Kant decia que el hecho de que el mundo este
penetrado por la maldad es tan viejo como la historia misma. Más viejo que la poesía.
En verdad, tan viejo como la religión sacerdotal, la mas antigua de todas las
ficciones. Según él deberíamos entender este juicio (el de la maldad, el hecho
de que el ser humano es un ser malvado) como un hecho indisputable. Y que tal inclinación
corrupta esta enraizada en el hombre no
necesita ser probada formalmente considerando la multitud de ejemplos que la acción
humana pone frente a nuestros ojos. La tesis latente en estas afirmaciones es
la del "Mal Radical", la de que la posibilidad de elegir la Maldad
sobre el Bien se encuentra en la noción
misma de la subjetividad humana.
En contraste con
las creencias modernistas que exoneran la subjetividad humana y desplazan el
mal a la historia, la sociedad, los impulsos inconscientes o las leyes de la
herencia, Kant, no solo reconoce la existencia del Mal, sino que también llama a reconocer que el mal es parte
de nuestro hacer personal por el que tenemos que responder.
Este
reconocimiento de una "tendencia hacia el Mal", inesperadamente
introducida por Kant en un texto de 1792, pareciera contradecir todo su trabajo
previo en su celebración de la libertad y voluntad humana y no fue bien
recibido por sus contemporáneos. Para
nosotros, en cambio, tiene plena
relevancia en un tiempo en donde el otro lado del Bien se revela en las masacres de la población civil del siglo
pasado y su nueva versión fundamentalista en los inicios del siglo XXI y la
politica de la tortura.
La tesis de Kant,
aunque luego se nego a extraer todas las
consecuencias de ella, es concebir el Bien y el Mal como dos fuerzas positivas
opuestas, contrarias. La intencion de
Kant era la de socavar la noción tradicional del Mal que lo veia como carente
de consistencia ontológica positiva, es decir, como mera ausencia del Bien. Si el Bien y el Mal
son contrarios, entonces, lo que se opone al Bien tiene que ser una contra
fuerza positiva y no solo nuestra ignorancia o nuestra falta de conocimiento de
la verdadera naturaleza del Bien.
¿Cuál es la
evidencia de la existencia de esta contra fuerza? El hecho de que experimentamos la Ley moral como
una obligacion y sacrificio, como una agencia
externa que ejerce una presión insoportable en el centro mismo de nuestra
auto-identidad. Algo debe haber en la naturaleza misma del yo que le da
preferencia a los intereses narcisistas y
sadicos por sobre la Ley moral… ¿Cierto?... Por eso, dice Kant, el "Mal
Radical" debe ser concebido como un a priori (no como algo solamente empírico
y contingente) que se expresa a si mismo en diferentes formas y grados.
¿Y como concebimos
el Mal? Su forma mas moderada se expresa en la excusa de la llamada
"debilidad de la naturaleza humana"... Si, ya se cual es mi deber, lo tengo bastante
claro, pero no puedo acumular la fuerza suficiente para hacer lo que debo hacer
y no caer en tentaciones”. Lo que encubre esta actitud es el gesto de auto-objetivación...
mi "disposición natural" determina mi conducta solo en tanto la
reconozco, pero su reconocimiento me hace responsable de ella. Es esta responsabilidad
la que esta forma del Mal evade.
La otra forma del
Mal, opuesta y mucho más peligrosa, es su inversión. Aquí el sujeto reclama
actuar en nombre del deber, de estar motivado solamente por consideraciones éticas,
cuando en verdad lo que lo guía son consideraciones personales... ¿No es este el caso de las
Fuerzas del Orden que brutalmente masacran la población civil en nombre de la
seguridad estatal o del profesor que atormenta a sus estudiantes alegando que
lo hace para desarrollar un carácter moral cuando en realidad el verdadero
exceso, de uno y otro, esta al servicio de impulsos sadisticos? Aquí el goce se
disfraza con el deber que emana del orden legal del cual el es solo un humilde
servidor. El auto-engaño, en estos casos, es de tal profundidad que el sujeto confunde los contornos mismos
del deber.
Pero, la peor
forma del Mal se da cuando el sujeto pierde totalmente su sentido interior, su
relacion interna hacia el deber en tanto agente moral y percibe lo moral como
un simple conjunto de normas externas, de obstáculos que la sociedad construye
para refrenar la orientación de los intereses egotisticos. Es en esta forma que
las nociones mismas del Mal y el Bien pierden su sentido y si el sujeto
sigue las normas morales es solo para evitar sus consecuencias desagradables. Cada
vez que pueda burlarse de ellas sin ser cojido, tanto mejor. Y si se da el caso
que es sorprendido cometiendo una
crueldad o un acto inmoral, la respuesta común es... no he quebrado ninguna ley
por lo tanto no me molesten.
