Sunday, January 26, 2025

La bicicleta de la imaginación

 

 En

Un estacionamiento

Clandestino

De

La imaginación

Guardo

Mi bicicleta

Que

Pedalea

Buscando

Palabras

Para

Escribirlas

En

Cuadernos

De

Lluvias

Con

Paraguas

De

Lápices

Azules. 

 

Nieves.


Sunday, January 19, 2025

La paradoja de la inmortalidad

 

La muerte acecha, siempre a la espera, quitando y destruyendo todo lo que mas amomos, dejando en su lugar una permanente secuela de sufrimiento y amargura. Y, sin embargo, por mucho que queramos que nuestra vida y la de quienes amamos siga, no solo en el próximo futuro sino  por siempre, tenemos la trágica sospecha de que esto no es posible y que la inmortalidad no seria una buena cosa, después de todo.

 

No es raro encontrar en los escritos y comentarios teóricos la idea de que la búsqueda de la inmortalidad es el “fundamento del logro humano, la fuente de la religión, la filosofía, la arquitectura de las ciudades y el impulso detrás del arte. Una idea enraizada en nuestra naturaleza y su resultado es lo que llamamos civilización”. Al parecer, por lo que podemos observar, ninguna civilización ha sobrevivido sin una narrativa de inmortalidad, cualquiera que esta sea. Y hay varias.

 

Por debajo de la aparente diversidad de historias acerca de cómo podemos  lograr la inmortalidad el filosofo ingles Stephen Cave describe cuatro creencias básicas que la especie humana ha seguido a través del tiempo y cada uno de nosotros, lo sepamos o no, acepta una u otra o una mezcla de ellas.

 

La mas elemental, por supuesto, es mantenernos vivos. Todo lo que un ser vivo hace, desde el mas simple al mas complejo, esta dirigido hacia este objetivo. Es el requisito previo de todo lo demás. La roca pasivamente se erosiona con el paso del tiempo. Los organismos en cambio luchan con todo su ser en contra de los elementos, los depredadores y el desorden que caracteriza al universo. La “voluntad de vivir” es su esencia, el deseo de continuar indefinidamente. Y esto, en gran medida, explica lo que hacemos con eso que llamamos civilización, producto de nuestro poderoso intelecto que nos separa del resto. Pero es este mismo intelecto el que inexorablemente nos lleva a la fatal conclusión de que, al igual que todos los otros seres, debemos morir eventualmente. Estamos condenados a perder y sabemos que la segadora nos cortara la vida, no importa lo que hagamos. Y sin embargo, a pesar de ello, no podemos imaginar ese estado de no existencia. Paradójicamente sabemos que estamos condenados a desaparecer y, sin embargo, no podemos imaginar que realmente no existamos. Podemos visualizar nuestro propio funeral o, tal vez, el vacío obscuro en el cual vamos a caer, pero todavía estamos allí, observando, con un ojo que visualiza. El mismo acto de imaginar convoca a algo así como a un ser virtual. No es posible que el que activamente esta imaginando, imagine la ausencia del que esta imaginando. Cada vez que tratamos percibimos que en realidad todavía estamos presentes. Curiosamente, la muerte se nos presenta, entonces, como inevitable e imposible. Esta es, según Cave, la Paradoja de la Mortalidad y su resolución es lo que da forma a las narrativas de la inmortalidad y, por tanto, a la civilización.

 

Esta contradicción que esta en el centro de la condición humana, por su mayor parte, no nos paraliza porque nos contamos historias que nos ayudan a darle sentido a nuestra realidad existencial y nos protegen o distraen del terror de la finalidad prometiéndonos inmortalidad.  Mantenerse vivo indefinidamente es la continuación de mantenerse vivo aquí y ahora, una lucha constante por la sobrevivencia que se prolonga sin fin, comenzado  con el alimento, el albergue y la defensa y continuando con la búsqueda del elixir mágico que nos liberara de nuestro miedo mortal. Con el advenimiento de la Ilustración, la fe en la razón y el método científico la esperanza de vida dio un salto significativo alcanzando un promedio de 80 años en la mayoría de los países de Occidente. Uno de los grupos mas prominentes en la versión contemporánea de la narrativa de Mantenerse Vivo es el de los transhumanistas que creen que estamos entrando en una etapa de transición, evolucionando de simples humanos a seres pos humanos inmortales. Aunque la tecnología esta todavía en su infancia, particularmente la genética, la nano medicina, la nano tecnología y la habilidad de remodelar nuestra materia gris, eventualmente, según los futuristas, vamos a llegar a un punto en donde los humanos y su tecnología se volverán efectivamente indistinguibles y súper inteligentes. Si duplicamos la esperanza de vida una vez, dicen, podemos hacerlo una y otra vez. Pero esto no es tan sencillo como parece. No se trata tanto de vivir mas sino de morir mas lentamente. El envejecimiento no tiene una solución fácil.

