Sunday, May 14, 2023

La invasión extraterrestre

 

Mars Attacks ! dirigida por Tim Burton en 1996, es una parodia de las narrativas de invasión de los 50’s. La película reconoce claramente su deuda con el pasado. Como en “The War of the Worlds” nada parece poder detener la paulatina destrucción del planeta por parte de los invasores. El ataque nuclear es inútil, solo una fuente de entretenimiento para los marcianos y las principales ciudades del mundo pronto quedan reducidas  a puras ruinas. Pero, como en la Guerra de los Mundos, el mas mínimo detalle finalmente salva la especie humana. Solo que  esta vez no es Dios, sino Slim Whitman. Los extra terrestres no tienen inmunidad a la música campestre y sus cabezas verdes estallan al escuchar sus sonidos.

 

 Esta breve descripción, segun el profesor y critico  literario Neil Badmington, sugiere que el tono solemne de las narraciones anteriores ha sido reemplazado por el sentido cómico. Su objetivo es hacer reír, deleitándose del absurdo de su propia narrativa. La insinuación es que las narrativas de las invasiones alienígenas de los 50’s.  llenas de monstruos villanos dispuestos a destruir y matar a los humanos, no puede ser tomada en serio. Las cosas han cambiado y con ellas su significado. Los alienígenas ya no son lo que acostumbraban ser y son reemplazados por E.T. el amigo perfecto para un chico solitario. El odio al otro da paso al amor.  

 

Este uso explicito de la comedia, dice Badmington, contiene un comentario sobre el estado actual del humanismo que sustentaron las películas del pasado. El simple hecho de que los extra terrestres desde hace bastante tiempo han invadido, por lo menos en occidente,  la cultura contemporánea puede  revelarnos cómo los seres humanos, al comienzo del siglo XXI, se ven a si mismos  y a los otros.  La simple formula “Nosotros contra Ellos” ya no es totalmente creíble y, tal vez, se requiera un nuevo enfoque.

 

Varios años después de la aparición de Mars Attacks! dos películas con historias similares, Red Planet y Mission to Mars  construyen la relación entre los humanos y los alienígenas de una manera que se aparta significativamente de las películas de invasión de los 50’s.

Las cosas claramente han cambiado. El significado del planeta rojo y sus habitantes ya no son lo mismo, como tampoco son la ultima amenaza para la humanidad. Ambas películas abordan el origen de la especie humana. En Mission to Mars, el sorprendente origen finalmente se revela. Luke, Teri y Jim descifran el código que les permite acceder al misterioso monumento extra terrestre en donde son recibidos por un alienígena que les presenta la historia de Marte. La raza marciana original partió del planeta y una muestra genética fue enviada a la Tierra donde posteriormente formo la base de la vida. Esta historia radicalmente diferente del  génesis no es del todo desconocida. En 1996 se anuncio que un meteorito marciano, roca ALH 84001, había sido descubierto en la Antártida, que contenía posibles rastros de vida.  En Mission to Mars Luke concluye que... “Ellos sembraron la Tierra. Ellos somos nosotros”. Si ellos son nosotros y nosotros somos ellos, la oposición entre lo familiar y lo desconocido ya no puede sostenerse. La línea que una vez distinguió lo humano del extraterrestre se vuelve borrosa. Lo extraño ya no es totalmente otro. Las huellas de lo inhumano están ahora dentro de lo humano. Mientras que el encuentro con lo desconocido trajo muerte y destrucción en la década de los 50’s, en Mission to Mars  trae vida, conocimiento, placer y nuevas oportunidades.   

 

Los avances en genética, de acuerdo a Badmington, han provocado una especie de cambio en la forma en que el humano se entiende y representa a si mismo. La suposición común de que los genes contienen la verdad fundamental, digamos la esencia del ser humano, disuelve el misterio intangible del alma o mente cartesiana sobre la cual el humanismo tradicional depende. De pronto el secreto es demasiado legible. El código se puede copiar y falsificar. La curiosa paradoja es que el Proyecto Genoma dota al humano con un conocimiento sin precedente de si mismo, pero al mismo tiempo socaba efectivamente la soberanía del sujeto tradicional del humanismo al descentrarlo. Compartimos el 98% de nuestros genes con los simios y 90% con los ratones. Una vez que lo humano ya no se define en términos de transcendencia y libertad, sino en cuanto a funciones y equilibrio biológico, la definición humanista del ser humano comienza a desvanecerse.  El conocimiento del ADN no es, por supuesto, nada nuevo.  Fue descubierto en 1953. Pero el mapeo real del genoma y el intento de enmarcar la verdad del ser humano en términos genéticos son desarrollos mucho mas recientes.  La segunda mitad del siglo pasado puede verse como un movimiento gradual de alejamiento de la comprensión humanista tradicional de lo que somos hacia una visión pos humanista.

