Hubo
un tiempo, y habrá otro, sin seres
humanos. Entremedio, hay un mundo humano... ¿cómo seria imaginar un mundo
inhumano? ¿Un mundo sin gente? Tal vez, a través del fracaso humano. La era de la
próxima extinción obliga, en términos prácticos, a pensar lo incognoscible, lo inimaginable, lo
irrepresentable. A pensar la vida, por difícil o imposible que sea, sin la mirada humana.
La
ultima década vio los signos de la amenaza de la extinción en la forma de la aniquilación
nuclear, evento único, similar a la aniquilación apocalíptica. Toda otra
posible extinción, en contraste, es
gradual lo que permite una mínima
presencia humana capaz de ver la desaparición de la humanidad. Después del fin, después que
nuestra presencia se haya
extinguido, nuestra historia podrá
leerse en un sentido cuasi-humano. En los estratos de la tierra quedaran
inscritas las cicatrices de la capacidad
humana para crear cambios climáticos radicales y violentos. Según Claire Colebrook los registros de los fósiles abren un mundo para nosotros al
permitirnos leer, desde el presente, el tiempo
que precedió a toda lectura, el tiempo en que los humanos todavía no
existían. Los estratos continuaran
existiendo después de nuestra
desaparición y la tierra podrá leerse como un punto del universo. El planeta,
después de los humanos, ofrecerá una lectura de la historia de la especie. Solo
que será una lectura sin lectores. Un mundo que no será un mundo para alguien... ¿cómo
seria posible una visión o lectura en la ausencia de un espectador o
lector?... la única forma seria a través
de imágenes del presente que eliminan el dominio del presente. Ámsterdam bajo
el agua, Toronto desolado, el Mato Grosso
convertido en desierto, Santiago en silencio. Todas imágenes que no se
dirigen a nadie y que no se pueden sostener, porque ellas son siempre para nosotros. Y, sin embargo, a pesar de
ello, indican una era que empieza a sentirse como un mundo inhumano.
Toda
una producción cultural ha empezado a
surgir en teoría, cine y literatura para imaginar
este futuro escenario.
La
auto limitación kantiana insiste que solo podemos tener conocimiento
científico acerca de lo que podemos
experimentar como dado, que permite una
forma de realismo científico que va mas allá del fenómeno al contener la idea
de que hay fuerzas desde las cuales lo dado es dado para nosotros. Después de Kant ha habido un creciente rechazo
de lo en “si mismo” , el “ noumenon” que, según el filosofo, es incognoscible por existir mas allá de lo que puede ser percibido. La nueva
teoría, a diferencia del kantianismo, intenta
confrontar ese mundo que no es
nosotros. El conocimiento teorético, a pesar de que se orienta a algo que solamente es dado a través de la correlación sujeto-objeto,
no se agota en ella. Teoría, de acuerdo
con Colebrook, lejos de ser una
actividad meramente académica, es la condición y desafío del siglo XXI, la edad
de la extinción, del tiempo en que
finalmente empezamos a sentir nuestra
finitud como especie. El desafío es pensar mas allá del mundo como es “para
nosotros”. Pensar, no solo en un mundo incognoscible, sino también
inimaginable. Deleuze y Guattari sugieren que uno tendría que pensar en un
mundo mas allá o antes del organismo, en una filosofía que nos abra a lo
inhumano, a ir mas allá de la condición humana.
Y, antes que ellos, Paul De Man
insinuaba que Teoría comienza cuando uno lee un texto como si no hubiera lector
o vida contextual desde la cual el texto
emerge. Por su parte, Alain Badiou habla de un “anti humanismo
teorético” y Quentin Meillassoux cree que es posible pensar mas allá del pensamiento
humano para moverse en un mundo sin cognición.
La
cultura literaria y documental, mas que
la Teoría, repetidamente se ha planteado la pregunta
de porque la especie humana desea o justifica su prolongación y que valdría la pena salvar
de ella. En la película “The Day After Tomorrow” los sobrevivientes que se
refugian en la Biblioteca Publica congelada de New York deciden no quemar las obras de Nietzsche para
calentarse, eligiendo en su lugar los textos económicos. En “The Day the Earth Stood Sill” Kranu Reeves
le informa a la humanidad que no tiene derecho a vivir dada la violencia y
desperdicio de su historia. “Avatar” ,
por otro lado, contiene relatos de redención
en donde la extinción potencial de la
especie se evita con la victoria popular y ecológica en contra de la
tecnociencia. El nuevo siglo trae la
amenaza del terrorismo, del pandemonio viral, del caos económico, del colapso
de los sistemas ecológicos y de la impotencia de los sistemas sociales todo
lo cual crea incertidumbre, confusión y
pánico que el cine refleja en películas como “Outbreak”, “The Invasion”, “Contagion” y “Sunshine” que muestran las catástrofes causadas por el
calentamiento global. Novelas como “The
Road” de McCarthy y “Oryx And Crake” de Margaret Atwood comienzan en un mundo
en donde la devastación ya ha ocurrido indicando que hoy día un mundo pos humano es totalmente
posible.
