El doctor le
pregunta al paciente...
Me gustaría que me dijeras que es lo que te
molesta…
No puedo porque tú
eres un agente del FBI…
¿Que te hace pensar eso?
Todos los agentes
del FBI llevan una placa en sus billeteras…
Mira, te mostrare la mía. ¿Ves? aquí no hay placa…
Hm… debo haber
estado equivocado entonces
Ah!
Debo suponer, de
ahora en adelante, que no todos los agentes
del FBI portan placas en sus billeteras.
El paranoico sabe que su delirio es verdadero con una
certidumbre que pocas personas pueden experimentar. Cualquiera que no pueda
conectar estos eventos auto evidentes en la forma en que el lo hace debe ser
insano.
Cuando el paciente empezó a escuchar voces concluyo que
ellas provenían de parlantes microscópicos implantados en sus tapaduras dentales.
Si los parlantes fueron implantados, entonces, también lo fueron los micrófonos
que le permitían al dentista vigilar sus conversaciones. Esto significaba que
el dentista era parte de una conspiración relacionada con la mafia, cuyo
intento era lavarle el cerebro para unirlo a la organización como doble agente.
Este es uno de los ejemplos más comunes de delirio
paranoico. Lo típico en ellos son las interminables variaciones en el tema de
las inter-conexiones mortales y de las grandes conspiraciones que se ocultan detrás
de los eventos más mundanos. De propósitos malignos en un mundo en donde nada
ocurre por accidente. El paranoico se zambulle en un abismo que es percibido como
amenazante. Su ambiente esta poblado de agentes omnipresentes y figuras siniestras,
vagamente identificadas como "ellos" o "comunistas" o la "CIA" enviadas para reportar e
informar. Convencido de que la naturaleza humana consiste en disimular,
sospecha de todo, incluyendo sus amigos más cercanos y los miembros de su
propia familia que adulteran su comida con venenos y drogas que alteran la
mente. Este es un mundo en donde no hay confianza, amistad ni amor. Y la confirmación
siempre esta allí, porque cada vez que él habla y expone su terrible
descubrimiento de la conspiración en progreso, los que lo escuchan retroceden
con una negación apresurada, lo que los identifica como participantes del
complot.
En Francia, Thierry Meissan, un investigador que dirige una
organización llamada “La Red de Voltaire”, afirma en su libro, “The Horrifying
Fraud”, que el terrorismo del 9/11 no fue organizado por Osama bin Laden y
al-Qaida, sino, por una red derechista dentro
del Pentágono. La variante árabe de su teoría, ampliamente difundida en el
mundo islámico, nombra a la agencia de inteligencia israelita “Mossad” como ligada
directamente al ataque de N. York (Kayhan Website, Tehran, Sept. 08,2002)... ¿No es esta la idea de que detrás del poder
siempre hay otro poder mas siniestro y diabólico controlando lo que ocurre? ¿Un poder más allá
del poder, frente al cual estamos solos porque somos los únicos en el mundo
entero que han logrado descubrirlo? La cultura popular es prolífica en su
intento de revelarnos ese poder. ¿No es eso lo que intento el cine al dramatizar
el asesinato del presidente Kennedy? ¿O el ataque viral, en el espacio cibernético,
controlado detrás de las bambalinas? La ejemplificación
mas rica, probablemente, la encontramos en "X File”... por lo que no es
sorprendente la tremenda popularidad que logro. El grupo Bilderberg se reúne
anualmente y entre sus asistentes se encuentran la realeza de Europa, lideres
nacionales, figuras políticas y directores de las más grandes compañías
mundiales. El periodista James Tucken ha seguido este grupo por anos y
afirma que este es el verdadero poder
que esta detrás del telón, determinando la nueva política monetaria de
Europa, la imposición de NAFTA, el precio de la gasolina. Según Tucker, que acaba de publicar su
“Bilderberg Dairy”, el no promueve una teoría de la conspiración. Lo que el
denuncia es una conspiración de hechos… ¿no es esta la idea de que en todo
conflicto social hay siempre alguien en control? (Dios, el Diablo o la astucia
de la Razón Histórica. Y si ya no creemos en absolutos, la CIA siempre puede cubrir esta ausencia).
Lo que Ulrich Beck llama “The Second Enlightenment” es exactamente
lo opuesto a lo que el primero pretendía y que era el surgimiento de una sociedad en la que las decisiones fundamentales perderían
su carácter irracional al fundamentarse completamente en buenas razones, en el
correcto conocimiento del estado de las cosas. Este “second Enlightenment” nos impone el peso de hacer
decisiones iniciales que pueden afectar nuestra propia sobrevivencia sin una
fundamentacion cognitiva apropiada ¿No es esta radical apertura e
incertidumbre la que tratan de encubrir todas las
comisiones y comités de expertos
gubernamentales? Lejos de disfrutarse como liberadora esta compulsión a decidir
libremente es experimentada como un juego angustioso. Soy considerado
responsable por decisiones a las que fui obligado a tomar sin un conocimiento
total apropiado de la situación. La libertad a decidir que disfruta el sujeto
en la “sociedad del riesgo” no es la
libertad de alguien que elige libremente su destino, sino la libertad opresiva
de alguien que esta constantemente obligada a hacer decisiones sin tener plena
conciencia de sus consecuencias.
