Las utopías clásicas intentan
negar lo negativo en la existencia humana. Es lo negativo en esta existencia,
dice Tillich, lo que hace a la idea utópica necesaria. Por ello no es de extrañar que la necesidad por el
significado utópico surja en periodos de profunda inestabilidad e incertidumbre
cuando los antagonismos y desordenes sociales alcanzan su máxima tensión. Es en
ese momento cuando la utopía se presenta como respuesta a la negatividad siempre presente,
al conflicto permanente que constituye la experiencia humana que le da a la acción política una fuerza motivante para lograr mejores formas de existencia.
Proyecta imágenes de comunidades humanas futuras en las que las
contradicciones, el mal y los antagonismos serán resueltos en un mundo reconciliado y armónico. Es esta
resolución última la que constituye el corazón de la promesa utópica. Pero, no sin costo… lo
que se expulsa por la puerta retorna por la ventana.
La naturaleza profundamente problemática de las políticas
utópicas se revela en el hecho de que su fantasía produce inexorablemente su
reverso que llama por su eliminación. A su lado beatifico siempre se acopla su
lado horripilante, su necesidad paranoica de una victima portadora del estigma.
La promesa del dominio absoluto de la totalidad de lo real, la visión que proclama
la meta final de la historia crea su
propio sobrante, aquella particularidad que permanece fuera del esquema
universal. Y es dentro de esta visión utópica en donde la existencia de esta particularidad
se transforma en el agente diabólico, en la figura del enemigo. La eliminación
del desorden y la contradicción dependerá de la eliminación del grupo
estigmatizado con resultados siempre escalofriantes...persecuciones, torturas,
hogueras, masacres, holocausto. Como
resultados de todos estos crímenes, la fantasía utópica nunca ha logrado su
realización. La trayectoria de esta
producción maniquea es posible seguirla desde la caza de brujas, infieles y heréticos hasta el anti-semitismo moderno,
culminando hoy con la mutua negación fundamentalista... En la narrativa del
imperialismo occidental ellos
representan la lucha del bien en contra del mal, el eje diabólico, el
terrorismo internacional… Para el fundamentalismo islamico es la lucha en contra
de la depravación y degeneración moral
del occidente.
Las raíces de la demonizacion y el pensamiento utópico
dentro del Occidente pueden ser ya detectadas en el mundo Greco-Romano en donde
primero los judíos y luego los cristianos fueron acusados y perseguidos por el
delito de practicar ritos cabalísticos y criminales. Hacia el final de la
segunda centuria DC, según Tertuliano,
los cristianos eran la causa de cada catástrofe pública y de cada desastre que
afectaba al populacho. Si el río Tiber
se desbordaba o las aguas del Nilo disminuían, si había sequía, hambruna o
plaga el grito era uno solo..."los cristianos a los leones!!!". Esta
difamación de los cristianos, que los excluía de los limites de la humanidad, fue
repetida innumerables veces en las ultimas centurias, en donde los perseguidores y perseguidos, los
victimarios y sus victimas eran, ambos, cristianos (Bogomiles, Waldensians, el
movimiento Fraticelli, los Cathars...) Y es esta misma fantasía la que llevo
también a la gran caza de brujas, siendo siempre su telón de fondo un periodo
de dislocación y desorientación social en donde el pueblo tenía que enfrentar
una situación totalmente ajena a la acostumbrada experiencia de normalidad
(plagas, hambrunas, desastres naturales, transformaciones sociales)
En los tiempos modernos encontramos estas mismas características en
una serie de fenómenos sociales, siendo la fantasía anti-semítica contemporánea
una de las más relevantes. Es aquí donde se puede ver con mayor claridad como
los remanentes de los terrores demonológicos del pasado se mezclan con las
nuevas ansiedades y resentimientos que empiezan a surgir como respuesta a la
emergencia de la modernidad (secularismo, liberalismo, socialismo,
industrialismo...) y la consecuente dislocación de formas tradicionales de
vida. Enfrentados con tales desarrollos desconcertantes y amenazantes la gente
se vuelca fácilmente hacia la búsqueda y promesa del restablecimiento de la
armonía perdida. Es en este contexto en donde Hitler logra persuadir a los
alemanes que él es su única esperanza. Y es en este mismo contexto en donde el
judío se transforma en una Anti-Figura, en el Anti-Cristo moderno.
Rosenberg, Gobbels y el resto de los ideólogos nazis usaron el fantasma de la
raza judía como elemento unificador y
su victimizacion como algo necesario para
la creación de la futura sociedad del pueblo alemán capaz de detener los
peligros y excesos del modernismo. En palabras de Rosenberg, uno de los signos
primarios en la lucha venidera por la nueva organización del mundo es
el entendimiento de la verdadera naturaleza del demonio que ha causado
nuestra caída. Solo con ello el camino se abrirá a una nueva era.
