Sunday, December 4, 2016

La edad del futuro.

    
El mensaje  sutil de la época  es que el pasado es una perdida de tiempo y  lo único que importa es  llegar al futuro  tan rápido como sea  posible.  La época del tecno-futurismo con  largo alcance ha llegado.  Y es muchísimo mejor que el patético  presente.

 La posesión del conocimiento, que una vez significo la comprensión del pasado, ahora es la habilidad de  hacer predicciones. Conocer o predecir el futuro es mucho mas productivo  y rentable que estudiar el pasado. Y para ello,  en lugar de leer las hojas de te, mirar la bola de cristal o tirar el I Chi,  podemos usar  el instrumento científico apropiado, es decir… “Big Data”, la aplicación de las matemáticas a enormes cantidades de datos  para inferir probabilidades.  En el 2011 el Foro Económico Mundial anuncio que “Big Data”  debe ser considerado como una nueva  clase de activo económico, algo que uno puede poseer y gozar de sus beneficios. Es la energía que  lleva al futuro.  “Big Data” es la primera aplicación tecnológica  del siglo XXI  cuyo único  propósito  es conocer lo que viene.    Starbucks,  Walmart, Amazon, Google, Target, Adidas, etc.  ahora pueden saber quien, que, cuando, como  y donde pueden vender  exactamente sus productos. El jefe ejecutivo de la firma FICO, por ejemplo, con todo atrevimiento ahora  puede anunciar… “nosotros sabemos donde tu vas a estar mañana”. Hay múltiples maneras  de coleccionar datos… cuando clicleamos el internet, cuando compramos, cuando hablamos por teléfono, cuando vamos al banco, cuando estamos en el trabajo, etc. etc. Cada acción que emprendemos  es aprovechada para generar probabilidades acerca de que acción  vamos a tomar.  Las grandes Corporaciones  invierten billones de dólares en esquemas para convertir el mundo en datos. Lentamente  van  mejorando mas y mas la habilidad para  influir y darle forma al porvenir.   

 ¿De donde viene este  afán por el futuro?  Si consideramos  los datos antropológicos encontramos que  desde el Homo erectus hasta el comienzo de la civilización mesopotámica el humano no vivió en el flujo segmentado que caracteriza nuestro tiempo.  En aquellos tiempos no había pasado ni futuro. Solo el gran presente.  Las sociedades tradicionales lograban la  predictibilidad “transformando el tiempo cíclico en  círculos”.  La seguridad se encontraba en seguir haciendo lo que siempre se había  hecho. La noción de medir las épocas en décadas y centurias solo ocurrió  en 1890.  La revolución industrial  trajo el fin del orden tribal y con ello la seguridad  que el conocimiento de nuestro   origen y destino nos daba. 

¿No será entonces, si consideramos esto,  que la obsesión contemporánea por  adueñarse del futuro es el intento de recuperar la seguridad por otros medios? Según el  filósofo español  Innerarity  hoy operamos, no con el conocimiento del futuro, sino con la ignorancia estructural del porvenir  que se cierne sobre todo lo que la era industrial y digital ha traído,  llenándonos con ansiedad  y presentimientos de  colapso. Llegar rápidamente al futuro  con la ayuda  de los medios científicos es el intento cada vez mas elaborado de compensar por nuestra falta de certidumbre social.    El surgimiento de “Big data”  y la iniciativa  tecnológica empresarial  encuentran su raíz en este deseo inconsciente de volver  al tiempo en que  no teníamos que saber que viene después porque, simplemente, no había después…  solo el eterno presente.

El impulso al futuro,  que siempre encontramos presente en los procesos cognitivos humanos,  es bien diferente de la retorica futurística del complejo tecno industrial. La búsqueda del futuro  ha sido, primariamente, saber que es lo que  va a pasar  para evitar  cambios peligrosos y desestabilizantes. La idea es ver el peligro,  esquivar el escollo y mantener, tanto como sea posible, nuestra forma de ser.  El discurso futurista corporativo que hoy encontramos, en cambio, tiene como objetivo interrumpir, alterar e inventar   todo y cualquier cosa tan pronto como sea posible.