¿Cómo
es que llegamos a la horrible
situación en que tenemos que considerar
nuestra propia extinción? Si realmente somos uno con el mundo, como tantas
veces se ha proclamado... ¿por que nos
sentimos como mentes racionales
separadas del mundo? O mucho peor... ¿por que nuestras propias creaciones, como
la tecnología y los deseos, son los
mecanismos que nos llevan a la auto
destrucción? La trágica ironía es que el
cerebro que se coloco en la cúspide de la cadena animal tiene igualmente la capacidad
de destruirse a si mismo. La
visión mental que nos abrió el mundo es la misma que nos encerró en un mundo antropomórfico que cada vez se
vuelve mas miópico... ¿hemos alcanzado
el instante que nos obliga a evaluar el punto de vista
humano? Es decir... ¿mirar las
cosas solo desde nuestra poderosa
voluntad de sobrevivencia o empezar a ver el mundo y nosotros mismos sin asumir
nuestro derecho incuestionable a la vida? Desde el punto de vista de la
historia del planeta estas cuestiones
son irrelevantes. Lo que para el animal humano es el apocalipsis, para la
tierra es solo una mera contingencia.
Microbios, bacterias, insectos,
vegetales y organismos acuáticos continuaran sobreviviendo.
Para
Giorgio Agamben siempre ha habido la
conciencia del fracaso de llegar a ser humanos. Podemos extinguirnos y
desaparecer por el resto de la eternidad
porque no somos nada mas que potencialidad. Si ya fuéramos completamente
humanos, si fuéramos pura actualidad, entonces no existiría la
posibilidad de fracasar para realizar nuestra propia razón o reconocer la racionalidad
humana en los otros... ¿cuál es nuestra ultima posibilidad de redención a esta
altura de la historia cuando es obvio que lo que somos no es algo esencial que
necesariamente se va a actualizar?
Nuestra humanidad no es una actualidad
de la cual podemos extraer modelos de acción. El olvidar esto ha hecho
crisis en la modernidad al suspender el pensamiento de nuestra fragilidad en
beneficio de la eficacia. Tanto el Totalitarianismo, que transforma al sujeto
en súbdito del Estado, como el Hedonismo democrático, que reduce al sujeto a un ser puramente consumidor, son formas de gerencialismo sin futuro. Ambos actúan como
si el humano fuera una actualidad y ambos
demuestran la impotencialidad humana para actualizar lo que podría
distinguirnos como humanos.
Según
Colebrook la humanidad siempre ha
cuestionado la esencia de su existencia, lo que el humano es, pero raramente ha cuestionado la actualidad de su existencia,
el hecho de que puede no ser. Si miramos intensamente el futuro podemos, a lo
menos, sentir la posibilidad de que un
evento puede ocurrir que crea una mutación de tal fuerza que nosotros dejemos
de existir. Lo que conocemos como vida
humana, marcada por la razón instrumental, el auto mantenimiento, la evaluación
de riesgos, el manejo de recursos con vistas a un futuro de corto plazo, dará
paso a una vida humana sin futuro. A pesar de que seguimos hablando de tácticas climáticas, mitigación,
adaptación, conservación y sostenibilidad sentimos que, detrás de ellas, acechan las nociones de cesación, ruptura e
incomprension.
Hoy
día ya no estamos confrontados solamente con cuestiones como el significado de
la vida o el enigma de la existencia. Es bien probable que en las próximas
décadas seamos testigos de extinciones
masivas, del agotamiento de los recursos naturales, de la aceleración del
cambio climático y de las posibles mutaciones del cerebro humano causadas por
las tecnologías digitales. Lo curioso es que, a pesar de la urgencia que estas
cuestiones plantean, continuamos enmarcando
la vida en los mismos términos. Hasta hace poco, los problemas de la
existencia se planteaba en forma de teodicea,
de cómo explicamos la crueldad de la vida y la indiferencia al
sufrimiento humano. En el pensamiento cristiano, por ejemplo, el trágico sin
sentido de la existencia finalmente será
redimido con la recompensa del paraíso. En el modernismo secular la inhumanidad
de la vida es un síntoma del sistema social y la redención esta en su
transformación. La novela moderna refleja la crueldad de la situación humana y
relata la fortaleza y dignidad con que
el hombre y la mujer la enfrentan. Kafka y Beckett rompen con esta tradición y
muestran al individuo confrontar una
vida carente de sentido y esperanza. Hoy
día pareciera que el sentido trágico de la vida es menos aceptable como
tragedia. El cine comercial raramente va a mostrar una historia carente de
redención. Queremos que las narrativas que nos contamos tengan algún
tipo de resolución, que las fuerzas del bien triunfen sobre el mal y que el
sufrimiento tenga algún sentido. Nietzsche y Freud fueron los primeros en diagnosticar
la incapacidad del siglo XX de soportar la contingencia de la existencia.
Simplemente no aceptamos la ausencia de sentido. Por eso la cuestión del significado de la vida ha sido el horizonte incuestionable del
ser humano.
Tal
vez la cuestión no sea... ¿cuál es el sentido de sufrir la brutalidad de las fuerzas de la
existencia? sino... dada la brutalidad humana y destrucción de vida que causamos
¿en nombre de que derecho los humanos
debemos continuar existiendo? Según Colebrook, ya no se trata de la necesidad
de encontrar el sentido de la vida, sino de como podemos auto justificarnos dada la
relación malévola que tenemos con la
vida, con las otras especies y con el planeta. La ironía es esta... valoramos
la vida porque es la vida la que hace posible todo valor, la fuente de todo
florecimiento. Lo opuesto, destrucción y aniquilación, es lo otro que la
vida y por tanto, inaceptable. Aquí, uno podría preguntarse... ¿Cómo la humanidad
puede ser, por un lado, el animal que valúa y, por el otro, la amenaza que aniquila a su propia especie y toda otra forma
de vida? ¿Cómo es que la humanidad, que
se define a si misma como el ser que inevitablemente elige la vida, lo hace
solo salvando la propia? ¿Por que la afirmación de la vida se hace mas estridente justamente en el momento en que la historia de la vida se
torna mas destructiva y cercana a su fin?
Nieves
y Miro Fuenzalida.
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