Sunday, December 2, 2018

Arte y politica

 El arte y la política no siempre han existido. Afirmar lo contrario seria concebirlas  como sub specie aeternitatis, algo similar a la fantasía de las ideas platónicas cuya  existencia es anterior a la emergencia del mundo y el ser humano.  No, el arte y la política son, en realidad, entidades históricas, temporales y dinámicas que surgen en un momento  y cambian en otro.

¿Cómo podríamos entender este dinamismo y, al mismo tiempo, seguir hablando como si fueran las mismas entidades?  Una forma seria suponer que hay un núcleo invariante en el centro de los cambios históricos, cambios  que son  solo diferentes  ángulos de la misma entidad. En tanto  permanezca como un punto fijo de referencia, este núcleo o esencia invariable es lo que permite medir las alteraciones y compararlas a través del tiempo. El problema, sin embargo, es que si estas apariencias cambian con el tiempo no hay razón para presumir que esta supuesta esencia  no pueda  también cambiar. Incluso, en principio, estos fenómenos  pueden  desaparecer  o sufrir cambios significantes en el  tiempo lo que permite concluir que el arte y la política son practicas radicalmente históricas, carentes de naturaleza esencial o relación singular.  La pregunta clásica de que es arte, que es política y  cual es su relación  se vuelve obsoleta tan pronto como reconocemos que no hay una sola respuesta ontológica a estas interrogantes. La historia radical, según el filosofo francés Gabriel Rockhill, abre preguntas y campos de investigación fundamentalmente diferentes  al postular que no hay en realidad un punto de partida que claramente delimite estas entidades cuya relación única pueda ser definitivamente descrita. Siempre partimos, dice, desde el medio, desde nociones y practicas históricamente constituidas. Todo es histórico incluyendo nuestros conceptos y valores mas preciados. Esto, como podría creerse, no implica relativismo o reduccionismo  histórico. Radical se refiere a la disolución de objetos supuestamente naturales de la historia  y al papel dinámico que juegan las diferentes formas de agencia social.

La existencia de términos tales como arte y política sugiere, por supuesto, la idea de  que debe haber alguna cosa que corresponde a ellos. Si no podemos detallar las propiedades comunes que radican en el centro de estas palabras es porque, según se cree, todavía no hemos podido captar su verdadera esencia.  Esta presunción, sin embargo, es una ilusión. No hay una característica conceptual definitiva que unifique todos sus diferentes usos.  Para que esto fuera así la significación tendría que ser establecida transcendentalmente, es decir,  tendría que haber una cierta forma metafísica externa que garantice el significado. Esto no ocurre... las palabras no reciben su significado de un poder independiente de nosotros de tal manera que una investigación científica pudiera llevarse a cabo para determinar que significan realmente.  

A diferencia de estos términos transcendentales, las nociones o términos inmanentes son los que surgen a través de practicas socio históricas especificas, de matrices culturales distintivas que son negociadas y  renegociadas entre diferentes grupos sociales. El hecho de que estos términos  no sean unívocos, que no tengan limites estrictos no les impide funcionar en los discursos sociales. Es posible, por supuesto, darles una definición precisa en circunstancias particulares, definiciones que luego contribuyen a la formación de archivos sociales. Pero, estas  no son, de ninguna manera, definiciones necesarias.

 Además de estos dos últimos términos, habría que agregar  los conceptos intervencionistas que son los que buscan desplazar el orden establecido de la conceptualidad inmanente, los que intervienen en el status quo del uso discursivo. 

Vistos desde esta perspectiva radical los conceptos generales de arte y política no tienen una propiedad común que permita determinar de una vez por todas sus atributos esenciales o características definitivas. No hay, por ejemplo, una forma pura del concepto de arte moderno porque no hay una idea a priori de arte. Hay solo nociones inmanentes de practicas particulares que cambian a través del espacio y el tiempo.  En lugar de ideas transcendentes, hay varias nociones inmanentes de arte y política en conjunciones socio históricas siempre cambiantes. El concepto particular de arte europeo moderno, por ejemplo, de ninguna manera domina la totalidad de las actividades estéticas en nuestro época. No solo porque esta centrado en el mundo occidental, sino porque dentro de esta misma región geográfica hay también  otras capas de practicas artísticas que operan dentro de diferentes marcos sociales que quedan fuera de la Historia del Arte, excepto cuando son apropiadas por artistas famosos... tradiciones folklóricas, costumbres vernaculares, rituales indígenas, practicas atavisticas, grafitis, etc. 

La recepción de una obra de arte, entonces,  nunca se reduce a un mero encuentro inmediato. Siempre  es una experiencia organizada por marcos institucionales, mecanismos de exhibición, la industria turística,  narrativas históricas  especificas, etc. ... una compleja exhibición cultural que mediatiza la experiencia del trabajo artístico que indica que el arte es una practica social y que la obra no tiene un significado univoco. Lo que encontramos, en lugar de una relación causal entre dos entidades singulares, es un complejo entrelazamiento  entre la creación, la circulación y  la interpretación cuya  interacción  produce una variedad de consecuencias que se distribuyen a lo largo del campo social.  

En 1948 Jean-Paul Sartre planteo una pregunta retorica  en relación con el mural Guernica de Pablo Picasso... ¿hay alguien, dice, que crea que Guernica haya conquistado un solo corazón para la causa española?

