar es
parecerme a mi que algo es problemático y parecerme a mi algo y pensarlo son la misma cosa. Por tanto, la duda es un
pensamiento. Para dudar o negar de la
existencia de un pensamiento tengo que pensar este pensamiento y al pensarlo lo
realizo ¿Y quien lo piensa? Yo. Un yo pensante que se genera a si mismo. La afirmación
“Yo pienso, luego yo existo” es tan cierta que dudar de su veracidad es imposible. Según Descartes, no podemos dudar de la existencia
del yo porque en el mero acto de dudar el yo este se declara a si mismo. “Dudo
de que yo existo” solo puede ser pensado si hay un “Yo” que formula la duda. Si aceptamos el razonamiento cartesiano, entonces
la idea de que el yo es una mera ilusión
es totalmente falsa.
El argumento de Descartes
es sólido aunque no libre de dificultades… “Pienso, luego yo existo”…
¿Realmente? Piensa otra vez..
El problema, como sus críticos han demostrado, es que el presume mas de lo que el argumento
permite. Cuando pensamos, lo único cierto es que hay pensamiento, pero no, necesariamente, un yo real. Según el filosofo escocés David
Hume un simple acto de introspección muestra la imposibilidad de encontrar el
yo. Lo que si encontramos son
pensamientos, recuerdos y sentimientos
particulares y no un yo que los esta teniendo. El yo no es una entidad singular, una sustancia, que tiene pensamientos y sentimientos, sino
que es la colección de pensamientos y
sentimientos que se inter conectan a si mismos. Curiosamente, el Budismo
también habla de componentes en su visión del “no yo”. El ser individual esta
compuesto de cinco factores que son la forma física del cuerpo, los
sentimientos, las percepciones, las formaciones mentales y la conciencia. Sister
Vajira, un contemporáneo del Buda, compara el yo con una carreta. Solo podemos hablar propiamente de una
carreta, dice, cuando todas las diferentes partes que la constituyen se conectan entre si. Una carreta es simplemente
sus partes dispuestas de una manera
apropiada. No podemos hablar de un carro que exista separado o arriba de las partes que lo componen. En la
misma forma, lo que llamamos yo es solo los cinco componentes apropiadamente
dispuestos. No hay un yo sustancial que
exista aparte de ellos.
De acuerdo con estos
razonamientos difícilmente podríamos decir que el yo es una mera
ilusión. La analogía de la carreta no dice que la carreta es una ilusión. El que
no sea más que la suma de sus partes no
significa que esta suma no exista. Si la carreta es la suma de sus partes,
entonces, mientras la conexión de partes
exista la carreta existe. La única ilusión seria creer que la
carreta es algo diferente a la colección de partes que la componen. Igualmente,
en el único sentido en el que el yo pudiera aparecer como una ilusión seria pensarlo como una entidad separada que existe
independientemente del cuerpo, el pensamiento o los sentimientos que lo
componen.
Si este es el único sentido en que podemos hablar de la existencia del
yo como una ilusión, entonces no es
suficiente para justificar la creencia
de que para lograr un estado de desarrollo superior tenemos que desprendernos de el. En el ejemplo
budista sabemos que la carreta es solo la correlación de sus partes, pero este
saber no nos autoriza a pensar que deberíamos desmantelar esta correlación para que la carreta posea una forma de
existencia más verdadera. Si el yo es producto del funcionamiento apropiado del cuerpo y el cerebro de donde surgen los pensamientos, sensaciones y emociones y
recuerdos, entonces no hay razón para creer que podemos tener una vida mas
autentica si lo disolvemos en nuestro
viaje hacia estados espirituales
superiores. Es cierto que la trampa del egocentrismo nos condena a un mundo inmensamente más limitado y odioso que
el
de una vida menos preocupada de
si misma. Pero esto, a lo más, implica remover
obstáculos mentales que impiden llevar una existencia productiva y no la
disolución del ego.
Perder el sentido del yo lleva a la experiencia de la unidad con el
universo. Si perdemos nuestra individualidad nos sentiremos parte del gran todo
que es la existencia ¿No es esta idea
falta de sentido? Si uno durante la meditación o la experiencia mística pierde el sentido de
la si mismidad no podría reportar ningún
sentimiento de unidad con el universo. Al final de la experiencia meditativa o
mística lo único que uno estaría reportando seria haber perdido toda sensación
conciente, algo así como estar volviendo de la anestesia. Cualquier sentimiento
o experiencia transpersonal que reportemos tiene que haberse dado en un yo, de lo
contrario no habría experiencia de
ningún tipo que reportar.
Si descontamos el obvio interés
comercial de algunos promotores del movimiento “New Age” hay mucha gente que
sigue sus prácticas creyendo en una vida menos egoísta si se desprenden del ego. Una vida más pacifica, contenta y
harmónica. Lo paradójico es que, lejos de perder el ego, ellos solo
entran en otra forma de auto gratificación. Puede que sea una vida menos
materialista y menos dañina al centrarse
principalmente en el estado de lo que
ellos llaman alma. Pero, así y todo, sigue siendo una vida guiada por el auto
interés ¿Cierto? Lo que importa, según sus practicantes, es como somos interiormente, como satisfacemos
nuestro ego con un discurso espiritual y no como eliminarlo.
¿Cómo uno navega en el mercado de las ideas y creencias sin perderse en
el desorden de su multiplicidad? No hay mejor criterio para evaluar las ideas que la argumentación y critica racional que no toma ninguna cosa por segura.
Si un argumento es defectuoso puede mostrarse de que manera lo es. Si durante una experiencia meditativa
sentimos ser uno con el universo no significa que lo seamos. Lo que no debemos
perder de vista aquí es el hecho de que lo que reportamos son estados
subjetivos y no cuestiones de hechos. Cuando alguien reclama que la experiencia
mística no puede ser expresada en palabras lo que queda es la fe y frente a la
fe no queda nada por decir.
Una de las ideas más básicas que hoy día tenemos es la de que somos
animales físicos que no podemos
sobrevivir la muerte de nuestro cerebro. La evidencia empírica proviene de
ciencias tan dispares como la antropología, arqueología, biología, química y
neurología. De acuerdo con las ciencias
genéticas compartimos el 98.4% de nuestros genes con los chimpancés, 95% con
los perros y 74% con gusanos microscópicos. Si esta es una cuestión elemental, entonces no hay
razón para suponer que nuestra personalidad depende de otras fuerzas o
principios misteriosos que cuelga del cielo ¿Podría uno decir que viejas religiones
y creencias carentes de evidencia, creadas miles de años atrás cuando nada se sabía
acerca del funcionamiento del sistema nervioso,
serian mejores alternativas al
pensamiento moderno?
Nieves y Miro Fuenzalida.
Ottawa, Marzo 2013