La
democracia es un sistema político bastante popular. Y más aun
cuando se sufre su ausencia. En el momento en que —como ahora— su
existencia se hace más precaria, cuando se transforma en una grotesca
caricatura de si misma en aquellos países que dicen ser su
paradigma necesitamos someterla a una constante interrogación. La relación entre cuestionamiento y poder es algo que encontramos en el corazón mismo
de la democracia.
El
cuestionamiento del gobierno, sus instituciones, la educación, la
justicia, la economía, los partidos y nosotros mismos. La razón es bastante
simple. Parte del poder que el ciudadano tiene en un sistema democrático viene
de su habilidad y deseo de preguntar. El mero hecho de preguntar ¿Por qué? inicia un proceso de
descubrimiento, análisis, evaluación y aproximación de cómo las cosas funcionan
en la sociedad en que se vive.
Esta
práctica hoy día la reemplazamos por la certidumbre que nos dan los medios
de información, el gobierno, los políticos, los sacerdotes, los gurús, las
celebridades y Google.
Preferimos
ubicar la verdad, no su descubrimiento. La respuesta, no el proceso que
lleva a ella.
Lo
primario es cómo navegar el sistema, no cómo cambiarlo. La pregunta que
aquí cabe es: si, después de todo, sólo aprendemos a obtener información y no a
interpretarla, ¿cómo podríamos llegar a pensar nuevos pensamientos?
La
rigidez ideológica, el pensamiento grupal, la relación con solo aquellos que
comparten nuestras ideas nos protege del riesgo de la crítica y nos asegura la
corrección de nuestras creencias, que podemos seguir repitiendo con absoluta
confianza porque son la verdad… ¿para que investigar mas?
Además,
el cuestionamiento pone en peligro el orden de las cosas y socava su
estabilidad. La Inquisición tuvo su
razón de ser.
Pero…
¿si vivimos en gettos ideológicos de donde podría venir la motivación para
investigar? El cuestionamiento social y el ejercicio del pensamiento crítico,
lejos de ser una mera cuestión de curiosidad intelectual, tiene directa
relacion con la forma en que arreglamos nuestras vidas.
En
los últimos treinta años las políticas neoliberales han dirigido un
ataque total al sistema de bienestar y a las organizaciones obreras y, a pesar
de que su fracaso económico ha causado desempleo, pobreza, miseria y
desesperación, continúan imponiéndose como las únicas alternativas realistas ¿Podría ser esto posible sin el apoyo
de las mismas masas que sufren sus consecuencias?
Si
la respuesta es no, ¿por qué, entonces, las mayorías están
dispuestas a apoyar y contribuir a mantener un sistema injusto que las
empobrece? ¿a conservar una estructura social que solo beneficia a una
minoría? ¿a mantener la pasividad y no a rebelarse?
La
cultura del consentimiento es bastante compleja y no hay una sola explicación
que de cuenta de ella. La más obvia seria la referencia a los
aparatos represivos y su sistema legal, que funcionan para preservar el
sistema de relaciones económicas que privilegia la propiedad
privada y la estratificación social. Toda su estructura esta
organizada para aumentar las ventajas de los grupos de poder.
La
amenaza y acción coersiva brutal que esta maquinaria estatal ejerce fomenta el
miedo y el consentimiento y lleva a
pensar que la desigualdad es natural y no el resultado de
una mala construcción social.
Menos
obvia que la amenaza legal y la violencia física ilimitada de los agentes del
orden es la presión social que se ejerce a través de la desaprobación, la
perdida de influencia de las amistades, riesgo de desempleo y el
ostracismo. Esta presión no es nunca para cambiar el orden, sino para adaptarse
a el, para hacer y decir lo que todos hacen y dicen.
Muchos,
incluso, llegan a negar la evidencia de sus propios sentidos para
ajustarse a lo que todos dicen. Ciertamente que hay elecciones, pero solo
dentro del círculo de lo común.
Otra
forma de conformismo mucho más común que la violencia y el ostracismo, decía
Marx, es la monótona compulsión de las relaciones económicas. La
necesidad de alimento, techo y ropa requiere reproducir diariamente las
relaciones de producción, porque ellas, a pesar de que nos succionan toda
nuestra energía, también nos sostienen. Nuestras vidas están llenas de rutinas,
obligaciones y tareas necesarias. Ocupados como estamos para
mantenernos ¿quien tiene tiempo y energías para rebelarse? ¿O, mas aun, para
arriesgar lo poco que nos sostiene?
La
inseguridad laboral y el desempleo son una amenaza y preocupación
constante de los trabajadores. Los agitadores rápidamente son eliminados de sus
empleos y reemplazados por otros desesperados por ser contratados. Por
eso el capitalismo siempre se asegura de tener un excedente de mano de obra
junto a una clase laboral fragmentada y micro jerarquizada.