 

Si morimos, a pesar de toda esta tecnología futurista,  tal vez la opción que nos queda es la de poder  resucitar... ¿cierto? Tal vez hay una segunda vez y en esta segunda vez nos transformamos en algo eterno. Y es esta creencia la que por miles de años ha dado esperanza a innumerables personas. Para los resurreccionistas la muerte es solo el comienzo y un día podremos resucitar para vivir de nuevo. Paul, en el nuevo testamento  afirma que Jesús al morir en la cruz y resucitar en el tercer día y ascender al cielo ha vencido a la muerte, no solo para el, sino para toda la humanidad. En su segunda venida resucitaremos con cuerpos físicos reales, esos mismos que conocemos ahora, pero mejorados e imperecederos. La resurrección, a diferencia de otras creencias, esta centrada enteramente en el cuerpo y es la expresión central de la fe cristiana. La mitad de la población mundial oficialmente la suscribe, aunque en la realidad la cifra es mucho menor, porque a pesar de su atracción inicial, la idea de una resurrección física es bien problemática. Si los mismos átomos fueran parte de dos seres humanos en diferentes momentos, como en el canibalismo o trasplante de órganos, por ejemplo, ¿como volver a ensamblarlos? Si el cuerpo resucitado esta ensamblado y hecho de las mismas partes que el anterior, puede que este sea viejo, marchito y senil. Si recibimos un cuerpo glorioso e incorruptible, como promete Pablo, este seria diferente y, por tanto, mas un reemplazo que una resurrección. Y por si esto no fuera suficiente tenemos el problema de la duplicación. Reemplazamos aproximadamente el 98% de nuestros átomos cada año lo que implica que Dios podría recomponer no solo el tu actual, si ahora mueres, sino también el tuyo de cinco años, con lo que terminamos con dos diferentes versiones de ti. O con dos copias de ti. 

 

Los que ya no esperan la segunda venida y la resurrección han echado mano a la creencia en la eternidad del alma. Como dice Cabe, el alma cierra la brecha entre este mundo y el próximo y mantiene una parte esencial de nosotros fuera de la tumba, incluso cuando nuestros cuerpos fallan. Una esencia espiritual inmortal que funciona independientemente de su marco carnal. Una hipótesis intelectual y emocionalmente satisfactoria en todo el mundo, incluyendo el secular y científico, capaz de proveer al creyente con una importancia cósmica individual, a pesar de que ha estado bajo constante asalto por parte de biólogos, psicoanalistas, decontruccionistas, conductistas y neurocientíficos. La fantasía de que somos parte ángeles y parte brutos llego a su fin con la revolución darwiniana que concluye que no somos parte ángeles y parte brutos, solo brutos. El alma se supone ser inmaterial, pero es un misterio cómo esta alma inmaterial puede relacionarse con un cuerpo material. La comprensión biológica moderna de cómo funciona la vida, desde los organismos a los órganos que lo componen, desde las células mas diminutas hasta el ADN, no dejan lugar para sustancias inmateriales. Y cada vez mas la evidencia neurológica sugiere que todos los aspectos de la mente y la personalidad dependen del cerebro. Las técnicas conocidas como neuroimagenes, por ejemplo, permiten estudiar de cerca las correlaciones entre el pensamiento y la materia física y ellas muestran que  cada proceso mental va acompañado de un proceso cerebral. La idea de que la consciencia, la mente o el alma pueden sobrevivir la muerte del cuerpo es difícil de sostener si pensamos que si algo nos golpea la cabeza con suficiente fuerza nos deja inconscientes... si es algo completamente inmaterial ¿por qué no sobrevive a un simple golpe en la cabeza?  

