Desde el inicio de
la centuria la televisión, el Internet y los periódicos han estado inundados
con imágenes e historias chocantes de jóvenes mujeres matando en el
Medio Oriente y otras torturando en las prisiones de Abu Ghraib, Guantánamo y los centros secretos de la CIA. Si
el feminismo se ha esforzado tanto por lograr la igualdad sexual hoy,
finalmente, la ha logrado en los campos de batalla. Solo que no es,
exactamente, la igualdad que imaginaba. Las imágenes de los ataques suicidas de mujeres musulmanas y de
mujeres norte americanas torturando y matando horrorizan y fascinan. Son estas imágenes las
que han reabierto una vez más el debate
de la igualdad de los sexos.
Los conservadores, siempre sospechosos del feminismo, sugieren que el sadismo
de la mujer es responsable de estos actos, sadismo que no es casual, sino la norma. El abuso de
Abu Ghraib, dicen, fue el resultado de la cultura feminista porque esta resiente la actitud islámica de
los hombres hacia la mujer y el trato
que ellas ejercen en los prisioneros es una forma de revancha. La mujer
no es mejor que el hombre. A través de la historia, cuando han tenido la
oportunidad, han mostrado ser tan capaces como los hombres para abusar brutalmente del poder. Si no lo habíamos
visto con frecuencia es solo porque no habían tenido la oportunidad.
Tristemente las mujeres han probado ser iguales al hombre.
El uso de las
mujeres como “armas letales”, dice la
feminista Kelly Oliver, le ha permitido
a las fuerzas norteamericanas disponer
de nuevas formas de torturas para ablandar a los prisioneros islámicos
antes de ser interrogados. Para una cultura musulmana fundamentalista forzar a
los hombres a interactuar con mujeres desnudas y presenciar la parodia de actos sexuales es profundamente
humillante. El sexo y el efecto que este tiene sobre estos hombres ha sido el
medio que les ha permitido a los invasores fusionar el abuso físico y sexual, el abuso religioso y cultural. Una combinación
destructiva que ha sido parte de la estrategia militar en las interrogaciones
en la base de Guantánamo y los lugares secretos de interrogacion. En los
manuscritos del sargento Eric Saar obtenidos por la prensa se describen interrogadoras semi desnudas, actitudes provocativas, caricias sexuales y flujo menstrual falso como tácticas sexuales
para quebrar a los prisioneros, incluyendo a los más resistentes. Es el flujo
menstrual, en especial, el que se ha
transformado en la técnica preferida de
interrogación secreta, por extraño que esto parezca. En las culturas patriarcales,
como la historia indica, el flujo menstrual esta rodeado de tabúes porque
representa lo sucio y abjecto. Según la literatura psicoanalítica el flujo menstrual es percibido por el hombre
patriarcal como una amenaza porque, al
representar el poder creativo de la mujer, provoca intenso temor
En el occidente, por
centurias, el temor a la mujer y la sexualidad femenina ha estado presente en la
cultura literaria y científica al igual que en el discurso popular. Las imágenes cinematográficas de la mujer
fatal seduciendo al hombre para llevarlo a la muerte o la pornografía sádica exhibiendo mujeres con
látigos y correas son imágenes que representan la sexualidad femenina como un instinto potente y mortal similar al instinto de la “viuda negra”. Estas
fantasías culturales no son solo un
fenómeno reciente, sino que han formado
parte de la imaginación social, en diferentes formas, por miles de años. Lo que hoy es inquietante es el hecho de que
la combinación bélica de la sexualidad femenina y las creencias religiosas le ha agregado un giro bastante siniestro. La
sexualidad femenina, semejante a una toxina natural, ahora puede ser usada como táctica de guerra por su asociación con los peligros naturales.
Según un diario londinense, reporteando las
acciones de las mujeres suicidas palestinas de la epoca de la Intifada, dice que ellas llevan una vida anónima cubierta por el velo, pero cuando
salen a matar pueden peinarse con una cola de caballo y lucir una sonrisa
atractiva. La pesadilla de Israel. Una bomba suicida más mortal que el hombre. Un
comandante Jihad islámico decía en el
2003 que habían descubierto que el cuerpo de
sus mujeres podía ser una ventaja mas a ser utilizada, un arma secreta,
una potente bomba de precisión en la lucha en contra de la maquina de guerra
imperialista. Curiosamente las restricciones patriarcales se aflojan cuando
ellas van a morir por Ala. Como dijo una vez Yasser Arafat a un grupo de
mujeres en Ramallah en el 2002 “las mujeres y los hombres son iguales…Ustedes
son mi regimiento de rosas que aplastara a los tanques israelíes”. La imagen de
la precisión de la bomba femenina combina la retórica de la tecnología y la
naturaleza con el fin de producir medios bélicos más destructivos que los masculinos.
¿No es el caso que
las mártires nuevamente ponen de
manifiesto las viejas asociaciones entre la mujer y la muerte? Es esta grotesca
yuxtaposición de vida y muerte, de
jóvenes muchachas torturando, matando y matándose la que desconcierta y horroriza ¿Cómo la feminidad
puede dar origen a tal brutalidad? ¿Cómo las poseedoras de la fertilidad pueden
transformarse en maquinas asesinas?
La apropiación de
la retórica de la igualdad no es nada nuevo y por cientos de años se ha usado, cuando es conveniente, en las intervenciones
imperialistas. Los ingleses para ocupar
Egipto al final del siglo XIX, los franceses para mantener el dominio colonial
en Algeria y hoy día para liberar a las mujeres en Irak y Afganistán. Laura
Bush en un discurso radial decía que gracias a la intervención militar las mujeres afganistanas ya no eran
prisioneras en sus casas. Pero, no nos
equivoquemos. Si el patriarcalismo cristiano y musulmán usa los derechos y la
igualdad de la mujer en su retórica es solo porque les presta un aura progresista.
El periodista Nicholas
Kristof, durante la guerra de Irak, escribía que en el mundo musulmán las
nociones de caballerosidad hacen que el más feroz de los combatientes se refrene de disparar a un soldado mujer por
lo que no era extraño que los periodistas
le pidieran a una mujer que se sentara al lado de ellos cuando transitaban la
carretera… ¿No es esto la construcción
de la mujer como un arma, no solo ofensiva como en Guantánamo y Siria, sino también defensiva, capaz de proteger al hombre? Las acciones
militares en el Medio Oriente, sin lugar
a dudas, han colocado a la mujer en el centro de la retórica bélica al describirlas como heroínas, chivos
expiatorios, victimas, torturadoras, oprimidas o vengadoras. Aquí uno podría
decir que la lucha feminista no es solo
ideológica, sino también material.
Las mujeres que
han luchado por liberarse de las viejas restricciones que las definen puramente
en términos de procreación biológica quieren discursos que le proporcionen
nuevas justificaciones que vayan más
allá de la procreación. Discursos que promuevan el paso de lo biológico a lo
biográfico. El lugar que la retórica bélica
les asigna hoy día no es lo que tenían en mente.
Nieves y Miro Fuenzalida.