El mensaje sutil de la época es que el pasado es una perdida de tiempo y lo único que importa es llegar al futuro tan rápido como sea posible. La época del tecno-futurismo con largo alcance ha llegado. Y es muchísimo mejor que el patético presente.
La
posesión del conocimiento, que una vez significo la comprensión del pasado,
ahora es la habilidad de hacer
predicciones. Conocer o predecir el futuro es mucho mas productivo y rentable que estudiar el pasado. Y para ello, en lugar de leer las hojas de te, mirar la
bola de cristal o tirar el I Chi,
podemos usar el instrumento
científico apropiado, es decir… “Big Data”, la aplicación de las matemáticas a
enormes cantidades de datos para inferir
probabilidades. En el 2011 el Foro
Económico Mundial anuncio que “Big Data”
debe ser considerado como una nueva
clase de activo económico, algo que uno puede poseer y gozar de sus
beneficios. Es la energía que lleva al
futuro. “Big Data” es la primera
aplicación tecnológica del siglo
XXI cuyo único propósito
es conocer lo que viene. Starbucks,
Walmart, Amazon, Google, Target, Adidas,
etc. ahora pueden saber quien, que,
cuando, como y donde pueden vender exactamente sus productos. El jefe ejecutivo
de la firma FICO, por ejemplo, con todo atrevimiento ahora puede anunciar… “nosotros sabemos donde tu vas
a estar mañana”. Hay múltiples maneras de coleccionar datos… cuando clicleamos el
internet, cuando compramos, cuando hablamos por teléfono, cuando vamos al
banco, cuando estamos en el trabajo, etc. etc. Cada acción que emprendemos es aprovechada para generar probabilidades acerca
de que acción vamos a tomar. Las grandes Corporaciones invierten billones de dólares en esquemas
para convertir el mundo en datos. Lentamente
van mejorando mas y mas la
habilidad para influir y darle forma al
porvenir.
¿De
donde viene este afán por el futuro? Si consideramos los datos antropológicos encontramos que desde el Homo erectus hasta el comienzo de la
civilización mesopotámica el humano no vivió en el flujo segmentado que
caracteriza nuestro tiempo. En aquellos
tiempos no había pasado ni futuro. Solo el gran presente. Las sociedades tradicionales lograban la predictibilidad “transformando el tiempo
cíclico en círculos”. La seguridad se encontraba en seguir haciendo
lo que siempre se había hecho. La noción
de medir las épocas en décadas y centurias solo ocurrió en 1890.
La revolución industrial trajo el
fin del orden tribal y con ello la seguridad
que el conocimiento de nuestro
origen y destino nos daba.
¿No será entonces, si consideramos esto, que la obsesión contemporánea por adueñarse del futuro es el intento de
recuperar la seguridad por otros medios? Según el filósofo español Innerarity
hoy operamos, no con el conocimiento del futuro, sino con la ignorancia
estructural del porvenir que se cierne
sobre todo lo que la era industrial y digital ha traído, llenándonos con ansiedad y presentimientos de colapso. Llegar rápidamente al futuro con la ayuda de los medios científicos es el intento cada
vez mas elaborado de compensar por nuestra falta de certidumbre social. El surgimiento de “Big data” y la iniciativa tecnológica empresarial encuentran su raíz en este deseo inconsciente
de volver al tiempo en que no teníamos que saber que viene después
porque, simplemente, no había después…
solo el eterno presente.
El impulso al futuro, que siempre encontramos presente en los
procesos cognitivos humanos, es bien
diferente de la retorica futurística del complejo tecno industrial. La búsqueda
del futuro ha sido, primariamente, saber
que es lo que va a pasar para evitar cambios peligrosos y desestabilizantes. La
idea es ver el peligro, esquivar el
escollo y mantener, tanto como sea posible, nuestra forma de ser. El discurso futurista corporativo que hoy
encontramos, en cambio, tiene como objetivo interrumpir, alterar e
inventar todo y cualquier cosa tan
pronto como sea posible.
Donde mejor
se ve esto es en el intento de un influyente sector tecnológico de lograr “La
Singularidad” , de vivir lo suficiente para ser integrado en la conciencia
virtual o cerebro global conectado a la maquina digital que, al extenderse a
todo el universo, culminara con el alumbramiento sublime, un estado libre de
toda limitación temporal, física y mental. Un eterno presente.
¿Es del
todo claro que todo este transhumanismo va en dirección del mejor interés del ser humano? ¿No será que todo este
proceso tiene mas que ver con creencias que con
ingeniería y ciencia? Según el consenso de la comunidad científica estamos a miles de años de una inteligencia
no-biológica. En la edad del “Big data”,
dice el critico cultural Hal Niedzviecki, en lugar de un conocimiento significativo del
futuro, lo que tenemos es la
promesa de ese conocimiento. Creemos que el mapear todos los aspectos del
mundo físico y mental tiene el potencial de crear un mundo virtual
paralelo de maleabilidad infinita capaz de llevarnos a un estado
de absoluta certidumbre e inteligencia sin limite, a pesar de que la
evidencia muestra que el precio de esta certidumbre es la perdida de las libertades cívicas y del derecho a no ser
vigilado por las Corporaciones y el Estado.
El punto no es si realmente podemos conocer el
futuro. El punto es la historia que nos
contamos acerca de el. Lo que importa mas que su conocimiento, dice
Niedzviecki, es el sentimiento de control que podamos lograr sobre el porvenir.
Es creer que la cuantificación, alteración y ruptura es innovación y progreso.
