Friday, April 10, 2015

Anarquismo y Estado


Cuando se habla de anarquismo inmediatamente pensamos en la crítica del Estado. Si los marxistas en un tiempo querían tomar  el Estado y establecer la dictadura del proletariado hasta el momento en que se extinguiera, los anarquistas querían abolirlo. Ser gobernado, decía Proudhon, es ser observado, inspeccionado, regulado, adoctrinado, clasificado, evaluado, censurado y controlado  por individuos que no tienen el derecho ni la virtud para hacerlo. Y, por su parte, Bakunin acostumbraba a repetir que  los revolucionarios marxistas nunca han sido ni serán enemigos del Estado  porque su  objetivo es derribarlo solo  para crear  otro sobre sus ruinas. Al centro del pensamiento marxista se ubica el problema de la  opresión que surge de la explotación, de la extracción de la plusvalía. Si este es el problema, dicen, no hay razón para desmantelarlo porque puede usarse como poderosa fuente de poder para transformar las relaciones de producción. Una vez desaparecida la explotación el Estado ya no será necesario.  Los anarquistas, en cambio, encuentran que el problema no radica primariamente en la explotación, sino en el poder mismo. Cualquier institución que ejerza poder debe ser resistida y el Estado, que concentra el máximo poder, debe ser, por sobre todo, resistido. El reemplazo del Estado burgués por el Estado proletario no elimina el problema del poder. Es el mismo poder  bajo nueva administración.

¿Es el ver la opresión como resultado de la acción del  Estado o  como resultado de la acción de la economía lo que, realmente, diferencia el anarquismo del marxismo?  Según el teórico Todd May esta no es una comprensión correcta de la diferencia  entre uno y otro. Seria mejor decir que la dominación proviene del poder que opera perniciosamente. Es cierto que esto ocurre cuando el burgués controla los medios de subsistencia del obrero o cuando los medios de información ocultan los intereses de las elites económicas que proveen su financiamiento. Pero, también la dominación ocurre en múltiples otras  formas de las que no siempre estamos concientes como las prácticas disciplinarias, sicológicas, siquiátricas o sexuales, por ejemplo, que nos transforman en sujetos sociales que reproducen el sistema  que beneficia particularmente a las elites económicas y políticas sin que estas necesiten comprometerse directamente en la dominación.  La dominación sexual, que ha venido desarrollándose en el curso de muchos siglos, no es la historia de cómo unos individuos  dominan a otros, sino de cómo la categoría sexual se ha transformado en una forma de dominación. El anarquismo puede ser mejor comprendido como una critica de la dominación mas que como una critica del Estado. A diferencia del marxismo, dice May,  no se concentra en un tipo particular de opresión, como  la explotación que surge en el modo capitalista de producción, sino que su preocupación se dirige a las diferentes formas de dominación que ocurren en el ambito social. El Estado con su concentración de poder burocrático y militar puede ser una de ellas. Pero no es la única fuente de dominación y en ciertas condiciones puede ser la fuente de menor opresión. Para Bakunin el Estado es un instigador del poder, pero por si mismo no es la fuente de toda dominación. La posición política del anarquismo es la crítica y erradicación, hasta donde sea posible, de toda forma de dominación.

Entendido de esta manera el anarquismo se nos presenta como una posición puramente negativa que de alguna manera no ofrece ninguna solución particular en contra de la dominación. No dibuja un mapa de cómo podríamos lograr un mejor arreglo social que trataríamos de imponer  en otros. Este intento, según el anarquismo, solo resultaría en la repetición de una nueva forma de dominación que completaría el círculo… ¿Deberíamos, entonces, conformarnos con una visión puramente negativa de lo político o enmarcarlo positivamente evitando repetir los errores del pasado inmediato asociados con el socialismo?

Lo que mayormente pasa hoy día por política se centra en elecciones, burocracia,  procedimientos en la  rotación de las relaciones de poder  para controlar el Estado y la economía y las justificaciones ideológicas para mantener elementos particulares del sistema o el sistema como tal. La mayor parte de la sociedad no participa, a excepción de las votaciones, en su creación o mantenimiento. Y en los Estados autoritarios o dictatoriales ni siquiera esto se da. La  práctica política solo compromete a unos pocos por lo que no es de extrañar la despolitización creciente que observamos  hoy día.  ¿Cuál es el problema con este orden social?... Su profunda desigualdad. El presuponer que ciertos individuos saben cual es el bien publico y que es lo mejor para los otros, porque los otros no son capaces de lograrlo por si mismos sin su intervención. Es la negación a reconocer la capacidad del pueblo para controlar sus propios asuntos.  

