Sunday, March 3, 2024

La princesa y el filosofo

 

El psiquiatra e investigador Bruce Greyson cuenta que hace algunas décadas atrás una mujer que acababa de intentar suicidarse le hizo cuestionar todo lo que sabia acerca de la mente y el cerebro. Estaba a punto de saborear unos espaguetis, recuerda, cuando mi teléfono sonó y el tenedor se me cayo de la mano salpicando salsa de tomate en mi corbata. La llamada era para comunicarme que había llegado a emergencia una paciente con una sobre dosis y su compañera de habitación estaba esperando para hablar con conmigo. Cogí la bata blanca, me la abroche hasta arriba para esconder la mancha y baje a emergencia. En las notas leí que Holly, una  estudiante universitaria, por el momento estaba estable, pero inconsciente. Cuando la visite en la sala de emergencia con los cables de los monitores atados a su cuerpo, no reacciono cuando la llame por su nombre. Su compañera me esperaba en otra sala  al final del pasillo. Al juntarme con ella la invite a sentarse y me desabotone la bata debido al calor, dirigiendo el ventilador hacia nosotros. Me conto lo que había ocurrido... la encontré inconsciente en su cama, me dijo. Probablemente una sobre dosis del antidepresivo que acostumbra a tomar. Luego de recolectar toda la información que pude volví a la habitación y el enfermero que la atendía me dijo que ella no se había movido y seguía inconsciente. A la mañana siguiente volví a verla. La llame con voz suave. Abrió los ojos y le dije, soy el doctor Greyson, de psiquiatría. Cerro los ojos y asintió. Segundos después murmuro en voz baja... Se quien eres. Te recuerdo de anoche... ¿como así? le pregunte. Anoche parecías dormida, no creo que pudieras verme. Y, con los ojos semi cerrados, murmuro... No en la habitación. Te vi hablando con Susan, sentados en el sofá. Le pregunte... ¿alguien te lo dijo? No. Te vi. En ese momento no supe como proceder. Llevabas una corbata a rayas que tenia una mancha roja, dijo con convicción. Y continuo replicando la conversación que había tenido con Susan, sin ningún error, incluyendo el momento en que moví el ventilador. Quede totalmente desconcertado. Era imposible ¿como podía saber todos esos detalles? En la sala Susan y yo estábamos solos. Nadie sabia los detalles de nuestra conversación. Y solo alguien que hubiera estado en la sala podía haber visto la mancha en mi corbata. Pero ella lo sabia. Solo recién acababa de volver en si y no había hablado con su compañera desde el día anterior. Luego, su respiración errática me indico que se había vuelto a dormir.

 

Aquel incidente me dejo bloqueado porque no podía explicarlo. Solo había una imposible alternativa... que la parte de Holly que pensaba, oía y recordaba había salido de su cuerpo  y de algún modo me había seguido por el pasillo hasta la sala de espera y, sin tener ojos ni oídos, había percibido mi conversación con Susan. Pero esto obviamente no tiene sentido. A no ser que pensemos que el cuerpo y la mente son dos sustancias diferentes.

 

Y esto es justamente lo que pensó Descartes. La materia o la res extensa, según el filosofo francés, es esencialmente espacial. Ella tiene altura, profundidad y longitud o una o mas de ellas. No podemos decir lo mismo de la mente o la res cogitans. Ella no ocupa espacio, no tiene forma ni dimensiones. Su característica esencial no es el volumen, sino la consciencia. Y estas dos sustancias, a pesar de ello, interactúan.

 

Aparentemente Descartes no vio que aquí hay un problema. Y fue nada menos que una Princesa, Elisabeth de Bohemia, la que se lo dio a conocer en una carta de Mayo de 1643... si la mente afecta el cuerpo, debe entonces hacer contacto con el y para ello debe estar en el espacio  y tener extensión. En ese caso, el alma es física. En otras palabras, si hacemos una clara distinción entre física y fisiología, por un lado, y psicología, por el otro, nos quedamos sin un principio  que nos indique cómo se conectan o, mejor aun,  como interactúan. Y esta es la paradoja que da origen al problema del cuerpo y la mente. Un tremendo problema que no se lo debemos a Descartes sino a la Princesa que lo vio con una claridad meridiana y que nos persigue hasta hoy.

