A pesar de crecer políticamente como marxistas en los 60’s el existencialismo siempre tuvo una enorme atracción porque no giraba entorno a cuestiones abstractas sino que se dirigía a algo que nos tocaba directamente. Como no escuchar, por ejemplo, a Heidegger cuando decía que los filósofos a través de toda la historia han perdido el tiempo en cuestiones secundarias, mientras olvidaban plantear lo que es mas importa, la pregunta por el Ser ¿Qué quiere decir que una cosa es? ¿Qué significa decir que tu mismo eres? Hasta que no preguntes por esto, nunca lograras saberlo. Y, según Sartre, es posible ser autentico y libre, siempre y cuando uno siga esforzándose. Comparado con el marxismo, que nos dejaba bien poco espacio para la subjetividad individual, Sartre ofrecía la posibilidad de que uno pudiera encontrarse a si mismo. Esta insistencia en la libertad y la autenticidad dio impulso a los levantamiento de estudiantes y trabajadores de 1968, en Paris y otros lugares, y muchos de los temas pintados en las paredes de la ciudad hacían eco de temas existencialistas. Cuando el 29 de Mayo del 68 Sartre hablo en el auditorio de la Sorbona siete mil estudiantes llenaron el lugar, junto a otros miles en el patio exterior que no pudieron entrar. Mas de lo que cualquier líder político pudiera soñar.
En los ochenta, sin embargo, el existencialismo paso de moda y una nueva generación de estructuralistas, posestructuralistas, decontruccionistas y posmodernistas tomo su lugar reemplazando las preocupaciones por el sujeto con la investigación de signos, símbolos y significados. Este fue el momento de “la muerte del sujeto”, junto con la libertad, la angustia y la nausea existencial. Una nueva generación intelectualmente estimulante, por cierto, pero que nos devolvió a un paisaje despojado de los seres activos, apasionados y comprometidos de la era existencialista.
¿Qué paso aquí? Según la historia va el existencialismo sartriano fue el blanco principal de la revolución posestructuralista que enmarco su filosofía y su concepción del sujeto en la tradición Cartesiana de la filosofía moderna que ya no tiene cabida en nuestra era.
Según Sartre el hombre no existe primero para ser libre después. “Estamos condenados a ser libres”. Es parte de nuestra facticidad al igual que el cuerpo que soy, la situación en la que me toca vivir, la clase social en la que estoy inmerso o el color de piel que me tiñe... ¿por que somos libres, a pesar de esta facticidad? Porque el ser humano no tiene esencia, porque “la existencia preside la esencia”. No estoy determinado por ninguna cosa. No hay un orden trascendente que me determine. No Dios, no formas platónicas, no estructuras históricas. Si somos determinados por ellas es solo porque nosotros dejamos que ellas lo hagan. Igualmente soy libre de cualquier determinación social. Puedo hacer lo que quiera con ella, no para satisfacer cualquier deseo que me venga, sino en el sentido de que yo soy capaz de darle significado a mi situación. Esto es lo que distingue a un “ser para si” de un ser “en si”. El “ser para si” puede tener control de su existencia y usar su pensamiento consciente para dirigirla, en tanto que el ser “en si” puede ser solo lo que es. El individuo es siempre un proyecto capaz de transcender su situación, proyectándose hacia el futuro. Si el esclavo, por ejemplo, elige rebelarse, la esclavitud, lejos de ser un obstáculo a la revuelta, adquiere su significado a partir de la revuelta. Las circunstancias y condiciones objetivas que influyen en su consciencia no disuelven su libertad sino que forman las base de su libertad. Estas son precondiciones, mas que limites a la libertad. La libertad consiste en trascender lo “dado”. La facticidad nos invade solo en la medida en que la integramos en nuestro proyecto personal. Siempre soy capaz de “desvincularme del mundo” en el que he estado comprometido.
Esta lógica cartesiana que sustenta la concepción de libertad absoluta en Sartre es la que impulso a Claude Levi-Strauss a decir que el sujeto sartreano es esencialmente “el prisionero del Cogito”. Impermeable y totalmente autónomo el ser para si secreta una resina cartesiana que actúa para aislarlo del mundo exterior como un capullo en los rincones internos del cogito individual en donde construye sus propios significados y realidad.
El blanco de la critica posmodernista es la concepción modernista del sujeto que lo concibe como racional, autónomo, unificado y fundacional. El estructuralismo se embarco en la critica del humanismo y antropocentrismo, invirtiendo las premisas humanistas al priorizar las estructuras sobre el sujeto, el inconsciente sobre el consciente y los análisis objetivos de las leyes científicas sobre las epistemología basadas en el ego. La nueva ola posestructuralista, siguiendo la misma línea, desubjetiviso o descentro el yo para pasar a ser visto esencialmente como una construcción sintética en donde la cultura y los significados lingüísticos se cruzan. En Lacan, por ejemplo, “el hombre, desde su nacimiento y hasta mas allá de su muerte es cogido por la cadena simbólica... un peón en el juego de los significantes”. El objeto de estudio ya no es la naturaleza humana ya existente sino las formas en que el yo se vuelve humano aprendiendo a verse a si mismo como un tipo particular de sujeto.
