Sunday, October 8, 2017

El determinismo tecnocratico.

                                                                               

Ya en los años 80’s el filosofo aleman Habermas  notaba que en el  capitalismo avanzado la conciencia tecnocratica  empezaba a adquirir un papel cada vez más decisivo en cuestiones que hasta ese momento habían sido típicas  de la esfera política. La visión ideal de una sociedad  concebida como un sistema inter-activo entre seres humanos que concientemente organizan su actividad practica a través de la comunicación ha venido siendo abandonada y en su lugar encontramos la idea de sistemas auto-regulativos en donde la participación política del ciudadano se hace superflua. En estos nuevos esquemas tecnocraticos la consecución de estados cada vez más democráticos y el anhelo por una creciente liberación humana de los constreñimientos naturales y sociales se concibe por medio del control técnico creciente sobre la naturaleza, la sociedad y el individuo y no a través de la auto reflexión humana.

 El problema con esta racionalidad científica tecnológica, dice, es que borra la diferencia entre poder practico y poder tecnológico. Por muy científica que se considere una civilización cuestiones prácticas continúan existiendo porfiadamente. En el modelo tecnocrático el peligro radica en que no hay ningún intento de obtener un acuerdo ciudadano nacional en el control práctico del destino social. Su lugar ha empezado a ser ocupado por el control técnico sobre la historia que se logra con el perfeccionamiento administrativo de la sociedad.

 Desde finales del siglo XlX es posible observar el surgimiento de dos fuerzas o tendencias sociales cuya combinación en el presente han alterado, en gran medida, la estructura y el estado de la sociedad capitalista. Estas son la creciente intervención del Estado en todos los aspectos de la vida social con el objeto de estabilizar el crecimiento económico y el incremento permanente de la dependencia mutua entre tecnología e investigación científica convirtiendo  a las ciencias en una de las fuerzas dirigentes de la producción.

La permanente regulación de los procesos económicos por parte del estado, dice Habermas, surge con la intención de corregir y combatir las tendencias disfuncionales o crisis que se generan en el ciclo económico y con el advenimiento de la inversión en gran escala en investigaciones y desarrollo la ciencia, la tecnología y la producción industrial entran en una estrecha y mutua correspondencia. Hoy  día la investigación industrial esta ligada a investigaciones dependientes de contratos gubernamentales que primariamente tienen por interés el promover el desarrollo del aparato bélico. Es a partir de este  sector militar desde donde posteriormente la información fluye al sector de la producción cívica. La tecnología y la ciencia desempeñan un papel vital en el proceso productivo, de tal manera que la plusvalía es generada por las innovaciones científico-tecnológicas y ya no depende, esencialmente, del poder laboral. En este nuevo desarrollo capitalista la teoría marxista del valor de la fuerza del trabajo,  base y superestructura y nociones tales como ideología y lucha de clases se ve profundamente afectadas.

 La ideología del capitalismo clásico ha dado paso a un proceso de intercambio que opera crecientemente bajo una directa regulación política. El poder que una vez opero indirectamente en el proceso de intercambio se reemplaza por la "mano visible" del Estado que obliga a una nueva forma de legitimación del poder político para justificar su intervención… gracias a la des-politización de los  problemas prácticos  ahora estos pueden ser definidos como problemas técnicos cuya solución debe ser dejada al  experto apropiado.

 Con la fusión de la ciencia, la tecnología, la  industria y la administración, según Habermas,  surge la noción de que el desarrollo de los sistemas sociales pareciera estar determinado por la lógica del progreso técnico (la revolución cibernética da paso inexorablemente a la globalización). La política aparece como una función de "exigencias objetivas" que deben ser obedecidas (especialmente por los países del tercer mundo) si queremos resolver las necesidades sociales. Desde esta perspectiva toda discusión pública democrática se hace innecesaria y solo dificulta la apropiada solución de los problemas técnicos. La clase trabajadora queda reducida a elegir, de cuando en cuando, entre grupos alternativos de administradores y técnicos. Ciencia y tecnología junto con la conciencia tecnocratica que es su expresión llenan la función ideológica de legitimar el ejercicio del poder político generando  la despolitización del ciudadano medio. Esta tecnocracia reduce  la práctica política social a la práctica tecnológica transformando a las mujeres y hombres en meros espectadores de decisiones tomadas por la burocracia dirigente nacional e internacional. El ideal democrático de participación universal en los destinos sociales se vuelve irrelevante.

