El clima, al igual que la verdad, esta ahí. Y contiene el aroma de algo que ya viene. O de algo que ya esta aquí. Tormenta tras tormenta, tornado tras tornado, incendio tras incendio cuentan la historia de una historia que amenaza con destruirse a si misma.
La
mercantilización del planeta es una amenaza existencial que puede llevar al
colapso de la sociedad industrial y a la desaparición de la fauna marina y
terrestre de la cual dependemos. En
tanto el mismo paradigma persista no habrá cambio sustantivo importante para
preservar nuestra especie y evitar la Secta Extinción Masiva del planeta. Ya
paso el tiempo de seguir ignorando nuestra responsabilidad en la violencia a la
que sometemos a la naturaleza. La evidencia esta por todas partes. Sabemos cual
es la causa... sabemos que esta ocurriendo... y compulsivamente continuamos
haciendo lo mismo. La resolución ambiental se posterga a perpetuidad.
La
verdad es que todos estamos metidos en embrollos que hacen las alternativas y el
cambio extremadamente difícil porque estas
son formas de dependencia que crean cadenas y series. Los mas obvios son los embrollos
entre humanos, objeto de la filosofía política, las ciencias sociales y la
critica política que son el ámbito de la representación, las normas,
las leyes, los signos y el poder. Un caso ilustrativo de cómo operan estos
embrollos es el estatus de los “sin papeles”, de los humanos sin documentos a
diferencia del ciudadano. La categoría de indocumentado no es una determinación
material, sino resultado de un significante que, a pesar de ser una mera transformación incorpórea, tiene profundas consecuencias materiales
para la persona que cae en esta red de significantes que van a determinar que
movimientos y que formas de vida le son posibles. Indocumentado no es una
propiedad del individuo como su masa y, sin embargo, marca su destino. El
significante “negro” funciono en las colonias del imperio europeo como un
marcador semiótico que definió que tipo de trabajos podía tener, a que escuela
podía asistir, a que restaurantes podía entrar, donde podía sentarse en la locomoción colectiva, etc. Nada físico prevenía a estos sujetos para
actuar con estas cosas lo que indica que los significantes “negro” o “inmigrante
indocumentado” son similares a una pieza
de ajedrez. No hay nada en las propiedades físicas de una pieza de ajedrez que
lo haga, por ejemplo, una torre. Su estatus como tal es una determinación
semiótica y no el resultado de la madera con que esta hecho o de su figura. Si
perdemos una torre siempre la podemos reemplazar con una moneda o un anillo. Lo único que
necesitamos es el acuerdo de los jugadores.
Los
embrollos humanos, lo que Deleuze llama “ensamblajes colectivos de enunciación”,
al no ser características de las cosas en si mismas, sino significantes o
categorías en una cadena o serie en la que los
humanos se encuentran atrapados, pueden ser cambiados a través de lo que la academia
llama “semiopolitica”, la disciplina que muestra que los significantes son construcciones
arbitrarias en donde no hay nada natural
o divino en ellos que impida
construirlos de manera diferente. El discurso norteamericano de lo políticamente
correcto se basa en esta premisa. El ejercicio de la semiopolitica ha tenido un
importante papel emancipatorio, pero irónicamente, a pesar de que una cadena
significante puede ser alterada, la mayoría de las veces las cosas permanecen
igual. Y esto porque la sociedad entendida como un ensamblaje de signos,
comunicación, normas y significantes es demasiado estrecha. El cambio climático
es paradigmático. Al nivel de la semiopolitica tremendos esfuerzos se han desplegado tratando
de persuadir a la gente de que el cambio climático causado por la actividad
humana es real y hoy día son pocos los que seriamente lo niegan. En este
sentido la semiopolitica ha sido bien efectiva. Mas y mas gente esta convencida
de que algo debe hacerse antes de que sea demasiado tarde... y, sin embargo, nada significativo ocurre.
Lo
que esto indica es que hay otras formas de embrollos que nos
atrapan, diferentes de los ensamblajes
colectivos de enunciación, como la
dependencia de los humanos en las cosas, de las cosas en las cosas y de las
cosas en los humanos. A estos embrollos Deleuze y Guattari le llaman “ensamblajes
mecánicos”. En esta relación el poder se
ejerce en virtud de lo que ellas son y
no de lo que ellas significan. Para
tener algún sentido de lo que estas cosas
son tenemos que familiarizarnos con estos objetos a través de una
relación practica. No podemos aprender a tocar piano, por ejemplo, leyendo un
libro. Tenemos que sentarnos frente a el y aprender como tocarlo. La teoría perpetuamente tiende a pasar por
alto estos ensamblajes mecánicos porque primariamente trata con conceptos y
textos, legado de la filosofía occidental que se remonta a los diálogos de
Platón que denigran el conocimiento practico. Y es aquí, al nivel de los
ensamblajes mecánicos, donde nos
embrollamos nuevamente en nuestras respuestas al peligro del cambio climático.