 

En 1955 una notable exposición de fotografías,  conocida como La Familia del Hombre,  se mostro por primera vez en el Museo de Arte Moderno de New York.  De la multiplicidad de las morfologías humanas, del exotismo, de las infinitas variaciones de la especie, de la diversidad de pieles, cráneos y costumbres mágicamente se produce una especie de unidad... el humano nace, trabaja, ríe y muere en todas partes de la misma forma. Por debajo de las peculiaridades étnicas y la diversidad formal subyace una naturaleza idéntica, un molde común. En breve, una esencia humana. Cuando la exhibición se mostro en Paris Roland Barthes responde que el humanismo implícito en la exhibición inhibe el cambio, la diferencia y el conocimiento. Como todos los mitos, confiere al orden establecido un carácter natural y una  justificación eterna. Una igualdad injusta. El humanismo es incapaz  pensar la diferencia.

 

El humanismo, para decir lo menos, es una palabra con una historia bien compleja y con una gama inusualmente amplia de posibles significados  y contextos.  Su mas obvio, sin embargo, lo podemos encontrar en Rene Descartes. En 1637, al comienzo del Discurso del Método, la razón se mantiene como “lo único que nos hace hombres y nos distingue de la bestia”. Este “poder esencial de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso se da  naturalmente en todos los hombres”.  En este modelo la esencia humana yace en la mente racional o alma. La figura del “Hombre”, el centro de todas las cosas, es absolutamente distinta de lo inhumano y ambas permanecen absolutamente opuestas, puras y separadas.

 

En el transcurso de los siglos, como nota Freud, el ingenuo amor propio de los hombres ha sufrido a lo menos tres golpes a manos de la ciencia... Copérnico demuestra que la Tierra no es el centro del universo, Darwin y Wallace demuestran la descendencia animal del humano destruyendo el supuesto lugar privilegiado en la creación y, el mas hiriente, la investigación psicológica indica que el ego no es el amo de la casa sino el recipiente de la poca información  proveniente del inconsciente. Es aquí cuando el humanismo se ve en apuros.

 

Y mucho mas  cuando Levi-Strauss,  en La Mente Salvaje, declara que el ultimo gol de las ciencias humanas no es constituir, sino disolver al hombre. Si esta obra es el primer paso mas allá del humanismo, Louis Althusser y Foucault dan un salto gigante. Releyendo a Marx, Althusser redescubre la novedad olvidad del materialismo histórico. Lo cierto, dice, es que no se puede empezar por el hombre. La idea de un punto de partida absoluto, de una esencia, es un mito y no se puede partir de el. El hombre comienza a partir de las condiciones sociales económicamente dadas. El humano verdadero es el punto de llegada de un análisis que parte de las relaciones del modo de producción existente y de las relaciones y luchas de clase. En su influyente obra “Disciplina y Castigo” Foucault expresa la idea de que el discurso normaliza y homogeniza los cuerpos y la subjetividad de aquellos que domina. Y, en la misma vena, Judith Butler cree que es el poder el que se nos impone y, debilitados por su fuerza, llegamos a  internalizar o aceptar sus términos.  El poder, que primero aparece como externo,  presionado sobre el sujeto, empujando al sujeto a la subordinación, asume una forma psíquica que constituye la identidad propia del individuo. Es la internalización del discurso del poder lo que crea el Sujeto.

 

Algo bien distinto de lo que entendíamos por humano. Aquí el “Hombre” del humanismo renacentista se disuelve y desaparece en los escritos de Althusser, Barthes, Lacan, Foucault y Butler, entre otros y marca el fin absoluto del humanismo.

 

Y, sin embargo... cada nuevo orden de cosas alberga huellas de lo antiguo. Los supuestos antropocéntricos, de hecho, todavia gozan de buena salud en la ciencia ficción de Hollywood. De acuerdo a Badmington, si Mission to Mars, Red Planet y Mars Attacks son radicalmente diferentes de la década de los 50’s,  los años mas recientes han presenciado una fidelidad a los patrones humanistas del pasado, como en Independence Day y Signs en donde  los alienígenas invaden la tierra  al viejo estilo de War of the World y la figura suave, benevolente  y serena de Mission to Mars  da paso a la hostilidad  del alienígena y a su repulsión por parte de los humanos que, como en la antigua narrativa, los une por encima de sus diferencias.  El Otro nuevamente es la amenaza y destrucción de la existencia humana.  La absoluta diferencia debe ser reafirmada. La oposición binaria entre los humanos y los alienígenas ha sido restablecida. La Familia del Hombre vuelve a ocupar su lugar.

 

Una vez Nietzsche remarco que es “notablemente difícil cortar la cabeza humanista con la que seguimos contemplando todas las cosas”. El humanismo sobrevive al aparente Apocalipsis y, sorprendentemente, engaña a muchos a pensar que ha perecido, a pesar de que sus señales están por todas partes.  Pero, reconocer su persistencia no significa necesariamente apoyarlo. La modernidad y posmodernidad, según Lyotard, no deben verse como entidades enteramente distintas. La posmodernidad es la reescritura de la modernidad que constitucionalmente esta preñada de posmodernidad.

 

 El humanismo esta ahí, pero no del todo. Viene y se va, parpadea, se desplaza y es precisamente este deambular el que da la posibilidad del pos humanismo.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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