Sunday, November 18, 2018

El tiempo de la extinción


Hubo un tiempo, y habrá otro,  sin seres humanos. Entremedio, hay un mundo humano... ¿cómo seria imaginar un mundo inhumano? ¿Un mundo sin gente?  Tal vez,  a través del fracaso humano. La era de la próxima extinción obliga, en términos prácticos, a pensar  lo incognoscible, lo inimaginable, lo irrepresentable. A pensar la vida, por difícil o imposible que sea,  sin la mirada humana.

La ultima década vio los signos de la amenaza de la extinción en la forma de la aniquilación nuclear,  evento único, similar  a la aniquilación apocalíptica. Toda otra posible extinción, en contraste,  es gradual lo  que permite una mínima presencia humana capaz de ver la desaparición  de la humanidad. Después del fin, después que nuestra  presencia se haya extinguido,  nuestra historia podrá leerse en un sentido cuasi-humano. En los estratos de la tierra quedaran inscritas las cicatrices  de la capacidad humana para crear cambios climáticos radicales y violentos. Según  Claire Colebrook  los registros  de los fósiles abren un mundo para nosotros al permitirnos leer, desde el presente, el tiempo  que precedió a toda lectura, el tiempo en que los humanos todavía no existían.  Los estratos continuaran existiendo después de  nuestra desaparición y la tierra podrá leerse como un punto del universo. El planeta, después de los humanos, ofrecerá una lectura de la historia de la especie. Solo que será una lectura sin lectores. Un mundo que no será un mundo para alguien...  ¿cómo  seria posible una visión o lectura en la ausencia de un espectador o lector?... la única forma seria  a través de imágenes del presente que eliminan el dominio del presente. Ámsterdam bajo el agua, Toronto desolado, el Mato Grosso  convertido en desierto, Santiago en silencio. Todas imágenes que no se dirigen a nadie y que no se pueden sostener, porque ellas son siempre  para nosotros. Y, sin embargo, a pesar de ello, indican una era que empieza a sentirse como un mundo inhumano.

Toda una producción cultural ha empezado  a surgir   en teoría, cine y literatura para imaginar este futuro escenario.

La auto limitación kantiana insiste que solo podemos tener conocimiento científico  acerca de lo que podemos experimentar como dado,  que permite una forma de realismo científico que va mas allá del fenómeno al contener la idea de que hay fuerzas desde las cuales lo dado es dado para nosotros.  Después de Kant ha habido un creciente rechazo de lo en “si mismo” , el “ noumenon” que, según el filosofo,  es incognoscible por existir  mas allá de lo que puede ser percibido. La nueva teoría, a diferencia del kantianismo, intenta  confrontar ese mundo  que no es nosotros. El conocimiento teorético, a pesar de que  se orienta a algo que solamente  es dado a través de la correlación sujeto-objeto,  no se agota en ella. Teoría, de acuerdo con   Colebrook, lejos de ser una actividad meramente académica, es la condición y desafío del siglo XXI, la edad de la extinción,  del tiempo en que finalmente  empezamos a sentir nuestra finitud como especie. El desafío es pensar mas allá del mundo como es “para nosotros”. Pensar, no solo en un mundo incognoscible, sino también inimaginable. Deleuze y Guattari sugieren que uno tendría que pensar en un mundo mas allá o antes del organismo, en una filosofía que nos abra a lo inhumano, a ir mas allá de la condición humana.  Y, antes que ellos,  Paul De Man insinuaba que Teoría comienza cuando uno lee un texto como si no hubiera lector o vida contextual desde la cual el texto  emerge. Por su parte, Alain Badiou habla de un “anti humanismo teorético” y Quentin Meillassoux cree que es posible pensar mas allá del pensamiento humano para moverse en un mundo sin cognición.

La cultura literaria y documental, mas que  la Teoría, repetidamente se ha planteado la  pregunta  de porque la especie humana desea o justifica  su prolongación y que valdría la pena salvar de ella. En la película “The Day After Tomorrow” los sobrevivientes que se refugian en la Biblioteca Publica congelada de New York  deciden no quemar las obras de Nietzsche para calentarse, eligiendo en su lugar los textos económicos. En  “The Day the Earth Stood Sill” Kranu Reeves le informa a la humanidad que no tiene derecho a vivir dada la violencia y desperdicio de su historia.  “Avatar” , por otro lado, contiene relatos  de redención en donde la extinción potencial  de la especie se evita con la victoria popular y ecológica en contra de la tecnociencia.  El nuevo siglo trae la amenaza del terrorismo, del pandemonio viral, del caos económico, del colapso de los sistemas ecológicos  y  de la impotencia de los sistemas sociales todo lo cual crea incertidumbre,   confusión y  pánico que el cine  refleja en películas como “Outbreak”,  “The Invasion”, “Contagion” y “Sunshine”  que muestran las catástrofes causadas por el calentamiento global.  Novelas como “The Road” de McCarthy y “Oryx And Crake” de Margaret Atwood comienzan en un mundo en donde la devastación ya ha ocurrido  indicando  que hoy día un mundo pos humano es totalmente posible.