 La transformación de las ciencias sociales en ciencias aplicadas al servicio de la administración se motiva, entonces, por la tendencia a reemplazar las decisiones políticas por modelos tecnocraticos que determinan la objetividad de las decisiones a tomar. No es el experto el que depende del político, sino que este ultimo, cada vez mas, se ha venido trasformando en un mero agente de la llamada "inteligentsia" científica, la que en circunstancias concretas elabora estrategias, reglas de control y objetivos, indicando que la iniciativa depende fundamentalmente del análisis científico y la planificación técnica. Los ejemplos podemos encontrarlos en áreas de la vida social tan diversas como educación, familia, salud, bienestar y ley y orden entre otros.

 A este nivel de racionalización la reflexión crítica de valores tradicionales se hace superflua. De acuerdo con la  mentalidad tecnocratica la racionalidad científica-tecnológica es neutral o independiente de juicios valoricos y su única  intención es la recomendación de soluciones técnicas y objetivas independientes de todo interés. La aplicación del método científico requiere de la rigurosa prescindencia de toda consideración normativa. Los juicios de valor están más allá del criterio de verdad y falsedad. No son científicamente deducibles y su consideración solo lleva al dogmatismo o a posiciones puramente ideológicas que son un impedimento al progreso acumulativo del conocimiento objetivo, característico de las ciencias empíricas.

 El problema con la objetividad libre de  contaminación ideológica es que  es solo  un deseo más que una realidad. Detrás de ella es posible distinguir posiciones partidarias que privilegian ciertos valores sobre otros. La aparente eliminación de la distinción entre la actividad practico social y la actividad técnica, dice Habermas,  reprime lo ético como categoría de la vida bloqueando  la reflexión de aquellos factores y orientaciones practicas que determinan los procesos sociales. Se afirma que la conciencia tecnológica  por si misma  es suficiente para llenar la función ideológica de legitimar la consecución de intereses determinados. Sin embargo, detrás de la fachada de la necesidad objetiva se encumbren los intereses de clase, de grupo y naciones que son los que actualmente determinan la función, dirección y ritmo del desarrollo tecnológico y social. La mayoría de los seres humanos quedan al margen de los procesos de decisión.

 Incluso en la expresión utópica de este modelo tecnocratico que aspira a una organización social cibernéticamente autorregulada es posible notar una tacita filosofía de la historia. Su tesis, altamente cuestionable, es la de que los seres humanos racionalmente controlan sus destinos con la ayuda  de técnicas de organización social y hoy este destino humano puede ser racionalmente guiado en proporción a la capacidad de control cibernético. Lo que esta tesis  fracasa en reconocer es el hecho de que la administración técnico-racional del mundo no es idéntica con la solución de los problemas prácticos planteados por la historia...  ¿Cual es la evidencia para presumir la existencia de una línea continua de racionalidad que se extiende desde la capacidad técnica para controlar procesos objetivos hasta el dominio práctico de los procesos históricos? Según Habermas la raíz de la irracionalidad de la historia es que la hacemos sin ser, hasta el momento, capaces de hacerla concientemente. La racionalidad de la historia no puede realizarse simplemente extendiendo el poder del control tecnológico a todos los ámbitos de la realidad. Como prueba basta mirar sus efectos devastadores en el medio ambiente natural y en la constitución del individuo-masa. Por el contrario, esta solo es posible con la consecución de estados más altos de reflexión y de la acción de seres humanos concientemente activos en su lucha constante por la conquista de una creciente emancipación.

 El ejercicio de una actitud crítica no significa el rechazo del aporte que la ciencia y la tecnología, junto con el conocimiento empírico analítico, puedan ofrecer. Hacerlo seria ingenuo y retrogrado. El papel que ha jugado y sigue jugando en el desarrollo de la especie humana es vital. La dificultad, limitación y peligro, según  Habermas, esta en su afán de transformarse en modelo único de todo conocimiento, en reducir la vida practico-social a la actividad técnica, la relacion dialogica humana ínter subjetiva a la pura razón instrumental  monológica del conocimiento objetivo. Lo que se objeta es su afán totalitario, su fracaso en entender que es una forma de conocimiento y no el único conocimiento… En la orientación política de los grupos dirigentes este es el modelo que ha empezado a predominar.


Nieves y Miro  Fuenzalida

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