El cuadro que el Apocalipsis ecológico
nos pinta es el de un mundo sin
agua, tempestades y huracanes monstruosos, sequías, inundaciones,
disminución de los hielos polares, perdida
de la biodiversidad, enfermedades, guerras por recursos naturales, temperaturas
extremas, emigraciones masivas, etc. etc. etec.Independientemente de los
diferentes puntos de vista que cada uno tenga acerca de la Naturaleza el
consenso empieza a surgir acerca de la gravedad de las condiciones ambientales
y la precariedad del equilibrio socio
ecológico. Muy pocos son los que hoy niegan que el calentamiento del planeta
producido por los cambios en la
composición atmosférica que acompañan el
aumento del CO2 y otros gases atmosféricos es en gran medida causado por la actividad
humana. El uso de energía fosilizada (petróleo, gas, carbón) y la
desaparición de los bosques y las selvas tropicales que capturan el CO2 son cuestiones de hecho. Compañías
de petróleo, eco activistas, políticos de diferentes colores, científicos, líderes
de negocios y, junto con ellos, las
Naciones Unidas se unen en la cruzada para salvar el planeta y la especie
humana. Y en esta cruzada, las
cuestiones de hecho rápidamente se traducen en una narrativa ecológica en la
que el miedo despertado por el espectro de la devastación y aniquilación
ecológica se transforma en el punto nodal
con que ella se teje.
¿Cuál es el
problema con este discurso ambientalista que ha sido incapaz de transformarse
en un movimiento masivo y auténticamente renovador? Según el profesor Erik
Swyngedouw la imaginación apocalíptica es extraordinariamente poderosa en desplazar o
encubrir los conflictos y contradicciones sociales y en evitar la movilización
política. En esta visión el cambio climático se presenta como una causa
humanitaria global, cuidadosamente despolitizada, carente de trayectorias alternativas,
de articulaciones de programas políticos específicos o de proyectos ecológicos
revolucionarios. Es la movilización sin cuestionamiento político. Solo hay que
asegurarse que las transformaciones
tecnológicas y socio culturales que se necesitan para recalibrar el
clima se den dentro del horizonte del orden capitalista que se ubica mas allá
de toda discusión. Tenemos que cambiar
radicalmente, pero dentro de los límites del sistema para que
nada cambie. El peligro de dimensiones épicas que enfrentamos afecta no
solo a unos pocos sino a todos por igual
por lo que se requiere de una acción humana global, de una colaboración y
cooperación mutua.
La noción de la humanidad, la de un sujeto
humano global es una ficción porque nos presenta actores políticos sin tensiones,
contradicciones o conflictos internos
que niega la heterogeneidad y el antagonismo radical que configura a todo
sujeto político real. Es esta contradicción interna, el reconocimiento de campos sociales con
deseos e intereses sociales, políticos,
económicos y ecológicos opuestos lo que justamente constituye el ambito
politico democrático. Su desconocimiento
evita cuestionar a la clase dirigente y el papel de la llamada humanidad queda reducido, no a la transformación del
orden socio ecológico existente, sino solo a pedirles a los líderes que
implementen acciones para que básicamente la vida pueda continuar como antes. En
el fondo, el movimiento ambientalista es
reaccionario, apolítico y apartidista. Los
lideres políticos responden al llamado de la humanidad y les asegura que el
capitalismo puede resolver el problema climático corrigiendo el que ha
producido en los últimos doscientos anos con el desarrollo de una serie de invenciones
tecno ecológicas y medidas administrativas
extraordinarias. El problema ambiental,
dentro de este marco, no crea una nueva visión. Solo crea la ilusión de que nos
movemos para luego quedarnos en el mismo lugar. El supuesto es que el clima y
el capital se pueden salvar cancelando la
emisión de CO2 con la ayuda de la energía nuclear y el desarrollo de nuevas tecnologías
¿Podríamos decir, honestamente, que este proyecto es capaz de elevar nuestras
expectativas por una sociedad
ecológicamente mejor?
El discurso del consenso,
y el cambio climático estructurado en torno a la ecología del miedo es parte de
este discurso, niega la acción política
como tal y la reemplaza por
una logica administrativa en donde las decisiones, cada vez más, son
consideradas una cuestión de expertos que se ubican fuera del ambito político. El confrontamiento
ideológico, la divergencia y la lucha de
clases son reemplazados por una
planificación tecno administrativa que desplaza los conflictos y el desacuerdo al ambito del manejo consensual
de los problemas. Las elecciones políticas, la confrontación de visiones
opuestas o los proyectos de un orden social diferente se anulan como objetivos democráticos y son reemplazados por la administración de
lo posible que se da dentro de las relaciones mercantiles existentes. La característica clave del consenso es la
anulación del disentimiento, en otras palabras, el acuerdo sin separar o
dividir. El resultado es un mundo que elude o reprime la elección, la
confrontación pública y la libertad que no es parte del consenso. Un arreglo en
donde las organizaciones, los sindicatos, los partidos populares, la juntas de
vecinos, las federaciones de estudiantes son disminuidos o reemplazadas por
instituciones estatales, expertos, NGOs, grupos de intereses y organizaciones
de caridad que operan como fuerzas responsables que respetan y sostienen el
capitalismo neoliberal. Las discusiones
y disputas son reconocidas como derechos democráticos siempre y cuando
no cuestionen el marco vigente. El
desacuerdo radical, la crítica
revolucionaria y los conflictos de clase han sido erradicados de la arena política y
relegados al ambito del terrorismo, la criminalidad y la violencia ilegal.
Es la aceptación
de este contexto lo que explica que el movimiento ambientalista en la última
década haya reemplazado la política de la acción organizada, del desacuerdo
radical y de las visiones sociales
alternativas por su participación en la negociación de políticas ambientales. Alguien podría preguntar…Bueno… ¿Y que hay de
malo en ello? La negociación del consenso descansa en la idea de que los
problemas sociales y ecológicos que hoy vivimos son efectos colaterales externos
y no algo inherente a relaciones económicas
capitalistas. La humanidad y la naturaleza se elevan al nivel de lo universal cerrando el
espacio que permitiría el reclamo a la universalización de grupos, clases y
ambientes particulares. El enemigo o el obstáculo que continuamente nos amenaza
es innombrable, vacío, difuso y externo y solo puede ser manejado por el
dialogo consensual despolitizado dentro de un orden socio ecológico para el
cual no hay alternativa real.
El movimiento
ambientalista se ha transformado en un movimiento radicalmente reaccionario que
le ha dado vuelta la espalda a otras posibilidades socio ambientales o a otros ensamblajes humanos alternativos. La idea de retornar a una naturaleza harmónica
sin modificar el orden capitalista es un
proyecto neoliberal que solo constituye una
ficción particular. Necesitamos
diferentes historias y ficciones capaces de comprometer y movilizar a los
pueblos para su realización. El debate del clima es la oportunidad que tenemos
para transformarlo en un debate acerca
de la democracia y su significado. Esta debe recuperarse como el terreno en que
se expresan las contradicciones, los conflictos y desacuerdos desde los cuales puedan surgir otros mundos.
Nieves y Miro
Fuenzalida.
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