 

Pero si no es el alma la que sobrevive puede que sea, entonces, algo diferente, algo así como la impresión que dejamos en el mundo, nuestro legado cultural o biológico que no requiere la sobrevivencia del individuo para lograr la inmortalidad. Su influencia la encontramos por todas partes ya sea en el arte, la política, la ciencia, el deporte o la cultura popular. Si las otras narrativas de la inmortalidad son callejones sin salida esto es lo mejor a lo que podemos aspirar. Y quienes siguen este camino valoran mas la fama que la felicidad, el amor, la riqueza e, incluso, la vida misma porque creen que les abre la vía a una existencia que va mas allá de la carne. 

 

Compartimos el mundo natural con todos los otros seres, pero el mundo simbólico es único, algo que nosotros creamos y en el que podemos lograr la permanencia que anhelamos. Y si esto no esta al alcance de todos nos queda siempre el consuelo de que podemos seguir viviendo en nuestros hijos y perpetuarnos a nosotros mismos en el futuro.  La creencia de que estamos conectados de una manera profunda nos convierte, en un sentido crucial, en el mismo ser. Una rama o alargamiento del padre y la madre. Pero esto no es lo mismo que la continuación de nuestra consciencia. Seguimos siendo seres conscientes separados. Y eso tiene poco que ver con el intento de vivir para siempre. 

 

¿Podemos vivir sin una narrativa de la inmortalidad, sin el confort de sus imágenes positivas acerca del mas allá? Vivir sin la promesa de la inmortalidad, dice Cave, se nos presenta como una terrible fe y un peligro para el vigor y supervivencia de la nación y la civilización. Pero no tiene que ser así. Hay cierta correlación entre el foco obsesivo en la vida eterna y la voluntad de aceptar la injusticia que reina en el mundo. El cristianismo medioeval, por ejemplo, enseño a sus súbditos explotados a  apartar la vista de la miseria de sus vidas y soñar en su lugar en el paraíso futuro, lo que Nietzsche llamo la “moral de esclavo”.  La alternativa al mas allá siempre ha sido, desde los albores de la civilización, la creencia de que la finitud le da valor a la vida, aunque venga con el miedo a la muerte. La sabiduría es encontrar la forma de aceptar y de vivir con el hecho de la mortalidad. Todo lo que podemos conocer es la vida y al aceptar que es finita, también podemos saber apreciarla.

 

Nunca experimentamos la propia muerte porque ya no estamos ahí para sentirla. Solo nos golpea cuando nos roba aquello que mas amamos y frente a ello no hay consuelo.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


Sunday, January 12, 2025

Tintas secas



Los libros

Tejen

Sus bufandas

De

Palabras

Con

Los palillos

De

La imaginación

Y

Con

Las lanas

De

Tintas

Secas

De

Un lápiz.

 

Nieves.


Sunday, January 5, 2025

El Reino de la Bestia

 

La elección de Trump muestra con claridad meridiana que los extremadamente pobres luchan por los extremadamente ricos. Un  fenómeno político que tristemente vemos por todos lados. Su triunfo ideológico irónicamente es visto por sus seguidores como una forma de resistencia subversiva en contra del sistema. Una pseudo actitud radical que contrasta tristemente con la obediencia irracional al líder. Una forma de populismo de derecha que trata al comunismo y al capitalismo como si fueran lo mismo, creencia que la Bestia pretende representar. Pero, contrariamente, su política es permitir que el mercado funcione libremente en su  forma mas destructiva y salvaje, desde la especulación brutal hasta el rechazo de todas las protecciones ecológicas y limitaciones éticas. La democracia da paso a la oligarquía en donde los multibillonarios no solo controlan la economía sino que ahora pasan a controlar directamente la política. Trump es el sistema y con su victoria la codicia infinita que mueve el neoliberalismo, el rostro contemporáneo del capitalismo, logra su clímax. Es el surgimiento de la Bestia que siempre se esconde debajo del abismo de toda democracia.