Hoy vivimos en una sociedad que se ubica después de la
naturaleza y la tradición. En nuestra relacion con el mundo que nos rodea ya no podemos confiar en la naturaleza como fundamento
y recurso permanente de nuestra actividad (siempre existe el peligro de que
nuestra actividad disturbe el ciclo reproductivo natural) o en la tradición
como la forma sustantiva de las costumbres que sostienen nuestra vida. El quiebre y la disolución de todas las formas
tradicionales, lejos de dar origen a una sociedad en la que los individuos viven sus vidas
colectiva y libremente, engendra, por el contrario, su propia forma de destino anónimo
en la forma de relaciones mercantiles. El mercado posee una dimensión de riesgo
fundamental. Es un mecanismo impenetrable que puede en forma impredictible
arruinar al trabajador y enriquecer al especulador. Nadie sabe de antemano cual
será el resultado de una especulación particular. Y, sin embargo, a pesar de
las consecuencias impredictibles de nuestros actos, todavía persiste la fantasía
de que ellos están coordinados por la infame “mano invisible” del mercado,
premisa clave de la ideología del libre mercado. La inter acción, el choque y las intenciones conflictivas de la
multiplicidad de actos individuales resulta en el bien estar de todos.
Lo que hoy ocurre en la sociedad posmoderna del riesgo es
que no hay “mano invisible” o mecanismo ciego que, de alguna manera,
restablezca el balance. No hay “otra escena” en la que las cosas se mantengan apropiadamente, como tampoco la ficción
de “otro lugar” en el que desde la perspectiva del Ultimo Juicio nuestros actos
serán propiamente evaluados. Y ni siquiera podemos hablar de un mecanismo global
que regule nuestras transacciones ¿No es
esta ausencia de las esencias la que justamente caracteriza el posmodernismo?
Quienes todavía viven desde el paradigma de la tradición modernista buscan
aquella otra agencia que legítimamente se pudiera elevar a la posición del
sujeto que esta a cargo y que se supone saber, sea este la iglesia, la comunidad
científica, el partido, la autoridad del gobierno o, por ultimo, si no creemos
en ellos, al maestro secreto invisible de las teorías de la conspiración.
La característica común a todas estas historias es la del hecho de que postulan la existencia del "otro del otro", es
decir, un sujeto escondido que tira concientemente los hilos del "sistema"
(el que sostiene el orden, la ley y la
norma social que regula nuestra existencia). Este "otro del otro” es el
que nos manipula a través de la aparente espontaneidad de lo accidental, el
Artista escondido cuya creación o fantasía es nuestra realidad.
El advenimiento de la
posmodernidad afecta no solo a la tradición, sino que, también, a cualquier
otro marco simbólico de referencia en un sentido mucho más fundamental. La
confianza en la “Razon” ha sido, potencialmente, socavada. A la base del
edificio teorético nos encontramos con el vacío. Y es este vacío el que, a
cualquier costo, queremos cubrir. Necesitamos creer que detrás de las
apariencias y el desorden hay siempre alguien que todavía tira los hilos.
Cuando los individuos carecen de una guia cognitiva que les ayude a ubicar su lugar
dentro de la totalidad social, la teoría de la conspiración les permite darle cierto sentido al desorden social.
Solo que con ello se encubren las actuales y reales fuentes de poder. El despido de la
dimensión “paranoica” de las teorías de la conspiración o el que no haya un Logos
trascendente o un Artista componiendo la
gran pintura no significa que no exista un foco de poder que necesitamos
desafiar. Hoy día, el poder sigue la estrategia de negarse a si mismo, de
presentar sus aparatos organizativos
como elementos de una red caótica.
En los tiempos del capitalismo tradicional la apariencia de
Orden, de una agencia central controlando la realidad social enmascaraba el
caos subyacente incontrolable de los procesos sociales. Hoy día, en cambio, la
apariencia de caos, la celebración del capitalismo posmoderno que descansa en
la producción “autopoietica” y las decisiones descentralizadas, es la mascara ideológica
del crecimiento desmesurado de los aparatos estatales y de formas de regulación,
de control social y económico que define el neocolonialismo contemporáneo. Este
es el poder real que esta allí para
quien quiera verlo.