¿Cuál seria una acción política diferente y antagónica a este orden capaz de socavarlo?
El filosofo francés Ranciere, no extraño a las ideas anarquistas, sostiene que la afirmación de la igualdad destruye la clasificación del orden vigente que presume la autoridad sobre otros basada en la división de clases, el control económico,  la raza, el sexo o el estatus social. El objetivo de la política de la igualdad  no es unificar, sino desclasificar, dividir el orden social para introducir la disensión dentro de el. Los que son considerados menos que iguales, los que no son parte  del sistema, eventualmente  se separan de el debido a la tensión creada por la desigualdad introduciendo la división dentro del orden. Son los que basan su participación en la presuposición mutua de igualdad lo que le da el carácter auténticamente  político a su acción. Si la crítica de la dominación es un lado del anarquismo, la presuposición de la igualdad es  su lado positivo que le permite ver el concepto de dominación como algo  plástico, aplicable a una variedad de situaciones.  Su defensa y afirmación, dice Ranciere, no presupone una esencia profunda ni el retorno a la visión  romántica del ser humano como inherentemente bueno. Su alcance es mucho mas modesto y solo se refiere al hecho basado en observaciones empíricas que la gente posee suficiente inteligencia para dirigir sus vidas y emprender acciones políticas a nombre propio. Según Ranciere sin esta  presuposición básica no seria posible  imaginar una política progresista ni la critica de las jerarquías y dominaciones.

Las democracias capitalistas, que se definen a si mismas como sociedades igualitarias y libres, se ven confrontadas con profundas contradicciones en el seno mismo de su clase dirigente que la luz de la acción política pone de manifiesto. Su narrativa gira en torno a la creencia  de que  la  igualdad  es parte de la estructura social mientras que en la práctica esa misma estructura social sostiene la jerarquía y dominación que niega la igualdad. El compromiso a la igualdad de la sociedad capitalista, como la tradición marxista mostró, no es más que un compromiso formal, un compromiso legal que sirve para velar las reales relaciones de desigualdad que en el existen. Hasta el día de hoy el antagonismo crucial, el punto de referencia de todos los otros es el antagonismo entre excluidos e incluidos.  Es una división que atraviesa todas las otras.

Para Ranciere la acción política debe tomar esta contradicción seriamente y traerla a la luz del día. No la contradicción entre nuestras acciones y supuestos principios transcendentales que, por el mero hecho de ser seres humanos o seres racionales o hijos de Dios, deberíamos seguir, sino la contradicción en uno mismo, la contradicción que consiste en el fracaso en mantener la consistencia. No hay inconsistencia si uno apoya la desigualdad. Pero si la hay si uno la rechaza y luego la practica. Y esta es la contradicción de la democracia capitalista. Cuando esta proclama la libertad e igualdad la acción política del momento es tomar esta declaración literalmente y afirmar la libertad e igualdad   para pluralizar, expandir y participar  en los lugares en que se adoptan las decisiones económicas, para  multiplicar y democratizar  los espacios de representación y radicalizar y reconfigurar  los ya existentes con el interés de desarrollar efectivamente  los mecanismos de participación.

 No hay un sujeto político que primero existe y luego decide actuar. Es la acción política la que  crea lo que antes no existía. Un sujeto político colectivo surge o se crea a si mismo como un actor social en el momento en que su acción rechaza la clasificación y el lugar que el sistema le asigna. El proletariado es el nombre de un grupo que surge cuando asume el nombre de proletariado junto con la unidad interna y la igualdad que el nombre implica. Antes de esa acción solo había trabajadores. No basta que haya ricos y pobres para que su contradicción transforme el sistema. Es la acción política la que causa que el pobre exista como un sujeto activo. Cuando se confronta a un adversario, cuando los que no son parte del sistema actúan políticamente en contra de los que son parte se crean obligaciones y deberes, conexiones internas solidarias cuya presuposición es la igualdad. Hoy día uno de los fenómenos más impresionantes en las megas ciudades del mundo son las poblaciones marginales que, por constituir  la parte que no es parte, tienen el potencial de transformarse en el próximo sujeto político. Libres de amarras sustanciales, sin inversiones en el sistema y fuera del control policial estatal las poblaciones marginales constituyen  espacios que, a pesar de estar dentro del territorio  nacional,  se ubican fuera de la ley. Es esta masa, privada de todo y situada en los márgenes de los centros industriales la que puede transformarse en el núcleo de la fuerza política futura, en agentes de cambio, capaces  de romper la inercia política.

Si consideramos que cualquier transformación histórica llevada a cabo por una  voluntad colectiva  requiere de una acción política capaz de articular la multiplicidad de posiciones en juego, de una dirección que en ultima instancia suspenda la discusión y tome una decisión… ¿como la fusión de experiencias en contra del sistema va a operar en una relación igualitaria, horizontal, carente de partidos, sin correr el peligro de la fragmentación? Es aquí, justamente en el momento en que necesitamos  referirnos a las formas concretas y especificas de la articulación política, cuando el
anarquismo no puede decirnos  nada.

No comments:

Post a Comment