Una de las preocupaciones de
la elite gobernante es el “incremento del cinismo político a través del mundo”...
¿Qué hay en el cinismo que tanto temor despierta en el poder? ¿será porque la
palabra evoca desesperanza y negativismo, la antítesis de las normas
hegemónicas del pensamiento positivo, del optimismo y de la realización de los
propios sueños? ¿el temor de que eventualmente podemos dejar de participar en
las elecciones que solo legitiman el poder, los privilegios y la plutocracia?
Convencionalmente el cinismo con “c” minúscula, se define como
la “actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma
descarada, impúdica y deshonesta algo
que merece desaprobación general”. Este es el sentido en que la gente usa el
termino, y no sin razón, para referirse a la corrupción galopante de la elite
política y económica, pero que, en verdad, contiene solo una vaga e incierta
relación con el Cinismo griego. En la tradición filosófica, según se dice, la
doctrina Cínica, con C mayuscula, fue fundada por Antistene y Diógenes en el
siglo IV AC y se caracteriza por el rechazo de los convencionalismos sociales y
de la moral comúnmente admitida. La
palabra deriva del griego kyon, que significa perro, y originalmente designaba
a un grupo de filósofos que se enorgullecían de actuar como perros y ladrarle a
las locuras de la época. Famosos por desafiar todos los códigos de decencia y ferozmente
opuestos a cualquier forma de abstracción teórica u organización institucional logro sobrevivir en los
márgenes de la Academia y del Liceo como un solitario movimiento critico.
Comentaristas de la época lo miraron con una mezcla de admiración y desdén. Se
cuenta que Epictetus y el emperador Julián trataron de salvarlo del oprobio y elevarlo
al estatus de filosofía universal, pero la estrategia fallo porque el Cinismo
se ubicaba fuera de los valores del Cristianismo Medioeval y de la moral Contra
Reformista. En el siglo XVII el Cinismo adquirió la reputación de un paria
moral y religioso. En el siglo XIX ya había perdido, no solo su moral, sino
también su credibilidad filosófica. Hegel, en su historia de la filosofía, le
dio el golpe final... “No hay nada particular en los Cínicos, ellos poseen bien
poca filosofía y no hay nada que puedan aportar a un sistema científico”. Refiriéndose
a Antistenes dice que “sus principios son simples y el contenido de sus
enseñanzas se queda en lo general y
superficial y no hay nada mas que decir de el”. Y es así como la escuela Cínica
queda fuera de la historia de la filosofía. Pero, no por mucho tiempo. El
Cinismo, que por 800 años vago por las calles y senderos de la antigua Grecia y
el imperio Romano, agitando la protesta política y desafiando la convención,
vuelve a resurgir con un nuevo vigor en los momentos cruciales de la historia
moderna de la filosofía.
En los años 80s el filosofo
alemán Peter Sloterdijk y el francés Michel Foucault, cada uno por su cuenta,
volcaron la mirada al Cinismo Griego como modelo para hacer un nuevo tipo de
filosofía. Según Sloterdijk el Cinismo antiguo es el ultimo estadio del Siglo
de las Luces y la solución a las fallas del modernismo. Hay una clara división,
dice, entre el Cinismo Griego y el cinismo contemporáneo. Solo reviviendo el
antiguo Cinismo podemos combatir el cinismo omnipresente de hoy día.
Foucault en su ultimo curso en el
Colegio de Francia dedica cinco de sus nueve lecturas al análisis del Cinismo y
designa a Diógenes como el símbolo del intelectual comprometido. Al igual que
Sloterdijk, también cree que la filosofía Cínica nos puede capacitar para
llevar a cabo la misión critica que heredamos de la Ilustración.
¿Qué tiene que ver el Cinismo con
la Ilustración, la Modernidad y Nosotros?
La Ilustración es un termino
bastante flexible, sujeto a una variedad de interpretaciones que designa un
periodo particular de la historia del Occidente al inaugurar nuevos principios,
valores e ideas que enfatizan la razón, la libertad y el individualismo por
sobre la tradición que posteriormente se transforman en el núcleo del proyecto
modernista. El ejercicio de la razón como instrumento primario en la
persecución de la libertad y la justicia social, sin embargo, no ha logrado
ninguno de estos fines hasta el momento. En 1947, después de los horrores de la
Segunda Guerra Mundial, Adorno y Horkheimer desvelan la inextricable unión
entre la Ilustración y la dominación, desafiando con ello la creencia de que
uno puede liberarse a si mismo de la dominación y los prejuicios a través del
ejercicio de la razón. La terrible paradoja, dicen, es que la Ilustración, en
lugar de liberar al humano del miedo y en su lugar establecer su soberanía, ha
traído, por el contrario, un inmenso desastre. Lejos de crear un mundo mejor ha
sometido al sujeto a nuevas relaciones de poder y dominación. El modernismo,
bajo la presión de las estructuras socioeconómicas capitalistas, ha pervertido
la razón convirtiéndola en razón instrumental que, al dominar la naturaleza y
al ser humano, esta llevando al mundo hacia su total destrucción.
