La aceptación general de la edad de la pospolítica, la del consenso
neoliberal compartido por parlamentarios de izquierda y derecha, la del olvido
de la idea de emancipación, ha sido interrumpida por la apertura de dos frentes
diferentes. Por un lado, el desencadenamiento de las nuevas fuerzas
reaccionarias del fundamentalismo
religioso, la extrema derecha y la reafirmación del Estado autoritario bajo el pretexto
de la seguridad. Y, por el otro, la revitalización de movimientos políticos que, por falta de mayor precisión, podríamos llamar “izquierda radical”,
compuesta de identidades heterogéneas, no subordinadas a la subjetividad
universal del proletariado y que se movilizan alrededor de problemas y
preocupaciones universales…el curso de la globalización capitalista y el estado
permanente de guerra a través de la cual esta se articula.
La actitud anti autoritaria, anti partidista y anti institucionalista que caracteriza a
esta izquierda contiene una clara
referencia a la tradición anarquista que vuelve a resonar en las luchas políticas
de hoy. El Estado continúa siendo uno de
los problemas más consistentes de la política radical. Las revoluciones del
siglo XX prometieron su desaparición. Lo que entregaron, en cambio, fue su expansión,
fortalecimiento y perpetuación. Bakunin alerto a los trabajadores
revolucionarios del peligro de no
desmantelar el Estado. Si no se hace se terminara con la emergencia de una
clase burocrática de tecnócratas que dominará al trabajador y al campesino. El
colapso de la guerra fría ha permitido confrontar nuevamente el problema específico
del lugar del poder. La democracia capitalista y el sistema comunista sirvieron
de mascaras ideológicas al Estado. La ficción de ayer ha dado paso hoy día al develamiento del verdadero rostro de la soberanía,
del poder desnudo que ya no trata de
justificarse legal o normativamente, del poder que opera, en mayor o menor
medida, con total impunidad con la excusa de garantizar nuestra seguridad para
defendernos de un estado permanente de
inseguridad auto creado por el mismo Estado. La garantía de seguridad es el último
estándar de la legitimidad de la política estatal actual.
De lo que aquí se trata es de cuestionar la idea de que el Estado
esta basado en el orden legal. La critica a esta ficción legal ya la encontramos en el anarquismo clásico.
Bakunin y Kropopkin se negaron a ser engañados por los teoricos del contrato social
(Hobbes y Locke) que pensaron la soberanía basada en el consentimiento racional
y el deseo de escapar al estado natural… Si en el estado natural la gente vivía
una existencia salvaje, carente de racionalidad y sociabilidad… ¿cómo,
entonces, este acto de consentimiento tuvo lugar? El contrato social es solo la
mascara de la ilegitimidad del Estado. La soberanía, en realidad, fue impuesta
violentamente en el pueblo, más que surgir
a través del consentimiento racional. El Estado siempre es el mismo. Su
principio estructural es siempre la dominación y la violencia, no importa que
forma tome (Estado Monárquico, Parlamentario o Proletario) La violencia
soberana yace permanentemente debajo de
la superficie. Según Bakunin, el despotismo reside, no tanto en la forma del
Estado, sino en el principio mismo del Estado y el poder político.
Para la izquierda radical la participación en el juego formal democrático
lleva a la afirmación del Estado y a la postergación indefinida de la Democracia
real. El camino que queda para el pueblo es el de generar sus propios modos de política
no institucionalizada, no prescritas por
el Estado. No significa el abandono del concepto de democracia como tal, sino,
la invención de nuevas formas de democracia radical y de igualdad diferentes a
las estatales. Una política radical no debería tener por objeto la toma del
control del Estado. El Estado moderno posee un súper poder excesivo para un
asalto frontal. Una democracia real, diferente a una puramente formal, solo puede surgir a partir de la creación de
espacios que estén mas allá del alcance del
Estado con el fin de limitar su poder y evitar
la trampa en que cayeron los movimientos revolucionarios del pasado que
trasformo al partido revolucionario vanguardista en un poder autoritario
centralizado y reproductor del poder despótico del Estado... Retornando a
posiciones anarquistas clásicas se niega a reducir la lucha de los trabajadores
solo a la lucha proletaria en contra del capitalismo y enfatiza la
heterogeneidad de los antagonismos y subjetividades subalternas y su carácter
primariamente anti autoritario. Bakunin prefería hablar de masas en lugar de clases para caracterizar esta heterogeneidad.
