Tuesday, February 2, 2016

El espectro marxista.

                             
 El marxismo, después de la caída de la Union Soviética  se considera muerto y todo intento de revivirlo se presenta como la nostalgia de aquello que pudo haber sido y no fue. Las razones de su muerte, según las preferencias, se deben a la inherente imperfección humana, la superioridad innata de la economía de mercado por sobre la planificación estatal, la transformación inevitable de las aspiraciones revolucionarias en tiranías despóticas o la incapacidad marxista para comprender la revolución informática. La caída del estado socialista, según va la historia, representa el exorcismo final del espectro revolucionario que por tanto tiempo persiguió al capitalismo. Hemos llegado al fin de una utopia ingenua. La superioridad del capitalismo liberal para expandir los mecanismos de la tecno-ciencia moderna representa el  summun bonum del desarrollo humano y cualquiera que lo cuestione se coloca al margen del progreso.

 Y... a pesar del triunfalismo neoliberal, el marxismo continua manifestando una cierta espectralidad, un porfiado rechazo a morir y ser enterrado.

No hay un solo marxismo  y seria mejor que en lugar de hablar del marxismo habláramos de marxismos. Esta heterogeneidad, este rechazo a ser considerado como un sistema cerrado y final , dice Nick  Dyer-Witheford,  lo podemos ver en los escritos mismos de Marx en donde se afirman distintas cosas en distintos momentos, no siempre consistentes unas con otras, dando paso a arreglos diferentes, incluso, en ocasiones, antagónicos entre si. La corriente leninista fue uno de ellos y la mejor forma de entenderlo es como un marxismo altamente adaptado, o mejor aun, fatalmente sobre-adaptado a un momento particular del desarrollo capitalista que se caracterizo por la división taylorista del trabajo, la mecanización industrial y el énfasis en la organización masiva. La introducción soviética de las normas de eficiencia, disciplina laboral, industrialismo y acumulación fueron, de acuerdo a estándares capitalistas, un gran éxito. Pero, en términos comunistas, una derrota catastrófica, debido a la supresión de la auto-organización laboral y la aniquilación sangrienta de toda expresión marxista diferente. El estado soviético se trasformo en un competidor y no en una alternativa al capitalismo. Lo que vino después es historia.

La cuestión que hoy se nos plantea, dice Nick Dyer-Whitherford, es la de si es posible en un mundo capitalista pos-moderno un marxismo-pos moderno. De si el fracaso del experimento bolchevique se identifica con el fin del marxismo o, por el contrario, de si debemos mirar este fracaso como la apertura de un espacio en el que otras formas reprimidas de él puedan florecer en las nuevas condiciones de explotación informática. La critica estándar al marxismo, provenientes de los teoricos de los nuevos movimientos sociales, es la de que las nuevas formas de lucha que hoy presenciamos están específicamente ligadas al advenimiento del orden Pos-Industrial, en donde el trabajo manual juega un papel cada vez menor y el poder tecnocratico adquiere un poder improcedente  Esta nueva situación origina formas de resistencia diferentes, según dicen, y que van más allá de los análisis de clases convencionales. Una identidad reducida meramente a sus términos de clase, a su posición dentro del sistema económico de producción, genera una serie de omisiones y represiones... ceguera hacia el patriarcalismo y racismo, negación de la diversidad cultural y triunfalismo científico que genera consecuencias catastróficas tales como sexismo, destrucción ecológica y represión totalitaria. La conclusión de esta critica es que las relaciones de clases ya no ocupan un lugar privilegiado dentro del sistema, sino mas bien, son consideradas solo como una relacion mas entre una diversidad de identidades semioticamente construidas y la extracción de plusvalía simplemente se incluye como una mas dentro de otras opresiones y dominaciones tales como el sexismo, el racismo, la homofobia y el industrialismo, ninguna de las cuales posee prioridad esencial sobre las otras. Una política progresista, agregan, necesita ser re-pensada en contra del trasfondo de la variedad de luchas surgidas a partir de las diferentes y numerosas relaciones de subordinación, todas las cuales, por distintas que sean, pueden relacionarse en un proyecto común de democracia radical... la pregunta que cabe, frente a todo esto, es la de si es posible, realmente, adoptar una posición Pos-Marxista en la cual los análisis de clase y explotación, en lugar de ocupar una posición crucial,  sean desplazados eclécticamente junto a otras aproximaciones .

