Thursday, January 7, 2016

El arte según Deleuze


Que tal si te quedas dormida?
Y que tal si en tu sueño vas al cielo
y allí cortas una extraña y hermosa flor ?
Y que tal si, cuando despiertas,
te encuentras con una flor en la mano…?
Ahh! y entonces que...?

                           (Samuel Coleridge)

 El lugar común de la sabiduría tradicional es ver la Filosofía o el Arte como disciplinas o convenciones, algo que ya es y que podemos conocer y definir  ¿No seria mejor, dice Deleuze, ver a la Filosofía o cualquiera otra disciplina en términos de sus posibilidades, de aquello que podría ser capaz de hacer? Si necesitamos distinguir la Filosofía del Arte es para evitar la homogenización del pensamiento. Hoy día existe la tendencia bastante frecuente de que hay un acuerdo o sentido común en nuestra forma de pensar o que, por lo menos, deberíamos apuntar hacia tal objetivo a través de la comunicación y el consenso… ¿pero porque no abrir la vida a diferentes formas de pensar?  ¿Ver a la Literatura, la Pintura o la Música, más que como un intento de representar o expresar una visión del mundo común o experiencias similares, como una forma de choquear y provocar la experiencia? ¿De disturbar el sentido común? Hay diferentes formas con las que podemos remecer y perturbar el pensamiento y  que pueden servir como elementos para diferenciar entre Filosofía, Arte y Ciencia.

Probablemente nunca nos topamos con una obra artística o filosófica pura, pero ello no impide el que tratemos de distinguir y maximizar las tendencias artísticas, filosóficas o científicas dentro de un texto dado. Leer un trabajo, ya sea como Arte o como Filosofía, requiere el que veamos su fuerza especifica, su capacidad para alterar la vida. Y esto es posible, no mirando lo que la obra es, sino lo que logra o hace. La literatura es el poder de la ficción misma. No pretende decir lo que el mundo es, pero si los posibles mundos que podemos imaginar. Si podemos crear Ciencia, Arte o Filosofía es porque el pensamiento es productivo, porque su fuerza va  a lo que es y también a lo que podría ser.

 Si la Filosofía crea conceptos y problemas que permiten una orientación o dirección al pensamiento, el Arte, dice Deleuze,  crea afectos y percepciones que son liberadas de los observadores particulares  o los  cuerpos que los experimentan. Pensemos en la obra de Harol Pinter... ¿no fue este autor el gran creador del “aburrimiento”?  Largas pausas en el dialogo, dos personajes que intercambian preguntas, mas bien que preguntas y respuestas o interacciones que parecen no tener referencias ni direcciones. No es que la obra o los personajes sean aburridos. Lo que vemos es el aburrimiento de la vida burguesa. El aburrimiento es creado como un afecto general. Somos introducidos al “aburrimiento”. En la misma forma podemos pensar la obra de Stephen King. Sus cuentos y novelas no nos introducen a una representación del mundo. Nos introducen a la experiencia del miedo y del terror. Es esta creación de afectos impersonales la que capacita al Arte desentrañar el orden de la experiencia cuotidiana. La opinión prevalente es la de creer que simplemente hay un mundo común compartido a través del lenguaje (información y comunicación) y un sentido común a través del cual el pensamiento adquiere su forma correcta. Presume una directa relación entre afecto y concepto, entre lo que vemos y lo que decimos, entre lo sensible y lo inteligible. Es como si el mundo fuera finalmente traducido a un lenguaje y a una experiencia que todos compartimos. A partir de un complejo flujo de percepciones tendemos a percibir solo objetos reconocidos y repetidos. No percibimos las pequeñas diferencias que constituyen el flujo del tiempo. Vemos esto como la extensión de un objeto que es lo mismo. Nos consideramos a nosotros mismos como sujetos con una identidad más que como un flujo de percepciones. Cuando percibimos datos como colores, sonidos o texturas los subordinamos  a conceptos cuotidianos. La obra de Arte, en cambio, funciona en otra dirección. Desprende del flujo ordenado de percepciones su singularidad. No podemos asumir que toda forma de Arte provenga de un fundamento común. Pero lo que si podemos reconocer es que el Arte no es acerca del conocimiento, proveedor de significado o información. Una obra artística puede tener significado o expresar un mensaje, pero lo que la transforma en Arte no es su contenido. Es  su afecto, la fuerza sensible o el estilo a través del cual produce su contenido  ¿Por qué, por ejemplo, pasaríamos dos horas mirando una película si todo lo que quisiéramos de ella fuera la historia o la moral del mensaje? Nuestras mentes no son solo máquinas de información o comunicación. Son, también, maquinas de deseos y afectos  y el Arte puede abrirnos a nuevas posibilidades de afectos, a nuevas experiencias.

La Ciencia fija el mundo en un “estado de cosas” observables. La Filosofía crea conceptos que no están dirigidos tanto a representar el mundo como a producir nuevas formas de pensar y responder a problemas. El Arte, según Deleuze, crea afectos y percepciones, sentimientos o imágenes libres de la organización o interés del sujeto. Estos tres poderes poseen una relación discordante o divergente. No podemos sumar todo lo que sabemos de Filosofía y Ciencia  y todo lo que sentimos a través del Arte para arribar a una imagen coherente del mundo. Por el contrario, si expresamos el verdadero poder de cada tendencia a través del pensamiento, podríamos comprender las diferencias del mundo en que vivimos. No hay un mundo único que luego es representado por la Ciencia, la Filosofía o el Arte. Existe el mundo de la Ciencia constituido por funciones, leyes y “estado de cosas”. La Filosofía crea un mundo o “plano” de conceptos. El Arte crea un mundo de afectos y percepciones. El mundo no es algo que este simplemente fuera del pensar esperando a ser representado. El hecho es que no podemos separar el pensamiento de la vida, o el acto de pensar el mundo del mundo mismo. Como cualquier otra forma de vida, el pensamiento crea sus propios mundos.



Nieves y Miro Fuenzalida

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