 

Una paradoja es un grupo de proposiciones verdaderas, pero que tomadas en conjunto son inconsistentes. Y esto es lo que ocurre con el problema de cuerpo y mente. En breve...

 

La mente es algo no físico.

El cuerpo es una cosa física.

La mente y el cuerpo interactúan.

Las cosas físicas y no físicas no pueden interactuar.

 

No podemos  negar ninguna de estas proposiciones. Pero, igualmente, no podemos afirmar que en conjunto sean consistentes. A lo menos una de ellas debe ser eliminada. Y al hacerlo terminamos con que la realidad   fundamental es enteramente material o enteramente inmaterial o, parcialmente material y parcialmente inmaterial. 

 

Con absoluta certeza, dice el idealista,  no puedo negar la posibilidad de que estoy en la Matrix y que toda mi experiencia del mundo exterior es  solo una mera  ilusión. Todo lo que tenemos son solo nuestras propias percepciones sensoriales ubicadas en la mente. Mas allá de ella no hay nada... “esse es percipe”. La llamada materia del mundo es fundamentalmente materia mental. Y nada mas.

 

Es bien difícil aceptar la creencia de que el sustrato de todo es de carácter mental. Pero, al mismo tiempo, también es bien difícil negar que la mente es lo primario y mas directo en nuestra experiencia y que todo lo demás es inferencia, a pesar de que la creencia mas común en nuestros días es la de que las sensaciones son parcialmente causadas por la realidad. Pero, a pesar de ello, hay que tener en cuenta que es ciertamente el cerebro el que las construye completamente para presentarnos el mundo en la forma que necesitamos para abrirnos camino en el.

 

Esto no significa, sin embargo, que no haya un mundo real ahí afuera que no depende de nuestras percepciones. Uno que a veces nos machaca y destruye. Para los naturalistas la realidad fundamental es completamente física y todo lo que hay depende finalmente de ella. La psicología, la fisiología, la neurología, la física y las ciencias cognitivas operan con el principio de que no hay actividad mental en la ausencia del cerebro, del sistema nervioso o de estructuras físicas análogas. La evidencia es abrumadora. El daño de una parte del cerebro destruye parte de nuestros pensamientos, elimina habilidades cognitivas y altera capacidades personales y emocionales. Si hay alguna duda mira solo a alguien con daño cerebral. Cuando se restauran las funciones electroquímicas del cerebro se renuevan las funciones mentales. Cuando alteramos la química del cerebro a través de drogas, por ejemplo, alteramos también nuestros pensamientos, percepciones  y emociones. La dependencia causal en todos estos casos es innegable. La mente, por tanto, depende de las reacciones químicas y eléctricas especificas del sistema nervioso. No hay mente sin cerebro al igual que no hay sonrisa sin rostro.

 

 Obvio... con meridiana claridad podemos identificar las estructuras necesarias para que la consciencia se manifieste. El problema, sin embargo, es que no encontramos la consciencia en el cerebro, lo que nos hace sospechar de que la mente  no puede reducirse a una cosa meramente física. El neurólogo puede observar la actividad de tu cerebro con la ayuda de la imagen de resonancia magnética pero no podrá observar tus pensamientos ni captar “como es” tu experiencia del mundo exterior. Nuestras experiencias del aroma del Jazmín, del azul del cielo o de mi dolor de muelas son solo experiencias de la primera persona... ¿podrías explicarle a otra persona que carece de olfato como se siente el aroma de la flor o el ritmo del jazz si carece de audición? Ese rojo del copihue que yo veo ¿será el mismo rojo que tu vez? El neurocientífico tiene  una explicación de cómo exactamente el cerebro causa tu repuesta al dolor, pero la explicación deja afuera la sensación de dolor. El no puede doler mi dolor. Estos son aspectos cualitativos de nuestra experiencia consciente  que no pueden ser captados solamente por la materia en movimiento o por cualquier tipo de mecanismo o instrumento físico. El fisicalismo no tiene una respuesta de como los procesos físicos en el cerebro dan lugar a la experiencia consciente.

