Sunday, December 15, 2019

La Biblia y la Palabra



La Biblia se imprimió por primera vez en 1488. Hasta esa fecha había existido por más de dos mil años solo en manuscritos expuestos  a constantes borraduras, adiciones y traducciones. Es posible distinguir alrededor de 40 autores entre ellos reyes, pescadores, sacerdotes, pastores y burócratas cuyos escritos abarcan un periodo de aproximadamente 1500 años. De  toda esta diversidad el sacerdote reclama  la  unidad  increíble del texto y el estatus de fundamento del canon occidental. 

 ¿Que es lo que hace a la Biblia el libro de los libros? ¿Qué es lo que indica el origen divino de su Palabra? ¿Qué es lo que la diferencia de cualquier otro texto?

Cuando escribimos nuestro nombre en una hoja de papel, pregunta una de esas enseñanzas dedicada a los feligreses… ¿Quién lo escribe… nosotros o el lápiz? Obviamente, como  sabemos, el lápiz no tiene el poder de escribir por si mismo. Nosotros somos la fuerza o el espíritu detrás del lápiz. En la misma forma Dios es la fuerza detrás de los profetas que escribieron la Biblia. Dios se revelo a si mismo a ellos para hablar a una audiencia mas amplia. Cuando uno toma un lápiz, el lápiz viene a ser la herramienta en la mano del escritor.  En la misma forma, el verdadero profeta es el lápiz de Dios. Es el quien habla por Dios y quien representa a Dios… “el pueblo imploro a Moisés  hablar a Dios por ellos en lugar de hablar ellos a Dios directamente por temor a morir. Dios complacido accedió al pedido” (Éxodos 20:18-21) Los autores humanos escribieron exactamente lo que Dios quiso que ellos escribieran y el resultado fue la perfecta y sagrada Palabra de Dios (Psalm 12:6; Peter1:21).

En la homilía dirigida al conclave que iba a elegir al nuevo Papa el cardenal Ratzsinger (Abril 18, 2005) afirmo que  una fe madura es la que se arraiga profundamente en la amistad con Cristo.  Es su amistad la que nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio que  permite distinguir entre lo  verdadero  y lo falso. Es una relacion sin secretos y una comunión de voluntades unidas a Dios. Los amigos de Jesús  son los Apóstoles y sus descendientes, el episcopado, el conclave de cardenales y el Vaticano  son los que  entregan la doctrina de la Iglesia que es idéntica a la voluntad de Dios. Es decir, solamente las interpretaciones que la clerecía hace del nuevo testamente  son las que realmente transmiten  fidedignamente lo que el  texto dice. Y es este texto el que decide últimamente entre  la verdad y la falsedad.

En el siglo XVII Spinoza sometió a la Biblia  a la crítica de la pura razón  explicándola históricamente. Bajo esta forma radicalmente nueva el Libro Sagrado  aparece solo  como un libro antiguo  mas entre muchos otros, irrelevante como autoridad y sus intérpretes reducidos a estudiosos de textos antiguos. Su interés en hacer esto no fue solo académico, sino que su proyecto fue un apasionado compromiso social en la lucha por la libertad religiosa e intelectual. Su acercamiento a la lectura de las escrituras permitió crear un método nuevo y coherente de interpretación que luego pudo enriquecerse enormemente  en un contexto secular de libertad  intelectual.  No es que otras voces en defensa de la libertad religiosa o desafíos a la coerción política basadas en las interpretaciones de  textos sagrados no se hubieran escuchado antes. Lo que nadie había argumentado tan claramente como lo hizo Spinoza   fue  que la crítica de la autoridad de la Biblia es  una condición necesaria para asegurar permanentemente la libertad religiosa e intelectual. Que el reemplazo de explicaciones míticas  por explicaciones históricas  es clave en el logro de este objetivo.

El hecho de que hoy día no estemos gobernados por interpretes de la ley divina  ni intelectualmente dependientes de las revelaciones de Dios es una de las herencias de los pensadores del siglo XVII  que define la  libertad moderna.  La legitimidad política fundada en la religión  es cosa del pasado. La autoridad derivada de la ley divina tal como aparece en la Biblia para definir políticas sociales era el fundamento del poder soberano por  lo que no era raro que los que se atrevieran a cualquier análisis crítico del texto eclesiástico pagaran con creces su atrevimiento. La autoridad bíblica y el constreñimiento de la libertad estaban indisolublemente ligados. Su autoridad  era la última arma para derrotar cualquier desafío al régimen dominante.  Se fueron los tiempos en que la Biblia era la autoridad única, el texto dominante, la fuente original del saber  del canon occidental.

¿Por qué un texto escrito inicialmente en hebreo compuesto enteramente de consonantes, sin puntuación o marcas indicando vocales,  se ha mantenido  por miles de años como la piedra fundamental, como el centro  de la cultura judeo cristiana?  

