El desarrollo de
la tecnología informática ha creado una
tremenda aceleracion en la producción de
información, enfrentandonos a un nuevo desafio. La limitación biológica de nuestra edad personal hace que cada uno de
nosotros muera en estado de subdesarrollo comparado con el avance social y tecnológico
de la humanidad como tal que no esta sujeta a esta misma dimensión temporal. Ahora, cada nueva generación tiene que enfrentarse a una inmensa carga de conocimientos y experiencias
que las generaciones anteriores han
acumulado y cuya suma total se le hace a los
pobres individuos más y más inaccesible.
Considerese solo esto. El número de libros
publicados en Europa en el siglo XVI, según cálculos recientes, se duplicaba
cada siete años. Después de un siglo y
medio de la invención de la imprenta, alrededor de 35000 libros habían sido
impresos con un total de copias de cerca de 20 000 000. En el siglo XX el volumen global de literatura, ciencia y tecnología creció
aproximadamente a la misma velocidad, doblándose cada siete u ocho años. Desde
los anos 1970, con el crecimiento de las tecnologías de computación, el número
de información se ha venido duplicando cada año. El tiempo promedio de vida en los últimos
cuatrocientos años, en cambio, en lugar de crecer geométricamente, solo lo ha hecho aritméticamente. De ahí
nuestra habilidad decreciente para ajustarnos a la información ambiental. Uno
solo puede imaginar el momento en que únicamente los individuos excepcionales, equipados
con súper computadoras, podrán ser capaces de mantenerse a la par con la información
de la época. Pero, mas temprano que tarde, la civilización también los dejara
atrás.
La habilidad de
conservar y transmitir información, dice el academico Mikhail Epstein, se ha acelerado enormemente con el disco
compacto. Todo lo que la humanidad desarrolla a traves del tiempo lo condensa
históricamente. Toda la memoria de la especie puede ser, en corto tiempo, accesible a cada individuo. El problema es que la condensación de la información
siempre queda detrás de su proliferación, lo que hace imposible su dominio. El resultado es la creciente fragmentación de la cultura y la especialización de las sub
culturas. El individuo se identifica cada vez menos con la humanidad y más con
culturas locales o disciplinas estrechas.
Hoy día todavía se
puede ser especialista en un autor determinado
¿Pero… en aproximadamente un siglo, no será esta especialidad considerada
demasiado amplia? Lo más probable es que el especialista se concentre solo en
una obra o en un tema
de un autor en particular. R.
Buckminster Fuller (“Synergetics…”, 1975) especulaba que el trauma informático
puede resultar en la extinción humana. La ciencia ha descubierto que todos los
casos conocidos de extinción biológica
fueron causados por la sobre especialización al sacrificar la adaptación general.
La especialización cultural, dice, alimenta sentimientos de soledad, futilidad,
confusión y prejuicios en los individuos que provocan discordias
internacionales que llevan, finalmente,
a la guerra.
Es claro que
actualmente la mayor fuente de riqueza
proviene de la información más que de la
industria o la agricultura. En el ambito de la producción material el
consumo es más rápido. En el de la
información, en cambio, la situación es opuesta. Se produce
mas informacion de la que el indivuo puede absorber. La mente individual
ya no puede abarcar lo que la mente de la especie crea. No seria raro que el individuo continue la
diversificación y especialización hasta que las palabras humanos y humanidad no
tengan mucho en común.
El argumento de
Epstein se basa en el hecho de que el capital informativo aumenta y circula fácilmente. El problema es que su circulación
produce un exceso inconsumible que crea nuevas dificultades. Una mente incapaz de
captar una idea dada o procesar una cantidad de información es una mente desvalida
y potencialmente destructiva. Esto no es
solo una cuestión relacionada con la distribución
de las fuentes informativas, sino de la habilidad intelectual para consumirlas
¿Quiénes son los desvalidos? Todos nosotros, en diferentes grados. Como
individuos quedamos detrás del avance del conocimiento común que es de todos y
de nadie. Esta desproporción, en alguna
medida, nos separa cada vez más.
Esta escena puede
aparecer bastante melodramática para quienes
creen que las computadoras resolverán el problema del exceso al que ellas contribuyen.
Es cierto que el Internet, en un instante, nos permite acceder y sortear una
tremenda cantidad de información y, no importa la cantidad que produzcamos, las
computadoras siempre ayudaran a
guardarla, organizarla y usarla. El problema es que en el Internet cada
consumidor de información potencialmente se transforma en un productor y lo
menos que necesitamos es producir más. La información generada en esta forma, a
pesar de su calidad inferior, de todas maneras debe tomarse en cuenta. En el
pasado, la cultura del manuscrito a través de los siglos fue creando sus propios criterios rígidos de
selección. La deficiencia del material impreso
limitaba el acceso del autor a la
publicación que imponía criterios profesionales, editoriales, educacionales y estilísticos.
El criterio de la cultura impresa, mas tarde, ha sido menos rígido, pero
continua siendo restrictivo. Con el despliegue de la cultura digital todo criterio selectivo se hace obsoleto. Sus
ondas sonoras están por todas partes y sus sonidos son, mayormente, ruidos.
Cualquiera puede diseminar información que no se necesita, creando una
explosión que deja a muchos sin poder absorber la información que necesitan. 53
millones de “Blogs” ya existian en el Internet en el 2008, duplicándose cada
seis meses, hablando acerca de nuestra vida privada, nuestra vida sexual,
nuestra vida soñada, nuestra segunda vida y nuestra falta de vida.
¿Estamos en vías de desarrollar una sociedad
informática en donde cualquier frase significativa rápidamente se transformara
en un sonido insignificante? La
Biblioteca de Babel, de Jorge Luis Borges, contiene todo lo que fue, será o
puede ser escrito. No tiene centro ni lógica.
Es un caos de información
compuesta de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías
hexagonales. Por cada línea racional o
proposición significativa hay una cantidad interminable de cacofonía,
verbantina sin sentido e incoherencia… Los infieles afirman que la regla de la
Biblioteca no es el “sentido”, sino el “sin sentido” y la racionalidad es casi
una excepción milagrosa. Para producir las obras literarias que consideramos
creaciones artísticas superiores les tomo a los humanos miles de años de refinamiento lingüístico. Tomaría millones
de años ubicar estas obras en una verdadera Biblioteca de Babel, una
conteniendo todas las posibles combinaciones de signos. Llevaría menos tiempo
crear algo de la nada que ubicarlo en el medio de todo eso. Según John Naisbitt
la información desorganizada y sin control ya no es un recurso en una sociedad
informática. Por el contrario, se hace la enemiga del trabajador informático.
Los científicos que se ven abrumados con datos técnicos se quejan de polución
informática y piensan que les toma menos tiempo llevar a cabo un experimento
que investigar si este ya ha sido hecho.
El espacio virtual es parte de nuestra conciencia y limitado por
la duración de nuestras vidas. Su pureza
es tan importante como la pureza del ambiente natural. El aumento de la
distancia entre el individuo y la humanidad es un problema “de la ecología de
la conciencia”, de cómo proteger nuestro espacio interior. La progresión geométrica de la información
empieza a atochar el espacio mental y su efecto es el adormecimiento intelectual y el aburrimiento.
Uno siempre piensa que el aburrimiento
se debe a la falta de estímulos. Pero, lo que es bastante común, es que también
puede surgir del exceso de estimulación. La información, al igual que la
energía, dice Epstein, tiende a degradarse en entropía… ruido, redundancia y
banalidad. La velocidad de la información deja atrás a la lentitud del
significado.
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