Darren Groingen, un pintor de Ottawa, le dijo
al periodico de la ciudad que el sabía
cuanto iba a pedir por su obra de Arte antes de tomar el pincel. Cuando el
panel de acrílico y vidrio se exhibió en
un local de la calle Sussex su precio
fue de 1 millón de dólares. La pieza artística consistía en un panel de vidrio
de 1.8 por 2.4 metros con la ampliación de fotos de la niñez del artista y sus
hermanas adheridas a él. La escena del juego infantil se contrasta siniestramente
con una manguera de jardín que parece estar vomitando sangre que se desparrama
debajo del vidrio. El joven artista de 30 años admitió que decidió fijar el
precio de su trabajo como un golpe publicitario. 500 personas asistieron a su presentación. Luego, en una entrevista periodística, expreso…“Encuentro
interesante como tan pronto el aspecto monetario entra en juego toda la atención
se dirige a él, lo que pienso que es lamentable. Pero, si uno quiere jugar el juego
y capitalizarlo, uno puede” (“The Ottawa Citizen”, June 14, 2005)
Varios criticos de arte creen que el
funcionamiento de la escena artística contemporánea ha venido desplazando la
noción de que el objeto de la Estética es la belleza. Lejos están los días
en que habian simples estatuas o
pinturas con marcos. En 1994 Damien Hirst exhibió una oveja muerta en una
pecera con preservativos. Lo que hoy
encontramos es el lado opuesto de la belleza, su lado obsceno que tenia
como fin el remecernos y sacarnos de
nuestra somnolencia.
¿Por qué hoy día este
tipo de manifestación ha empezado a perder su capacidad transgresiva, su
intención provocativa y su apariencia escandalosa?... ¿No será esto debido, más
que a la
mercantilización cultural, a la
"culturalizacion misma de la economía mercantil”?
La cultura contemporánea,
dice Zizek, debido al viraje hacia la
economía terciaria (servicios, productos culturales) se ha venido convirtiendo
cada vez más, no solo en uno de los sectores del mercado, sino en su componente
central. La arrogante provocación de la lógica “avant-garde” hoy es solo parte
del recuerdo. Su vieja capacidad para
choquear al “establishment” es hoy, ironicamente, parte de ese mismo
“establishment”. Cada vez mas el aparato económico cultural para
reproducirse en un mercado furiosamente competitivo se ve obligado a
producir mas y mas efectos
choqueantes para mantenerse vivo. Por si hay alguna duda, es cuestión de mirar
la industria propagandista. Si atendemos a las nuevas orientaciones dentro
de las artes visuales podremos descubrir que junto a las simples estatuas y
pinturas con marcos se encuentran entrañas de animales muertos, marcos
solitarios que nada enmarcan y gastroscopias del interior del cuerpo humano.
Aquí, como en el campo de la sexualidad, la perversión deja de ser subversiva y
el marques de Sade vuelve al mercado. Los excesos choqueantes son parte del
sistema y el sistema se alimenta de ellos.
No es que el Post-Modernismo se distinga por la exhibición
“excremental” morbosa. Lo que pasa es que el exceso transgresivo iniciado en el
Modernismo pierde su valor transformativo y pasa a ser un elemento mercantil más.
Nieves y Miro Fuenzalida
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