Que ganaremos con la próxima reunión en Paris sobre el cambio climático? Por los últimos 20 años, y después de 90 reuniones, las agencias intergubernamentales de las NU encargadas de prevenir los peligros del cambio
climático no han logrado alcanzar ningún progreso significativo y las cosas
siguen empeorando. Los lideres del mundo están fracasando rotundamente
en responder al desafío ecológico. Los datos preliminares muestran que en el
2013 la emisión de dióxido de carbono
fue 61% mas alta que en 1990. De acuerdo
con el Banco Mundial al final de la centuria
el mundo tendrá 4 grados mas que
hoy. Con esa temperatura la adaptación
humana no es segura.
Todos sabemos, o por lo menos tenemos la
sospecha, de que el calentamiento de la
Tierra es una amenaza mortal para la humanidad.
También sabemos, o por lo menos tenemos la sospecha, que hay formas de
aminorar la crisis ¿Por qué, entonces,
no lo hacemos? Porque significaría
cambiar nuestras creencias acerca del lugar que ocupamos en el mundo, la forma
en que funciona el sistema económico,
las cosas que consumimos, la forma en que vivimos y los fines que
perseguimos. Cosa nada fácil especialmente
cuando las Mega Corporaciones rigen el mundo.
Lo que podría salvarnos entra en directa contradicción con la
ideología del neocapitalismo. Las acciones necesarias para evitar o disminuir la catástrofe humana
ponen en peligro el poder de la pequeña elite que controla la economía, el
proceso político y los medios profesionales de comunicación. Los pilares que
facilitan este poder son la
privatización de la esfera publica, la
desregularización del sector corporativo
y la disminución de sus impuestos…
Pensemos solo un momento... ¿cómo un gobierno podría invertir masivamente en infraestructura y servicios públicos con cero
emisión de dióxido de carbón cuando la
esfera publica ha sido desmantelada? ¿O como podríamos regular, penalizar e imponerles mayores impuestos a las
compañías de petróleo cuando esas medidas son consideradas interferencias estatales? ¿Cómo el sector de
la energía renovable podría recibir el apoyo y protección necesaria para
reemplazar la energía fosilizada cuando el “proteccionismo” es comunismo? El
mercado, dejado a su suerte, no resolverá el problema.
Como muestra Naomi Klein en su ultima
publicación los números son
impresionantes. En 1990, cuando
el proyecto de globalización se orienta hacia su madurez, la emisión mundial ha aumentado un promedio
de 1% al año. En el 2000, con los mercados emergentes como China, la emisión
alcanzo 3.4% al año. El rápido crecimiento ha continuado hasta nuestros días,
interrumpido brevemente por la crisis financiera del 2009. Y esta emisión no podría haber sido diferente si consideramos
la exportación masiva de productos a través de vastas distancias, quemando
carbón durante todo el viaje, y la imposición de un modelo de producción basado en el
derroche y consumo. La liberación de la energía fosilizada que ha acelerado este proceso y la dramática
aceleración de la liberación de las capas de hielo del Artico son las dos caras
de una misma moneda. El triunfo del capitalismo contiene un conflicto
fundamental… crecer o morir. Si crece, destruye el sistema ecológico del cual
depende la existencia humana. Si no crece, el sistema fracasa. La economía capitalista esta en directa contradicción
con las formas de vida terrestre, incluyendo
la nuestra. El capitalismo requiere
expandir constantemente la producción y el consumo que solo es posible a través
de la explotación de los recursos naturales del planeta que a largo plazo es
insostenible. La elección con la que nos quedamos es clara… permitimos que el
cambio climático cambie nuestro mundo o
cambiamos la economía para evitar el fin
de la historia. Por el momento, la
lógica del mercado va ganando en contra
de la lógica de la naturaleza.
Lo que el clima necesita es la disminución del
uso de los recursos naturales que solo solo puede ser posible con un modelo económico diferente. A pesar de que por las ultimas décadas se ha venido
hablando de un desarrollo sostenible, la verdad es que no ha habido un intento
serio en esa dirección, porque reducir el consumo en las naciones ricas es una
herejía. Un desarrollo sostenible
requiere de una dramática reducción de la producción y consumo que fundamentalmente contradice el
capitalismo.
Según las Naciones Unidas cuando el Índice de
Desarrollo Humano de las NU se combina con la huella ecológica de 182 naciones
solo un país tiene una economía genuinamente sostenible. Ese país es Cuba. El único país en el mundo que satisface las
necesidades básicas (alimento, habitación, salud y educación) de todos sus ciudadanos
de una manera ecológicamente sostenible.
De acuerdo a (http://www.footprintnetwork.org/en/index.php/GFN/page/living_planet_report_2014_facts/) “ Living Planet Report”
del 2014, la cantidad de tierra productiva disponible para
cada persona en el planeta para vivir de una manera ecológicamente sostenible
es de 1.7 hectáreas globales. El Indice
de Desarrollo Humano contiene cuatro
categorías de desarrollo humano… muy alto, alto, mediano y bajo que
están determinados por los indicadores de una nación relacionados con la
esperanza de vida, educación, salud y estándar de vida. Para lograr desarrollo
sostenible la huella ecológica per cápita de un país no puede exceder 1.7 hectáreas globales y su desarrollo
humano debe estar en la categoría de alto o muy alto, lo que equivale a un
índice de desarrollo humano de un valor sobre 0.7. Cuba es la única nación que
ha logrado ambos objetivos, con una huella ecológica per cápita de 1.6
hectáreas globales y muy alto desarrollo
humano con un índice de un valor de 0.815 (44 en el mundo).
