Vivir
es bueno si tejemos una red de ilusiones que nos haga creer que somos lo que no
somos. Para ello tenemos que suprimir la
conciencia e ignorar el hecho de que
vivimos en un universo sin dirección, sentido
o fundamento. Sin este doble compromiso la vida seria una farsa patética
en lugar del magnifico libreto del que
creemos ser parte. Cualquiera creencia sin base o entretención barata es mejor
que la cruda realidad. La conciencia permanente de la brutalidad de la vida
haría insostenible la existencia ¿No es por eso que necesitamos las fabulas de
la religión y las utopías políticas? Valores basados en arenas movedizas no son
buenos, pero sin ellos no hay valores.
Pocos
filósofos se han atrevido a mirar directamente en el abismo de la vida, en lugar de instalarse en
creencias mas confortables. Y uno
que otro ha promovido el suicidio colectivo. En la practica, sin embargo, la
mayoría termina solo disparándose en el pie. En todo caso los pesimistas son
rechazados, no por esta inconsecuencia, sino porque sus lamentos no resuelven
el sufrimiento humano. No ofrecen una solución realista que supere todas las
otras soluciones. Según el pesimista, lo
que no existe nunca ha herido a nadie. Es solo la existencia de la conciencia
lo que hiere a cada uno. Un error que lleva a la humanidad al agujero negro de
la lógica. Para escapar a este error lo mejor seria dejar de procrear. La idea
no es tan descabellada si consideramos que no seria la primera vez que una
especie termina en la papelera del reciclaje. Hasta el
universo tiene fecha de caducidad... ¿no será un error, en todo caso, calificar de error a nuestra existencia? Si pensamos nuevamente, la naturaleza no comete errores. Solo crea lo
que crea.
La
voluntad de vivir es una idea bien popular. La ironía es que por miles de años los humanos se han unido y sacrificado para
crear comunidades, naciones e imperios
en servicio del bien común, para luego, sin perdida de tiempo, dar paso a la
sanguinaria voluntad de destrucción. Incontables
seres humanos asesinados en una historia
rotativa de horror... el hombre persiguiendo al hombre. El poderoso sometiendo al débil hasta que el
débil se hace mas fuerte y hace papillas al poderoso. Para mantener el juego el
poderoso tiene que seguir luchando para
hacerse mas poderoso. Lo curioso es que no usamos el poder para hacer nuestras
vidas fantásticamente mejor, sino fantásticamente peor. Creamos un mundo de dolor para producir
mas dolor...¿cuál es el objetivo? No es
sorprendente que el filosofo austriaco Wittgenstein en alguna ocasión dijera...
“Yo no se porque estamos aquí, pero estoy seguro que no es para disfrutar”.
Para
mantener la ilusión optimista necesitamos
un cierto grado de hipocresía. Si queremos tolerar a nuestros semejantes
o usarlos en nuestro beneficio tenemos que tragarnos gran parte de sus fantasías para que ellos se traguen las nuestras. La hipocresía ecuménica, sin
lugar a dudas, juega un importante papel
en nuestra cultura y es lo que nos ayuda a abrirnos camino en el mundo cultural,
laboral o político. Imaginemos solo que nos ocurriría si un día decidiéramos contarles a todos los que nos rodean lo que
realmente pensamos. Muy luego perderíamos a nuestros amigos, nuestro trabajo y
nuestro lugar en la comunidad. Y mucho peor seria actuar nuestros sentimientos. Terminaríamos muertos o en la cárcel como el
Unabomber. La mentira y la hipocresía es la materia de la que esta hecha la
sociedad. Una tremenda armazón de sueños febriles que persiste por
miles de años y que continuaremos alimentando hasta el fin de nuestros días...
¿no destruimos una sociedad para luego reconstruirla con una diferente mentira?
Por cientos de años hemos admirado las pirámides ¿pero, que son, sino un
gigantesco monumento a nuestra estupidez? Según la ilusión colectiva, el futuro, que
esta sometido a una permanente
reconstrucción, será mejor que el presente.
Esta es la “audacia de la esperanza”. Pero, otra vez, si miramos el
pasado... ¿qué razón tendríamos para creer que será diferente?
Si
preguntamos si se es feliz o no la mayoría responde que si, en contra de todo
lo que puedan decir los filósofos. Lo contrario no es parte del programa.
Incluso, la gente que uno espera que sea
infeliz, no lo es, o no por mucho tiempo. Según las estadísticas un gran
porcentaje de la población se cuenta entre la gente feliz. Son los que aun no
han confrontado el dolor y la pena que eventualmente les espera. Una tragedia
inesperada puede borrar para siempre todos los momentos de felicidad que uno
pueda haber tenido. Por cierto, unos pocos continuaran viviendo el evangelio de
la felicidad hasta el mismo instante en
que la cortina se cierre. En hora buena. Necesitamos creer en la felicidad
porque ella justifica nuestra vida. No es suficiente vivir porque si. Tenemos
que, de alguna manera, vindicarla. No nos gusta la idea de que la vida simplemente se viva gratuitamente. No seria
correcto. El sentido común dice que todo tiene su razón de ser. Desde un punto de vista cósmico, sin embargo,
cualquier cosa que hagamos es inútil y
sin justificación. Si la especie humana desapareciera mañana, aquí no habría pasado nada. Un pequeño chispazo en la
obscuridad insondable del tiempo.