 

Si hay algo en que los críticos y defensores del capitalismo están de acuerdo es la creencia de que el egoísmo es su característica esencial. Sus defensores normalmente no niegan que el sistema esta organizado en torno a la codicia monetaria y sostienen que no puede ser de otra manera porque por naturaleza eterna el ser humano es incorregiblemente egoísta. Los sueños izquierdistas que priorizan el bien colectivo por encima del interés personal son meras fantasías utópicas totalmente irrealizables.  Cualquier intento de crear un nuevo ser humano desinteresado y al servicio del bien común a través de una revolución económica esta condenado al fracaso. Ya en el liberalismo clásico al estilo de Adam Smith encontramos la idea de que “no es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de donde esperamos nuestra cena, sino de su consideración por su propio interés”. Como lo puso Gordon Gekko, la figura popular de la película de 1987 “Wall Street” de Oliver Stone... “la codicia, a falta de una palabra mejor, es buena”. La cosa es que tanto en el liberalismo clásico como en el neoliberalismo de Milton Friedman se dice que la búsqueda despiadada de los intereses personales no socaba ningún bien mayor. Todo lo contrario. Ella contribuye de manera creciente al mejoramiento de la vida material. La mano invisible, como una marea, levanta el nivel de vida de todos gracias al progreso tecnológico, la competencia de precios, la desregulación y la filantropía. La poderosa fuerza natural e inerradicable de la codicia y el egoísmo humano pueden ser aprovechadas por la sociedad al ser domesticadas y puestas al servicio de un orden colectivo viable y duradero de agonismo económico y político pacífico.

 

La lógica del capital, sin embargo, exige múltiples formas de auto sacrificio y es antitética a los intereses personales mas fundamentales de todos de los que viven atrapados en ella, independientemente de lo que puedan pensar. Después de cuarenta años de capitalismo neoliberal la miseria socioeconómica y geopolítica multifacética actual es innegable como lo podemos ver en la creciente brecha de desigualdad de riqueza a través del mundo. Según el informe de Octubre del 2020 sobre la riqueza mundial del “Credit Suisse”, el 1% de las personas mas ricas del mundo poseen el 43.4% de la riqueza mundial total, mientras que aquellos con menos de 10 000 dólares en recursos monetarios constituyen el 53,6%  de la población mundial y solo poseen el 1,4% de la riqueza mundial. El 0,002% de los individuos mas ricos del mundo posee el 6,2% de la riqueza mundial total. Es decir, aproximadamente la mitad de la humanidad no posee nada o casi nada, mientras una pequeña fracción  controla casi la mitad de los activos agregados del mundo.

 

Muchos teóricos continúan insistiendo, como Adrián Johnston por ejemplo, que los análisis económicos de Marx siguen siendo increíblemente actuales, quizás ahora mas que nunca. Y esto porque en el siglo XXI hemos retrocedido colectivamente hacia un capitalismo rapaz al estilo del siglo XIX. A pesar de los logros tecno científicos seguimos, como lo hemos estado durante mas de cinco mil años, atrapados en la barbarie de sociedades que se basan en la desigualdad material. La patética verdad es que después de miles de años de “progreso histórico” hemos culminado en que una minúscula fracción de seres humanos controla los destinos del planeta... ¿como explicamos esto?

 

A pesar de las estipulaciones de Marx sobre la irreductibilidad de las personas a categorías económicas, las acusaciones de que el materialismo histórico reduce a todos a ser nada mas que los objetos pasivos de las leyes de hierro de la historia económica es lo que abrió la puerta al revisionismo marxista para eliminar cualquier privilegio de la economía. Y, sin embargo, a pesar de ello, la realidad muestra que a lo menos en el modo de producción capitalista las personas realmente se ven reducidas a ser, casi totalmente, personificaciones de roles que el sistema socio económico les asigna, ya sea tanto para los explotados como para los explotadores, que son gobernados mas allá de su voluntad por las fuerzas y factores transindividuales de la economía y sus constelaciones sociales. Para los sujetos en estas configuraciones económicas sus mascaras capitalistas no son solo mascaras sino que con el tiempo se convierten en sus rostros inamovibles.  

