Monday, February 22, 2016

La bestia en el umbral.

Hubo un tiempo en que se creía que la fuerza de la grandeza del ser humano radicaba en su origen divino. Después de todo el camino recorrido el regreso a esta creencia ya no es posible, porque en el portal de entrada a la historia, en lugar de Dios, encontramos al mono y otras bestias indicándonos que en esa dirección no hay futuro posible. El modernismo, queriendo conservar la grandeza humana, encuentra que la alternativa esta en la dirección opuesta al pasado. La respuesta optimista cree  encontrarla inscrita en la Teoría Darwiniana. “Scala Naturae” garantiza el progreso.

 Pero, este optimismo… ¿no ha sido demasiado prematuro? Esta misma Teoría, si somos consecuentes, también  nos indica que no hay motivo para pensar que el futuro de la especie humana pueda diferir sustancialmente de cualquiera otra, como tampoco no  hay razón para creer  que esta bestia no pueda ser superada, en algún momento, por  otra especie.

Si nos referimos al tipo de ser que la Teoría Darwiniana favorece, esta nos puede dar una indicación del camino en que la especie humana podría ir... Si tomamos la Teoría Evolutiva Darwiniana en serio es completamente concebible que eventualmente seamos reemplazados por alguna otra especie para quien nosotros seriamos el equivalente del mono. Los monos, una especie risible o una vergüenza dolorosa… ¿porque, en ultima instancia, no es eso lo que  el ha sido  para los humanos? Sin gran esfuerzo, con solo un ligero salto imaginativo, podríamos concebir esta futura nueva especie, heredando algunos de nuestros propios rasgos, con la capacidad y la decisión de exterminar la nuestra, así como  nosotros lo hemos venido haciendo con las otras. O también, heredando nuestro gusto por la  carne, pudieran decidir, basados en valores puramente gastronómicos, criarnos como ganado para suministrar  sus supermercados y cocinas. O, por ultimo, como lo hacemos nosotros con otros animales, usarnos en experimentos científicos para asegurar su hegemonía y supervivencia.

Por supuesto... reconocemos que todo esto es altamente improbable, especialmente considerando el hecho de que nuestra especie es neuróticamente celosa. Cualquier mutación favorable se enfrentaría con varias posibilidades, ninguna de las cuales garantizaría su propagación.

Y si consideramos  la situación solamente desde dentro de nuestra propia especie… ¿que garantía tenemos de una progresión continua? Hoy  día, perdida nuestra inocencia en los albores de nuestra infancia, sabemos muy bien que una guerra atómica global, con sus efectos posteriores, puede terminar nuestra especie. Pero no todas las especies. La hormiga y otras variedades de insectos seguramente sobrevivirían. En términos evolutivos ellas serian las mejores adaptadas, digamos, las especies "superiores". En este escenario los humanos pasaríamos a ser nada más que una de las tantas variedades biológicas extinguidas. Un rompecabezas más para los futuros Paleontólogos.

 Pero, si  gracias a la buena suerte nos escapáramos de este error humano siempre esta la posibilidad de una  "invasión"  bacteriológica total que podría barrernos del planeta.


 En fin, para no seguir con la misma historia, digamos que estos pocos ejemplos,  productos de una  imaginación afiebrada, nos dan una idea de la precariedad de nuestra posición central dentro del proceso evolutivo. Estamos concientes de que estos son solamente tiros al aire. Nuestro profundo sentimiento antropocéntrico, enlazado con nuestro narcisismo infantil, especialmente pronunciado en las ultimas tres o cuatro centurias, nos ha venido haciendo creer que nuestra posición privilegiada en el planeta es algo que esta inscrita en el orden mismo de la naturaleza, o si se prefiere, del cosmos para no pecar de humildad, por lo que no  es de extrañar la persistencia del mito de Dios. Nuestros actos, como especie, han venido reflejando consciente o inconscientemente la absurda pretensión de que toda la eternidad ha venido trabajando con el único propósito de producirnos y todo lo que existe es solo el escenario en donde desplegamos nuestro drama...o, para ser más exactos...nuestras compulsiones neuróticas. El incremento gigantesco de nuestra capacidad tecnológica junto con la fe de que esta resolverá en el futuro todas nuestras dificultades no ha hecho más que profundizar esta fantasía.  ¿Podremos, eventualmente, reemplazar este patético antropocentrismo y rediseñarnos de  otra manera?

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