Si Lacan y Althusser se inspiraron en cierta lectura de Freud y Marx, Foucault, Derrida, Deleuze y Lyotard recurrieron a Nietzsche para quien no hay ningún “ser” detrás del hacer. El hacedor es solo una ficción gramatical añadida a la acción. La acción es el todo. Haciéndose eco de Nietzsche, Deleuze, en “Diferencia y Repetición”, sostiene que la consciencia de los sujetos humanos no es mas que un producto simulado del lenguaje. El “yo” expresado en el lenguaje es simplemente un “marcador sintáctico”. Y Foucault muestra en “Disciplina y Castigo” como la constitución de la psique, la subjetividad, la personalidad y la consciencia es el resultado de “métodos definidos de castigo, supervisión y restricción.” Para Baudrillard la falta de unidad del sujeto culmina en ultima instancia en una clara falta de agencia, totalmente dispersa en los códigos lingüísticos, semióticos y culturales que lo constituyen y determinan. Así, según los posmodernistas en general, el sujeto como lugar de agencia positiva es inherentemente objetable como construcción ideológica de la modernidad y fuente de una inaceptable dicotomía sujeto-objeto donde se supone que el primero tiene un papel dominante y opresivo.
En contraste con las visiones mas extremas del posmodernismo donde la agencia política desaparece en un mundo privatizado y atomista, que evita la afiliación comunitaria y la responsabilidad colectiva, como dice Baudrillard, el sujeto sartreano no es solo un pensamiento y consciencia racionalizadora que da sentido a las cosas, sino también un ser comprometido, un actor inmerso en el mundo de las cosas. Es en este sentido en el que Sartre conecta la libertad y la necesidad, la transcendencia y la facticidad. El para-si que los críticos posestructuralistas vieron como una repetición del modelo cartesiano ignora otros énfasis de la obra de Sartre que coloca al sujeto existencial a distancia del Sujeto cartesiano desconectado e inmaterial. Al igual que en las teorías posestructuralistas Sartre argumenta extensamente en el Ser y la Nada contra la idea de una autentica o “profunda” si mismidad pre-dada u original. En el “Idiota de la Familia” el yo es teorizado como una construcción imaginaria en lugar de una fuente original, no muy diferente a la ética de Foucault. Ambos giran en torno a la idea de que el yo debe ser creado a través de la acción y la auto interpretación en lugar de descubrirlo por medio de la introspección como en Descarte. Aunque ciertos elementos del sujeto sartreano se pueden ajustar a la critica posestructuralista, esto se compensa, como dice Nik Farrell Fox en “El Nuevo Sartre”, con el surgimiento y crecimiento constante de un sujeto sartreano mucho mas opaco que, como el sujeto posestructuralista, no surge de un sujeto trascendental, sino que es, en cambio, un sujeto no esencial, no idéntico, histórico, descentrado, impermanente y contingente. No es, como a menudo se ha retratado, autosuficiente y autónomo, sino dividido, no egoico y nunca idéntico a si mismo y, como tal, podría considerarse que prefigura “el sujeto descentrado” del posestructuralismo. Según su famosa descripción en el Ser y la Nada... “la consciencia es lo que no es y no lo que es”. La naturaleza de la consciencia, dice, implica que se proyecte al frente de si misma en el futuro. Uno puede entender lo que es solo a través de lo que será. Su ser actual esta determinado por sus propias posibilidades. Y sin embargo, dice, la consciencia es incapaz de fijar esta totalidad futura que la define. Esta totalidad que la consciencia busca es algo irrealizable. Nunca la lograra ya que ello implicaría la síntesis imposible del “ser para si” y el “ser en si.” La conciencia es y no es la totalidad de las consciencias futuras a través de la cual se define y sufre la ausencia de totalidad como “falta” de su propio ser. Una falta que siempre permanece insatisfecha. La totalidad solo puede cerrarse cuando la consciencia deja de ser intencional y trascendente.
Y las posibilidades futuras siempre implican elección... ¿qué debo hacer? Es la cuestión, por ejemplo, con la que un estudiante durante la ocupación nazi se vio enfrentado... Su hermano murió en batalla y su padre se convirtió en colaborador y abandono a la familia, convirtiéndolo a el en el único apoyo de su madre. Pero lo que el ansiaba era unirse a las fuerzas de la resistencia y vengar a su hermano, desafiar a su padre y ayudar a liberar a su país. El problema, si es que esto elige, es que dejaría a su madre sola y en peligro en un momento en el que le era difícil incluso llevar comida a la mesa. Entonces... ¿debería hacer lo correcto y quedarse con su madre? ¿o debería arriesgarse y unirse a la lucha en contra del nazismo?
En medio de la cacofonía de voces interiores y consejos convencionales, y sin saber que hacer, el joven recurre a Sartre, su profesor, sabiendo que el le dará una respuesta diferente. Y diferente fue... “Tu eres libre, por lo tanto elige, es decir, inventa. Ninguna de las autoridades puede aliviarnos del peso de la libertad. Puedes sopesar las consideraciones morales o practicas tan cuidadosamente como quieras, pero en ultima instancia debes dar el paso y hacer algo y depende de ti cual es ese algo.” Sartre no dice si esto fue de ayuda. El punto es que, a pesar de que muchos factores pueden jugar un papel importante, ellos son solo parte de la situación en la que uno debe actuar. Al final soy solo yo el que tiene que decidir que hacer, tanto en mente como en acción, por insoportable y angustioso que sea, y en decidir, decidimos que seremos. Es posible ser libre y autentico si hacemos el esfuerzo y evitamos la “mala fe.”
En este caso...¿qué le diría el posmodernista que afirma que el sujeto es solo “ un peón en el juego de los significantes” y “no hay nadie detrás del hacer”?
Los movimientos de moda que eliminaron el existencialismo han envejecido y entrado en su propio declive. Los problemas y preocupaciones del siglo XXI ya no son los mismos que los de finales del siglo XX. Tal vez necesitamos algo diferente en la filosofía de nuestros días, algo mas que el juego de significantes y la fragmentación social. Revisitar el existencialismo, es revisitar las preguntas existenciales que siempre nos persiguen.
Nieves y Miro Fuenzalida.
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