“Come las criaturas que se matan para el mercado, pero nunca le tires la
cola a un gato. Come la carne del cerdo, pero nunca seas cruel con el perro.
Crece con doble pensamiento. Besa a la ardilla, descuera al mink. No pienses en
el matadero. Para eso están los animales aquí. Así que come tu carne y no
preguntes porque…” Lo que este poema de Jane Legge pone al descubierto es una
cierta inconsistencia y confusión mezclada con hipocresía que caracteriza
nuestra forma común de pensar acerca de los animales y que luego traspasamos a
nuestros hijos… ¿Cierto? Uno podría
preguntarse… ¿No es esta confusión la que configura el doble estándar de nuestros sentimientos
hacia el mundo animal?
Muchos ven la práctica del vegetarianismo como
una manera diferente de auto relacion
que conduce a nuevas formas de oposición
política y a una redefinición de la
estrategia de la política ambiental.
El movimiento por los
derechos del animal, que comenzó hace ya
más de treinta años, desafía el
excepcionalismo humanista que restringe las consideraciones morales solamente a
la especie humana. Teoricos como Singer y Regan reinterpretan las
inconsistencias que plagan sus obras. La igualdad, dicen, es una idea moral y
no una cuestión de hechos. No hay necesidad logica para afirmar que una
diferencia o ausencia de habilidad entre
dos sujetos (razón, lenguaje, conciencia, alma) pueda justificar una diferencia en la consideración
que le damos a sus necesidades o intereses. Según ellos el principio de la
igualdad humana no es la descripción de una igualdad actual, sino una prescripción de cómo debemos
tratar a los seres humanos. El principio
de igualdad no se basa en la posesión de
aptitudes o habilidades actuales, sino en la capacidad de sentir. La
sensibilidad, dicen siguiendo a Bentham, es el prerrequisito, la línea
moral divisoria. Si un ser es capaz de
sentir no hay razón para no considerar
sus necesidades y sufrimientos. La tradición moral del occidente deja al animal no humano arbitrariamente
fuera de cualquier cálculo moral.
El problema con
esta aproximacion al vegetarianismo es que esta cargada de suposiciones
metafísicas y especulaciones científicas de las que extrae principios abstractos
obligatorios independientes de contextos económicos o sociales y solo se
concentra en el animal individual en desmedro de una aproximación ambiental
holistica, por lo que no es raro que el
encuentro entre los derechos del animal y el movimiento ambientalista este marcado por continuas dificultades. Los teoricos
éticos ambientalistas piensan en términos de ecosistemas y su
preocupación es la de mantener la
integridad, estabilidad y belleza de la comunidad biótica y muchos de ellos ven
el proyecto de la liberación animal como irrelevante e, incluso, peligroso para
el balance ecológico. Para Kathryn P. George, por ejemplo, la obligación
normativa de una dieta vegetariana veladamente lleva a la creación de una
jerarquía moral. Cualquier aproximación normativa al vegetarianismo, dice,
impone injustamente una obligación moral universal que no considera diferencias
nutricionales o económicas y condena a un estatus moral inferior a los que no
adoptan la actitud correcta, a una clase inferior que es justamente lo que el
vegetarianismo busca eliminar…
¿Habria que abandonar,
entonces, la ética vegetariana y reconocer que algunos animales son mas iguales que otros?
Joseph J. Tanke (“The Care Of The Self And Environmental
Politics”, 2007), dice que es posible enmarcar una ética vegetariana reemplazando
los principios normativos abstractos o la moral jerárquica por prácticas que
promuevan nuevas subjetividades y comunidades. Foucault ha hecho notar la
diferencia que existe entre el codigo moral Occidental con sus reglas que gobiernan lo prohibido y lo permitido, que es relativamente permanente, y el tipo de
relacion que uno debiera tener consigo mismo. Lo que somos, dice, debemos
entenderlo como producto de una red de prácticas ligadas a relaciones de poder
y obligaciones. No somos sujetos ahistóricos,
independientes del mundo al que luego se le agrega una ética. Somos de
partida sujetos éticos y políticos en el sentido de que existimos como un
conjunto de hábitos y relaciones con otros. El descubrimiento de nuestra época
es que nuestro ser es producto de tecnologías históricas y nuestro problema, si queremos hacer surgir un
ser diferente, es cambiar estas tecnologías. El reconocimiento de que
diferentes prácticas resultan en diferentes formas de subjetividad abre la
posibilidad de interrumpir nuestras conductas y hábitos mentales para explorar otros.
El vegetarianismo puede darle al
individuo esta posibilidad de interrupción y acceso a una variedad de discursos
ambientales. Los hábitos
vegetarianos pueden capacitar a los ambientalistas a tener un impacto global positivo
y les permitiría abandonar el doble estándar. No
solo habría una armonía entre la vida vivida y el discurso ambientalista, sino
que el ejercicio de la practica vegetariana mostraría que las cosas pueden ser
distintas, que pueden haber diferentes formas de vida porque nuestro ser es
maleable. La mera existencia vegetariana abre nuevas posibilidades de existencia
humana, de preservación de los recursos
naturales y de estabilidad de los sistemas ecológicos hasta donde humanamente
esto sea posible. Esta es una de las formas en que la auto estilización de la
existencia vegetariana puede resultar en una acción política directa, en una
acción que contiene un boycott implícito a una de las formas ambientales más
dañinas de producción de alimento.
El cuerpo vegetariano esta cercanamente ligado al cuerpo social
y la dieta que uno elija no es neutral. No
se puede separar el animal de la planta y luego reclamar superioridad moral,
porque no es posible comer sin matar, no importa que comamos.
Pero lo que es posible
es el ejercicio politico en
contra de las fabricas de la carne y las corporaciones del grano que amenazan la sustentabilidad de los
sistemas ecologicos.
Nieves y Miro
Fuenzalida.
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