Ya en los años 80’s el
filosofo aleman Habermas notaba que en
el capitalismo avanzado la conciencia
tecnocratica empezaba a adquirir un papel
cada vez más decisivo en cuestiones que hasta ese momento habían sido típicas de la esfera política. La visión ideal de una
sociedad concebida como un sistema inter-activo
entre seres humanos que concientemente organizan su actividad practica a través
de la comunicación ha venido siendo abandonada y en su lugar encontramos la
idea de sistemas auto-regulativos en donde la participación política del
ciudadano se hace superflua. En estos nuevos esquemas tecnocraticos la consecución
de estados cada vez más democráticos y el anhelo por una creciente liberación
humana de los constreñimientos naturales y sociales se concibe por medio del
control técnico creciente sobre la naturaleza, la sociedad y el individuo y no
a través de la auto reflexión humana.
El problema con esta racionalidad científica
tecnológica, dice, es que borra la diferencia entre poder practico y poder tecnológico.
Por muy científica que se considere una civilización cuestiones prácticas continúan
existiendo porfiadamente. En el modelo tecnocrático el peligro radica en que no
hay ningún intento de obtener un acuerdo ciudadano nacional en el control
práctico del destino social. Su lugar ha empezado a ser ocupado por el control
técnico sobre la historia que se logra con el perfeccionamiento administrativo
de la sociedad.
Desde finales del siglo XlX es posible
observar el surgimiento de dos fuerzas o tendencias sociales cuya combinación
en el presente han alterado, en gran medida, la estructura y el estado de la
sociedad capitalista. Estas son la creciente intervención del Estado en todos
los aspectos de la vida social con el objeto de estabilizar el crecimiento económico
y el incremento permanente de la dependencia mutua entre tecnología e investigación
científica convirtiendo a las ciencias en
una de las fuerzas dirigentes de la producción.
La permanente regulación de los
procesos económicos por parte del estado, dice Habermas, surge con la intención
de corregir y combatir las tendencias disfuncionales o crisis que se generan en
el ciclo económico y con el advenimiento de la inversión en gran escala en investigaciones
y desarrollo la ciencia, la tecnología y la producción industrial entran en una
estrecha y mutua correspondencia. Hoy día
la investigación industrial esta ligada a investigaciones dependientes de contratos
gubernamentales que primariamente tienen por interés el promover el desarrollo
del aparato bélico. Es a partir de este
sector militar desde donde posteriormente la información fluye al sector
de la producción cívica. La tecnología y la ciencia desempeñan un papel vital
en el proceso productivo, de tal manera que la plusvalía es generada por las
innovaciones científico-tecnológicas y ya no depende, esencialmente, del poder
laboral. En este nuevo desarrollo capitalista la teoría marxista del valor de
la fuerza del trabajo, base y
superestructura y nociones tales como ideología y lucha de clases se ve
profundamente afectadas.
La ideología del capitalismo clásico ha dado
paso a un proceso de intercambio que opera crecientemente bajo una directa regulación
política. El poder que una vez opero indirectamente en el proceso de
intercambio se reemplaza por la "mano visible" del Estado que obliga
a una nueva forma de legitimación del poder político para justificar su intervención…
gracias a la des-politización de los problemas prácticos ahora estos pueden ser definidos como
problemas técnicos cuya solución debe ser dejada al experto apropiado.
Con la fusión de la ciencia, la tecnología, la
industria y la administración, según
Habermas, surge la noción de que el
desarrollo de los sistemas sociales pareciera estar determinado por la lógica
del progreso técnico (la revolución cibernética da paso inexorablemente a la
globalización). La política aparece como una función de "exigencias objetivas"
que deben ser obedecidas (especialmente por los países del tercer mundo) si
queremos resolver las necesidades sociales. Desde esta perspectiva toda discusión
pública democrática se hace innecesaria y solo dificulta la apropiada solución
de los problemas técnicos. La clase trabajadora queda reducida a elegir, de
cuando en cuando, entre grupos alternativos de administradores y técnicos.
Ciencia y tecnología junto con la conciencia tecnocratica que es su expresión
llenan la función ideológica de legitimar el ejercicio del poder político
generando la despolitización del
ciudadano medio. Esta tecnocracia reduce la práctica política social a la práctica
tecnológica transformando a las mujeres y hombres en meros espectadores de
decisiones tomadas por la burocracia dirigente nacional e internacional. El
ideal democrático de participación universal en los destinos sociales se vuelve
irrelevante.