Los tres últimos cambios tecnológicos mas
grandes de nuestra historia, comenzando en 1890, han sido la invención del motor a vapor, el dominio de la electricidad y el surgimiento de la computación. Todo lo que hoy hacemos se
construye en base a estas tecnologías. Lo que hacemos en el siglo XXI es el
legado del siglo XX. Nuestra supuesta era de “ruptura”, comparada con estos
tres cambios, es mucho menos innovativa de
lo que parece… la televisión en el teléfono, el telegrama en el tweetter, el libro en la tableta digital. Lo curioso es
que todas estas revoluciones masivas no han transformado en lo mas mínimo nuestra
inclinación al saqueo de los
débiles, de las otras naciones o de la
naturaleza. Lo que ha cambiado es que ahora el saqueo es mucho mas grande y mucho mas rápido, por lo que cada
vez van quedando menos lugares para
seguir con el pillaje. El precio de acelerar el consumo a través de
la tecnología y consecuentemente organizar la vida alrededor de el puede,
finalmente, destruir las condiciones
ecológicas que sostienen la civilización y reclamar la existencia de toda la
especie. Lo que la industria llama innovación es, en realidad, la inauguración
de nuevas formas de consumo.
Todos los cambios tecnológicos han favorecido la
replicación de nuestros genes. Mas gente vive mas tiempo. Progreso, desde el
punto de vista de la evolución biológica, es la capacidad de sobrevivencia de la
especie. El animal humano, no solo ha
sobrevivido, sino que se ha ubicado en la cúspide de la cadena alimenticia… por
ahora. La verdad es que con el tiempo
nuestra conducta hace cada vez mas problemática la sobrevivencia
humana a largo plazo.
En la era de la revolución informática y la carrera al futuro todo fluye y la
estabilidad es bien difícil de
encontrar. La desigualdad económica aumenta, la clase media desaparece, la educación no garantiza trabajo
y, mucho menos, uno
significativo. Desempleo, subdesempleo, rebaja de salarios y pobreza son
la norma ¿Por qué, a diferencia de la
revolución industrial que no produjo perdida de trabajo, la innovación
informática ha creado un ejercito de desempleados? La
respuesta esta en la interconectividad digital que ha sido posible gracias a mas pequeños y baratos procesadores que permiten aumentar la
producción sin la necesidad de emplear mas gente o aumentar los salarios.
La cuestión, sin embargo, es esta… si la red
tecnológica es tan buena para todos ¿por
qué, entonces, el mundo tiene que sufrir
tanto con la expansión de la tecnología informática? Muy
pronto tendremos camiones sin choferes, barcos sin tripulación, aviones comerciales sin pilotos, laboratorios
sin técnicos, hospitales sin doctores, farmacias sin farmacistas. Producción
con menor costo. Pero … ¿qué va a pasar
con estos millones de servidores? La
computarización ha provocado la desaparición masiva de trabajos… desaparición que todavía no
termina. No seria arriesgado decir que por primera vez en la historia humana los trabajos se
pierden, no se crean, con la tecnología.
Digamos, seres humanos reemplazados por un futuro mas eficiente.
¿Qué se puede hacer con un sistema basado en
la interrupción sistemática? La primera opción es… nada. El futuro viene y no
podemos pararlo… “ la innovación es un
fuerza impersonal”, y la única manera de
sobrevivirla es darle la bienvenida y adaptarse, dice la
elite informática. La estabilidad es
obsoleta. La ansiedad que plaga la época
no es tanto el rechazo al cambio, como el
miedo a fracasar en medio de el, de quedar atrás en la carrera del
futuro. La segunda opción es la salida
del futuro, el rechazo a la tecnotopia,
el abandono de la ideología prevalente. Los que van a quedar atrás, según los survivalistas, son los que frenéticamente persiguen el
futuro. Los survivalistas, por el contrario,
se preparan para la catástrofe por venir, para la caída del sistema…
guardan comida, agua, medicamentos y municiones para tres meses, suficiente
para sobrevivir los primeros días. Al
igual que muchos ecologistas, indigenistas y libertarios, no anhelan el futuro, anhelan
el pasado, el retorno a un tiempo mítico cuando todo era simple, estable, con
pequeñas ciudades, granjas y tiendas de abarrotes y la gente estaba en control de sus destinos en lugar de
ser datos para el gobierno o las empresas privadas. Es el anhelo de la renovación de una vida tribal que surge de las
ruinas del posmodernismo cibernético.
Nuestra alternativa entonces, según esto, estaría en la redención tecnológica o en la vuelta
al pasado. ¿Cierto?... Bueno, no
realmente. La carrera al futuro esta saboteando
el futuro y la vuelta a un pasado
estable y harmónico es imposible. Nunca ha existido.
Luego… con que nos quedamos? ¿No será hora de
cancelar la esperanza y parar de creer que todo va a mejorar? Los que han venido luchando por un mundo
diferente, dice el escritor Paul Kingsnorth,
están perdiendo y seria mejor reconocerlo, antes que seguir mintiendo. La economía de consumo no va a cambiar y no
vamos a parar la emisión de carbón. Esta es una sociedad global que se esta desmoronando y, a pesar de
ello, es incapaz de cambiar de conducta. La cosa, segun Kingsnorth, no es prepararse para el apocalipsis, sino
ajustar las expectativas para vivir a través de algo que ya esta ocurriendo. No
el fin del mundo, sino su deterioración y declinación inevitable, a veces
imperceptible, de la que da cuenta la ciencia. Es el reconocimiento, dice el
ecologista Robert Jensen, “de que cada sistema que regula la vida moderna no
esta a la altura de la tarea. Y no hay manera de reformar esto. La revolución
no viene…”
¿Es
esto la admisión de nuestro fracaso? ¿Y de que frente al fracaso lo único que nos queda es tratar de mantener algún sentido humano en un mundo que se desploma?
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