En
un estudio bastante citado en Estados Unidos a un número de sujetos se les
mostró la fotografía de un grupo de personas en el metro. Un hombre
blanco sostenía una pistola. Cuando, posteriormente, se les pregunto quien
sostenía el arma, la gran mayoría identifico a un negro como el malhechor… ¿No
es la osificación de las creencias que adquirimos en nuestra infancia las
que luego forman el núcleo de nuestros prejuicios y creencias básicas que
juegan un papel crucial en la forma en que apreciamos la realidad social?
Su
tenacidad hace casi imposible erradicarlas. Son el lente que
distorsiona la percepción y la memoria. Una tendencia humana, que
según el cognotivismo científico, reinterpreta la experiencia de
acuerdo a nuestras creencias fundamentales. Aquí no seria exagerado decir que
el mensaje al que sucesivas generaciones, desde la segunda guerra
mundial, han venido recibiendo a través del cine, la radio, la prensa, la
televisión, la escuela o la iglesia es el de que el capitalismo es el mejor
sistema socio económico que el mundo ha conocido.
A
nivel subliminal en Europa y Norteamérica este mensaje ha adquirido el
estatus de creencia fundamental. Aqui es más fácil imaginar el fin del mundo
que el fin del capitalismo.
El
productor de cine estadounidense Samuel Goldwyn una vez dijo “Cuando yo quiera
tu opinión, te la daré” ¿No es esta exactamente la fuerza y poder de los medios
de información?
Seis
conglomerados dominan el ambiente informativo (General Electric, Time
Warner, Walt Disney, News Corporation, CBS y Viacom controlan la radio,
la televisión, el cine y la industria de la prensa escrita) Estas megas
corporaciones, que son parte de las elites dirigentes, manipulan
los deseos y las noticias con el fin de reproducir el sistema
y obtener la máxima ganancia.
En
un mundo caótico y lleno de información queremos respuestas fáciles y
rápidas para ocupar nuestro lugar en el orden de las cosas. La investigación y el cuestionamiento del
poder pasan a segundo término. Las personalidades y los
expertos que nos dicen lo que tenemos que pensar reemplazan el
reportaje y análisis de las últimas noticias.
Su
popularidad, si las encuestan indican algo, es índice de que preferimos
la opinión y el info-entretenimiento a la pregunta del “por que” de
las cosas.
La
era de la internet nos ha obligado a cambiar la forma en que vemos la
información y el mundo que nos rodea. ¿Cuándo hubiéramos pensado que todo
el conocimiento imaginable del mundo iba a estar en la punta de nuestros
dedos?
Navegar la autopista de la información, sin
embargo, no es lo mismo que navegar la biblioteca de nuestra ciudad. Si pensamos que la sabiduría es algo que
descubrimos por nosotros mismos después de una larga jornada llena de
dificultadas y no algo que recibimos, uno podría preguntar: ¿es esta jornada a
la que la cultura de la internet nos invita? No, realmente.
A lo
que nos invita es a creer que la sabiduría es accesible si somos capaces
de encontrar la página-web adecuada. Y para ello ya no necesitamos la
jornada intelectual. Es mucho más rápida la habilidad de recuperar
información.
En
2008 hubo cerca de 550 millones de búsquedas en el Internet, cifra que ha
continuado aumentando. Uno podría decir que este ya no es solo un
instrumento, sino todo un ambiente. Pero, si este es un ambiente… ¿es uno
que valora el cuestionamiento? La información ciertamente esta ahí…. ¿Y
la habilidad para evaluar la información?
En
Google confiamos. Su infinita sabiduría sabe lo que queremos y nos lo da.
¿Es
este cambio de hábitos mentales que la web trae una amenaza a nuestra
habilidad de cuestionar? Los investigadores del proyecto “La Generación Google”
del Colegio Universitario de Londres, después de rastrear millones de
huellas dejadas por visitantes de las bibliotecas virtuales, llegaron a
la conclusión de que los usuarios de la red buscan información horizontal mas
que vertical, muestran escasa concentración y un mínimo intento para
involucrarse con el contenido. Lo que se busca es la gratificación instantánea
de la respuesta.
¿Y
que? ¿Hay algún problema con esto?...Depende.
Si
queremos un sistema democrático, y no su caricatura, entonces necesitamos
ciudadanos que puedan procesar, interpretar y cuestionar la credibilidad de la
información que reciben. Esta habilidad es básica para influir en el
sistema y ejercer cambios sociales.
¿Como se podría responder al
conformismo? La
respuesta pareciera ser bastante simple. Disentir. Rehusar el apoyo a lo
que todos apoyan.
Una
de las formas mas efectivas de socavar el poder siempre ha sido la
de unir al agitador con otros agitadores. Si el consentimiento tiende a
reproducir el consentimiento, por la misma razón el disentimiento tiende
a reproducir disentimiento.
No
importa cuan grande sea la mayoría, la presencia de un agitador siempre reduce
la conformidad.
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