El capitalismo es un asunto no terminado y sus consecuencias las continuamos padeciendo.  El problema con algunas posiciones Pos-Marxistas es que confunden el blanco de sus ataques. La mayor fuente práctica de reduccionismo económico hoy día no es  el marxismo, sino el mercado mundial, fortalecido por la red computacional, las comunicaciones vía satélites y la alta tecnología bélica. Este es un sistema basado en la imposición mercantil universal, en la subordinación de toda actividad a la ley del valor y centrado, principalmente, en la compra y venta del tiempo humano. Es una narrativa monológica dominante  en donde solo el dinero tiene poder y que como sistema opera a través de un proceso de reducción masiva que percibe y procesa el mundo únicamente a través de factores económicos. En esta realidad, el sujeto humano figura solo como poder laboral y capacidad consumidora y su medio ambiente natural únicamente como materia prima.  Es este sistema el que tiene hoy una capacidad totalizante que abarca todo el planeta. Toda dominación es reduccionista. Pero, ni el patriarcalismo ni el racismo han logrado integrar el planeta en un sistema coordinado e interdependiente total. Es solo el capitalismo, con la ayuda de las nuevas tecnologías, el que ha sido capaz de integrar la disponibilidad del trabajo femenino, el mercado étnico, los flujos migratorios, los bancos de genes humanos y la totalidad del mundo animal y vegetal dentro de sus coordenadas de valor. Y al hacerlo ha subsumido toda otra forma de opresión a su propia lógica. Esta es una dominación que realmente domina. La división capitalista internacional del trabajo incorpora y, mayormente, depende de la discriminación sexual o étnica para establecer su control jerárquico. Es cierto que la lógica del patriarcalismo y el racismo es más vieja que la lógica del capital. Pero hoy se ven forzados a manifestarse dentro y a través de la estructura archi-dominante del capital. La clase, es decir la clasificación capitalista de sus recursos humanos, tiende a afirmarse así misma como un poder social definitivo y privilegiado en todo sentido del termino. Y esto, no por que la clase tenga una prioridad económica ontológica esencial sobre el sexo, la etnicidad o las relaciones ecológicas, sino debido a la subordinación social a un sistema que fuerza a aspectos básicos de la sexualidad, la raza y la naturaleza a girar alrededor del eje de la ganancia. La prevención de la violencia masculina hacia la mujer, la preservación de la foresta o la erradicación del racismo, es primariamente una cuestión de calculo. El capitalismo, en si mismo, no se opone a ello e, incluso, puede apoyarlo si no implica una perdida económica. Pero, violentamente se opone tan pronto como estas demandas exijan una diversificación sustancial de la plusvalía social. El neo-liberalismo, la expresión contemporánea del capitalismo, es la re-afirmación brutal del mercado en su ataque al estado de bienestar y la expansión sin límite del intercambio mercantil. Cada uno de los objetivos del movimiento social se ha venido haciendo imposible de lograr gracias a la insistencia corporativa de la prioridad de la austeridad estatal requerida por la competencia global y el reestablecimiento de la ganancia.

La limitación del Pos-Marxismo académico radica en su rechazo a reconocer con toda su profundidad la integración capitalista del planeta. La re-invención de un marxismo pos-modernista ciertamente necesita aprender de los nuevos movimientos sociales. Pero, al mismo tiempo, no puede darse el lujo de perder el foco en las contradicciones específicas del capitalismo, como tampoco su conexión con la tradición política e intelectual que consistentemente ha mantenido viva la critica al capitalismo. Un marxismo renovado, a la altura de los desafíos del siglo XXI, requiere desenterrar fibras no consideradas dentro de los textos de Marx y exponerlas a nuevas mutaciones para volver a re-descubrir la posibilidad de una transformación social.


Nieves y Miro Fuenzalida.

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