El deseo de evitar el estatismo, autoritarianismo, esencialismo clasista y
economicismo es el referente anárquico escondido en los teoricos de la
izquierda radical. La contribución central del anarquismo fue su compromiso con
los ideales de libertad e igualdad. Pero, su innovación mas importante la
encontramos en la teorizacion del poder político del Estado como un campo autónomo
de relaciones de poder y un sitio especifico de luchas políticas que es distinto, y no determinado, por la economía capitalista o las relaciones de clase. El
Estado es visto como una maquina abstracta de dominación que se perpetua a si
misma con su propia lógica y racionalidad. Al romper la unión estructural
absoluta que el marxismo había establecido entre política y economía, el
anarquismo ejecuto una operación teórica vital que pre figura la teorizacion de la democracia radical. Pero, con una
diferencia.
La innovación teorética del anarquismo estuvo limitada por un marco
humanista y positivista que todavía se refleja en algunos anarquistas contemporáneos
(Chomsky, Bookchin, Zerzan). La noción central es la idea de que hay en acción
una lógica racional en la sociedad y la historia y que solo es inteligible a través
de la ciencia (para Bakunin hay una ley
natural “inmutable” que forma la base del desarrollo humano y social). Pero, para
la democracia radical siguiendo las implicaciones del pos estructuralismo, estas condiciones epistemológicas ya no son sostenibles. En
lugar de ver a los objetos sociales como racionalmente discernibles, los ven
como construidos discursivamente. La ciencia no nos puede revelar la verdad
racional del campo socio político porque no contiene una verdad objetiva detrás
de las diferentes representaciones discursivas. La sociedad se constituye, más
bien, a través de estas
representaciones. No hay una lógica histórica o social inmanente. La política
es una empresa contingente que, de una u otra forma, es impredictible. Esta no
es una política nihilista, sin embargo, porque esta informada por los ideales clásicos
de la emancipación (anti autoritarismo, libertad, igualdad, anti oscurantismo,
resistencia a la dominación política) y por el uso de las capacidades criticas
del modernismo en contra de si mismo con el fin de adquirir autonomía social, libertad y reflexión
critica en el momento en que el nuevo conservatismo, el fundamentalismo y el
autoritarianismo cuestionan los derechos humanos, la razón y la libertad
individual.
El desafío que se le presenta a una política pos anarquista, si
pretende transformarse en una nueva alternativa política real, es el de repensar
la soberanía y la universalidad. Si quiere ir más allá del atomismo de la política
de la identidad tendrá que comprometerse con algún tipo de referente que tenga alguna dimensión universal. Es solo alrededor de nuevas formas de universalidad que los grupos
heterogéneos y las subjetividades marginalizadas y explotadas por el Estado Global capitalista podrán movilizarse… ¿que
es lo que constituiría una igualdad universal, un nuevo entendimiento de los
derechos o un nuevo cosmopolitismo con instituciones legales globalizadas y
mecanismos democráticos? La globalización actual es un proceso de privatización,
individualización y erosión de los espacios públicos que son, justamente,
los que hacen posible el discurso político. Pero, también, provee la apertura a nuevas posibilidades para una política con dimensión
universal. La gran cuestión es… ¿quien la define, quien la controla y que
mecanismos democráticos van a constituir
la lucha política?... En un tiempo de transición política e ideológica,
cuando nuevos movimientos e identidades emergen y nuevos sitios se abren, el
anarquismo (a la sombra del marxismo) pareciera reaparecer como el referente
oculto de una política
radical del futuro.
Nieves y Miro Fuenzalida.
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