Si alguien dice que
es español es porque cree distinguirse
del italiano, francés o alemán. Si uno cree ser chileno es porque cree ser diferente del
argentino, peruano o brasileño ¿Pero… la cuestion es que es ser español,
chileno o argentino? ¿Cuál es el paradigma de la hispanidad o chilenidad?... En
la imaginación del universo Thatcheriano la encarnación del autentico ingles ya
no estaba representada por la nobleza de la tierra que preservaba las viejas
tradiciones, sino por el hombre que se hace a si mismo a partir de los estratos
sociales mas bajos. ¿Quién es, entonces, total y auténticamente ingles? La
respuesta final pareciera ser... nadie. Cada ingles empírico contiene, por
decirlo así, algo no-ingles. La noción misma de nacionalidad (hispanidad,
chilenidad, o argentinidad) contiene un "limite interno", un punto
inalcanzable que previene al sujeto lograr identidad nacional completa.
Es solo después de la revolución francesa y
americana cuando el Nacionalismo Cívico se transforma en un poderoso ejemplo a
seguir. La mayor parte de las naciones occidentales empiezan a definir la
nacionalidad en términos de ciudadanía. Lo que mantiene la unión social, según
el proyecto modernista, es una ley común y no una raíz común. Adhiriendo a un
conjunto de procedimientos y valores democráticos los individuos pueden
acomodar sus derechos y moldear sus propias vidas en concordancia con la
comunidad. La pertenencia nacional se basa en lazos racionales y no en un
conjunto de características heredadas biológica o culturalmente. Con cierto
optimismo se imagino que estábamos moviéndonos irrevocablemente más allá del
tribalismo, del racismo y del provincialismo religioso y cultural hacia una
cultura global capaz de integrar y respetar el pluralismo universal.
Lo que hoy hemos empezado a vivir, en cambio, es
la vuelta de lo "reprimido" y su nombre es "Nacionalismo".
El proyecto modernista se ve amenazado
por el retorno del nacionalismo étnico en donde las ligazones entre los
individuos se basan en una suerte de destino común definido por el lenguaje, la
religión, la sangre, la tradición o las
costumbres comunes y no en una elección libre y racional. Es la comunidad
Nacional la que define al individuo y no el individuo quien define la comunidad. Muchos presumen que la cohesión Étnica posee
mayor profundidad que el Nacionalismo Cívico, porque es capaz de generar
emociones colectivas capaces de fundir al individuo en una identidad común.
Pero, este no siempre es el caso. La etnicidad común por si misma no crea
cohesión social o comunidad y cuando ello ocurre los regimenes nacionalistas se
ven impulsados a mantener la unidad por la fuerza más que por el consentimiento
común, lo que los hace necesariamente más autoritarios. El autoritarismo le permite trasformar el
gobierno en un instrumento orientado hacia los intereses de la mayoría étnica
ignorando los derechos de las minorías y de aquellos que se definen
diferentemente. La universalidad de los derechos termina donde termina la raza,
el lenguaje, la religión o la creencia política. Su moral es ultra convencional
y todo lo diferente es una amenaza y su suerte es el sometimiento o la
extinción.
Algunos teoricos sociales han venido
sosteniendo que el Nacionalismo Étnico autoritario solamente surge donde nunca
ha habido tradición de Nacionalismo Cívico. Se da el ejemplo de los países de
la Europa Oriental en donde por 40 años el gobierno exclusivo de los Partidos
Comunistas elimino toda posible cultura cívica que pudo haber existido previamente. Si este es el
caso, el Nacionalismo Étnico no tendría cabida en sociedades con larga
tradición cívica. La realidad, sin embargo, indica algo diferente. El racismo europeo, que
sin lugar a dudas es una forma de Nacionalismo Étnico blanco es, en el fondo,
una reacción en contra del Nacionalismo Cívico, en contra de la idea misma de
una nación basada en la noción de ciudadanía. El ejemplo lo podemos ver en Italia, Alemania, Francia, Gran Bretaña o
España, para nombrar solo algunos, todos países con diferentes grados de
experiencia democrática.
La Nación moderna posee una
naturaleza ambigua y contradictoria. Por un lado, designa una comunidad moderna
libre de los lazos orgánicos tradicionales en las que las ataduras
pre-modernas que mantenían al individuo sujeto a un estado particular (a la familia,
al grupo religioso, a la tradición cultural…) son rotas. La comunidad
corporativa tradicional es reemplazada por el Estado Nacional Moderno
constituido por ciudadanos... pueblo compuesto por individuos abstractos. Y por
otro lado, la Nación no puede nunca ser reducida a una estructura definida por
lazos puramente simbólicos... siempre hay atado a ella una especie de
"plusvalía material".
Para definirse a si misma la "identidad nacional" debe apelar a
la contingencia empírica de "sangre y tierra", de "raíces
comunes"... En breve, la Nación designa doblemente aquella instancia que
disuelve los lazos orgánicos tradicionales... y al sobrante pre-moderno, la forma en que la insistencia
orgánica adquiere dentro del universo pos-tradicional que funciona como una condición interna, como
un ímpetu inscrito en su propia movilidad
del cual no podemos deshacernos.
Hoy nos encontramos con regiones del
mundo en donde todas las formas estatales empiezan a desaparecer. Extensas
áreas de África, Asia Occidental y Asia Central carecen prácticamente de estados
funcionales, incluyendo parte de los Balcanes, Afganistán e Irak. El monopolio
virtual del control del Estado sobre las fuerzas de coerción desaparece y los
conflictos entre fracciones armadas deciden el poder. La desintegración de las
instituciones estatales en estas regiones del mundo es el resultado del colapso
del Imperio Colonial, similar a la caída del Imperio Romano en Europa en donde
por largo tiempo no hubo estructuras estatales. Hoy día, esta situación crea
serias dificultades en relacion con otras partes del Globo en donde esto no ocurre, (como en Europa, las
Americas y Asia Oriental) porque plantea el problema de la interacción entre un
mundo donde el Estado existe y otro en donde no existe. Es imposible decir ahora, por esta razón, si el mundo será
más difícil o, simplemente, imposible de
gobernar.
La Globalización es un proceso que
no puede ser aplicado fácilmente a la política. Podemos globalizar la economía,
aspirar a una cultura globalizada y, ciertamente, a una tecnología y ciencia
singular global. Pero, políticamente
hablando, existimos en un mundo pluralista y dividido en estados territoriales.
Aunque tenemos una variedad de instituciones globales, en la práctica no tenemos instituciones políticas globales.
Las Naciones Unidas derivan su poder de
los estados existentes. Lo que hay es la coexistencia de dos sistemas
diferentes. Uno para la economía y otro
para la política.
Es en este contexto en el que
tenemos que preguntarnos cual será el efecto del debilitamiento de la
Nación-Estado. Hoy no lo sabemos. Pero, el Estado Nacional no puede ser
ignorado y no podemos hablar del mundo como si ellos no tuvieran importancia.
En política nada existe fuera de ellos. La posibilidad de una autoridad global
única capaz de llevar a cabo el papel político y militar, que hoy es propio del Estado Nacional, es actualmente inexistente.
Nieves y Miro Fuenzalida.
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