Tuesday, August 4, 2015

Exodo según Negri.

                      
Un movimiento sacude al mundo. Es el movimiento de la migración y todos los poderes concebibles del Nuevo Orden  se alinean en su intento para detenerlo. Pero, el movimiento es irresistible. En la visión   optimista de Hardt y Negri, no seria raro que la batalla en contra del  poder mundial se ganara a través de la sustracción y deserción.

Según los autores de “Imperio”, el macro-poder, de alguna manera, ha intuido siempre este peligro. Y por ello, en los tiempos modernos, ha ejercido la violencia mas extrema en contra de esta movilidad que disturba las condiciones disciplinarias a las que la fuerza laboral ha estado constreñida. La esclavitud, que puede ser considerada en una línea continua con los diferentes regimenes de trabajo asalariado, expone la forma mas extrema del aparato represivo  en su intento de bloquear la movilidad de la fuerza de trabajo. La historia de la esclavitud negra durante la era colonial demuestra esta necesidad fundamental del poder jerárquico a controlar la movilidad laboral, como también, el deseo incontrolable del esclavo a escapar. El nomadismo de los explotados siempre expresa el rechazo a la explotación y la búsqueda de la libertad y de nuevas condiciones de vida.

En la imagen global del mundo contemporáneo el poder laboral y los movimientos migratorios son extremadamente difusos y difíciles de definir. Toda comparación con los movimientos migratorios del comienzo de la época moderna-incluyendo el tráfico de esclavos y las migraciones de colonos blancos-se transforma en un ejercicio fútil. Junto con el éxodo del llamado tercer mundo, hoy día  esta también el flujo de refugiados y de intelectuales que se suman al desplazamiento proletario masivo en la agricultura y la manufactura. Todo intento de documentación legal se ve, muy pronto, incapacitado de copar con las migraciones clandestinas. Lo que empuja este flujo desde atrás es el deseo de huir de las condiciones culturales y materiales miserables de la reproducción neo-liberal. Pero lo que empuja hacia adelante es la riqueza del deseo y la acumulación de capacidades expresivas productivas que los procesos de globalización han determinado en la conciencia de cada individuo y grupo social. Y, por supuesto, esto crea una esperanza. La deserción y el éxodo son formas poderosas de lucha dentro del Nuevo Orden mundial. Pero esta movilidad, obviamente, todavía constituye un nivel de lucha espontánea que,  frecuentemente,  guía a nuevas condiciones de desarraigamiento, pobreza y miseria.

El espacio que solo se viaja debe ser transformado, dice Negri, en un espacio vital, en un espacio de vida. Y la circulación debe ser  transformada en libertad. La multitud en movimiento debe lograr la ciudadanía global. Su resistencia a las ataduras, su lucha en contra de la esclavitud de pertenecer a una Nación, una identidad  y a un pueblo y su huida de la soberanía y los límites impuestos a su subjetividad, son signos de cambio. El nomadismo y mestizaje dentro del Nuevo Orden deben ser considerados prácticas ético- políticas. Hoy día,  la celebración de lo local puede ser reaccionaria y fascista cuando se opone a la circulación y a la mezcla y cuando se orienta al refuerzo de los muros de la Nación, de la etnicidad, de la raza, de la religión y del pueblo. El concepto de lo local no tiene porque ser definido a través del aislamiento y la pureza. Si rompemos estos muros podemos unir directamente lo local a lo universal, a ese universal concreto que permite a las multitudes pasar de lugar a lugar transformando cada uno de ellos en algo propio. A través de la circulación vamos componiendo un grupo humano de múltiples colores con poderes aun no imaginados. A través de la circulación constituimos la comunidad humana. No el sueno de un estado cosmopolita, sino una especie común. Los cuerpos se mezclan y el nómada habla una lengua común. El rebelde, en la era pos-colonial, es el que continuamente transgrede los limites territoriales y raciales, el que destruye particularismos y se orienta hacia una civilización común. Una nueva horda nómada, una nueva raza de bárbaros surgirá para invadir o evacuar el nuevo Imperio.

¿No es esta imagen que Negri proyecta en el fenómeno migratorio contemporáneo extremadamente problemática? la afirmación positiva de la voluntad nomadica crea, en su opinión, la posibilidad de un sujeto emancipado y una movilidad que es esencial en las nuevas formas de la lucha de clases. Sin embargo, esta concepción marcial de los procesos migratorios no corresponde a ninguna realidad. Las motivaciones de los diferentes grupos o individuos para emigrar son muy distintas y no se unifican alrededor de una cruzada en contra del Imperio. Las migraciones transforman el mapa ideológico solo cuando alguien renuncia a la propia identidad  y toma otra que era imposible dentro del grupo social del que se viene. Ni las grandes migraciones europeas a América como tampoco el flujo contemporáneo del Sur al Norte se ajustan  a este modelo. Si el número es suficientemente  grande lo que ocurre  es el deseo de las primeras generaciones de inmigrantes a trasladar su vida comunal sin cambio. Tanto en Europa como en los países del Golfo los trabajadores temporales se asemejan más bien  a un “commuters” que a un nómada. En las complejas sociedades del modernismo tardío  la migración es mayormente el intento de servir los flujos  del capital, motivados por el deseo de riquezas,  más que  por la“riqueza de deseos”. Las migraciones entre países no son por si mismas mas revolucionarias que los movimientos de la población dentro de ellos. “Los desposeídos de la tierra quieren ir a Disney World- no a las barricadas.” La ironía de la modernidad es que a pesar  de que las sociedades complejas dependen grandemente de la fuerza laboral del inmigrante, no son capaces de asimilarlo y la imagen que inspira la migración se vuelve, por siempre, elusiva, dejando en su lugar un  cuerpo fragmentado y una mera colección de deseos.“Disney World” no es solamente Disney. La fragmentación y alienación son frecuentemente el resultado inevitable. El problema con esta monadología es que su utopianismo secular retiene la dinámica social de sus predecesores mitológicos (Plotino, San Agustín). El camino a la utopía siempre guía hacia arriba más bien que hacia abajo y la multitud se reúne “en amor, simplicidad  e inocencia”. Pero, un utopianismo realmente secular, y no solo secularizado, debe  abrirse a la posibilidad de que la justicia puede, también, encontrarse en la fragmentación, la complejidad y la confusión.


A pesar de la importancia que las migraciones han tenido en la historia, las teorías políticas siempre han trabajado con unidades sociales y los actores que encontramos dentro de ellas  (Nación-Estado, ciudadanos). Es solo a partir de la dislocación creada por la globalización cuando las migraciones  han venido  siendo consideradas como unas de las más románticas aspiraciones de la izquierda y un atractivo sustituto de la revolución. Los emigrantes son vistos como héroes, pero solo en el país al que emigran, no en el país del que vienen. Las migraciones, después de todo,  continúan siendo significantes porque no solo son manifestaciones de las aspiraciones humanas por cambio, sino también, a la larga, un medio para efectuarlos. Su  verdadero fracaso en transformar el mundo en una utopía crea las condiciones para la solidaridad, o lo que es lo mismo, una nueva capacidad para formar  alianzas con otros diferentes a uno mismo para romper la estructura social existente y crear un nuevo orden sin la división social de la antigua. Nada garantiza si este nuevo orden nos  va a gustar o va ser mejor.

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