Horkheimer y Adorno, incapaces
de proveer una solución a las dificultades del Modernismo, y sin ninguna intención
de abandonar la función critica de la reflexión, optan por la critica negativa
que denuncia la crueldad existente a la base de la sociedad, critica que
termina, finalmente, en un pesimismo sin salida. Es con esta problemática no
resuelta con la que termina la ultima centuria.
Es a esta altura de la
historia es cuando Sloterdijk y Foucault traen el Cinismo de vuelta a la escena
como una posible apertura para continuar con la tradición de la filosofía
emancipadora. Según ellos el Cinismo podría capacitar al individuo para crearse
a si mismo como agente de sus acciones sin referencia a normas universales
abstractas, como en Habermas, o sin caer en la noción de una impotente subjetividad
totalmente sobre determinada por el
Estado o las Corporaciones, como cree el posmodernismo.
Según Sloterdijk el cínico contemporáneo
se caracteriza por el oportunismo pragmático, la carencia total de nuevos
ideales y la ausencia del deseo para construir una nueva moral. Su única
orientación es la auto preservación y el auto avance. La critica tradicional
del abuso del poder o la venalidad del Estado es impotente frente a este
cinismo que la ha absorbido y neutralizado. El antídoto es el retorno al
antiguo Cinismo con su retorica satírica, sus gestos grotescos que rompen las
reglas que gobiernan la conversación intelectual y su decisión de vivir en
harmonía con la doctrina que predican. El Cínico Diógenes, con su compromiso a
rechazar las necesidades superfluas y con sus actos de insubordinación física
que se burlan de la producción de cuerpos dóciles, intenta mantener una cierta
independencia subjetiva de la determinación de las estructuras normativas sociales,
al igual que Odiseo, el primer Cínico según Sloterdijk, que burla a las sirenas
al atarse a si mismo al mástil de la nave para no caer presa de sus encantos. En
el reino del “mas allá del Bien y del Mal”, mas allá de la moral convencional y
la mentalidad de la horda, la sátira de los Cínicos interrumpe el orden social
y hace caso omiso de las prohibiciones.
A diferencia de Adorno y Horkheimer,
que desean liberar al sujeto de la prisión de la razón instrumental, Foucault
prefiere hablar de un nuevo tipo de subjetividad que no retorna a una identidad
perdida, sino que busca producir algo que aun no existe. Y es en la filosofía
griega socrática donde encuentra formas de critica que evitan los efectos
normalizantes que los discursos contemporáneos producen y que abren la posibilidad
de una libertad positiva. Sócrates es el ejemplo primario del “coraje de la
verdad” con su rigurosa dedicación a modelar la vida de acuerdo con los propios
principios. Pero, dice Foucault, son los cínicos los que en realidad se
transforman en la avant-garde de la filosofía antigua. Ellos no solo arriesgan
sus vidas diciendo la verdad, como Sócrates, sino que corporizan la verdad a
través de sus practicas ascéticas y resistencias físicas. Sócrates lleva una
vida simple. Diógenes va mas allá. Persigue la pobreza viviendo en una tina,
mendiga su comida y hace uso de una rica y variada gama de impertinencias,
insultos, gestos obscenos y banalidad escandalosa. Es esta renuncia a todos los deberes y expectativas sociales y
esta desafiante indiferencia a las
normas sociales lo que funciona en los Cínicos como critica política. Dionisio
es un militante al servicio de la humanidad, no solo a través del ejemplo de su vida y los consejos que pueda
dar, sino porque lucha, muerde y ataca. Su misión no es la búsqueda de la calma
y la felicidad interior como en Sócrates, los estoicos o el budismo, sino que,
nada menos, su misión es la de cambiar el mundo.
Obviamente, como dice Foucault,
el oficio de los Cínicos no es un modelo para todos los seres humanos. El
coraje y la resistencia que requiere solo se encuentran en un pequeño y selecto
grupo de individuos.
Cuando Alejandro el Grande, en
el famoso encuentro con Diógenes, le ofrece cualquier cosa que quiera, como el
diablo tentando a Fausto, Diógenes simplemente le pide que se mueva porque le
esta tapando la luz del sol. Alejandro es el Rey del mundo, de los hombres y de
la política. Para ejercer su monarquía necesita un ejercito, una guardia
personal, aliados y una armadura. Diógenes no necesita nada para ejercer su
soberanía. De pie frente a Alejandro no necesita ejercito, corte, aliados, en
breve, ninguna cosa. La monarquía de
Alejandro es frágil y precaria porque depende de otras cosas. La de Diógenes es
inquebrantable e irrevocable porque no necesita nada para ejercerla.
La atracción de Diógenes esta en el hecho de que el es una
interesante figura para discutir el rol del intelectual en nuestra era.
Obviamente el Cinismo no es la solución a todos nuestros problemas y esta muy
lejos de ser un sustituto de la política. Es solo un suplemento, pero tiene la
virtud de revivir la fuerza de la critica. En la era de los memes cibernéticos
que se instalan en la mente de las masas lo que los Cínicos ofrecen es el
compromiso a vivir diferentemente como base para pensar diferentemente.
Nieves y Miro Fuenzalida