 

Dentro del modo de producción capitalista, dice Johnston de acuerdo a Marx, la forma dominante del egoísmo es la codicia especifica de los grandes capitalistas. La de los consumidores, por su parte, que es  estimulada por la publicidad, las marcas y la obsolescencia programada, es un efecto secundario que refleja y sirve a la búsqueda insaciable de plusvalía de los capitalistas, cuya lógica fundamental es D-M-D (dinero-mercancía-dinero). La codicia capitalista en tanto D-M-D es “infinita” en virtud de la matematización de este egoísmo a través de su mediación monetaria. Según una concepción ideológica tradicional el sentido de la palabra “fin” es el de un objetivo o meta que tiene un punto de parada  una vez alcanzado. Sin embargo, el fin de “mas dinero”, no tiene un fin finito. Así como el conteo de números en una línea numérica puede continuar incesantemente, tampoco hay un punto de parada o meta final para la acumulación de plusvalía. Siempre se puede tener mas. Y, de acuerdo con la misma lógica, ningún capitalista tiene nunca suficiente dinero, lo que lo obliga a repetir la secuencia D-M-D una y otra vez. El dinero no es solo un objeto sino el objeto de la codicia. La infinitud del supuesto “fin” de la codicia capitalista significa, entonces, que ningún capitalista puede satisfacer su codicia o, lo que es lo mismo, llegar a un estado de reposo o saciedad determinado. Ellos deben reinvertir continuamente sus ganancias y moverse hacia donde la competencia intracapitalista los dirige. El objetivo de cada capitalista en tanto es acumular sin limite la mayor cantidad posible de plusvalía.

Igualmente, los consumidores o la llamada clase media del capitalismo avanzado tampoco pueden alcanzar la cantidad suficiente de uno o mas productos para saciar total y permanentemente la sed de su codicia alimentada por el capital. La publicidad, el marketing, el branding, la obsolescencia programada, las innumerables fuentes de crédito, las plataformas de compra, la mercantilización de lo natural y lo experiencial, los macro datos y la explotación de las redes sociales alimentan este circulo infernal en busca de baratijas brillantes y distracciones divertidas y para ello deben hipotecar su futuro a través del crédito y la deuda y soportar la persistente sensación de vacío, a pesar de la continua adquisición de mercancías. El sistema productivo no solo crea el objeto para el sujeto sino también el sujeto para el objeto. Un capitalista o consumista plena y finalmente satisfecho dejaría de ser capitalista o consumerista. La satisfacción es antitética a la reproducción y mantenimiento de este sistema socioeconómico. Solo reproduciendo la carencia perturbadora, en lugar de la plenitud tranquilizadora, el capitalismo puede reproducirse a si mismo. Todos los que vivimos bajo las reglas del capital estamos sometidos, de una u otra manera, a la autoridad enigmática e impredecible de la mano invisible del mercado. Una de las ideas claves del materialismo histórico es que es la dinámica socio estructural transindividual, y no la sicología individual, es la que  verdaderamente determina la conducta de las personas como representantes de clase.

 

¿No es este capitalismo global al cual estamos sometidos con su obscena desigualdad de riqueza merecedor de ser juzgado como un fracaso por la mayoría de la población mundial? ¿Un capitalismo que ni siquiera satisface las necesidades de auto conservación mas básicas de los millones de personas que abandona a la pobreza miserable y al saqueo de sus riquezas naturales?

 

El egoísmo humano puede ser natural, pero la infinita codicia capitalista definitivamente no lo es. Las formas en que esta se manifiesta y opera están influidas por diferentes contextos socio históricos, en este caso, el modo de producción capitalista que deja atrás verdaderos océanos de detritos y montañas de basura como si no hubiera mañana. Y, de hecho, muy bien puede que no haya si consideramos como la contaminación  amenaza con provocar múltiples desastres ambientales y finalmente el colapso ecológico total. Como Freud ya indicaba en el siglo pasado, no debemos presumir que la economía libidinal de la psique siempre e inevitablemente prefiera satisfacer los impulsos de la muerte a través de la competencia económica egoísta del capitalismo, en lugar del auto sacrificio de renovación social del socialismo. Pero, así como el triunfo del amor sobre la muerte no esta garantizado de antemano, tampoco lo esta el triunfo de la agresión sobre la socialidad.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.