Dentro de este esquema, la eliminación del Anti-Cristo, esto es, de los judíos, se considero como el remedio a
la dislocación social, la clave a un nuevo mundo armónico. La eliminación de
los judíos se presenta como lo único que puede transformar el sueño nazi en
realidad, lo único que puede llevar a cabo la utopía.
¿No es este mismo mecanismo utopico el que uso Stalin? Sus victimas no fueron muertas para
capturar y colonizar territorios... fueron muertas porque no encajaban, por una
razón u otra, en el orden social. El asesinato colectivo no fue una obra de
destrucción, sino de creación. Su fin objetivo era la consecución de un mundo
mejor, más eficiente, justo y hermoso. En ambos casos, ya sea a través de la
pureza racial o la sociedad sin clases, el sueño es el de un mundo libre de
conflictos, ordenado, controlado y armónico.
Lo que no debemos olvidar en este recuento es el hecho de
que si la Anti-Figura en la ideología nazi se encarno en el judío
esto no es debido a un desarrollo necesario, sino contingente. En
principio pudo haber sido cualquiera de nosotros. En otro momento y en
otras circunstancias la figura del judío puede sustituirse por la del gitano,
el latino, el negro, el homosexual, el infiel...
La decisión de quien será, eventualmente, estigmatizado depende en gran medida
de la disponibilidad dentro de una configuración social particular de grupos
que puedan jugar este papel en la fantasía social y esta disponibilidad es
siempre construida socialmente a partir de materiales existentes.
¿Como se explica la dialéctica de la fantasía y la
producción del enemigo?... La visión utópica de un orden social armónico solo
logra ser sostenida si el desorden actual puede ser atribuido a un elemento
ajeno. Desde el momento en que la realización del mundo utópico es imposible su
discurso solo puede mantenerse si
atribuye esta imposibilidad a un elemento discordante. La posición utópica se
encuentra en la desconcertante y
contradictoria situación de tener la necesidad vital de un enemigo que, al
mismo tiempo, necesita destruir. Esta trágica paradoja da lugar, no a la
reconciliación entre libertad humana y cohesión social, sino a la pura y simple
coerción totalitaria con su grotesca secuela. La fantasía utopica constituye un caso ejemplar
de la noción de la "coincidencia opositorum”...Por un lado, posee un lado beatifico, una dimensión
armonizante, el sueño de una humanidad sin contradicción. Y por otro, la
misma fantasía se nos presenta como algo profundamente desestabilizante. El
sobrante del sueño nazi es la "conspiración judía" y la compulsión
estalinista a descubrir permanentemente nuevos enemigos fue el lado obsceno de la
pretensión de crear al "Hombre Nuevo". La distopia es el lado siniestro de la utopía.
El problema es que la
crisis del pensamiento utópico ha llevado a la política de la aporía, ya que el
valor de la utopía radica en la creación
de proyectos y el establecimiento de fines que operen como factores subversivos
del orden presente. Para Ricoeur, por ejemplo, la solución a la aporía política
contemporánea es la de la revitalización de la operación utópica, generadora de
nuevas esperanzas. Una sociedad sin esperanza es una sociedad muerta. Su
eliminación no solo no es deseable, sino que es imposible.
¿Com podriamos
mantener una política de la esperanza, una política de cambios y
transformaciones sin utopías?
La practica democratica permite la posibilidad de cierto optimismo ya
que su operación se basa en el reconocimiento de la imposibilidad de las utopías y sus consecuencias catastróficas. Lo que distingue
al discurso democrático de otras formas políticas es el reconocimiento y legitimación del conflicto y su rechazo a
eliminarlo a través del establecimiento de un orden autoritario armónico. Es
solo dentro de este marco en donde la diversidad antagonistica entre diferentes concepciones económicas y
culturales pueden ser vistas como algo inherente a la vida social misma. Hoy
día, la atracción de esta esperanza
democrática anti-utópica depende, más que de su justificación racional y universal, de la creación de hábitos democráticos, de la
formación de mentalidades capaces de identificarse con su impulso... el
reemplazo de una imagen utópica por una forma de identificación que implique la
aceptación de la imposibilidad de lograr tal imagen. La aceptacion
de que la sociedad esta constituida
por una tela de relaciones sociales que
constantemente esta siendo hilada, rasgada y re hilada... de manera ligeramente diferente. En breve…la
aceptación de la imposibilidad del "reino de Dios".
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