Estas son las tres
formas del Mal que Kant distingue. La
cuarta, que él llama "Mal Diabólico",
la excluye, a pesar de que es la mas
interesante. Este es el Mal que asume su forma contraria. En lugar de oponerse al Bien se transforma en
su contenido mismo, a diferencia del
"Mal Radical". Allí el Mal también asume la forma del Bien,
comocuando el torturador dice “ solo sigo las normas”. Pero esta complacencia
es solo un simple caso de motivación “patologica” en el sentido kantiano de
puro interes personal que, a través del auto-engaño, la confunde con el
cumplimiento del propio deber. En el "Mal Diabólico" el ímpetu de la
actividad que lo promueve no es egoista. Su orientación es independiente y
muchas veces en contra de los propios
intereses personales y la propia vida... ¿No es este el caso de Bin
Laden y el extremismo fundamentalista?... Ellos realmente actúan en búsqueda de
lo que perciben como virtud y están preparados
a arriesgar todo, incluso la muerte, en la realización de esta virtud. Sus acciones destructivas no están al servicio de un placer o interés
personal. Están al servicio de la Ley Moral... del cumplimiento de un deber ético
y de obligaciones superiores... "Ala es el Bien y lo que hacemos es en el
nombre de Ala, por amor a Ala... bendita sea la voluntad de Ala".
Similarmente, en un contexto históricamente diferente, Adolf Eichman, que administro
la Solución Final, declaro en favor de su defensa que al llevar fehacientemente
a cabo su deber solo implementaba los preceptos morales kantianos. Una y otra
vez le dijo a la policía y a la Corte que él, junto con obedecer órdenes, también obedecía la Ley, dando una definición
aproximadamente correcta del imperativo categórico (H. Arendt, "Herman en Jerusalén").
A pesar de sus especiales razones biográficas por gustarles los judíos, él
consideraba sus actos moralmente responsables solo en tanto estos actos
negaban, más bien que actualizaban, su voluntad. En otras palabras, actúa de
acuerdo al Imperativo Categórico... solo que el Imperativo Categórico, en este
caso, era el del Tercer Reich... actúa de tal manera que si el Fuhrer conociera
tus acciones, las aprobaría.
Aquí la ironia
esta, no en el hecho de que los principios no son suficientemente convincentes
para detener la voluntad de transgresión, si no en el hecho de que hay algo en
el principio kantiano mismo que pareciera permitirle a un Eichman caer en esta distorsión
particular. Y el escándalo mayor es que no hay nada en la estructura misma de
la Ley, concebida en la línea kantiana, que permita evitar esta distorsión. Si
la lucha moral es concebida como el conflicto entre dos fuerzas positivas
opuestas, en lucha por su mutua aniquilación, se hace posible que una de las
fuerzas -- el Mal -- no solo se oponga a la otra para aniquilarla, sino
también, que la socave desde dentro al asumir la forma misma de su opuesto. El
Mal disfrazado de Bien. Cuando Kant se aproximo a esta posibilidad con su noción
del "Mal Diabólico" rápidamente la rechazó como un objeto horrendo, rehusándose
a extraer las consecuencias ultimas de su propia hipótesis... la elección del
"Mal Diabólico" no es motivada por deseos egoistas, por placer o por
interés personal. Por el contrario, su elección original constituye un acto
puramente ético, un deber. El Mal elevado a principio... lo impensable en la ética kantiana
es que un puro acto de Maldad y un puro acto de Bondad poseen exactamente la
misma estructura.
La objeción que se
le ha hecho a Kant a esta altura de su argumentación no es la de que conciba la
extrema Maldad en los mismos términos que la Bondad. El problema es que no se
atreve a reconocer y aceptar la identidad estructural que hay en ellos. Implícita
en su concepción esta la idea de que la estructura formal de un acto ético no
presupone como contenido ninguna noción especifica del Bien. Solo se limita a
definir su estructura. El Bien no es más que el nombre de la estructura formal
de la acción. No su contenido.
La paradoja fundamental de la ética yace en el hecho de que para fundar una ética ya
tenemos que presuponer, de alguna manera, una cierta ética, o lo que es lo
mismo, una cierta idea del Bien. El proyecto completo de la ética kantiana es
el intento de evitar esta paradoja mostrando que la Ley moral se basa solo en si
misma y que el Bien viene después de la
Ley moral. El problema es que el intento tiene un precio. El Imperativo Categórico,
a pesar de su carácter, es demasiado impreciso, demasiado abierto… ¿como puedo
decidir si la máxima de mi acción puede sostenerse como un principio capaz de
proveer una Ley Universal si no acepto la presuposición de que originalmente
estoy guiado por alguna noción universalmente aceptable del Bien? En otras palabras...
desde el momento en que no hay un
criterio a priori de Universalidad cualquier cosa puede ser transformada en una
declaración universal. El lugar del Bien es temporalmente llenado por un contenido
particular cuya dimensión universal es siempre contingente. Ala o el Fuhrer.
El escándalo de la
ética kantiana es que de acuerdo a su lógica y estructura el imperativo ético
se puede aplicar estrictamente tanto a las acciones de Eichman y a las de Bin
Laden y hoy dia al descabesamiento de Isis..."actúa de tal manera que si
el Fuhrer conociera tus acciones, las aprobaría". Si reemplazamos Fuhrer
por Dios (o Ala), obtenemos un Imperativo Categórico que es mucho mas aceptable
en nuestra cultura..."actúa de tal manera que si Dios (Ala) conociera tus
acciones las aprobaría". Lo que hacemos, lo hacemos en su nombre.
Nieves y Miro Fuenzalida
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