Al
igual que en las relaciones entre humano y humano el ensamblaje mecánico ocurre en series, cadenas o redes. Las cosas nunca
existen solas, aisladas unas de otras, sino que crean alianzas entre
ellas. El filosofo norteamericano Levi
Bryant ilustra el concepto con la clase media que abandona el centro de la
ciudad y escapa al suburbio en donde una serie de dependencias de todo tipo
emergen aprisionándola en cierta forma de vida que antes no tenía. Lo
que se buscaba era el confort del espacio y las comodidades de una casa grande,
pero la casa es parte de una red que la une a todo tipo de otras cosas
necesarias para mantener el estilo de vida. En la ciudad se puede caminar al mercado,
al trabajo, al colegio, a los amigos, al teatro, al café. En el suburbio todo
esto se transforma en un problema, todo esta lejos y todo depende del automóvil
si uno quiere lograr algo. Un complejo y basto
sistema energético se requiere para sostener esta forma de vida... y es
así como entramos en alianzas con redes
eléctricas, carbón, petróleo, gas, minas, fracking, etc. El suburbio se
transforma en una trampa que nos obliga a depender de todo tipo de cosas que hace extremadamente difícil liberarnos de ellas y que son justamente las que causan el cambio climático. Al nivel de
la semiopolitica es difícil percibir estas
relaciones que recuerdan al fetichismo de la mercancía del que hablaba Marx.
Las
relaciones al nivel del ensamblaje mecánico son dialécticas en el sentido que
no solo nosotros dependemos de las cosas en todo tipo de formas, sino también
necesitamos mantener estas cosas de las que dependemos. Las carreteras, los
negocios, los autos, los aviones, los barcos, las casas, las computadoras, los
campos de cultivo, los tractores, etc. etc. necesitan ser mantenidos. Somos parte de un ensamblaje de cosas en
donde doblemente dependemos de ellas y ellas dependen de nosotros... es decir,
atrapados en un mundo que nosotros mismos hemos creado... ¿cómo salimos de este
embrollo? No hay una respuesta a priori
de cómo podríamos desconstruir estas alianzas lo que obliga a inventar una. Estas
son creaciones humanas, no fenómenos naturales, por lo que es posible
cambiarlos. Para ello se necesita de un gran esfuerzo creativo y una tremenda
voluntad colectiva. Esto es posible. Antes hemos salido de otras crisis. El problema en estos momentos es que la clase dirigente y la masa que la
apoya no están a la altura de los tiempos.
A pesar del capitalismo verde, la razón
instrumental, la evaluación de riesgos, el manejo de recursos a corto plazo,
aunque no queramos, están dando paso a una historia sin futuro.
Inquietantemente sentimos que detrás de las tácticas climáticas, de los
programas de adaptación, conservación y sostenibilidad se agazapan las nociones
de ruptura, cesación e incomprensión... extinciones masivas, agotamiento de los
recursos naturales, aceleración del cambio climático. Frente a todo esto
continuamos enmarcando la vida en los mismos términos. La economía de consumo
no se va a transformar. La esperanza de que todo va a cambiar es problematica.
Nos acercamos, no al fin del mundo, sino a su lenta deterioración y declinación,
a veces imperceptible, según relata la ciencia. La verdad es que los que hemos
venido luchando por un mundo diferente estamos perdiendo... por ahora.
El
fin del sueño humano de que la realidad es significante solo para los humanos
nos ha hecho mas conscientes de que hubo un tiempo, y habrá otro, sin seres
humanos. La terrible ironía es que el mismo cerebro que nos llevo a la luna es
el mismo que nos puede llevar a la autodestrucción. El poder mental que nos
abrió el mundo es el mismo que nos aprisiono en un mundo antropomórfico que
cada vez es mas cerrado. Nuestro derecho incuestionable a la vida en este
planeta ha dejado de ser un articulo de fe. En el gran esquema de las cosas el
fin del tiempo humano es solo una mera
contingencia. Microorganismos, insectos, plantas y seres marinos continuaran la
cadena de la vida.
Nieves
y Miro Fuenzalida
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