¿Cómo es que  llegamos a la horrible situación  en que tenemos que considerar nuestra propia extinción? Si realmente somos uno con el mundo, como tantas veces se ha proclamado...  ¿por que nos sentimos como  mentes racionales separadas del mundo? O mucho peor... ¿por que nuestras propias creaciones, como la tecnología y los deseos,  son los mecanismos  que nos llevan a la auto destrucción?  La trágica ironía es que el cerebro que se coloco en la cúspide de la cadena animal  tiene igualmente  la capacidad  de destruirse a si mismo.  La visión mental que nos abrió el mundo es la misma  que nos encerró  en un mundo antropomórfico que cada vez se vuelve  mas miópico... ¿hemos alcanzado el instante  que  nos obliga a evaluar el punto de vista humano? Es decir...  ¿mirar las cosas  solo desde nuestra poderosa voluntad de sobrevivencia o empezar a ver el mundo y nosotros mismos sin asumir nuestro derecho incuestionable a la vida? Desde el punto de vista de la historia del  planeta estas cuestiones son irrelevantes. Lo que para el animal humano es el apocalipsis, para la tierra  es solo una mera contingencia. Microbios, bacterias,  insectos, vegetales y organismos acuáticos continuaran sobreviviendo.     

Para Giorgio Agamben  siempre ha habido la conciencia del fracaso de llegar a ser humanos. Podemos extinguirnos y desaparecer por el resto de la eternidad  porque no somos nada mas que potencialidad. Si ya fuéramos completamente humanos, si  fuéramos  pura actualidad, entonces no existiría la posibilidad de fracasar para realizar nuestra propia razón o reconocer la racionalidad humana en los otros... ¿cuál es nuestra ultima posibilidad de redención a esta altura de la historia cuando es obvio que lo que somos no es algo esencial que necesariamente  se va a actualizar? Nuestra humanidad no es una actualidad  de la cual podemos extraer modelos de acción. El olvidar esto ha hecho crisis en la modernidad al suspender el pensamiento de nuestra fragilidad en beneficio de la eficacia. Tanto el Totalitarianismo, que transforma al sujeto en súbdito del Estado, como el Hedonismo democrático,  que reduce al sujeto a un ser puramente  consumidor, son formas de  gerencialismo sin futuro. Ambos actúan como si el humano fuera  una actualidad y ambos demuestran la impotencialidad humana para actualizar lo que podría distinguirnos como humanos.

Según Colebrook la humanidad  siempre ha cuestionado la esencia de su existencia, lo que el  humano es, pero raramente  ha cuestionado la actualidad de su existencia, el hecho de que puede no ser. Si miramos intensamente el futuro podemos, a lo menos,  sentir la posibilidad de que un evento puede ocurrir que crea una mutación de tal fuerza que nosotros dejemos de existir.  Lo que conocemos como vida humana, marcada por la razón instrumental, el auto mantenimiento, la evaluación de riesgos, el manejo de recursos con vistas a un futuro de corto plazo, dará paso a una vida humana sin futuro. A pesar de que seguimos   hablando de tácticas climáticas, mitigación, adaptación, conservación y sostenibilidad sentimos que, detrás de ellas,  acechan las nociones de cesación, ruptura e incomprension.

Hoy día ya no estamos confrontados solamente con cuestiones como el significado de la vida o el enigma de la existencia. Es bien probable que en las próximas décadas seamos  testigos de extinciones masivas, del agotamiento de los recursos naturales, de la aceleración del cambio climático y de las posibles mutaciones del cerebro humano causadas por las tecnologías digitales. Lo curioso es que, a pesar de la urgencia que estas cuestiones plantean, continuamos enmarcando  la vida en los mismos términos.  Hasta hace poco, los problemas de la existencia se planteaba en forma de teodicea,  de cómo explicamos la crueldad de la vida y la indiferencia al sufrimiento humano. En el pensamiento cristiano, por ejemplo, el trágico sin sentido de la existencia  finalmente será redimido con la recompensa del paraíso. En el modernismo secular la inhumanidad de la vida es un síntoma del sistema social y la redención esta en su transformación. La novela moderna refleja la crueldad de la situación humana y relata la fortaleza y dignidad  con que el hombre y la mujer la enfrentan.  Kafka  y Beckett rompen con esta tradición y muestran al  individuo confrontar una vida carente de  sentido y esperanza. Hoy día pareciera que el sentido trágico de la vida es menos aceptable como tragedia. El cine  comercial  raramente va a mostrar una historia carente de redención.   Queremos que  las narrativas que nos contamos tengan algún tipo de resolución, que las fuerzas del bien triunfen sobre el mal y que el sufrimiento tenga algún sentido.   Nietzsche y Freud fueron los primeros en diagnosticar la incapacidad del siglo XX de soportar la contingencia de la existencia. Simplemente no aceptamos la ausencia de sentido. Por eso la cuestión del  significado de la vida  ha sido el horizonte incuestionable del ser  humano.      

Tal vez la cuestión no sea... ¿cuál es el sentido  de  sufrir la brutalidad de las fuerzas de la existencia? sino... dada la brutalidad humana y destrucción de vida que causamos  ¿en nombre de que derecho los humanos debemos continuar existiendo? Según Colebrook, ya no se trata de la necesidad de encontrar el  sentido de  la vida,  sino de  como podemos auto justificarnos  dada  la relación malévola  que tenemos con la vida, con las otras especies y con el planeta. La ironía es esta... valoramos la vida porque es la vida la que hace posible todo valor, la fuente de todo florecimiento.  Lo opuesto,  destrucción y aniquilación, es lo otro que la vida y por tanto, inaceptable. Aquí, uno podría preguntarse... ¿Cómo la humanidad puede ser, por un lado, el animal que valúa y, por el otro,  la amenaza que  aniquila a su propia especie y toda otra forma de vida?  ¿Cómo es que la humanidad, que se define a si misma como el ser que inevitablemente elige la vida, lo hace solo salvando la propia?  ¿Por que  la afirmación de la vida  se hace mas estridente  justamente  en el momento en que la historia de la vida se torna mas destructiva y cercana a su fin?   


Nieves y Miro Fuenzalida.

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