Hubo un tiempo en que se creía que la fuerza de la grandeza del ser
humano radicaba en su origen divino. Después de todo el camino recorrido el
regreso a esta creencia ya no es posible, porque en el portal de entrada a la
historia, en lugar de Dios, encontramos al mono y otras bestias indicándonos
que en esa dirección no hay futuro posible. El modernismo, queriendo conservar
la grandeza humana, encuentra que la alternativa esta en la dirección opuesta
al pasado. La respuesta optimista cree encontrarla inscrita en la Teoría
Darwiniana. “Scala Naturae” garantiza el progreso.
Pero, este
optimismo… ¿no ha sido demasiado prematuro? Esta misma Teoría, si somos
consecuentes, también nos indica que no hay motivo para pensar que el
futuro de la especie humana pueda diferir sustancialmente de cualquiera otra,
como tampoco no hay razón para creer que esta bestia no pueda ser
superada, en algún momento, por otra especie.
Si nos referimos al
tipo de ser que la Teoría Darwiniana favorece, esta nos puede dar una
indicación del camino en que la especie humana podría ir... Si tomamos la
Teoría Evolutiva Darwiniana en serio es completamente concebible que
eventualmente seamos reemplazados por alguna otra especie para quien
nosotros seriamos el equivalente del mono. Los monos, una especie risible o una
vergüenza dolorosa… ¿porque, en ultima instancia, no es eso lo que el ha
sido para los humanos? Sin gran esfuerzo, con solo un ligero salto imaginativo,
podríamos concebir esta futura nueva especie, heredando algunos de
nuestros propios rasgos, con la capacidad y la decisión de exterminar la
nuestra, así como nosotros lo hemos venido haciendo con las otras. O
también, heredando nuestro gusto por la carne, pudieran decidir, basados
en valores puramente gastronómicos, criarnos como ganado para suministrar
sus supermercados y cocinas. O, por ultimo, como lo hacemos nosotros con
otros animales, usarnos en experimentos científicos para asegurar su hegemonía y
supervivencia.
Por supuesto...
reconocemos que todo esto es altamente improbable, especialmente considerando
el hecho de que nuestra especie es neuróticamente celosa. Cualquier
mutación favorable se enfrentaría con varias posibilidades, ninguna de las
cuales garantizaría su propagación.
Y si consideramos la situación solamente desde dentro de nuestra
propia especie… ¿que garantía tenemos de una progresión continua? Hoy
día, perdida nuestra inocencia en los albores de nuestra
infancia, sabemos muy bien que una guerra atómica global, con sus efectos
posteriores, puede terminar nuestra especie. Pero no todas las especies. La
hormiga y otras variedades de insectos seguramente sobrevivirían. En términos
evolutivos ellas serian las mejores adaptadas, digamos, las especies
"superiores". En este escenario los humanos pasaríamos a ser nada más
que una de las tantas variedades biológicas extinguidas. Un rompecabezas más
para los futuros Paleontólogos.
Pero, si gracias a la buena suerte nos escapáramos de este
error humano siempre esta la posibilidad de una
"invasión" bacteriológica total que podría barrernos del
planeta.
En fin, para no seguir con la misma historia, digamos que estos
pocos ejemplos, productos de una imaginación afiebrada, nos dan una
idea de la precariedad de nuestra posición central dentro del proceso
evolutivo. Estamos concientes de que estos son solamente tiros al aire.
Nuestro profundo sentimiento antropocéntrico, enlazado con nuestro narcisismo
infantil, especialmente pronunciado en las ultimas tres o cuatro centurias, nos
ha venido haciendo creer que nuestra posición privilegiada en el planeta es
algo que esta inscrita en el orden mismo de la naturaleza, o si se prefiere,
del cosmos para no pecar de humildad, por lo que no es de extrañar la
persistencia del mito de Dios. Nuestros actos, como especie, han venido
reflejando consciente o inconscientemente la absurda pretensión de que toda la
eternidad ha venido trabajando con el único propósito de producirnos y
todo lo que existe es solo el escenario en donde desplegamos nuestro drama...o,
para ser más exactos...nuestras compulsiones neuróticas. El incremento
gigantesco de nuestra capacidad tecnológica junto con la fe de que esta
resolverá en el futuro todas nuestras dificultades no ha hecho más que
profundizar esta fantasía. ¿Podremos, eventualmente, reemplazar
este patético antropocentrismo y rediseñarnos de otra manera?
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