Donde mejor  se ve esto  es en el intento de  un influyente sector tecnológico de lograr “La Singularidad” , de vivir  lo  suficiente para ser integrado en la conciencia virtual o cerebro global conectado a la maquina digital que, al extenderse a todo el universo,  culminara con  el alumbramiento sublime, un estado libre de toda limitación temporal, física y mental. Un eterno presente.

 ¿Es del todo claro que todo este transhumanismo va en dirección  del mejor interés  del ser humano? ¿No será que todo este proceso tiene mas que ver con creencias que con  ingeniería y ciencia? Según el consenso de la comunidad científica  estamos a miles de años de una inteligencia no-biológica.  En la edad del “Big data”, dice el critico cultural Hal Niedzviecki,  en lugar de un conocimiento significativo del futuro, lo que  tenemos es la promesa  de ese conocimiento.  Creemos que el mapear todos los aspectos del mundo físico  y mental  tiene el potencial de crear un mundo virtual paralelo de maleabilidad infinita capaz de llevarnos a  un  estado de absoluta certidumbre e inteligencia sin limite, a pesar de que la evidencia  muestra que el precio  de esta  certidumbre  es la perdida de  las libertades cívicas y del derecho a no ser vigilado por las Corporaciones y el Estado.

El punto no es si realmente podemos conocer el futuro.  El punto es la historia que nos contamos acerca de el. Lo que importa mas que su conocimiento, dice Niedzviecki, es el sentimiento de control que podamos lograr sobre el porvenir. Es creer que la cuantificación, alteración y ruptura  es innovación y progreso.

Los tres últimos cambios tecnológicos mas grandes de nuestra historia, comenzando en 1890,  han sido la invención del motor a vapor,  el dominio de la electricidad  y el surgimiento  de la computación. Todo lo que hoy hacemos se construye en base a estas tecnologías. Lo que hacemos en el siglo XXI es el legado del siglo XX. Nuestra supuesta era de “ruptura”, comparada con estos tres cambios,  es mucho menos innovativa de lo que parece… la televisión en el teléfono, el telegrama en el tweetter,  el libro en la tableta digital. Lo curioso es que todas estas revoluciones masivas no han transformado en lo mas mínimo nuestra inclinación al  saqueo de los débiles,  de las otras naciones o de la naturaleza. Lo que ha cambiado es que ahora el saqueo es mucho mas  grande y mucho mas rápido,  por lo que   cada vez  van quedando menos lugares para seguir con el pillaje.   El precio de acelerar el consumo a través de la tecnología  y consecuentemente  organizar la vida alrededor de el puede, finalmente,  destruir las condiciones ecológicas que sostienen la civilización y reclamar la existencia de toda la especie. Lo que la industria llama innovación es, en realidad, la inauguración de nuevas formas de consumo.  

Todos los  cambios tecnológicos han favorecido la replicación de nuestros genes. Mas gente vive mas tiempo. Progreso, desde el punto de vista de la evolución biológica,  es la capacidad de sobrevivencia de la especie.  El animal humano, no solo ha sobrevivido, sino que se ha ubicado en la cúspide de la cadena alimenticia… por ahora.  La verdad es que con el tiempo nuestra conducta  hace  cada vez mas problemática la sobrevivencia humana a largo plazo.

En la era de la revolución informática y  la carrera al futuro todo fluye y la estabilidad   es bien difícil de encontrar.  La desigualdad económica  aumenta, la clase media desaparece,  la educación no garantiza  trabajo  y, mucho menos,  uno significativo.  Desempleo,  subdesempleo, rebaja de salarios y pobreza son la norma  ¿Por qué, a diferencia de la revolución industrial que no produjo perdida de trabajo,  la innovación  informática ha creado un ejercito de desempleados?  La  respuesta esta en la interconectividad digital que ha sido posible  gracias a mas pequeños y baratos  procesadores que permiten aumentar la producción sin la necesidad de emplear mas gente o aumentar los salarios.