Las otras naciones logran uno u otro objetivo,
pero no ambos. Las naciones ricas califican muy alto en el índice de desarrollo
humano, pero tienen una huella ecológica
que excede largamente la sostenibilidad de 1.7 hectáreas globales. La
de EEUU es 6.8 y la de Canadá, 6.6, por
ejemplo. Las naciones pobres mantiene una huella ecológica por debajo de 1.7
hectáreas, pero califica como “bajos” en el índice de desarrollo humano.
Angola, por ejemplo, tiene una huella ecológica de 0.9, pero en el índice de
desarrollo humano tiene solo un valor de 0.526 (149 en el mundo) El alto estándar de
las naciones ricas se logra consumiendo la parte de recursos de los otros seres
humanos. Angola tiene petróleo y los grandes beneficiarios son las compañías y
consumidores del occidente. La esperanza de vida en el país es de 51 años y solo reciben 4.7
años de educación y la mitad del país
vive en la pobreza.
Para lograr un desarrollo sostenible para todo
el mundo, las naciones ricas tienen que reducir la huella ecológica a 1.7 hectáreas globales. Si consideramos que
la huella de EEUU es de 6.8 hectáreas, no hay manera que esto pueda lograrse convenciendo a
la gente que disminuya el consumo.
Mientras puedan costearlo, no lo harán ¿Cómo lo logro Cuba?... la dramática
transformación se produjo en los años
90s cuando perdió su principal
aliado y suministrador de petróleo. Esto les obligo, si querían cumplir
con la demanda de la satisfacción de las necesidades básicas, a cambiar
la industria agricultural de gran
escala por pequeñas granjas orgánicas. 85% de la producción agrícola es ahora
orgánica y no hay plantas de engorde animal. Hay solo una pequeña cantidad de
automóviles privados en favor del uso de transportación publica. Y el país
tiene un bajo consumo de muebles, ropa, zapatos y electrodomésticos porque
estos artículos son reparados y rehusados para extender su vida útil en lugar
de botarlos. Los cubanos no disfrutan del estilo de vida y el lujo
materialista de las naciones ricas, pero
tampoco viven en la pobreza, miseria y
mortalidad que afecta a los
países del hemisferio sur dominados por
las estructuras capitalistas. Esta es la
razón, y no la cuestión de la democracia, que Cuba, para las corporaciones, es un anatema
porque sus ganancias dependen del consumo y la explotación de los sistemas ecológicos.
El problema para los defensores del desarrollo
sostenible es que este estilo de vida no es nada de atractivo para el mundo
consumidor. No hay norteamericano o europeo o chino que vaya a querer vivir como los cubanos. Y, hoy día, con
la llegada de los yanquis, tal vez los cubanos tampoco.
¿Cómo, entonces, se puede lograr
sostenibilidad sin reducir dramáticamente los niveles de consumo? El problema,
si no queremos auto engañarnos, es que
no se puede. La promesa del mercado de
que la solución técnica esta a la vuelta
de la esquina es una pura
ilusión. La sostenibilidad contradice la lógica que impulsa el sistema
capitalista ¿Qué elección nos queda, entonces? Enfocarnos
en la cualidad de vida en lugar de medir la felicidad por el consumo. Cambiar
los modelos de pensamiento. Imaginar otro mundo social. El problema es que
no hay receta para lograrlo…
¿Entonces, que hacemos?
Resistir.
Y la resistencia incluye los
movimiento de grupos que adoptan una
dinámica que no tiene cabida dentro de la cultura capitalista, como las acciones
ambientales directas, las protestas en
contra de la cultura dominante, los bloqueos y sabotajes de grupos indígenas, trabajadores, anarquistas y otros activistas. Estos levantamientos masivos son la fuente de
fricción que disminuye la velocidad de
la maquina económica que pareciera
empezar a correr fuera de control. Según Brad Werner, investigador de sistemas
complejos, los movimientos sociales del pasado muestran que tienen una tremenda
influencia en como la cultura dominante evoluciona. Si pensamos en el futuro de
la tierra, dice, tenemos que incluir la
resistencia como parte de esta dinámica.
Y esto no es una cuestión de opinión, sino, realmente , un problema
geofísico. La explosión de un movimiento masivo puede ser la respuesta. El
cambio climático puede ser la fuerza que una a todos aquellos que todavía
luchan por la justicia social… Nadie
sabe cuando esto pueda ocurrir, si es que ocurra, dada la fragmentación de la
vida posmoderna. La esperanza es que
históricamente estas explosiones han ocurrido. Los registros no mienten y dicen
que la emisión de gases ha aumentado. No
queda mucho tiempo. Esta es la ultima década según el consenso científico. Solo la exigencia de una “década cero” podría
cambiar todo.
Nieves y Miro Fuenzalida.
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