Cuando
la intrincada red de fantasías que nos
protege del patetismo que la conciencia revela deja de funcionar caemos en la depresión, ese
estado emocional que nos pone en contacto directo con el drama existencial. Cualquiera
sea su forma o nombre siquiátrico lo común es que socava el complejo de emociones que nos
identifica con un si mismo. Es descubrir
que el viejo yo y el resto de la realidad no es algo sustancial como creíamos. La
depresión disuelve la
laborioso red de fantasías que sostiene nuestra vida y abre el espacio al
suicidio. Un panorama bien deprimente y, obviamente, no queremos eso. Preferimos
sentirnos bien antes que mal. Y cuando nos sentimos lo suficientemente bien
imaginamos que algún día nos vamos a sentir
bien todo el tiempo. Y si no, actuamos como si fuéramos felices. Si pretendemos sentirnos
felices por bastante tiempo, llegaremos
a sentirnos felices siempre. Pensemos
como la sociedad quiere que pensemos. El
mundo fue creado para nosotros y nuestro país y nuestra religión y nuestro
partido y nuestro trabajo son bienes que
debemos amar. Gracias a ellos somos alguien. Si esto no es suficientemente
bueno para nosotros, no hay muchos otros
lugares donde ir. Uno de los mas
atractivos a través de la historia ha
sido el escape de la realidad de la conciencia. Plantas y drogas han sido los
medios mas efectivos para alterar el balance químico cerebral, a pesar del
horror que hoy suscita entre los puritanos y la gente normal que crea las
reglas. Es lo mas cercano a estar muerto
sin estar actualmente muerto. La
atracción esta en que satisfacen una
necesidad mucho mejor que la industria del entretenimiento. El Nirvana es un
espacio solitario, solo para uno a cada
momento, sin lugar para familia, sociedad, amigos o industria. Aquí no hay
peligro para el Estado. La guerra en contra de las drogas no se dirige a ellos.
Se dirige a los que existen, a los que cuentan en la sociedad, a los que
mantienen la maquina funcionando. Hay que evitar que los sicodélicos cambien los carriles “normales” de la mente .
Promulgamos el derecho a la diversidad y a diferentes
visiones del mundo... siempre y cuando sean positivas. De que mantengan la fantasía de que somos mucho mas que un montón de órganos dentro de
una bolsa de piel... Por eso constantemente nos contamos historias de amor, de
héroes, de magos, de reyes, de plebeyos, de revolucionarios, del bien en contra
del mal. Ellas nunca pierden
popularidad. Son la sustancia de nuestras
practicas cuotidianas y necesitamos mantenerlas vivas, por trágicas que sean,
porque nos salvan el día del sin sentido.
Los autores que califican de genios
literarios son inmortalizados con el premio Nobel y sus obras llenan las librerías, bibliotecas y
universidades. Ideas pesimistas
o nihilistas no califican de la
misma manera. Son políticamente incorrectas.
¿En
que momento dejamos de ser la persona que creíamos ser?... Exactamente cuando el mundo ficticio se desgrana y deja
de sostener las mentiras que le daban sentido. Como
todo buen existencialista sabe no
tenemos mas sustancia ni valor que la montaña, el arcoíris o el gato de la
vecina. Lo que creemos ser, alma
inmortal, espíritu, la cúspide de la naturaleza o lo que sea, es tan real solo en tanto imaginamos que es real. Si un extraño se parara en la esquina del mercado con un
letrero que dijera... “El fin esta cerca. Nada podemos hacer”... ¿Quien le
haría caso? Un loco mas en la calle.
Bien diferente es la historia cuando el
sacerdote dice desde el pulpito... “Reza por tu alma. Estamos al final de
nuestros días. Muy pronto estaremos para
siempre en el Paraíso junto al Señor. Tenemos el espíritu en nosotros”... Podemos soportar muchas cosas, pero no que
seamos nada.
¿Estamos
mas cerca de la realidad si vivimos con
la conciencia de que desde el momento en
que nacemos el reloj empieza a correr?
¿Que después de todo no hay sentido y todo nuestro drama es simplemente
un ejercicio banal? Esta es la cosa... vivimos con el velo de la fantasía o con
la conciencia del vacío de la vida... sea una o la otra... seguimos viviendo,
porque la alternativa es letal.
Nieves
y Miro Fuenzalida.
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