El arte, se podría  decir, no es político por el mensaje y los sentimientos que proyecta en relación al orden del mundo. Tampoco es político por la manera en que representa las estructuras sociales, los conflictos o las identidades de grupos sociales.  Lo que esto sugiere es que la relación entre política y arte depende menos del trabajo artístico individual  y las estrategias políticas  y mucho mas de los  sistemas institucionales.  No hay obra de arte o política en si misma separadas de la producción material, la inscripción institucional, las luchas sociales o las negociaciones teoréticas. La practica social, ya sea artística o política, nunca esta rigurosamente determinada o absolutamente indeterminada... siempre contiene overdeterminacion, variabilidad causal, grados de determinación, etc. etc. La vida social del trabajo artístico siempre se despliega en intrincados encuentros  con numerosas y diferentes agencias.

Un ejemplo paradigmático de todo esto es la supuesta idea del surgimiento autónomo del Expresionismo Abstracto en Estados Unidos.  Según Serge Guilbaut  el suceso de la avant-garde en América  se debió no solo a consideraciones estéticas y estilísticas, sino también a la resonancia de los movimientos ideológicos de la época. Esta historia del desplazamiento del centro de gravedad artística de Paris a Nueva York solo puede ser escrita si la mediación entre factores sociales, económicos, culturales y simbólicos no son  eliminados. El papel del gobierno y la manipulación clandestina jugaron, en este caso, un rol bien importante.  En Abril de 1966 The New York Time publico una serie de artículos que exploran  el trabajo de la CIA en la promoción de falsas organizaciones  y  transferencia de fondos para financiar “The Congress for Cultural Freedom” y publicaciones, investigaciones académicas, programas de radio, centros de investigación y numerosas iniciativas culturales. En 1974 Eva Cockcroft examina el papel central  que el patrocinio privado jugo en el arte Americano mundial. Los museos, a diferencia de Europa, se desarrollaron primariamente como instituciones privadas. La influencia del modelo corporativo con un consejo de administradores compuesto de “prominentes ciudadanos” que controlan bancos y corporaciones y contribuyen en la formulación de la política exterior, son los que últimamente determinan las políticas del museo, emplean y despiden a los directores y a los que el  personal profesional  últimamente tienen que responder. Es este marco el que explica el papel del Museo de Arte Moderno en el financiamiento y promoción de una tendenciosa versión de la historia del arte dirigida a promover el “arte libre” de una supuesta libre sociedad. Las funciones  clandestinas de la CIA y las operaciones y programas internacionales del Museo del Arte Moderno, según Cockcroft, fueron similares en el intento de vender al resto del mundo los beneficios de la vida y el arte bajo el capitalismo. La relación entre El Museo del Arte Moderno y el Impresionismo Abstracto puede estar sujeta a cierto debate, pero el hecho bien establecido a través de testimonios directos de sus propios miembros y la publicación de documentos internos es el financiamiento de la CIA en la promoción de la cultura y arte norteamericano durante la guerra fría. Donde otros senadores de la época consideraban el Expresionismo Abstracto como la evidencia de una conspiración comunista, los mandarines de la cultura norteamericana detectaron una virtud contraria... una ideología específicamente anti comunista, una ideología de la libertad, de la libre empresa, no figurativa y políticamente silenciosa. La antítesis del realismo socialista.  La misión del Congreso por la Libertad Cultural dirigido por el agente secreto de la CIA, Michael Josselson, desde 1950 hasta 1967, era la de disuadir a la intelligentsia Europea de su fascinación con el marxismo y comunismo.  

La cosa es que si les gustaba o no, si lo sabían o no fueron pocos los escritores, poetas, artistas, científicos o críticos durante el periodo posterior a la segunda guerra mundial cuyos nombres no estuvieran de alguna manera ligados a la empresa encubierta del Congreso por la Libertad Cultural. En su presidencia honoraria, por ejemplo, figuraron nombres bien famosos... Bertrand Russel, Benedetto Croce, John Dewey, Karl Jasper y Jacques Maritain, entre otros. Theodor Adorno, teórico de la escuela de Frankfurt, es conocido por su condenación de la literatura comprometida y su defensa de la autonomía estética. En uno de sus ensayos criticó duramente a Georg Lukács por su apoyo al realismo soviético al que el opone la autonomía del arte. En una de esas  irónicas vueltas  de la vida  el ensayo fue publicado en Der Monat que era una revista creada por la Armada Norteamericana en la Alemania Occidental  y financiada por la CIA.  Lo que Adorno no logro ver es que la autonomía no es autónoma y  que, de alguna manera, no esta separada de la dinámica sociopolítica. El concepto mismo de autonomía estaba integrado en la agenda de la Guerra Fría del servicio secreto de EEUU.

 Las discrepancias entre el congreso y la CIA ilustra el hecho de que la política gubernamental no funciona como una institución monolítica,  sino como el campo en donde compiten diferentes agendas... museos, gallerías, curadores, coleccionistas de arte, el mercado, críticos, historiadores, teóricos, instituciones  gubernamentales  mas   el aparato artístico y literario... publicaciones, documentales, lecturas, cursos, etc.  que a través del tiempo entran en  intrincadas negociaciones que son  irreducibles a los dualismos de determinismo y libertad, establishment y anti establishment, a pesar de que, en ciertas circunstancias, puede haber unificación hegemónica y complicidad ideológica. 

 No hay arte o política en general, ni tampoco una relación singular entre ellos. Estos son fenómenos históricos constituidos por practicas sociales inmanentes que derivan en  luchas sociales.


Nieves y Miro Fuenzalida.

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