La transformación de las ciencias sociales en
ciencias aplicadas al servicio de la administración se motiva, entonces, por la
tendencia a reemplazar las decisiones políticas por modelos tecnocraticos que
determinan la objetividad de las decisiones a tomar. No es el experto el que
depende del político, sino que este ultimo, cada vez mas, se ha venido
trasformando en un mero agente de la llamada "inteligentsia" científica,
la que en circunstancias concretas elabora estrategias, reglas de control y
objetivos, indicando que la iniciativa depende fundamentalmente del análisis científico
y la planificación técnica. Los ejemplos podemos encontrarlos en áreas de la
vida social tan diversas como educación, familia, salud, bienestar y ley y
orden entre otros.
A este nivel de racionalización la reflexión crítica
de valores tradicionales se hace superflua. De acuerdo con la mentalidad tecnocratica la racionalidad científica-tecnológica
es neutral o independiente de juicios valoricos y su única intención es la recomendación de soluciones técnicas
y objetivas independientes de todo interés. La aplicación del método científico
requiere de la rigurosa prescindencia de toda consideración normativa. Los
juicios de valor están más allá del criterio de verdad y falsedad. No son científicamente
deducibles y su consideración solo lleva al dogmatismo o a posiciones puramente
ideológicas que son un impedimento al progreso acumulativo del conocimiento objetivo,
característico de las ciencias empíricas.
El problema con la objetividad libre de contaminación ideológica es que es solo un deseo más que una realidad. Detrás de ella
es posible distinguir posiciones partidarias que privilegian ciertos valores
sobre otros. La aparente eliminación de la distinción entre la actividad
practico social y la actividad técnica, dice Habermas, reprime lo ético como categoría de la vida
bloqueando la reflexión de aquellos
factores y orientaciones practicas que determinan los procesos sociales. Se
afirma que la conciencia tecnológica por
si misma es suficiente para llenar la función
ideológica de legitimar la consecución de intereses determinados. Sin embargo, detrás
de la fachada de la necesidad objetiva se encumbren los intereses de clase, de
grupo y naciones que son los que actualmente determinan la función, dirección y
ritmo del desarrollo tecnológico y social. La mayoría de los seres humanos
quedan al margen de los procesos de decisión.
Incluso en la expresión utópica de este modelo
tecnocratico que aspira a una organización social cibernéticamente
autorregulada es posible notar una tacita filosofía de la historia. Su tesis,
altamente cuestionable, es la de que los seres humanos racionalmente controlan
sus destinos con la ayuda de técnicas de
organización social y hoy este destino humano puede ser racionalmente guiado en
proporción a la capacidad de control cibernético. Lo que esta tesis fracasa en reconocer es el hecho de que la administración
técnico-racional del mundo no es idéntica con la solución de los problemas prácticos
planteados por la historia... ¿Cual es
la evidencia para presumir la existencia de una línea continua de racionalidad que
se extiende desde la capacidad técnica para controlar procesos objetivos hasta
el dominio práctico de los procesos históricos? Según Habermas la raíz de
la irracionalidad de la historia es que la hacemos sin ser, hasta el momento,
capaces de hacerla concientemente. La racionalidad de la historia no puede
realizarse simplemente extendiendo el poder del control tecnológico a todos los
ámbitos de la realidad. Como prueba basta mirar sus efectos devastadores en el
medio ambiente natural y en la constitución del individuo-masa. Por el contrario,
esta solo es posible con la consecución de estados más altos de reflexión y de
la acción de seres humanos concientemente activos en su lucha constante por la
conquista de una creciente emancipación.
El ejercicio de una actitud crítica no
significa el rechazo del aporte que la ciencia y la tecnología, junto con el
conocimiento empírico analítico, puedan ofrecer. Hacerlo seria ingenuo y
retrogrado. El papel que ha jugado y sigue jugando en el desarrollo de la
especie humana es vital. La dificultad, limitación y peligro, según Habermas, esta en su afán de transformarse en
modelo único de todo conocimiento, en reducir la vida practico-social a la
actividad técnica, la relacion dialogica humana ínter subjetiva a la pura razón
instrumental monológica del conocimiento
objetivo. Lo que se objeta es su afán totalitario, su fracaso en entender que
es una forma de conocimiento y no el único conocimiento… En la orientación política
de los grupos dirigentes este es el modelo que ha empezado a predominar.
Nieves y Miro Fuenzalida
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