 

Pareciera, entonces, que hay “algo mas” que la pura arquitectura fisiológica del cerebro... ¿como explicamos la aparición de este “algo mas”? Una idea es la de que la consciencia emerge como una función de la “integración informativa“ o complejidad cerebral. El cerebro de una hormiga, por ejemplo, manipula información de manera bastante simple, por tanto, su nivel de información integrativa y su consciencia es bastante baja, aunque no tanto como la de un termostato, que seria mucho menor, si pensamos en el pansiquismo. Una consciencia como la humana, en cambio, solo puede surgir con un cerebro mucho mas complejo. Y la consciencia, cualquiera sea el nivel de complejidad cerebral que logre, según esta idea, es una entidad básica que no puede ser analizada en términos de otra cosa. La experiencia puede correlacionarse con estados cerebrales, pero no es lo mismo que esos estados. Son dos cosas radicalmente diferentes. Cierto.

 

Pero, la cosa es que si  la mente surge de lo físico, pero no es física... ¿como ha surgido? Y, peor aun... ¿como puede interactuar con lo físico? Todavía no lo sabemos.

 

Una mejor aproximación, aunque no totalmente, es la del monismo neutral... un elemento neutral, considerado en una secuencia física, es físico, pero el mismo elemento, considerado en una secuencia mental es, por esa razón, considerado mental. Un color, por ejemplo, es un objeto físico en cuanto consideramos su dependencia de la luz, de otros colores, de la temperatura, del espacio, etc. Pero cuando consideramos su dependencia de la retina y otros elementos del cerebro es, entonces, un objeto psicológico que experimentamos  como sensación. No es el objeto, sino la dirección de la investigación lo que es diferente. La paradoja del cuerpo y la mente surge cuando mezclamos ambos modos de representación en una misma frase, modos que, en realidad, usados en forma correcta pertenecen a diferentes lenguas. El mantener los dos modos separados no impide, sin embargo, que la mente y el cuerpo interactúen. Pero... nuevamente aquí no tenemos ningún detalle de cómo esa inter acción funciona, de cómo un proceso físico se experimenta como un proceso subjetivo.

 

Actualmente tenemos una rica variación de teorías basadas en una u otra de estas ideas o una combinación de ellas. El problema es que todas ellas topan con las mismas limitaciones y ninguna nos puede dar indicios de que paso con Holly... ¿como explicamos que personas que tuvieron experiencias cercanas a la muerte puedan dar información de detalles de su entorno en el momento en que estaban inconscientes, con un EEG plano, que indica ausencia de actividad eléctrica en las partes principales del cerebro? Este es un problema importante porque no puede ser explicado por ninguno de los mecanismos neuronales conocidos y, mucho mas grave, violan algunas leyes fundamentales en las que se basan las ciencias naturales.

 

La dificultad en el estudio de este tipo de fenómenos es su falta de reproducibilidad. No pueden generarse intencionalmente porque son singularidades de una dinámica que nunca se repite, lo que hace difícil o imposible que puedan investigarse experimentalmente. Y, debido a esto, no se pueden estudiar con las herramientas y métodos científicos que hoy disponemos. Puede que algún día descubramos nuevos principios que nos den indicios de los procesos subyacentes en este tipo de fenómenos y alguna evidencia de la trasmisión de información a través del espacio y tiempo. O puede, también,  que la consciencia sea un misterio para siempre.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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