La cuestión, sin embargo, es esta… si la red tecnológica es tan buena para todos  ¿por qué, entonces,  el mundo tiene que sufrir tanto con  la  expansión de la tecnología informática? Muy pronto tendremos camiones sin choferes, barcos sin tripulación,  aviones comerciales sin pilotos, laboratorios sin técnicos, hospitales sin doctores, farmacias sin farmacistas. Producción con  menor costo. Pero … ¿qué va a pasar con  estos millones de servidores? La computarización ha provocado la desaparición masiva  de trabajos… desaparición que todavía no termina. No seria arriesgado decir que por primera vez  en la historia humana los trabajos se pierden, no se crean, con la tecnología.  Digamos, seres humanos reemplazados por un futuro mas eficiente.

¿Qué se puede hacer con un sistema basado en la interrupción sistemática? La primera opción es… nada. El futuro viene y no podemos pararlo…  “ la innovación es un fuerza impersonal”,  y la única manera de sobrevivirla  es  darle la bienvenida y adaptarse, dice la elite informática.  La estabilidad es obsoleta. La ansiedad que plaga  la época no es tanto el rechazo al cambio, como el  miedo a fracasar en medio de el, de quedar atrás en la carrera del futuro. La segunda opción  es la salida del futuro, el rechazo a la  tecnotopia, el abandono de la ideología prevalente. Los que van a quedar atrás, según  los survivalistas,  son los que frenéticamente persiguen el futuro. Los survivalistas, por el contrario,  se preparan para la catástrofe por venir, para la caída del sistema… guardan comida, agua, medicamentos y municiones para tres meses, suficiente para sobrevivir los primeros días.  Al igual que muchos ecologistas, indigenistas  y libertarios, no anhelan el futuro, anhelan el pasado, el retorno a un tiempo mítico cuando todo era simple, estable, con pequeñas ciudades, granjas y tiendas de abarrotes y la gente  estaba en control de sus destinos en lugar de ser datos para el gobierno o las empresas privadas. Es el anhelo de la  renovación de una vida tribal que surge de las ruinas  del posmodernismo cibernético.

Nuestra alternativa entonces, según esto,  estaría en la redención tecnológica o en la vuelta al pasado.  ¿Cierto?... Bueno, no realmente.  La carrera al futuro esta saboteando el futuro y la vuelta a un  pasado estable y harmónico es imposible. Nunca ha existido.

 Luego…  con que nos quedamos? ¿No será hora de cancelar  la esperanza  y parar de creer que todo va a mejorar?  Los que han venido luchando por un mundo diferente, dice el escritor Paul Kingsnorth,  están perdiendo y seria mejor reconocerlo, antes que seguir mintiendo.  La economía de consumo no va a cambiar y no vamos a parar la emisión de carbón. Esta es una sociedad  global que se esta desmoronando y, a pesar de ello, es incapaz de cambiar de conducta.  La cosa, segun Kingsnorth,  no es prepararse para el apocalipsis, sino ajustar las expectativas para vivir a través de algo que ya esta ocurriendo. No el fin del mundo, sino su deterioración y declinación inevitable, a veces imperceptible,  de la que  da cuenta  la ciencia. Es el reconocimiento, dice el ecologista Robert Jensen, “de que cada sistema que regula la vida moderna no esta a la altura de la tarea. Y no hay manera de reformar esto. La revolución no viene…”


 ¿Es esto la admisión de nuestro fracaso? ¿Y de que frente al fracaso  lo único que nos queda es  tratar de mantener algún  sentido humano en un mundo que  se desploma?

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