La herencia de la tradición metafísica occidental, similar a otras tradiciones,  presupone que cualquier sistema de conocimiento depende de un fundamento último, de un primer  principio, de un símbolo central  desde el cual todos los significados se construyen jerárquicamente. En el Nuevo Testamento Dios es la Palabra, no cualquiera palabra, sino la Súper Palabra. Según el evangelio de San Juan… “En el comienzo fue la Palabra. Y la Palabra estaba con Dios. Y la Palabra era Dios”. Y así, a través de miles de  años, todo fue visto como el efecto de esta causa que deviene en significado transcendental, en uno que se ubica  más allá de la naturaleza, del universo, del todo.  La Palabra-Dios es  el origen y es la que  detiene, centra y limita el libre juego del universo, la que establece las leyes que aseguran que las naranjas no se conviertan espontáneamente en choclos o las palomas en gatos. La que separa el bien del mal. La que pone orden. Como creador de la ley la Palabra-Dios permanece más allá de la ley, más allá de la estructura del mundo. Es el centro que centra todo lo que hay, el que garantiza su significado y el que le da sentido a la existencia.

 Un gran número de símbolos, aparte de Dios, han ocupado el lugar de “significante trascendental”… la Idea, el Espíritu Mundial, la Sustancia, la Materia, la Naturaleza, la Conciencia Cósmica, el Vacío, etc. Son trascendentales porque desde el momento en que cada uno de estos conceptos pretende fundar todo el sistema de pensamiento y lenguaje no pueden estar  dentro del sistema, implicados en el lenguaje que intentan ordenar y centrar. Son fundamento, pero no parte de lo fundado.

¿Por qué necesitamos  significantes transcendentales?  Por que la relacion entre  un significante (sonido, imagen, grafico) y un significado  no es fijo, sino arbitrario. No hay una razón inherente de porque las marcas m-e-s-a, por ejemplo, evocan en nuestra mente el mueble llamado mesa. Muy bien podemos  evocarlo también con la palabra inglesa “table” o la francesa “tableau”. El significado en el lenguaje  es una cuestión de diferencia. Un  signo es lo que es porque  es diferente de otros signos. Si miramos el lenguaje como  sistema  vemos que en el hay solo diferencias  y el significado, en lugar de ser algo  inmanente al signo,  es funcional,  resultado de su diferencia con otros signos. El significado, digamos, es el producto de un cierto sistema de significaciones compartido y no  de una experiencia privada o un diseño divino.  Y, para complicar mas las cosas, tampoco hay una distinción fija entre significante y significado ¿Por qué? Por que  si  queremos conocer el significado de un significante tenemos que  buscarlo en el diccionario. Pero lo que allí encontramos son más significantes cuyos significados podemos buscar en el mismo diccionario que nos llevara a otros significantes y así sucesivamente. El proceso no es solo infinito, sino también circular. El significante constantemente se transforma en significado que a su vez se transforma en significante y vise versa y nunca llegamos a un significado ultimo que no sea el mismo un significante.

¿A dónde nos lleva todo esto? A  reconocer que el significado esta esparcido o desparramado a lo largo de toda la cadena de significantes. No es fácil fijarlo porque nunca esta completamente presente en un solo signo. El significante hoja, por ejemplo, tiene un sentido cuando hablamos de árboles y otro cuando hablamos de libros. Al  aparecer en diferentes contextos muestra diferentes sentidos  lo que hace bien difícil saber cual es su significado original.  Creer que uno  puede decir o escribir lo que es definitivamente, es una ilusión. Aunque, hay que reconocer, una ilusión  necesaria ¿Por qué?  Porque, a pesar de no hay concepto que no este enredado en un juego de significación sin fin, este juego necesita ser estabilizado en algún punto. Un discurso en el que los significados no puedan ser fijados es un discurso sicótico.

Y este es el papel que el “significante transcendental” ha jugado. Como tal  debe, de alguna manera, ser anterior, haber existido antes del pensamiento y del lenguaje. Su significado debe ser diferente a todo otro significado, es decir, no debe ser producto del juego de diferencias. Debe figurar, en otras palabras, como el significado de los significados, como el eje de todo el sistema de pensamiento, el signo alrededor del cual todos los otros giran. Lo que en el fondo hacemos es  elevar un significado  a una posición privilegiada. Así, Dios es…  el Origen, la Ultima Causa,  el Creador.

¿No es esta una curiosa forma de pensar?  Para que este significado sea posible otros signos tienen que haber existido. Es bien difícil  pensar en un  origen sin querer ir mas allá de el. No es que tengamos que renunciar a la búsqueda de tales causas o principios y, aunque quisiéramos, no es tan fácil ya que están profundamente enraizados en nuestra historia. Pero, si los  examinamos cuidadosamente  podemos descubrir que siempre pueden ser desconstruidos. Se puede mostrar que, lejos de ser absolutos, son producto de  un sistema de significados particulares  y no algo que provenga desde fuera del sistema.

En el momento en que el fundamentalismo religioso islámico y cristiano lucha por establecer políticas gubernamentales basadas en  libros sagrados el  descontruccionismo  puede servir  como una práctica política, como  un intento de desmantelar  la logica de formas  particulares de pensamiento que sostienen
 sistemas completos de estructuras políticas e instituciones sociales.  La intención  es tratar de ver  sus nociones, no como absolutas, sino  como  efectos  de una historia más amplia y profunda del lenguaje, del inconsciente, de las  instituciones  y las prácticas sociales.


Nieves y Miro Fuenzalida

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