Sentado entre las
fauces de la oscuridad y el tartamudeo intermitente del tambor el Filosofo
viste el garbo del chaman y tienta al aprendiz con el "vértigo del simulacrum".
La locura de los sentidos comienza... con la inversión platónica. Desorientado
y lleno de temor, el aprendiz se agarra a "la decisión filosófica".
El juego de la diferencia primaria es rechazado por el poder de lo mismo. La
superioridad del original se inscribe en los cimientos de la identidad. La idea
no es mas que lo que es y la imagen-copia es "juzgada" de acuerdo a
su interna resemblanza con ella. La diferencia es amortiguada, subordinada y
solamente es concebible
en relacion al fundamento.
Pero, es en este preciso momento cuando los
movimientos inesperados del chaman develan... y
sutilmente extraen... una categoría subversiva, agazapada en los intersticios
de la "copia". En el intento de distinguir el original de la imagen Platón
discrimina, aquí y allá, entre buena copia y simulacro, posibilitando con ello,
el juego chamanico. El "simulacrum", huérfano de conexión interna con
el "ideal", carece de identidad fija, hospedando identidades enmascaradas
capaces de revelar infinitas dimensiones de devenires ilógicos, mundos en donde
algo es simultáneamente mas grande y mas pequeño, mas joven y mas viejo, mas
caliente y mas frío. Al no tener afiliación con la idea, el simulacro escapa a
su dominación, poniendo en peligro al modelo y a la copia. La subversión anti-platónica
comienza con la negación "de la primacía del original sobre la copia, del
modelo sobre la imagen" y "la glorificación del reino del simulacro y
la reflexión”.
La entrada al
mundo del Filosofo-Shaman ha quedado abierta. Este es un mundo sin identidad
previa y falto de similitud interior... un mundo lleno de paradojas, devenires
"monstruosos", intensidades, singularidades nomadicas, visitaciones demoníacas
y obscuros precursores que albergan el poder positivo de la afirmación. Es el mundo
de la diferencia.
Cuando la nausea y
el miedo amainaron, el chaman se puso su trinchera y su sombrero de fieltro y
lentamente avanzo a través de las reflexiones y fantasmas danzarines hacia la estación
del metro parisien, pacíficamente moviéndose dentro de ese evento conocido como
Deleuze... Y, justo en el momento en que va a desaparecer, mira hacia atrás y con
un tenue movimiento de la mano te invita a seguirlo... te atreverías ?... Los “flash
back” son inevitables.
Ariel.
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